Torni Segarra

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T o n i S e g a r r a

EL CAMBIO PSICOLÓGICO

-1993-

I n d i c e

1. Los motivos
2. La herramienta
3. Los resultados
4. La acción correcta
5. La mente que no mide
6. El sentido de la vida
7. El observador y lo observador
8. La no-violencia
9. La ilusión
10. La verdad, lo que es
11. El estado mental de perfección
12. El “yo”, el nacimiento del conflicto
13. La llegada de los nuevo
14. El pensamiento, lo viejo y repetitivo

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Los motivos

Cuando uno intenta vivir completamente, no como vivimos la mayoría con ansiedad y con ese dolor que parece no tener fin, se percata de que hay muchos obstáculos, pero el que parece concentrar todos es el condicionamiento. Si desde la más tierna infancia hubiésemos sido informados de la verdad de lo qué es la vida, de lo qué es el sufrimiento, de lo que es la ilusión y lo qué es la muerte, habríamos sido afortunados y no hubiéramos tropezado y sido engullidos por la corriente de la ignorancia. No fue así; y la realidad es que vivimos en la confusión, en el desorden, en el más espantoso caos. Por mucho que las autoridades intenten ocultarlo, la violencia, la pobreza, el engaño, el hambre, la inseguridad y la guerra, es algo común en todas partes. Todos los países del mundo se rigen por sistemas brutales e inmorales. Todos tienen abundantes hombres armados y leyes que los sustentan y apoyan. Todos se basan en la competitividad, el esfuerzo y el egoísmo.
Uno ve todo esto, que forma parte de la realidad, y se pregunta: ¿Si existe o puede existir una manera de relacionarse y de vivir en la que la brutalidad y el egoísmo no tengan cabida, no tengan porqué surgir? Los hombres debemos de saber que no somos como piedras, tenemos materia, pero tenemos algo que nos hace diferentes de la materia en sí. Los hombres tenemos la capacidad de sufrir, de gozar, de ser felices. La materia es inerte, inactiva, insensible. Todo lo que tiene vida, al contrario de la materia, siente y por lo tanto recibe y a la vez da. Debemos de tener una gran libertad de pensar y de investigación, de lo contrario no llegaremos a la raíz de los asuntos y no podremos resolver los problemas. La represión es inadecuada ya que nos deja espacios sin explorar; solamente es válida ante circunstancias excepcionales, como puede ser el cuidado de un tierno niño que se acerca a un peligro inmediato y al que hay que detener y reprimir que caiga para su salvaguarda. Incluso la materia inerte, que parece a nuestros ojos algo insensible, tiene también vida y por lo tanto una relación estrecha y directa con nosotros. Todo tiene y nos da una vibración, un impulso, un reto.
Vivir implica relación y cuanto más sensibles somos más gozamos de sentirla. Relación es vivir. Y vivir es relación. Uno no puede al caminar por el campo ser insensible a las plantas, las hierbas y a los insectos que está destruyendo. Esto es sensibilidad. Uno tiene que sentir compasión por los animales que son sacrificados para que podamos subsistir. Ser sensible también es ver el dolor y el sufrimiento que hay en un monumento, en una grandiosa catedral, en una autopista, ver el esfuerzo de miles y miles de hombres anónimos que luchaban para poder subsistir y tenían que entregar algo de sus vidas a cambio. La relación es hasta con el aire, ya que debemos de mantenerlo limpio y sin impurezas. Si uno pretende olvidarse de que está relacionado con todo y que forma parte del cosmos, es un hombre vulgar e insensible.
Así que toda esta manera de vivir, además de causar dolor y sufrimiento a los demás, es algo que me tiene enfrentado con todo lo que me rodea y que me hace un luchador, un guerrero, que cada día que pasa siente el peso de la angustia y la amargura que el deseo de vencer desencadena. ¿Qué es lo que hace que nos enfrentemos y luchemos unos contra otros? Porque la manera de vivir es una lucha continuada, es algo que nos hemos acostumbrado a ver como normal sin serlo. En el campo del deporte nos esforzamos, luchamos, competimos, sin que nos demos cuenta que es un enfrentamiento que deja al hombre en un segundo plano, sacrificándolo por un resultado. Cada hombre ha sido condicionado para que sienta la necesidad de ser el mejor. La estructura del condicionamiento es el esfuerzo que nos hace capaces de conseguir lo inmoral y deshonesto al precio que sea. De ahí que todos los países estén apoyados por hombres armados. Si no fuese por las armas, los gobernantes y sus estúpidos sistemas no podrían ser.
Lo que sostiene al sistema que gobierna al mundo son los hombres armados. Es impensable un gobierno soberano con sus fronteras, sus leyes, sus dirigentes, sus falsedades y mentiras, sin la colaboración de los hombres armados que están a su disposición. Uno ve todo esto con gran claridad, y lo ve como el que ve una silla, o un coche, sintiendo un gran impulso que le hace preguntarse: ¿Si todo esto puede llegar a su fin? Globalmente el actual sistema de brutalidades y violencias no puede desaparecer de un día para otro. Esto es algo que está muy claro. Pero sí que podemos deshacernos a nivel individual de todo lo que nos hace feos y sucios, malvados y crueles. ¿Qué hace que luchemos unos contra otros? ¿Qué impulso es el causante de que nos lancemos contra otros seres humanos y nos destruyamos mutuamente? La ignorancia nos lleva de un problema a otro, sin resolverlos. La ignorancia nos ciega el entendimiento y nos hace perder lo que nos diferencia del animal. El miedo, que es la misma ignorancia, nos hace actuar de manera demencial y nos lleva de problema en problema.
La ignorancia es no ver la realidad de las cosas. Si tuviésemos un destello de lo qué es la realidad, nuestra existencia no sería ya lo que había sido hasta ese momento. ¿Qué es lo que nos hace que no despertemos? ¿Cuál es el obstáculo que se pone delante y obstruye ese destello necesario para poder ver la realidad? Seremos capaces de ver en un solo instante todo el fuerte condicionamiento, que ha sido capaz de conducirnos desde hace un montón de miles de años a través de la división, del conflicto y el dolor. Esta es una cuestión muy seria. Es algo que va a repercutir en Vd. mismo y en muchos otros. El mundo está agonizando, se está destruyendo, y una parte de él cierra los ojos y sigue divirtiéndose y buscando el placer, sin importarle los que sufren. ¿Qué sentido tiene vivir en el dolor? Todo lo que no sea una entrega, un renunciamiento a los seres vivientes, el dolor estará con nosotros. El dolor solamente puede cesar cuando uno ha disipado el miedo y con él el deseo. Mientras el deseo no se haya secado completamente el dolor lo llevaremos dentro de la sangre. Ser un hombre libre y tener miedo no puede ser. Ser libre es ser tan vulnerable como una matita de hierba.
¿Qué motivos tienen los hombres para desencadenar una guerra, una agresión o simplemente un rechazo? Sentirse dueño de algo es tan falso como que la tierra es el centro del universo. Mi casa, mi empleo, mi país, mi familia, mi idea; todo esto lo queremos defender de un posible perturbador y acto seguido nos dividimos. Más grave es la perturbación si peligra la integridad física. Me siento identificado con mi país, que un político ha tenido la desgracia de menospreciarlo; cuando oigo que ha sido atacado me agrupo, y uno, con todos mis compatriotas para contrarrestar y responder al ataque. Los otros, los del otro país, hacen lo mismo, son como nosotros; y si uno de los dos países no desiste del enfrentamiento verbal, llegan a otra clase de enfrentamiento -comercial, diplomático- que puede desencadenar en una guerra abierta. Todos los hombres somos iguales. Todas las fronteras son falsas, contranaturales, y están hechas para proteger un sistema de vida egoísta que tiene miedo de otro sistema de vida que es también egoísta y tiene miedo.
Si alguien me insulta, me desprecia, me resta valor, por qué he de sentir un rechazo hacia el hombre que actúa de esa manera. ¿La opinión de un hombre puede hacerme que me vea como el insulto, puede restarme valor en realidad? O es una reacción de alguien que no ha visto la verdad de quién soy; la realidad de que soy así y por mucho que alguien diga lo contrario no me va a afectar. Debemos de saber quiénes somos y de qué somos capaces de hacer; no importarnos si somos feos o menos feos, ni cultos o incultos; solamente viéndonos realmente como somos, sin huir de ello, lo negativo que podamos tener se desvanecerá. Ser capaces de abrir una brecha entre el reto y la reacción que provoca, es caminar por el camino de la inteligencia. Si en el momento del insulto o del menosprecio, veo en un instante toda la falsedad del insulto como de la respuesta, el conflicto no podrá avanzar. Este instante de lucidez es el que nos hace diferentes de los demás hombres que se afanan por la lucha.
¿Qué importancia tiene ser esto o aquello, ser más o ser menos, si conocemos los entresijos de la trama de los hombres? Lo importante es tener una percepción clara y diáfana, ver donde está lo negativo y poderlo descartar. Lo demás, todo lo que necesita el pensamiento para actuar -conocimientos, cifras y detalles, técnicas y especialidades-, no tiene ninguna importancia ya que en un momento dado todo está grabado y almacenado de una manera u otra en los libros, enciclopedias, en bibliotecas, en Internet. El esfuerzo para conseguir conocimiento, es falso y degradante. Todo lo que está dentro del ámbito del pensamiento es resultado del tiempo y del pasado. Necesitamos tiempo para leer un libro, para hacer la comida, para construir un proyecto, para aprender un idioma. ¿Pero es necesario el tiempo para lograr despertar la sensibilidad y percatarnos de la realidad? El tiempo es el pensamiento y todo lo que está dentro del ámbito de los dos, no es ni más ni menos que el pasado. La realidad es algo vivo y cambiante, se manifiesta de instante en instante, haciendo añicos el pasado. Donde está el pasado la maravilla de lo nuevo se troca en repetición y en deseo.

