Eso del más y más, del deseo, no sería ningún problema si no fuera por lo que genera, por lo que provoca en la vida. La técnica, y su razón de ser, el más y más, es la que está poniendo en grave peligro a la naturaleza: en los mares y océanos, están agotándose sus peces; los ríos, la mayoría de ellos, están sucios y maltratados; los alimentos, están contaminados para que sean más rentables.
La cuestión es: nosotros, tú, yo y los que vivimos, hemos aparecido en esta tierra, que ya tenía unas personas que tenían su manera de vivir. Y, a nosotros, desde el momento de nacer, nos han estado diciendo lo que tenemos que hacer, es decir, nos han estado condicionando. Al principio, cuando somos más vulnerables y dependientes, muy poco podemos hacer para rebatir y cuestionar esa manera de vivir, de los que han hecho posible que naciéramos. A ellos, tal vez, tampoco les guste del todo la manera cómo viven, como encaran los retos, pero han fracasado en su intento, aunque débil, de ir más allá de su manera confusa de vivir. Pero, ahora nos toca a nosotros ver qué podemos hacer, para que toda esa confusión y conflicto, llegue a su fin. Porque si no, todo ese problema se lo daremos a los que están por llegar; y les ocurrirá como a nosotros.
Así, que hemos de ver qué podemos hacer, para que ese conflicto, con su ansiedad, su desdicha, llegue a su fin; si es que ello puede ser, porque lo estoy encarando tentativamente. Por tanto, tenemos una existencia que no nos gusta -corrupción, inmoralidad, etcétera-, pero tanto en el presente, como en el horizonte, no hay nada más que lo viejo y conocido, confusión y desorden. No existe nada más que desorden, pero yo quiero que ese desorden no me afecte, no quiero que me destruya, no quiero que me lleve al caos. Primero, no haga nada, mire su estado de confusión, ¿le gusta? Pues, si es tan repugnante, como tiene que ser, irás más allá del desorden y su consecuencia: la confusión, el conflicto, la desdicha.
Y en ese momento, cuando has visto toda la estructura del desorden y has ido más allá -la has descartado, rechazado-, entonces eres una luz para ti mismo y para todos los demás. Por eso, cuando hay armonía -que es orden- es tan atractiva, tan fresca y saludable; a pesar, de los inconvenientes que podamos encontrar. Porque la dicha, que es la paz, cuando aparece todo lo transforma; no se ven los enemigos ni tampoco los peligros, sólo se actúa acorde con el reto: si tengo sed bebo, si tengo hambre como, si estoy cansado descanso. Porque la estructura del pensamiento, con su invento que es el “yo”, se ha aquietado, ha desaparecido, no puede operar. Y entonces, no hay división entre ver y actuar. Todo es acción sin opción.