Las personas nos quejamos, que hay corrupción en los gobiernos, en los bancos, en los organismos; en las instituciones, ya sean benéficas o pacifistas, en las religiones, etcétera. La corrupción, está en todas partes, donde vaya, donde estén los hombres. Porque, todos participamos de la corrupción. Todos somos corruptos; la vida toda es corrupción. Unos, no se enteran; otros, sí que se enteran pero no pueden hacer nada o no quieren. Y, otros se dan cuenta y hacen lo que pueden para no ser devorados por esa manera de vivir.
La diferencia es que la corrupción que genera escándalo, es la grande, la de los gobiernos e instituciones y organismos. Corrupción, nuestra corrupción, que sí que la tenemos, que al estar dentro de los márgenes de la ley, al ser muy poco desarrollada, es la que no hace ni provoca estruendo ni ruido. Pero, la corrupción de los grandes organismos e instituciones, esas sí que provocan escándalo e indignación. Pero, esto tiene que ser así, porque una persona que tenga una manera de vivir sencilla, con austeridad, sin grandes complicaciones, este comportamiento mediatiza todas sus actividades, sus acciones, y los problemas no se le desbordan. Sin embargo, los gobernantes, los directivos de empresas, los altos cargos, los que juegan y apuestan muy alto, los que llevan una vida complicada, todo esa manera de vivir también está mediatizando sus vidas. Y, el resultado es la corrupción al alto nivel.
De la corrupción, no nos podemos escapar; porque la vida, tiene esa fatalidad que siempre tenemos que fastidiar a alguien. Y, cuando uno fastidia, está infligiendo sufrimiento y dolor a otro. Pero, afortunadamente, tenemos la solución a mano: cuando vemos que actuamos indignamente, cuando nos excedemos en el egoísmo, siendo brutales, forzando las situaciones, mintiendo -que es una forma de corrupción-, podemos descartar todo eso radicalmente. Siempre habrá una corrupción, que ha de ser lo justo para poder sobrevivir: al sacrificar animales, para poder sobrevivir, estamos haciéndoles daño, les estamos fastidiando su vida. El destruir comida, el gastar y derrochar en cosas innecesarias, es corrupción; el participar y esforzarse en una selección para encontrar empleo, también lo es. El que lo hace, ve la necesidad de hacerlo, pero eso es corrupción y trae malas consecuencias.
Ahora bien, al decir todo esto, también estamos molestando y fastidiando; estamos señalando algo que no lo queremos ver, para no vernos tal cual somos y seguir en la rutina. Nosotros, creemos que en la rutina y la repetición, está la seguridad; lo nuevo, nos da miedo, nos molesta e irrita. Pero, sin que llegue lo nuevo, que no sabemos lo que es, nuestras vidas serán demasiado corruptas e insoportables. ¿Le gusta vivir en una corrupción avergonzante, aunque sea en su íntimidad interior? ¿Le gusta tener que esconder, una parte de su vida, de su manera de vivir, que hace que su energía no fluya completamente, en su totalidad? Y, todo esto si no se comprende, si no se ve claramente, genera conflicto y confusión, desorden y el caos que está por doquier.
La cuestión es, hay una parte de mí que tiene que ser corrupta para poder seguir viviendo; pero hay otra parte de mí, que no quiere la corrupción, porque ve su brutalidad, su falta de respeto, el daño que causa. Entonces, ¿qué haremos? ¿Qué dices, ante esta situación, que nos desborda como la vida misma? ¿Nos dejaremos morir de inanición, de hambre, sin comer, sin hacer nada en absoluto, porque todo lo que hagamos tiene que participar de la corrupción? Si queremos el orden, hemos de vivir la vida. Porque, de lo contrario, sería como si el sol quisiera desaparecer, no quisiera volver a iluminar y calentar todo. ¿Verdad que sería un caos, una hecatombe, un gran daño para su entorno, aunque también tiene su parte destructiva? Pues, si tienes compasión y amor por los demás, ya sabes como tienes que actuar.
Por eso, la mente, el pensamiento, son un estorbo, porque siempre buscan la seguridad que les da placer. Y, al buscar el placer siempre tiene que cambiar lo que es, por lo que me gustaría que fuera.