Torni Segarra

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¿Qué es lo correcto, qué es lo positivo? ¿Hay algo que nos pueda llevar a lo que consideramos correcto, ya sea un método o una práctica? ¿O es lo positivo, lo bueno, lo noble, algo que está fuera del tiempo y por tanto imposible de ser practicado? Primero que nada, hemos de cuestionar todo lo que nos han dicho; hemos de empezar a investigar si existe algo que denominamos correcto con una mente sin ningún prejuicio, sin ninguna opinión o idea al respecto, sin ninguna prisa, pero con gran pasión. ¿Quién es el que dice lo que es correcto? ¿Cuál es la entidad que dice “esto es correcto”, “esto es incorrecto”? ¿Puede la mente y con ella el pensamiento, jamás determinar lo que es positivo, lo que es adecuado y correcto?
El pensamiento es un fragmento, un segmento de lo total, es una parte; y por eso, es que la parte no puede abarcar al todo. Así que, todo concepto que creemos al respecto de lo positivo, tendrá que ser falso, porque el pensamiento nunca podrá determinarlo. El pensamiento se asienta en el pasado, que es todo el depósito de la conciencia; el pasado determina con la imagen que crea de lo que ha experimentado como lo positivo, cómo ha de ser éste. Es decir, el pensamiento ya tiene el concepto y la idea de qué es lo correcto, de lo que es lo noble, de lo que es lo perfecto y todo lo que no se ajuste será excluido, será separado, provocando la división. Además si el pensamiento ya sabe, ya tiene el concepto y la imagen de lo correcto, el deseo de ir tras de ello lo arrastrará y le provocará toda clase de brutalidades con tal de conseguirlo.
Aquí es donde están atascados los que defienden una teoría religiosa, un sistema de liberación, un sistema para realizarse, un sistema para intentar poner orden, puesto que al ir en pos de algo que ya conocen los dividirá del resto, de los demás que no lo conocen o que no comparten su valor y su criterio. La división es el principio de todos nuestros males que nos acucian, es la raíz de la confusión y del caos. Cuando alguien dice que algo es correcto, ya no lo es; porque lo correcto, que es lo verdadero, no se puede comparar con nada, porque no tiene, no hay referencia alguna; porque lo correcto, que es lo verdadero, no se puede comparar con nada; porque lo correcto y verdadero, es lo nuevo; y cuando dice que algo es correcto, es porque es viejo, ya lo conoce, y por tanto no es lo nuevo. Lo que surja del vacío, que estará más allá de lo que el pensamiento pueda aportar, es lo nuevo, es lo verdadero.
Los guías espirituales, los salvadores, los gurús, los líderes políticos, todos han elaborado un plan, un sistema para llegar a lo correcto, para conseguir lo perfecto y lo positivo. Todos los libros sagrados tienen una fórmula, sus preceptos, sus teorías, que no son más que propaganda y superstición, para lograr convencer a las personas de que lo que dicen es verdadero, lo positivo y lo correcto. Solamente nos tiene que interesar qué es lo negativo, dónde está lo falso; si lo percibimos y lo descartamos, lo que quede, lo que resulte será lo verdadero; no sabremos lo que es, o tal vez si que lo percibamos, pero de todas maneras será indescriptible ya que estará más allá del tiempo y si intentamos describirlo, ya será fruto del pasado. Hemos de encarar la vida negativamente, hemos de vivir en el vacío, que no quiere decir que seamos una pared en blanco, para no estar sujetos a nadie ni a nada.
Alguien que tenga un motivo, por sagrado que parezca, por beneficioso que se presente, nos dejará con la cuerda más larga, pero seguiremos estando atados al poste, seguiremos esclavizados. Es muy difícil deshacerse del condicionamiento hasta que no se ha visto toda su estructura, hasta que no se ha visto la manera cómo opera la mente que es su soporte y lo que le da vida. El condicionamiento nos hace pequeños, nos hace vulgares y repetitivos, nos hace tan feos y tan estúpidos, nos hace tan dependientes, que nuestras vidas son desordenadas e insensibles al dolor que provocamos. Por eso, nuestras existencias tienen tan poco amor; y sin embargo tienen tanto sufrimiento, tanta amargura, tanta desesperación. Ni tan siquiera durmiendo tenemos paz y tranquilidad, pues como no estamos atentos durante el día a todos los requerimientos, tanto internos como externos, cuando la mente se encuentra más pausada, más sosegada, más en calma, fluyen a la superficie para que les demos una solución.
Tanto el condicionamiento personal, como el condicionamiento colectivo, es algo que hemos de percibir para poder descartarlo, para que nos pueda dejar en paz, para que nuestras mentes no se vean atosigadas y abocadas al sufrimiento. El condicionamiento impacta nuestra vida diaria, en cada acontecimiento que sucede, en cada problema y reto que se nos presenta, nos deja confusos y con sentimientos de culpabilidad. La visión clara de lo que es, de la realidad, nos liberará de todos los problemas, nos dejará en la felicidad. Porque la felicidad es eso: no tener ningún problema. Los problemas son fruto del tiempo, como como ayer, hoy y mañana, como pasado, presente y futuro, son fruto del pensamiento. La realidad, lo que es, lo verdadero, está más allá de lo temporal y por tanto de los problemas.
No tener ningún problema es algo maravilloso, es el goce del vivir, es el éxtasis continuado, es el amor en toda su plenitud. Esto quiere decir, que todo valor ha desaparecido, ni los bienes, ni el dinero, ni los parientes, ni las ideas y teorías, ni las opiniones, no tienen ningún valor. Todo viene y se va, todo llega y desaparece, todo es de todos, nada es mejor, nada es peor, nada es superior, nada es inferior; todo está dentro del orden. Todo ha desaparecido: la conciencia, el pensamiento, la mente. ¿Qué es lo que queda? La percepción, un darse cuenta, una situación interminable de acontecimientos que vienen y van. Ahora bien, ¿qué hacemos con esos acontecimientos? Pues, simplemente observarlos atenta y profundamente; y de esta atención llegará la unión; y la acción que surja de esta fusión total estará dentro del orden, será lo verdadero.