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La herramienta

Para poder investigar lo qué es la vida, lo qué es el vivir, lo qué es nuestra vida cotidiana, necesitamos un instrumento que sea capaz de llegar hasta la misma raíz de todo. Afortunadamente tenemos este valioso instrumento que es la mente. La mente es la puerta por donde podemos acceder al despertar de lo que es la realidad. La mente tiene que estar sana; y para ello no tiene que estar dominada por ninguna opinión, ni autoridad ni escritura. Solamente una mente fresca, joven, que muere a cada instante a todo, nos puede ser de alguna utilidad. Si está distorsionada por algún recuerdo, sentimentalismo, algún leve deseo, si está sometida a alguna idea o grupo humano, esta mente no será libre y por tanto no nos puede servir para investigar y llegar a lo nuevo.

La mente existe en cada hombre. ¿Qué es la vida? La vida es la mente. Y la mente es la vida. Es decir, la percepción de que soy, de que existo, es la vida. Sin la mente no habría percepción de lo que sucede. Dicho esto, nos volvemos a preguntar: ¿Qué es la vida? Además de percibirla. Nacer, crecer, envejecer y morir, forma parte de la vida. En este lapso de tiempo, desde que nacemos hasta que morimos, es donde se concentra nuestra investigación. El nacimiento y la muerte, es algo que está más allá de nuestro entendimiento y por tanto no vamos a hurgar en ello. Además, tanto el nacimiento, como la muerte son acontecimientos que nada tienen que ver con nuestro presente, con nuestro ahora. ¿Qué es el vivir? ¿Qué es nuestra vida? Porque de la manera con que vivamos dependerá la calidad del instrumento.
La manera con que nos desenvolvemos en la vida es algo que no nos satisface. Tampoco nos satisface lo que hacen los dirigentes y los líderes, ni lo que hacen los gurús, ni los políticos. En cierta manera todos los que detentan alguna clase de poder tienen el mismo sistema engañoso y confuso de vivir. La vida se ha convertido en una espantosa lucha parar poder sobrevivir. Este sistema, que la mayoría considera correcto y aceptable, es el mismo que utilizaban los primeros pobladores de la tierra, hace muchos miles de años. Y desde entonces hasta nuestros días, después de tener grandes y espantosas guerras y una violencia cotidiana y doméstica, no hemos podido salir a algo que sea realmente nuevo. Lo nuevo es muy fácil de descubrir, ya que es justamente la manera contraria de actuar ante lo viejo, que es el esfuerzo, la lucha, el egoísmo, la violencia.
La vida es deseo, la vida es enfrentamiento, la vida es dolor y sufrimiento, la vida es querer y no poder, la vida es división y miedo. Y para que florezca lo nuevo tenemos que descartar todo esto. Sino lo descartamos de verdad será otra astucia del pensamiento, que nos dejará en el mismo sitio de siempre. Descartar es morir a algo, acabar definitivamente con algo, terminar para siempre. Pero para descartar algo, de una manera tan rotunda y a la vez tan sencilla, debemos de haber percibido de una manera clara y completa la necesidad de deshacernos de lo que nos tiene atrapados. La mente es nuestro único instrumento que poseemos para poder indagar y llegar a la verdad; pero también es el instrumento, que más nos domina y nos confunde.
La mente es algo que reúne al pensamiento y al cuerpo, es una unidad. Si esta unidad se deshace, entonces la mente en sí desaparece y deja paso al pensamiento y al cuerpo. Cuando el pensamiento y el cuerpo son los artífices de nuestra existencia, es cuando vivimos en la confusión. El pensamiento inventa y reinventa cada excusa para que esta unión no se lleve a cabo. Mientras no haya una disolución del pensamiento, lo nuevo no puede llegar. Puesto que el pensamiento es el pasado, lo repetitivo, lo viejo, lo ya conocido. El pensamiento es el mayor tirano al que todo hombre, si busca la verdad, se tiene que enfrentar cara a cara, para ver qué importancia tiene y qué lugar le corresponde. Siempre que haya un problema mecánico el pensamiento tiene su utilidad; no cuando hay una cuestión que investigar.
El pensamiento es la conciencia. Y la conciencia es el pensamiento. Todo lo que conocemos es el resultado del pasado que está depositado en la conciencia que es la que da vida al pensamiento. La conciencia es la que dice: “Yo conozco esto” Y este acto de conocer es el que le da vida al pensamiento. Sin el pensamiento la mente es cuando actúa y la vida es armoniosa y tiene orden. Un ejemplo aclarará esta cuestión: yo veo una persona, si el pensamiento se pone en acción -si dice: es agradable, es desagradable, es bonita, es fea- la acción será fragmentada y por tanto confusa. Por otra parte, si veo una persona y el pensamiento está quieto, no funciona, sólo habrá percepción, atención total, y a acción que surja será el orden. La mente no escudriña, no cuartea, no tiene gusto ni disgusto, sólo está observando atentamente lo que tiene delante. Y de esa gran unión que es la observación atenta surge el amor.
El pensamiento no se puede reprimir, porque desencadenaría conflicto. Si lo reprimimos se irritaría y perderíamos la sensibilidad. La represión es otra forma de ignorancia, ya que implicamos los conceptos de agrado y desagrado. Todo tiene su sentido y su función. Lo feo es feo porque alguien lo ha hecho feo. Lo feo y y lo bonito es algo que ha sido inventado por nosotros a través del miedo y el egoísmo. Si algo me agrada, me da seguridad, me recuerda momentos felices, lo considero como algo bonito. Si veo algo que no reconozco, que me da inseguridad, y que me recuerda momentos no muy felices, entonces lo catálogo como algo feo. Aquí reside la falsedad del pensamiento y todo lo que él toca. El pensamiento tiene que darse cuenta que su utilidad está en unirse y fusionarse con la mente. Sin esa unión el pensamiento será un estorbo, al que tenemos que estar siempre vigilando para que no logre engañarnos y llevarnos por el sendero de la confusión y de lo falso.
La herramienta para que sea útil, tiene que estar limpia y sana de lo contrario no podremos trabajar y hacer algo digno de ser hecho. Lo que más altera a la mente es el esfuerzo. Si hay esfuerzo el amor no puede florecer. Esforzarse es no haber visto algo en su totalidad. El esfuerzo es ignorancia. Donde hay esfuerzo tiene que aparecer la confusión. Esforzarse para conseguir algo, por noble y digno que parezca, es una confrontación interna que se expresará en lo externo. Cuando uno se esfuerza está estirando de algo que no surge fácilmente; este algo es la energía que necesitamos para hacer cualquier cosa. Si no tenemos toda la energía a nuestra disposición, lo que hagamos no será ordenado ni armónico. El ver es actuar. Si hemos visto con toda su profundidad de que donde hay esfuerzo no hay armonía, no hay amor, ¿cuál será nuestro comportamiento ante cualquiera de los muchos retos a que nos tenemos que enfrentar a cada instante?
La mente para que tenga esa maravillosa utilidad, tiene que tener quietud, serenidad; tiene que estar rodeada de esa cualidad que es el silencio y la paz; esto no quiere decir la ausencia de sonidos y de acción, sino que la estabilidad es tal que nada la afecta. Para llegar a una mente que tenga esas cualidades, los hombres -como en todo- han inventado e ideado toda clase de sistemas y técnicas que intentan dar eso que les falta para encontrar la paz interior. Todas las religiones organizadas tienen rituales, sacrificios, lugares santos, toda clase de supersticiones, para aquietar la mente. Hay algunos otros que se encierran en grutas solitarias, para ver la manera de encontrarse con la mente. Hay otros que piensan que, dominando, mediante ejercicios y posturas, el cuerpo, la mente se apaciguará. Hay otra corriente de opinión, sobre todo en las sociedades occidentales, en la que se busca aquietar la mente mediante el agotamiento del cuerpo, mediante el trabajo y la acción. Las drogas también son utilizadas, desde hace mucho tiempo y en la actualidad, para poder hacerse con la mente.
El hombre siempre ha creído en las formas mágicas para conseguir las cosas. Esto es producto de la opinión de que todo se puede conseguir mediante el trueque, mediante la inversión en prácticas, mediante el otorgamiento de facultades a modo de unción, mediante la sumisión a alguna autoridad externa. Mientras no salgamos del materialismo, el que nos tiene sometidos los sentidos en la búsqueda de placer, no conseguiremos nada. Todo lo que sea una exigencia del ego, nos llevará al mismo sitio donde hemos estado siempre. La búsqueda de la paz interior se ha convertido en un vulgar negocio; siempre lo ha sido; ahora, con la facilidad de la comunicación, más todavía. ¿La verdad y la realidad pueden ser el producto de una técnica y un sistema? Donde el pensamiento está operando la verdad desaparece. Esta es la trampa, que los lleva a la falsedad, para los que se entregan a la persecución de la serenidad y la tranquilidad de la mente.
La conciencia es su contenido; y su contenido es la conciencia. Hasta que no nos vaciemos de todo lo que está en la conciencia, que es todo el contenido de las experiencias pasadas, no podremos tener esa quietud necesaria para que la mente sea en su plenitud. El más leve recuerdo, la mínima intencionalidad, el dulce sentimentalismo, tiene que morir paras dejar paso a la unión con todo, que es la cualidad de la mente. Entonces el cuerpo, el pensamiento, que actúa por medio de las células cerebrales, y la mente están formando una sola cosa. Nadie exige, ni reclama nada. Solamente hay percepción, desde una atención profunda, que llega a deshacer todos los problemas y los obstáculos que nos estropean la vida.

