Los maestros, los que se dedican a investigar qué hace que seamos tan desdichados y su posible solución, etcétera, no suelen decir que ellos son más afortunados, en el sentido de haber recibido de sus padres y antepasados, el lugar donde se nace, un plus que les hace más propensos a hacer lo que hacen: informar y explicar cómo funciona la vida. Una persona, que tenga un deseo desmesurado por el dinero, y la técnica por conseguirlo; un deseo, por cualquier actividad que le domina y no puede ir más allá de ella; la información que transmite a sus hijos, no es la adecuada para desarrollar una mente serena y sensible para poder ver toda la trama de la vida. En todas las esferas de la vida hay diferencias, que son causadas por la división. ¿Podrías preguntar, cómo nació la división entre los hombres? Podríamos decir, que la división se generó a causa de la materia: el árbol más poderoso, arrebata el espacio de un árbol más pequeño, que tiene al lado, y absorbe más nutrientes de la tierra; el animal más pequeño está a disposición, de ser comido, por el animal más grande y poderoso, que lo expulsa de su territorio, lo domina, etcétera.
Pero la pregunta, que tampoco suelen encarar los maestros, los que inquieren e investigan, es: ¿cómo es qué la inteligencia que generó y sostiene el universo, este planeta tierra, lo hizo de esta manera que nos tenemos que comer unos a otros, tenemos que bregar para sobrevivir? Esta pregunta se complica, y a la vez aclara, cuando hay vida: ácaros, insectos microscópicos, bacterias, a nivel invisible. Y tanto, lo invisible puede ir hasta el infinito en su pequeñez, como también puede ir hasta el infinito en su grandeza. Por tanto la vida, hagamos lo que hagamos, tenemos que destruir algo que tiene vida: cuando se rasca la cabeza, está destruyendo vida, cuando estornuda y tose también. Porque la vida invisible al ojo humano, la microscópica, es como la grande, que si que la podemos ver: tiene seres vivos, que son animales como los grandes, es decir, tienen el mismo paradigma: nacer, crecer, reproducirse y morir.
Pero, aún tenemos pendiente, esa pregunta que casi nunca se hace: ¿por qué se hizo la vida como es; que no tenemos más remedio que vivir peleando y luchando, para poder subsistir? Porque, es que aunque no hiciéramos nada: ni comer ni beber, ni caminar, nada de nada, igual destruiríamos vida al movernos, al respirar. Porque la vida es destrucción, amor y construcción. Más allá de esto, no podemos ir. Es decir, no sabemos dónde está el principio de todo, con su dolor y sufrimiento; pero sí que sabemos dónde está el final: descartando y yendo más allá de la división interna. Porque, cuando uno está más allá del tiempo, que es cuando no hay división, cuando no opera el “yo”, no existe nada más que observar lo que sucede, vivir, sin generar ningún problema.
Y, por eso, es que el dolor es un invento, una ilusión, lo hemos creado al desarrollar nuestro pensamiento, nuestra mente. En la naturaleza salvaje, seguramente no hay dolor, porque no existe el “yo” que dice voy a sufrir, estoy sufriendo. Y es por eso, que el tiempo es también dolor. No el tiempo del reloj, el cronológico. El tiempo psicológico, dice: ayer esto que hice, me hizo sufrir y no quiero repetirlo; dice, ayer como no sufrí al hacer esto, hoy tampoco sufriré si hago lo mismo. Por lo que al estar atrapados en el tiempo, que es división, seguimos en conflicto con lo que es. Y lo que es, es que vivir genera destrucción, esto es inevitable, y por tanto dolor. Y, la salida a todo esto que es nuestra vida, es solamente observar como sucede la vida, sin que interfiera lo que nos divide del presente, del ahora. Mientras ese fragmento, que es lo que el “yo” quiere, se interponga entre lo que está sucediendo, seguiremos en conflicto, divididos, con sufrimiento y dolor.