¿Espera que alguien le diga lo qué tiene que hacer, cómo tiene que vivir? Si tropiezas con alguien, que quiere ser tu guía y tu salvador, entonces estás acabado. Porque, te meterás en una jaula. Serás como alguien que está atado a un poste, y aunque la cuerda sea larga, no tendrás libertad. Y entonces, qué sentido tiene el vivir. Sino hay libertad, la vida es mortecina, pesada y fea. Pero, como todo en la vida, y eso forma parte de la libertad también, si uno no conoce lo que es ser libre, puede no tener ningún problema. Eso es algo que parece una paradoja, algo sin sentido, pero no lo es. Porque, la libertad, es no estar dividido ni fragmentado internamente. Esté donde fuera que esté, haga lo que haga, si no está dividido, sino hay división interna, es libre.
Pero, una de las cosas más importante en la vida, es ser serio, ser honesto, ser íntegro, a la hora de encarar la existencia. Eso quiere decir, qué si estamos investigando la libertad, cómo hacer que la libertad florezca, uno tiene que hincar el diente, encararse con todo su ser, para ver si puede descubrir esa cosa tan maravillosa que es la libertad. Cuando uno estuvo viviendo en una isla, había personas que no habían salido nunca de allí, o habían salido en cuanto apenas, y no se les veía neuróticas e infelices; y la isla tenía unos treinta kilómetros de largo, por unos quince de ancho. Ellos se habían hecho a vivir de esa manera, con una paciencia que llamaba la atención, con movimientos no apresurados. Era tal la autenticidad, que una mujer pastora, al traerle su hermano un televisor, cuando todavía había pocos, y ver como se mataban los hombres, se alteró de tal manera que tuvo que ponerse en manos de un psiquiatra. Y eso es la libertad, ser auténticos, solos, sin ningún problema, ni comparación.
En las escuelas, en los institutos, cuando el profesor está comparando a un alumno con otro, los está destruyendo. Porque, cuando alguien compara, le está impeliendo a que se fuerce para ser de una determinada manera. Y donde hay esfuerzo, hay confusión, división entre lo que uno es y lo que quieren que sea. Por tanto, no tenga ningún miedo de ser como es, actúe según su criterio y su corazón. Porque, si no hay división en ti, hay orden que es amor. No importa como vistas, cuánto trabajas, lo que comes, si te mueves mucho o poco.
Tú no puedes ser libre, si alguien te obliga que hagas algo que no quieres; por muy noble que parezca, por muy buenas intenciones que sean, si te sientes apremiado y forzado, eso provocará confusión y desorden, y no habrá libertad. Porque, como ya hemos dicho, la libertad nace dentro de uno; es de uno, y eso es suyo, y nadie se lo puede arrebatar. Invocar la justicia, la compasión, la democracia, el amor, y si para conseguirlo tienes que hacer cosas que son lo contrario, si tú en tu vida eso que quieres no lo vives, es ridículo, es absurdo. Todas las calamidades, que han sucedido y suceden: violencia y guerra, tienen su origen en que se quiere imponer una manera de vivir, que ellos no lo hacen en su vida, no viven de acuerdo al patrón, a la idea que quieren conseguir e imponer. Y antes de la violencia y la guerra, está el hambre, la injusticia, la absoluta falta de respeto, la brutalidad y la crueldad, que por la fuerza de los hechos ha de abocar a la guerra. Como de hecho sucede, en cada día de nuestras vidas: nuestra manera de vivir es un estado de guerra de baja intensidad.
Por tanto, cómo puedes pedir la paz, el cese de la violencia, de los asesinatos, si vivimos en guerra desde que nacemos hasta que morimos. El actuar en ese ámbito, de: “yo no soy violento, tú si que lo eres”, y querer a partir de ahí hacer una idea o teoría, un plan político, una manera de vivir, genera división, confusión y violencia. Por tanto, lo primero, es ver cómo somos internamente, no lo que nos han dicho que somos. Investiguemos nosotros, cómo somos en realidad, como si no supiéramos nada, como si se encara con algo que no conoce y nunca ha visto. Y si eso es así, si se ve realmente como es, verá que lo que encuentra no es lo que le han dicho; verá, que todos somos básicamente iguales en su esencia, y por eso todos generamos violencias, somos violentos.
Por tanto, para incidir e ir más allá de la violencia, ha de tener plena libertad para mirar, indagar e inquerir quién soy, cómo vivo, cómo me relaciono con las personas y todo lo que conforma la vida. De lo contrario, seguirá generando eso, que tal vez, quiere que desaparezca: el hambre, la brutalidad, los asesinatos, la absoluta falta de respeto, la violencia. Y eso, sin ser libre, sin vivir en libertad, no se podrá conseguir. Por eso, tiene que empezar muy cerca, que es usted, que es su casa, su trabajo, su relación con los que vive, su relación con el dinero, con lo que tiene.