Las personas, siempre estamos solas, ya que no podemos confiar en nadie. Pues, según el reto que nos viene tenemos que responder. Y, si para responder a un reto, hay que hacer algún daño a alguien, no nos importa, ¿Pero, se puede vivir de otra manera? ¿Puedes vivir sin responder a los retos, a un reto? Pongamos que ves una serpiente, que está cerca de ti, y que quiere atacarte. En ese instante de mucha tensión, hay mucha pasión, donde el pensar y el actuar son lo mismo, donde no hay división, y por tanto hay amor. Pero matas a la serpiente, sin que medie el pensamiento, sin darte tiempo a decidir ni dudar. Al matar a la serpiente, ha tenido que intervenir la violencia con su crueldad, su sufrimiento y dolor. ¿Hay amor en esa acción? El amor, es orden. Y, el orden tiene su dinámica, tiene su manera de operar. Y, ese orden es incuestionable; está más allá de lo que diga e invente el pensamiento. Es decir, el pensamiento es el que dice, según su condicionamiento, lo que está bien y lo que está mal. Pero, no puede acertar; porque, el pensamiento al ser el resultado de la memoria, que es todo el pasado, no puede vérselas con lo nuevo. Y, el amor es lo nuevo, porque está más allá de las palabras, de las ideas y teorías, del tiempo, que son los inventos del pensamiento. Por tanto, hagamos lo que hagamos, si no hay división en esa acción, habrá orden y amor. No importa lo que digan los demás, ya que ellos también están empantanados con su condicionamiento, que es el pensamiento. Y, del pensamiento sólo puede salir confusión y desorden. Y, esta confusión es la que abre la puerta a todos los deseos, a todas las ideas absurdas, a la ignorancia de querer cambiar esta realidad que no me gusta ni satisface por otra que más me conviene.
Pero, esta manera de proceder y actuar, trae malos resultados con sus revueltas, con su violencia, con su sufrimiento. ¿Por qué no nos queremos atener, a lo que es, a la realidad y a la verdad de lo que son las cosas, a la realidad de la manera como funciona la vida? Es porque, no queremos morir, no queremos ver la necesidad de ir más allá de nuestro egoísmo, que se manifiesta en el “yo”; tenemos miedo al vacío, al estar solo; tenemos miedo a ser incomprendido y que nos rechacen. Aunque sabemos en lo más profundo de nosotros que no vamos bien, seguimos con nuestras contiendas, haciéndonos daño con las guerras. Porque, la guerra no está en el escenario bélico, donde se echan bombas y se asesinan, la guerra está aquí, está dentro de cada uno de nosotros. Y, nosotros hacemos nuestra guerra, con el vecino, con la persona que comparto mi vida, donde vive ya sea solo o en compañía, en el lugar de diversión; todo nuestra manera de vivir, se basa en el enfrentamiento, en la contienda, en la guerra. Que luego, esa misma manera de vivir se traslada al escenario bélico, donde el enfrentamiento y la guerra estalla en su máxima expresión: violencia, destrucción, tortura, con sus muertes y el dolor sin fin.
Y, es porque no hacen nada que la guerra continúa. Porque, si de verdad no quisieran la guerra, no la tendrían ni un solo día más. Ni echarían a sus hijos, para matar o que les maten. Y todo esto es, porque todavía no hemos comprendido toda nuestra estructura psicológica, que es la que genera la guerra. Si no comprendes que cuando estás dividido, ya estás iniciando y empezando la guerra, que cuando eres insensible y frío ya estás en el ámbito de la guerra; si sigues con tus privilegios, con tu respetabilidad, con tu corrupción, la guerra ya está ahí. Es decir, por el tiempo, a base de experiencias, y por la herencia animal, se ha creado el pensamiento que dice: yo soy lo más importante, inventando el ego, el “yo”, el egoísmo. Y, a partir de ahí, hemos generado este mundo donde vivimos, con sus nacionalismos -que es la herencia de la tribu y el clan familiar-, la división entre mujer y hombre, entre ricos y pobres, entre negro y blanco, entre las diferentes religiones, entre la izquierda y la derecha. Y, ¿puede haber ausencia de guerra, no conflicto entre cada uno de nosotros? No puede dejar de haber conflicto, no puede dejar de haber contienda y guerra entre nosotros, porque estamos muy entretenidos y distraídos, estamos agobiados por la manera con que vivimos, con ese deseo de más y más que nunca cesa. Ya sea el deseo de más dinero y riqueza, como el deseo de hacer algo que es considerado noble y bueno, como el deseo de cuidar de mi familia, todo ello nos empuja y nos hace insensibles al dolor, generan confusión y desorden. Si pudieran parar y verse realmente qué hacemos, cómo vivimos de una lado a otro, sin apenas tiempo para estar solos y serenarnos, tal vez, habría una posibilidad de que viera lo negativo de estar dividido. Porque, recuerde que la guerra, con sus misiles destructivos y con sus asesinatos en masa, en nombre de una idea o teoría, tiene su origen en la división y la fragmentación interna. Y, ese problema es tuyo. Y, eres tú quien lo tiene que solucionar, si es que quieres ser una persona completa, con dignidad, con compasión y amor.