Torni Segarra

Seleccionar página
Cuando alguien menciona la palabra paz, lo primero que uno siente es una gran sensación de vergüenza y de frustración. Porque sabe que esa paz no es verdadera, no es paz en absoluto, es un aplastamiento o destrucción del contendiente, es la supremacía del más poderoso en ese momento sobre el más débil. La paz que ahogue a las personas lentamente, que sea el producto de una coalición o de un frente, no logrará desaparecer la violencia. Por mucho que lo divulguen, por mucho que lo mencionen, por fuerte e intensa que sea la influencia propagandística, la paz no será. Mientras exista la división en todos los ámbitos, ya sea en la religión, en las ideologías, en la política, en la economía, en la lengua, mientras esa división sea, defendiéndose con toda clase de mortíferos armamentos, hablar de paz es demostrar que los que lo hacen no saben lo que quiere decir, o están errados y viven en la más absoluta confusión e ignorancia.
¿Qué es pues la paz? ¿Es algo posible, o es un invento de la mente? ¿Podemos acceder a la paz aisladamente, sin solucionar todos los otros problemas? Si no solucionamos todo lo que es el problema de la existencia, con todos sus conflictos, con todas sus miserias, con todos sus interminables retos, la violencia estará siempre entre nosotros. Para abordar la cuestión de lo qué es la paz, hemos de abordar primero el problema de la muerte, el problema del dolor y la división, el problema del miedo, y también ver lo que es el amor. Mientras el morir al pasado, a los apellidos, a la familia, al país, a la raza, mientras el morir a todo lo que nos han condicionado, no sea posible, hablar de paz no tendrá ningún sentido, será otra artimaña, será otra manera de perder el tiempo.
Uno se pregunta, ¿por qué nos dejamos condicionar por la autoridad científica, por cualquier líder o dirigente? ¿Por qué aceptamos todo lo que nos digan sin que antes lo investiguemos, por el mero hecho de que lo ha dicho cualquier persona que le hemos dado importancia? Si no somos libres la paz no podrá ser, porque no podremos ver; y mientras repitamos lo que otros dicen y lo acatemos estamos dando origen a la autoridad. La libertad, es estar libre de todo condicionamiento, de toda presión, de todo miedo y temor a lo que es la vida. Un hombre libre no puede ser manejado por nada: ni dinero, ni sexo, ni drogas, ni religión ni política, ni ideas ni opiniones, ni supersticiones ni poderes psíquicos, nada de todo esto podrá arrastrarlo y por tanto ni condicionarlo.
El condicionamiento es el que hace que nos dividamos: estamos condicionados a ser europeos, asiáticos o americanos, estamos condicionado por lo que comemos y por el clima, estamos condicionados por el color de la piel, por la política, la religión y la cultura. Vivimos muy pendientes de lo que hacen los demás, sin atender lo que sucede en nuestro interior. Nosotros somos el mundo, cada uno de nosotros es el mundo, por tanto el problema reside en nosotros. Si uno se desprende del condicionamiento y accede a la paz, entonces el mundo a que él tiene acceso está en paz también. No importa lo que los otros hagan, pues ya no tendremos nada que ver con las divisiones, con las agresiones y violencias, con las carnicerías de la guerra. La paz estará entre nosotros y tanto lo “mío” y lo “tuyo”, como el “yo” y el “tú”, el “nosotros” y el “ellos”, no será motivo de división.
Toda persona que habla de paz y representa algún país soberano, alguna idea religiosa, alguna teoría para vivir, algún foro internacional, está errado y haciendo que los demás vivan en la división, está consiguiendo que los demás prosigan con la ignorancia, está provocando toda clase de conflictos que harán estallar agresiones y violencia. Lo que más divide a los hombres es la autoridad, ya sea la del padre, la del esposa, la del intelectual, la del jefe, la de uno mismo, la de las armas y los hombres que las manejan. El que pretende vivir en la no-violencia, el que se denomina pacifista, si permanece dividido de los que son violentos y de los que son guerreros, seguirá alejado de la paz aunque diga lo contrario.
La no-violencia y la paz han de nacer en la intimidad de cada cual, pero todo deseo de alcanzar, todo movimiento de la voluntad por alcanzar cualquier cosa, provocará contradicción y por tanto conflicto. La paz es la ausencia de conflicto, tanto interno como externo. Mientras haya conflicto, seremos provocadores de desdicha y de dolor. El deseo, en su variedad infinita, nos divide y nos fragmenta de lo que observamos, de lo que somos en realidad. Somos astutos, somos codiciosos, somos egoístas; y para que todo esto que somos desaparezca, primero que nada hemos de vernos en realidad, no como me gustaría ser, hemos de ver que es lo que hay dentro de nosotros y ver qué podemos hacer para que nuestra vida cambie totalmente.
Debemos encararnos con los impulsos que surgen y nos hacen ambiciosos o temerosos, mirarlos muy atentamente hasta que los comprendamos y entonces veremos cómo se desvanecen. Es porque no estamos atentos completamente a lo que nos reta -lo que sucede-, que no llegamos a comprender cada cosa lo que es. Lo que nos disgusta pronto lo rechazamos; y lo que nos satisface, pronto también se apodera de nosotros, perdiendo la clara visión de la realidad, de lo que es, de la verdad. Una mente que busca la seguridad, nunca encontrará la verdad; pues esa seguridad la hace torpe, mezquina, la hace egoísta. Además cuando más seguro pretendemos estar, es cuando más inseguros nos encontramos; ya que la mayor seguridad posible es estar completamente inseguros y desprotegidos.
El deseo de proteger y defender lo que tenemos -tanto los bienes materiales, como los ideas y las opiniones-, es lo que nos provoca la inseguridad. Si queremos vivir en paz, hemos de vivir en la inseguridad, hemos de ser vulnerables y flexibles, hemos de estar con la mente completamente abierta. Una mente que es capaz de desarrollar empatía, es en verdad una mente pacífica. Ya que la división se ha convertido en unión, ya que todo forma parte de la misma esencia de la mente. Entre lo interno y lo externo ha habido un empalme completamente. Entonces todas las mentes son una misma; y esa misma mente son todas a la vez. La paz, es la unión total con los hombres y con todo lo que existe, todo el universo. Y una mente que llegue a ese estado de unión no puede hacer daño a nadie.