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Los resultados

Que vivimos en un mar de confusión es algo que se aprecia a simple vista. A más desorden y confusión, más pérdida del sentido de la realidad. Una de las señales de nuestro caos, es la ansiedad con que vivimos. La ansiedad que es el deseo a un ritmo acelerado, nos ha dominado todas nuestras actividades. Damos la culpa a las máquinas, las computadoras, a la velocidad de los vehículos de transporte. Pero, ¿estas máquinas no las hemos inventado nosotros? ¿Quién es el culpable de nuestra situación actual, de nuestra manera de vivir? Lo que nosotros somos ahora, así será el futuro, el mañana. Nos estamos alejando tanto de la naturaleza, que ya ni siquiera nos acordamos de su matemático funcionamiento. Nos hemos olvidado que un maravilloso árbol, desde que la semilla germina y empieza a crecer, hasta que pueda dar fruto y cobijar a insectos y toda clase de animales, pasa un largo tiempo.
Las máquinas funcionan al apretar un botón. Queremos que todo sea dado enseguida, sin ninguna demora. Uno de los culpables es el sistema competitivo y consumista en que vivimos. Todo el mundo, salvo algún lugar apartado y aislado, ha sido contaminado por esta vorágine que es la manera de vivir materialista. Lo que nos interesa es conquistar el fin que nos hemos propuesto; los medios que utilicemos, por deshonestos y brutales que sean, los justificamos y pronto los olvidamos. Hemos ido demasiado lejos para la obtención de lo que creíamos que nos daría la felicidad. La mayoría, aunque sabe que algo no funciona del todo bien, está dispuesta a seguir adelante, cerrando los ojos, oyendo las justificaciones y los planes de los dirigentes, que les suavizan momentáneamente las amarguras.
Es necesario que nos detengamos, que nos miremos sin ninguna prisa, que nos salgamos de la corriente que todo lo arrastra por delante. Podemos vivir en este mundo y su sociedad tan caótica, pero no participar de sus necedades y sus locuras. Debemos vivir en su totalidad, sin ser arrastrados a la suciedad. La huida no es la realidad, no es real; salvo alguna crisis que nos pueda debilitar y por tanto debamos de reponernos, la huida de lo que es, de la vida cotidiana, nos producirá aún más desorden y confusión. En la huida hay un desperdicio de energía, una inarmonía. Vérselas cara a cara con lo que es, con la realidad, con todo lo que nos disgusta y todo lo que nos agrada y atrae, es dar un paso hacia la virtud y la armonía. Nosotros todos estamos huyendo de algo, por eso somos tan neuróticos, tan influenciables. Para salir de todo lo que nos agobia, nos encaramos hacia toda clase de estímulos que nos excitan y dan placer
Esta rapidez y esta fuerte necesidad de conseguir y poseer todo lo que nos place, es lo que necesitamos para que despertemos a la verdad. Sin un gran impulso interior, que destruya el tiempo, no podremos llegar a la verdad. Creemos que con el tiempo podremos llegar a ser libres, ver la realidad y vivir con la verdad. El tiempo es una dificultad, un obstáculo, para ser un hombre nuevo y completo. Todos los métodos y los sistemas, que son utilizados para controlar la mente y llegar a la verdad, están estancados en el factor tiempo. Cuando el pensamiento dice: “Llegaré a ser libre”. Está implicando e inventando el tiempo. El pensamiento, como no sabe vérselas con la realidad inventa algo -en este caso el tiempo- que cree que le aproximará y guiará hasta ella.
El pensamiento nunca jamás podrá llegar a la verdad. Podrá inventar toda clase de sistemas y teorías, podrá maravillar con sus recursos, pero nunca tropezará con la verdad. El tiempo es un invento del pensamiento. El tiempo es llegar a ser, es otear lo que no se puede conocer, es dar paso al deseo y todo lo que va tras él. Siempre que esperemos algo y hagamos despertar a nuestro ego y con él al deseo, lo que llegue nos perturbará y no nos sacará de la confusión. Sin morir al pasado y sentirse nuevo, sin desprenderse del pensamiento y su invento del tiempo, nunca viviremos con la verdad. Cada método y cada sistema, nos deja en la ilusión de que algún día veremos la paz y la tranquilidad.
Dos términos, que son la tolerancia y la represión, han sido acomodados dentro de la falsa moral que impera en este mundo tan vulgar y desvirtuado. En la sociedad de las grandes masas de hombres que habitan en las grandes ciudades, no se puede reprimir nada que endulza la amarga existencia, ni todo lo que proporcione placer. La tolerancia es tan necesaria, que sin ella todo el falso sistema corrupto sucumbiría de la noche a la mañana.
La palabra tolerancia tiene un significado engañoso y que en realidad tiene poca utilidad. ¿Qué acción si es correcta necesita el apoyo de la tolerancia? Los déspotas y los dictadores, se dice que son poco tolerantes con los demás. Pero, ¿o es qué los demás -todos nosotros- somos tolerantes con los dictadores y los tiranos? El mundo, la sociedad donde vivimos la hacemos todos nosotros. Si en nuestro interior somos brutales y violentos, la sociedad reflejará por medio de actos agresivos todo lo que está dentro de nosotros. ¿Por qué nos extrañamos de que mueran hombres por explosiones de bombas por las calles? ¿Por qué nos extrañamos de que los jóvenes se droguen y rebelen contra cualquier autoridad? La represión y el autoritarismo es tan aplastante, además del espectáculo tan degradante del vivir diario, que muchas personas se drogan para poder soportar tan angustiosa existencia. Los padres que se sorprenden de que sus hijos no respeten nada de lo que ellos tienen en tan gran estima -autoridad, falso orden y respeto, trabajo-, no se dan cuenta que ellos son los culpables de que sus hijos tengan un comportamiento tan poco acorde con la manera impuesta de vivir. ¿Qué moralidad puede transmitir un hombre que pasa el día trabajando, luchando y esforzándose para ganar abundante dinero y gastarlo en placeres? ¿Qué sentido tiene sostener un sistema que es el más violento de todos, puesto que utiliza toda clase de armamentos contra las personas, además de falso y engañoso, y luego pretender que alguien que se rebele contra él sea tachado de alborotador y peligroso? ¿Si nuestra manera de vivir es brutal, autoritaria y tolerante con los violentos, por qué nos quejamos de que nuestros hijos sean agresivos y violentos? ¿Qué sentido tiene tolerar un sistema rígido de castas, de artimañas, de imposiciones autoritarias, y luego pretender que todos lo acepten y sean lo contrario: respetuosos, sinceros y limpios, flexibles y humanitarios? Esto es tan absurdo como decir que el color blanco es negro, y color negro es blanco.
La represión, tan negativa para la persecución del placer y los propósitos inmorales, tiene que ser usada por el poder para poder proseguir con su enloquecedor sistema de perpetuarse. Un hombre si no tiene una mente sana y fuerte, sucumbirá ante la avalancha de información falsa y mentirosa. La represión irá filtrando todo lo que pueda perturbar, todo lo que pueda informar y divulgar para que la realidad y la verdad queden al descubierto. La rutina, lo que más le molesta es que pueda haber algún cambio. Cualquier situación que pueda hacerla desaparecer, será vista como algo molesto y peligroso. Lo que está destruyendo nuestras vidas es nuestra manera tan rutinaria de vivir. La rutina nos obstaculiza el que llegue la sensibilidad. Un hombre que por caer en una determinada rutina se haga un especialista -de lo que sea-, ¿puede tener la cualidad del amor? El amor es lo nuevo. La rutina: la repetición, la reforma, y el aplazamiento.
Sin la pasión por lo nuevo, por lo que provoca menos dolor a los hombres, seguiremos siendo tan desgraciados y desafortunados como las personas que nos han precedido. La generación pasada, la anterior a la actual, fracasó. Toleraron la violencia, la mentira, los déspotas y dictadores, los hombres armados, los políticos y sus palabras huecas, los autoritarismos. Toleraron la pobreza, la miseria y el hambre; toleraron que la riqueza viviese a costa de la pobreza. Toleraron que los más desafortunados fueran explotados inhumanamente. Toleraron y muchos de ellos participaron en guerras matando a hombres como ellos, destruyendo ciudades y todo lo que se ponía delante. No nos alegremos de que todo esto ocurriese hace tan solo unos cuantos años, pues en la actualidad, hoy mismo, sucede lo mismo, exactamente igual que antes.
De cada uno de nosotros depende el que nos sintamos fracasados, aplastados por la corriente del deseo y del placer, y que seamos tan vulgares. Si un hombre pasa hambre, nosotros somos responsables si vivimos en la abundancia y el derroche. Si un hombre es muerto violentamente, nosotros somos responsables si hay violencia dentro de nosotros. Si hay guerra, nosotros somos responsables si no sabemos renunciar. Todo lo que nosotros somos lo proyectamos hacia fuera. Lo interno se manifiesta en lo externo. Sin humildad, la brutalidad todo lo destrozará. Ser humilde es vivir una vida de respeto, de flexibilidad, de no-tolerancia, de no-represión. La represión se utiliza para sacar un beneficio egoísta e inmoral. Cunado es un impulso vital, la represión se convierte en virtud. Un hombre ciego, que no ve porque no tiene los ojos adecuadamente, que va caminando por la acera y delante de él hay un agujero, que si no es desviado o detenido puede caer en el agujero, no es negativo. Igualmente, si un niño pequeño quiere jugar con un objeto cortante, que le puede lastimar, si se le reprime es algo que no es negativo. Lo negativo es el deseo personal, el egoísmo.
Si queremos vivir en la felicidad, en el sosiego, en la armonía, tenemos que deshacernos ahora mismo de la temporalidad, del querer llegar a alguna parte, del querer ser algo que me está provocando el deseo egoísta. El reto es ahora, no luego, más tarde. La vida que es la verdad, es ahora. Ver la salida a los problemas en la salida instantánea en que se nos presentan, es vivir en el orden. Luego, más tarde, después, la próxima vez ya veremos, son términos que nos llevan al mismo sitio donde hemos estado siempre: el dolor, la amargura, la desesperación. Esto no es bueno para la vida y nosotros queremos que todo cambie en este preciso instante; si lo conseguimos, sin ningún esfuerzo, seremos nuevos, amables, apacibles y felices.

