Torni Segarra

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Una de las cosas más claras que hemos de tener es, que hemos de conocernos cómo somos, cómo funcionamos. Y, esto es de la mayor importancia si es que queremos ser serios, para abordar la vida: la vida de cada día, la vida de su compañero o del vecino, la vida de los que nos piden ayuda, la vida de los hombres que van a la guerra, la vida de los corruptos. Porque, no estamos solos, estamos relacionados; todos somos la misma cosa, queramos o no esto es un hecho. Por tanto, si nos conocemos verdaderamente cómo somos, qué es lo que somos internamente, cómo funciona nuestro cerebro y el pensamiento, cómo funciona nuestra mente, veremos que básicamente todos somos iguales. Todos los hombres, cada uno de ellos, sufren desgracias, penalidades, angustias, algunos momentos de felicidad y alegría, pasan por momentos terribles, saben que la muerte puede estar a la vuelta de la esquina; y, no saben como abordar todo esto que es la vida. Todos pasamos por lo mismo, queramos o no; aunque huya y se esconda en una idea o teoría, ya sea política, religiosa o romántica, aunque entre en un grupo para hacer algo positivo, aunque invierta toda su energía en acciones sociales. Al final, siempre queda el problema que resolver, que es su problema, su vida, su afán de ser feliz, de descubrir, de adaptarse o de rebelarse, de huir o de entregarse. Y, todos pasamos por eso. La ilusión, hace que solo veamos nuestro pequeño problema; y, por eso somos tan mezquinos y con la mente tan estrecha.

 

Y, esa actitud tan pobre, tan mezquina, es la que hace que aumente más y más el conflicto y la división entre nosotros. Nos creemos únicos, creemos que somos privilegiados, merecedores de un favor, ya sea del cielo o de la tierra, nos creemos muy importantes y precisos, pero todo esto es ignorancia, fruto del egoísmo. Y, es este egoísmo, el que hace que el nacionalismo esté contra otro nacionalismo, el que “yo” y “tú” nunca nos encontremos y vivamos separados, como dos lineas que nunca se encuentran y se unen. Todo está bajo ese patrón, ya sea la sociedad, en el trabajo, en la familia, en la escuela, en la universidad, “yo” contra “tú”, “nosotros” contra “ellos”, y al revés. Y, luego con este comportamiento, hablamos de paz, de concordia, de no-violencia. Mientras este viejo patrón, que tiene tantos miles de años, no desaparezca, todas nuestras buenas intenciones será una quimera. Podemos leer libros, hablar, asistir a pláticas, hacer esto o aquello, mientras este “yo” y este “tú”, no desaparezcan seguiremos siendo pobres internamente, causando irritación, división y conflicto. No crea que todo esto se puede cambiar haciendo una pirueta mental, o repitiendo palabras, o meditando o yendo por el mundo de un lado a otro, todo esto ha de cambiar radicalmente dentro de nosotros. Y, para cambiar ha de ver esa necesidad, que le quema las entrañas y toda su vida, de que esta manera tan estúpida y absurda de vivir tiene que llegar a su fin. Cada día se suceden las matanzas, ya sea mediante la guerra o mediante las revueltas, las brutalidades y las crueldades que ni nos las podemos imaginar, todo ello en nombre de una idea o teoría, ya sea política, religiosa o de otra índole. ¿Puede todo esto acabar a hora mismo, dentro de usted, no mañana o dentro de un rato, la semana que viene? ¿Puede ahora mismo no sentirse culpable ni tampoco inocente, ni al margen de todo cuanto sucede, ya sea donde vive o en la otra parte del mundo? Para vivir de esa manera, hemos de morir a cada instante y salir nuevo, ágil, completo, lleno de plenitud. De lo contrario, la miseria, la desgana y la irritación, nos dejarán donde siempre hemos estado: desesperados y en conflicto, luchando y batallando los unos contra los otros.

 

Solamente en el ver, que esto es un hecho, es lo que nos abrirá la puerta para deshacernos del conflicto. Y, si uno ve un hecho, ha de seguir la acción. Y, entonces, el ver y actuar es lo mismo.