La acción correcta es aquella que no deja residuos y que no nos altera; es esa acción, la que nos lleva a la quietud y a la paz; la que nos hace ver en todo la maravilla y nos hace vivir en plenitud y felicidad. Ahora bien, la acción correcta no es un logro o una conquista por medio de un plan o un método practicado repetitivamente; es el despertar de la conciencia, que nos hace comprender todo lo que es el entramado de la vida, lo que nos llena de pasión para afrontar cada reto y situación a los que somos expuestos. Si comprendemos cada circunstancia desde que nace hasta que muere, en un único instante, todo permanecerá en orden, todo problema será resuelto, toda complicación desaparecerá.
No creamos que ese despertar de la conciencia se puede comprar, o forjar por alguien para nosotros usarlo; si no participamos del dolor y de todas las precariedades de la vida, si no estallamos de energía que da la compasión ante toda la desdicha de los que no tienen nada, y pasan hambre y frío, viviendo su existencia como un tormento, la conciencia permanecerá embotada y encerrada en la oscuridad. Todo lo que hagamos, si no está bañado por la compasión hacia los más desafortunados, hacia los que más sufren, hacia los que soportan nuestra rapiña y corrupción, aunque parezca digno y correcto, será una continuación del drama que estamos provocando con nuestra astuta y deshonesta manera de vivir.
¿Qué es el vivir cotidiano? ¿Qué necesitamos para sobrevivir? ¿Vivimos para excitarnos con el placer, para comer, practicar la sexualidad, dedicarnos a la bebida, distraernos para no ver lo que nos estamos provocando? O es el vivir algo más, algo que tiene un significado, algo que puede ser usado para que la confusión y el dolor que sufrimos desaparezca. No creamos que esto es una utopía, un juego para distraernos, una salida del tedio en que nos encontramos para volver otra vez al mismo tedio; esto es una disposición sin ninguna clase de esfuerzo, sin ninguna compulsión ni seguimiento autoritario, motivada por la visión de la unidad total de lo que es la vida. Ver es actuar; y esa acción es el motor de la existencia.
¿Podemos ver qué formamos parte de una misma unidad? ¿Podemos ver qué formamos parte de la totalidad, de lo absoluto, de lo que denominamos dios o el universo? ¿Podemos ver qué cuando uno siente dolor, lo estamos sintiendo todos a la vez? ¿Podemos ver que no existe división alguna entre los hombres, que ella aparece cuando nosotros estamos neurotizados, cuando la mente está alterada y perturbada por el egoísmo? Porque cada uno de nosotros tenemos un juego que nos distrae y aparta de lo que es la realidad; cuando ésta distracción está en peligro es cuando gritamos, discutimos, nos agredimos e insultamos, nos hacemos agresivos y violentos. Este juego, que nos distrae pueden ser los hijos, las obligaciones que nos imponemos, el ganar abundante dinero, el sentirse obligado a esforzarse por cualquier causa social, los nacionalismos separativos y conflictivos, el consumismo estúpido y despilfarrador provocador de toda clase de miserias.
El egoísmo es el método a que nos aferramos, en un intento desesperado, creyendo que él nos llevará a la felicidad y a la plenitud. El egoísmo es la imagen que nos hemos creado, o que nos han creado; y que se ha apoderado de nuestra mente, que destruye toda la belleza de nuestra existencia, al pretender falsear la realidad de lo que uno es en verdad. El condicionamiento se manifiesta en el egoísmo; y mientras no percibamos de que ambos son una misma cosa, y que tienen una misma raíz, seguiremos siendo feos y mezquinos, ambiciosos e ignorantes. El pensamiento tiene que actuar para seguir existiendo; por tanto cuando no actúa se altera, y estalla perturbadoramente, provocando confusión y desorden.
Cuando más alterados estamos más es nuestra acción, creyendo que con esta actitud resolveremos los problemas que nos acucian. Sin darnos cuenta que cualquier manera de actuar sino nace del vacío de la inacción, que es cuando descartamos todo el condicionamiento que está depositado en la conciencia que es el pasado, dará lugar a algo que será una continuidad de todo lo que es nuestro vivir, Todo devenir, todo esfuerzo por llegar a ser, está dentro del ámbito del tiempo, que es el invento del pensamiento. Todo lo que sea producto de nuestras mentes, por bueno y correcto, por digno que nos parezca, es corrupto y desintegrador. La pureza del amor se encuentra en el vacío total de la mente; mientras ella esté operando estará dando vida al pensamiento, al tiempo, al egoísmo, a la desdicha y al dolor.
Pensar en la plenitud y en la realización, haciendo toda clase de empeños y de intentos por llegar a ellas, sin haber comprendido totalmente la manera con que operan nuestras mentes, es seguir donde siempre hemos estado. Nuestras mentes necesitan referencias donde apoyarse, necesitan seguridad para poder permanecer, necesitan un cobijo para esconderse; y todo ello, se lo brinda el pasado; puesto que el ahora no tiene nada que ofrecer, es el vacío innombrable, que está más allá de toda descripción y de todo el ámbito que domina la mente. En la inseguridad la mente no puede existir, ella se desespera; y por tanto, o desaparece, o la encuentra. Si la encuentra no será una seguridad verdadera; pero ella permanecerá en calma momentáneamente, hasta que se vuelva a encontrar insegura.
La paz que se conquista por las armas, es el intervalo de tiempo necesario para volver a cargarlas y empezar otra vez a usarlas. La paz no es ninguna conquista, ni es el resultado de un método, ni es algo que se pueda llegar a ella por medio de la búsqueda espiritual o en libros; solamente podemos abrirle la puerta para que ella pueda aparecer. Si hacemos algo con el fin de acercarnos a lo que es verdadero, volveremos a tropezar con lo falso. ¿Qué son los centros espirituales, los asrhams que hay esparcidos por toda la India y por todo el mundo, sino campos de concentración, donde existe la pirámide de la autoridad, donde existe la brutalidad, la mentira que es ilusión e ignorancia?
Necesitamos placer, por eso nos hacemos sumisos y obedientes, seguimos siendo como máquinas repetitivas y programadas para un fin que siempre, aunque nos creamos lo contrario, será mundano. Nos pueden decir que somos espirituales, que estamos en el camino verdadero, que estamos muy elevados de los demás, pero seguiremos en la confusión, provocando toda clase de desdichas en nosotros y en los demás. La verdad y la espiritualidad no tienen nada que ver con gurús ni con guías espirituales, ni con salvadores, ya que estos nos condicionan y nos destruyen. Alguien que intente establecer un plan, un camino, una norma de conducta y de comportamiento, por verdaderos y sublimes que se nos presenten, que nos parezcan, nos dejarán donde siempre hemos estado: en la desdicha de la división, que nos aboca al dolor y al sufrimiento.
La verdadera acción, surge de la visión atenta y profunda de todo lo que somos, de todo lo que hacemos en cada instante de nuestras existencias, de la comprensión total de lo que es la mente y cuál es su funcionamiento, del sentimiento de belleza que viene cuando llegamos hasta aquí.