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La acción correcta

Nos preguntamos si puede haber una manera de actuar que no deje ningún residuo. Todos actuamos impelidos por algún deseo; y esta actuación es la que nos reporta la fatiga mental, el miedo al ridículo, el no terminar nunca lo que tenemos entre manos. A más acción más confusión. Nos hemos fijado que cuando más contradictoriamente vivimos, cuanto más miedo e inseguridad, más es la acción. Como vivimos tan desordenadamente, queremos paliarlo con las conquistas tecnológicas y científicas; sentimos un regocijo al enterarnos del último avance, que teóricamente nos hará más felices. Sin embargo, estamos más abrumados que nunca. Toda la tierra nos pertenece, la hemos dominado a nuestro capricho, todo lo que nos molestaba lo hemos hecho desaparecer. Hemos transformado valles en pantanos, bosques en tierras de cultivo, hemos desarrollado la biología genética para mejorar razas y cultivos, nos deshacemos de los insectos matándolos con insecticidas que a su vez afectan a la cadena de la vida. Y todo esto, ¿para qué? ¿Qué somos en realidad, después de haber conseguido dominarlo todo a nuestro gusto? Hay una frase que dice: “¿De qué te sirve ganar el mundo si pierdes el alma?” Toda esta desordenada manera de vivir, nada más nos detenemos y miramos a nuestro alrededor, nos provoca desequilibrios, sentimientos de culpabilidad, abatimiento y depresión.
Nosotros no queremos sentirnos agobiados por el peso de la responsabilidad, por el peso de la acción egoísta. Por eso queremos investigar si hay alguna manera de vivir, en la que el grandioso peso del sentimiento de culpabilidad puede desaparecer para siempre. Necesitamos toda clase de estimulantes y distracciones, para poder salir del estado de fatiga y desdicha a que hemos llegado por nuestra manera de actuar errónea. La religión organizada desarrolla aquí un factor importante, que cubre un eslabón en la cadena del desorden y la confusión. Al sentirnos desvalidos y avergonzados, desprotegidos y culpables, recurrimos a alguien o a algo, que le damos la autoridad, para que nos diga unas cuantas cosas que nos alivien momentáneamente. La religión organizada de esa manera se hace cómplice y culpable del actual estado de degradación en que vivimos.
Cortar toneladas de sanas flores, llenas de vida y belleza, para ofrecerlas a la puerta de una catedral, ¿es esto religión? ¿Ofrecer a imágenes de madera o de piedra, a cuadros, cirios y flores y toda clase de reverencias y querer relacionarlo con la religión, es esto posible? El hombre se ha olvidado que la esencia de todo, no puede ser manejada por nosotros. Toda forma parte del absoluto, por tanto, todo es lo total. La hormiga, el árbol, el palomo, la hierba, la mosca y la mariposa, el agua y el fuego, los hombres, todo forma parte del absoluto, por eso también somos la esencia de todo. El hombre también se ha olvidado de que el auténtico templo y la mejor catedral es todo el mundo. No hace falta ir como un robot a una iglesia o mezquita, para sentir impulsos espirituales. El hombre religioso allá donde está verá lo absoluto, por tanto, no tiene necesidad de templos ni de imágenes.
Actuar en beneficio propio, es indudable que acarreará malos resultados. Un signo de ignorancia, es creer que uno es el hacedor de todo. Por eso los hombres vivimos tan agobiados y preocupados por todo, porque creemos que nosotros, con nuestro enloquecido deseo, vamos a solucionar los problemas. Y así vamos aumentando cada día más el desorden. Si actuamos por nuestra propia cuenta erraremos, ya que el deseo de continuación y de seguridad nos hará surgir el deseo egoísta. Visto todo esto, que la acción personal es falsa. ¿Cuál será la manera ordenada de actuar? El instrumento que usamos en la acción personal es el pensamiento, el cual siempre está dentro del ámbito del miedo, del tiempo, de lo conocido. Entonces, ¿cuál será el modo de actuar que no nos deje ninguna huella ni herida, dentro de nosotros? ¿Cuál será la acción que nos lleve a lo nuevo y al orden, y nos haga sentirnos libres? La acción correcta es la que está fuera del ámbito del pensamiento. Ya hemos dicho que el pensamiento es miedo, es egoísmo, es control y conocimiento. Así que descartando todo lo que está relacionado con el pensamiento, llegamos a lo que él más teme. Y esto sin lugar a dudas es el renunciamiento. Lo que nos libera de todo compromiso, de todo lo que suceda después, es la acción que uno se niega por los demás. Esto es el más elevado orden. Vivir en este orden es asombrarse a cada instante de las infinitas novedades que nos pueden sorprender. El pensamiento inventará y opondrá toda clase de artimañas, miedos y escusas, para no dejar paso al acto de renunciar; inventará la soledad, la timidez, invocará el orden y la cordura, con tal de no dejar paso a la negación y al renunciamiento.
Una vida de servicio es lo que nos dejará libertad para poder renunciar sin ningún esfuerzo, ni contradicción. La vida sin amor no la podremos soportar, será una tortura que nos hará perder la cabeza, buscando el placer en cada una de nuestras actividades, como un remedio que nos dejará aún más hundidos. Hay que tenerlo muy claro, y ser consciente de ello, si la vida no es una entrega por la vida misma, sino vivimos por los seres vivientes, seremos buscadores de sensualidad y de placer. ¿Qué hay detrás del placer, de los sentidos? El egoísmo es el que da vida al placer, al anteponer el “mi”, al “tú”, el “nosotros”, al “ellos”. El placer siempre busca la satisfacción personal, pues al no tener amor, los sentidos y con ellos todo el cuerpo no pueden soportar el dolor y el sufrimiento diario. El pensamiento es el que da sostén al dolor. En la unión, el dolor y el sufrimiento no existen. Es al dividirnos en fragmentos, como “yo” y “tú”, como cuerpo y pensamiento, como cuerpo, pensamiento y mente donde aparece toda la desdicha.
Si siempre pudiésemos renunciar, estaríamos salvados de las miserias y los horrores que nosotros mismos provocamos. Renunciar es algo tremendamente difícil, puesto que no estamos atentos con lo que hacemos. El dolor es inatención. Donde hay una observación profunda, que es la atención verdadera, el dolor no podrá afectarnos. ¿Qué es lo que nos hace en pedazos y nos deja distraídos, en manos del dolor? Si viésemos todo el tiempo el peligro del nacionalismo y de los partidos políticos, los descartaríamos y ya nunca nos distraerían. Si viésemos todo el peligro del esfuerzo y el enfrentamiento, si llegásemos en la visión a su misma raíz y esencia, los descartaríamos sin más. Estamos muy distraídos con el trabajo, con el sexo, con las relaciones superficiales, con las vulgaridades, con el pasado y con el futuro, y todo esto nos fragmenta y nos lleva al dolor.
Sólo existe la percepción. En la percepción no hay ni pasado, ni presente, ni futuro. Solamente hay un percibir fuera del tiempo. En la percepción, que llega de la profunda atención, todo es destruido y aniquilado, nada queda sino un ver continuado de algo que nos absorbe y va apareciendo sorpresivamente. La raza y el color de la piel desaparecen, hombre y mujer son una misma cosa, la vida fluye por todas partes, el rico y el pobre no son más que dos personas a las que hay que ayudar, el que es tenido por sabio e ilustre y el inculto y miserable son dos hombres que se necesitan. Percibir con observación y atención profunda, es el mayor de los éxtasis. De esta percepción lo que se haga, será lo nuevo y lo armónico. Sin una vida asentada en el orden, en la honestidad y en la limpieza, seguiremos viviendo en el presente que es el resultado del pasado, y buscando el futuro que es la consecuencia del presente.
Cómo salir del tiempo y como transcender el espacio, es el reto de cada día, aunque vaya acompañado de lo cotidiano. No es necesario grandes desplazamientos e impactos anonadantes, para poder ver la poca consistencia de lo que creemos que nos sostiene. Desprenderse del tiempo y todo lo que le acompaña, es deshacerse del mayor obstáculo que, aunque parezca ridículo nosotros lo hemos inventado. Deshacerse del tiempo, es descubrir al pensamiento que es su inventor. Si el tiempo no existe, el miedo y el deseo tampoco existirán. El pensamiento una vez visto su falsedad, ya no nos será algo en lo que nos apoyemos, pues habremos visto que no hay necesidad. Estamos acostumbrados a ser de segunda mano, a que otros nos vayan haciendo el camino, así tenemos todo el tiempo para las distracciones. Pero acordémonos que todo tiene su favorable o desfavorable resultado. El placer lleva al dolor. El deseo lleva al dolor. Esto no es una opinión caprichosa y personal.
La verdad no es mi verdad, ni su verdad. La verdad es lo que es. La verdad es de todos y pertenece a todos. Si la estación en que estamos es en verano y uno pregunta en qué estación nos encontramos, decir en verano no será una imposición de mi verdad, sino que será una información de la realidad, una descripción de lo que es, nos guste o no nos guste. Ver la vida tal y como es, sin ningún velo ni pantalla, es algo que a muchos les parece desagradable y repugnante. Vemos la crueldad en los demás, en los animales que se matan unos a otros para sobrevivir, vemos la enfermedad y la vejez como si no fueran nuestras también, vemos a la muerte como si fuera algo raro y extraño para nosotros. Vivir es ver todo esto sin huir de ello y sentir un gran gozo. No podemos hacer nada para cambiarlo completamente. Pero si que podemos hacer algo con nuestra existencia. Exteriormente todo no se puede cambiar. Interiormente hay una posibilidad, hay una brecha que está abierta para poder entrar en un nuevo sistema de vivir.
Solamente cada uno puede lograrse la llave que pueda abrir la puerta a una nueva manera de vivir; no esperemos a que alguien nos la dé, pues no podremos abrir la puerta porque será inadecuada e inservible. Toro está sucio, todo funciona por medio de clanes, hay inmoralidad y engaño. Y, ¿quién va a hacer que cambie esta vergonzosa manera de vivir? No espere que alguien lo haga. Lo tiene que hacer cada uno de nosotros que vemos la manera tan absurda de vivir. Si lo vemos muy dentro de nuestro corazón, tendremos la energía suficiente para no cansarnos y nuestra vida será una alegría que nos llenará cada minuto, cada hora y cada día. Si lo hacemos, si logramos intentar cambiar este mundo tan deteriorado, tendremos la satisfacción de no haber sido cómplices de todo lo que nos produce sufrimiento. Este debe ser el impulso que nos dé el motivo para vivir. Y este impulso, digan lo que digan los demás, sea rápido o pausado, sea vistoso o recatado, será la herramienta para forjar la llave que nos abra la puerta a una nueva manera de vivir donde la alegría, la humildad y el servicio nos lleven al amor.

5

La mente que no mide

Una de las cosas más repugnantes, que el hombre puede hacer, es el matar a un hombre. Todos los argumentos y todas las escusas para destruir la vida de cualquier hombre, no son sino palabras que son arrastradas por la locura y el deterioro del que las esgrime. No tiene sentido el hablar de aliviar, cuando se pretende interrumpir la vida de un enfermo o un anciano, los dolores y sufrimientos. Estas ideas y corrientes de opinión, que cada día suelen tener más complicidad, están basadas en un materialismo y sensitivo actuar. El hombre cree que todo lo puede arreglar él y la ciencia; y lo que no puede conseguir la ciencia y el hombre, es vano que se espere algún desenlace inesperado. Esta estúpida visión es la que está dominando todas las mentes del planeta que habitamos. La eutanasia pretende poner fin anticipadamente a la vida de los hombres, bajo el pretexto de terminar con los posibles sufrimientos de algunas personas. El que pretende cortar la vida, lo hace porqué él se pone en lugar del enfermo o anciano y piensa que no podría resistir la situación que está observando. El que siega la vida de un enfermo, no está ayudando al enfermo, sino que se está ayudando él mismo, es decir es un acto de egoísmo, ya que atender a un hombre decrépito y enfermo es una de las situaciones más angustiosas que se pueden experimentar. Al no poder resistir, por su manera de vivir sensitiva y placentera, las molestias y las incomodidades de las personas desvalidas, la manera optativa de actuar las induce a deshacerse como sea de lo que les obstruye el placer.
Sentenciar a un hombre a la pena de muerte y cumplir la sentencia, es otro crimen que en muchos lugares se sigue practicando. En esta situación, la de destruir una vida de un hombre, está la amarga tortura de la espera de que se cumpla la sentencia, que puede llegar a durar largos periodos de tiempo, años. Las razones aducidas para tan macabro castigo, son la seguridad de la sociedad y sus ciudadanos. Como si de esa manera desapareciera la inseguridad y apareciera la paz y la tranquilidad. Cuando un hombre destruye a otro ya hemos dicho que no hay argumentos que justifiquen tal acción. Entonces los estados soberanos, que practican tan salvaje actuación de condenar a un hombre a la pena de muerte y ejecutarlo, y sus gobiernos que, según ellos representan el orden y la civilización, deberían ser la imagen a imitar por todos los gobernados. ¿Qué es lo que hacen matando a un hombre? O sea yo el estado soberano, puedo matar a un hombre, tú el ignorante y desgraciado no puedes -aunque te empuje desde diferentes maneras- , si lo haces mis funcionarios te condenarán y te ejecutarán. ¿Si los sistemas de vivir fueran justos y humanos, honestos y limpios, habría personas que matarían a otras personas? ¿O el respeto, la justicia, la compasión y la bondad, serían actuaciones que no nos abocarían a hacer el que destruyéramos a una persona como nosotros?
La más escandalosa de las maneras de destruir a un hombre, es matarlo violentamente. En las guerras se matan miles y miles de hombres unos a otros, de las maneras más inimaginables y capaces de alterar emocionalmente a quienes las ejecutan y las observan, sin que ninguno de los dos bandos renuncie y ponga fin al acto más desgraciado de los hombres. Los dos bandos aseguran tener fundados argumentos para seguir destruyéndose: invocan ideas nacionalistas, invocan ideas religiosas, defienden medios económicos y sociales, defienden maneras diferentes -aunque en esencia sean iguales- de gobernar. Cada uno de los hombres que empuña un arma, ha sido enajenado por palabras y opiniones falsas que le hacen justificar el que destruya al enemigo, que es un hombre como él, sus bienes, sus casas, sus ciudades y su país. Lo más cruel de esta asombrosa situación, es que, si no cumple las órdenes, emanadas desde un poder invisible, él -el hombre vestido de soldado- será muerto y destruido por los hombres de su mismo bando. La guerra es una epidemia, como cualquier enfermedad. La guerra es algo que se apodera hasta las piedras y las hace actuar.
Cuando un hombre es capaz de llegar a empuñar un arma, es cuando ya está más perdido. Ya no se domina, ya no tiene belleza, ya sea convertido en una máquina que nada más quiere que matar. Si mata se está matando, si destruye se está destruyendo. Si llora y se arrepiente se está salvando. Si renuncia de verdad no morirá. Pues un hombre libre nadie lo puede matar. Podrán cortarle manos y pies, pero su vida no se la podrán arrebatar. El renunciar es aniquilar todos los patrones de conducta que el pensamiento ha establecido. Las mentes vulgares no pueden seguir ante el renunciamiento, se pierden y se confunden; no quieren investigar al respecto, no les interesa. Ser nuevo, morir al pasado, es renunciar. Repetir, ser rutinario, ser vulgar, es vivir con el pasado. Vivir con lo viejo y conocido, es aceptar y tolerar lo que provoca a los hombres toda clase de miserias y amarguras. Morir al pasado es volver a nacer a algo maravilloso que nunca nos imaginábamos.
Ser nuevos requiere una tremenda valentía. Ser nuevo quiere decir que uno, aunque esté solo, no sabe lo que es la soledad. Ser limpio y poder mirar a todas partes, sin prisas, sin miedos, sin imágenes prefabricadas, es invitar a lo nuevo. Lo nuevo sin amor no puede florecer. Ver donde está lo negativo y, pese a quien pese, descartarlo es amor. La manera de vivir convencional, que tiene condicionadas las mentes, cree que descartar lo negativo es algo que hace una persona que se encuentra en el error. Vivir para la verdad nos expone a la más fuerte prueba de negación. Todos querrán alterarnos la realidad, cambiarnos la verdad por algo que no es sino una repetición de algo que ha llegado hasta nosotros desde hace muchísimo tiempo. Ser libre y nuevo, nos hará mirar a los ojos a los seres cercanos, para decirles que los amamos y por eso les hablamos y actuamos dentro del ámbito de lo que es, de la realidad y la verdad, aunque esto parezca que no los amemos. Un hombre que vive para la verdad, parecerá que su comportamiento es el de un loco al que se le ha enfriado el corazón.
Para llegar a la realidad de las cosas es necesario hacer que las situaciones provoquen la menos confusión y el menor dolor. Si uno llega a un sitio y es causa de confusión, de desorden, y esta situación no cambia rápidamente, estará muy lejos de la verdad. El esfuerzo es el que desencadena el desorden. Cuando hay esfuerzo el amor no puede surgir. Sin amor cualquier cosa que hagamos, qué sentido tendrá. Cuando no hay amor, hay que hacer lo necesario para que todo nuestro ser sea capaz de encontrarlo. Puede que nos cueste grandes cosas queridas, proyectos, inversiones largo tiempo acariciadas, pero que si vemos que son vías que nos llevan al amor tendremos energía para seguir caminando. Debemos de caminar cuidadosamente, mirando cada cosa que se antepone a modo de obstáculo, mirando todo lo que tiene vida y dándole el máximo respeto, atender cuidadosamente cada relación con los hombres y hacer que surja el orden. Hay personas, que, por su desgracia, no podrán acceder a la verdad. Sus vidas se reducen a sexo, las drogas y el trabajo.
Uno no debe identificarse con nadie, ni con los más desafortunados, ni con los ricos y bien situados, de lo contrario perderíamos la libertad y la frescura de nuestra mente. Debemos ayudara a todos sin ningún compromiso, que nos ate y nos haga hombres de rebaño. La identificación en cualquier persona, por savia que sea, nos llevará a la desdicha; si es de los más desafortunados, nos transmitirá toda si desgracia y toda su confusión. Es necesario responder al reto de cualquier persona -aseada y bien compuesta o desaliñada y miserable- sin que intervengan el sentimentalismo y las ideas fantásticas e irrealizables. Ser nuevo es ser siempre nuevo y libre de pesar, de placeres, de angustias y festivales. Ser nuevo es no estar atrapado por nadie, ni hijos, ni parientes, ni ideas, ni proyectos. Solamente se está atrapado por la verdad que nos conduce al amor.
Si nos identificamos con alguien, pronto nos dividiremos de los demás. Este es el problema que tienen las sectas religiosas, los partidos políticos, los que pertenecen a algún grupo que pretenden hacer algún fin digno, los que pretenden poner orden agrupándose y reuniéndose. Todos quieren hacer el bien. Pero se olvidan, o tal vez no lo saben, que el mayor bien que existe es no estar dividido de nadie. Si el proyecto más digno de ser llevado a cabo nos divide, no sirve de nada sino para hacer lo contrario que el fin propuesto. Para saber si algo es falso o verdadero, nada más hay que observar si nos divide. Si hay división, no hay amor. Si hay amor hay unión con todos. Todos somos amigos y colegas, y nadie enemigo y contrincante.
La identificación es dependencia de algo que creemos imprescindible. Aquí nos estamos refiriendo a la dependencia psicológica. No a la física y mecánica: uno depende del alimento, del tendero, del zapatero, del médico; esto, aunque también es una forma de dependencia no es tan negativa como la psicológica. Si uno depende y se identifica con su esposa, está perdido; si uno necesita consumir varias horas al día delante del televisor, también está perdido; si uno necesita identificarse y pertenecer a un grupo humano, está atascado; si una mujer depende psicológicamente de su marido, no podrá ir más allá y estará atrapada. Toda identificación y dependencia -que es una forma de sumisión-, no es más que esclavitud. Los hombres nos acostumbramos a todo, aunque sea en perjuicio nuestro. La mente una vez entra en la rutina de algo, cuando queremos sacarla de ese único surco que ella ve, se altera y empieza a inventar toda clase de motivos para no salir y enfrentarse con lo nuevo. Las demás personas, que podrían ayudarnos en la salida de la repetición, también están identificadas con algo y no quieren saber nada que se relacione con lo nuevo; lo que complica, y hace más difícil aún, el que nos podamos deshacer de un comportamiento rutinario, que nos tiene atrapados y esclavizados.
Es muy importante tener una mente muy clara y diáfana, que sea capaz en un instante de llegar a la raíz de cualquier reto, para poder llevar una vida que esté descartando todo lo rutinario y repetitivo. La rutina y lo repetitivo nos tiene atrapados en este mar de desdichas sin fin. Una mente repetitiva y rutinaria, todo lo complica y ensucia. Una mente que se renueva a cada instante, es feliz y sencilla, no tiene complicaciones, permaneciendo limpia y clara sin ningún esfuerzo. Si queremos que toda esta destructiva manera de comportarnos, que es la rutina en que estamos atrapados cambie, debemos salir de lo repetitivo, de lo conocido y que tanta seguridad nos proporciona. De lo contrario seguiremos debatiéndonos y esforzándonos por seguir en lo conocido y en lo repetitivo.

6

El sentido de la vida

Sin humildad, ¿qué podemos hacer? ¿Dónde iremos a parar? Debemos tener un sentido de orden, sin el cual todo se vendría abajo, pero por encima de todo tiene que estar la humildad. Los países desordenados -los tercermundistas- desean llegar al mismo estilo de vida que los países desarrollados, que tienen ordenadas sus sociedades. Este orden, que tienen los países de lo que se llama el occidente consumista, es necesario y útil.
El mayor peligro que tiene el orden social, es imponerlo. Sin la humildad, que es respeto, el orden será otra cosa más que nos divida. Si tenemos una sociedad ordenada -sin suciedad por las calles, los hombres mueren en los hospitales y no en las calles, horarios que se cumplen- y en nuestro interior nos encontramos divididos, para qué nos servirá. Este es un gran reto que tenemos que solucionar. Y para solucionar cualquier cosa, tenemos que adentrarnos dentro de ella, mirarla y observarla atentamente. Si no sabemos responder al tremendo desafío -que no es otra cosa que la vida de cada uno- adecuadamente, nuestras sociedades, el lugar donde vivimos diariamente, serán un mal ejemplo para los que tan atentamente nos están mirando.
Hemos pretendido poner orden. El resultado tiene dos aspectos que están conectados entre sí. Si nos fijamos en el lugar donde vivimos, qué observamos que no sea destrucción. La rapidez de nuestro sistema de vida, nos ha hecho que perdamos la humildad. Una de las cosas que más caracteriza a las sociedades opulentas y consumistas, es la línea recta. La línea recta tiene razón de ser, al igual que las curvadas, o las quebradas. Pero los occidentales estamos atrapados por la línea recta. Queremos construir un camino de un lugar a otro lugar, y nada más ponernos manos a la obra surge la línea recta, y todo lo que se ponga por delante -árboles, rocas, bosques, impedimentos humanos- es derribado con tal de que la línea sea lo más recta posible. Esta locura por la línea recta, no es producto del azar. La línea recta, si no es una donación de la naturaleza, es producto del egoísmo. Queremos llegar lo antes posible, queremos ser los primeros y los más destacados, sin darnos cuenta que cuando se desata el egoísmo le sigue la brutalidad y la destrucción. Lo interno se manifiesta en lo externo. Somos competitivos, somos avariciosos, parecemos unidireccionales, nos gusta conseguir cuando antes lo que tenemos en la mente, y todo eso surge al exterior.
Esta es la parte negativa de los sistemas occidentales y desarrollados: la falta de respeto al entorno donde viven, la rapidez excesiva y continuada, la rigidez y la falta de flexibilidad en los asuntos burocráticos, la frialdad en las relaciones humanas. En cuanto a lo positivo, ¿qué puede surgir de esta manera tan desacertada de vivir? Lo más desesperante que nos puede suceder, radica en que la mayoría no se dan cuenta de que su manera de vivir es desafortunada y caótica; y los que sienten que algo no funciona del todo bien, una minoría, no tienen la suficiente capacidad para despertar a una nueva manera de vivir. Hay otros que, en su soledad, encauzan sus existencias para informar lo que pocos ven.
¿Qué debemos hacer para que, en nuestra relación, en nuestro diario vivir, surja en los demás el sentimiento de que vivimos desacertadamente, sin ningún respeto por los demás, que nuestra vida tiene muy poco sentido? Y una vez abiertos los ojos a la realidad, de que somos los culpables de tanta desdicha y violencia. ¿Qué es lo que haremos para que nuestra existencia ya no tenga nada que ver con el engaño, la brutalidad y el dolor? Primero que nada, uno tiene que saber quién es y qué es lo que hace con su vida. Si nuestra existencia diaria está llena de desorden y confusión, lo que transmitiremos a los demás será lo mismo que ya tienen ellos. Es como pretender que un hombre ciego, que no ve, guie a otro hombre ciego que tampoco puede ver. Por mucho que hable de bellas y agradables palabras, por mucho que intente convencer de algo nuevo, si en su interior no arde la llama del amor, y por lo tanto su vida es limpia, de nada servirá.
Ser limpio no es fácil. Lo fácil es lo vulgar, lo deshonesto y lo desordenado. Sin una vida llena de energía que salga de la bondad y la sencillez, todo lo que haremos será una repetición de lo que todos hacen. No tenemos que preocuparnos por los resultados. Lo que de verdad importa es nuestra manera de vivir. Una mente que tenga necesidad de experiencias, es una mente que está enredada en la ilusión. Si nos imponemos una meta donde llegar, estaremos actuando dentro del ámbito de la confusión. ¿Seremos capaces de en un instante hacer despertar a la realidad, a alguien que estaba sumido en la ilusión? ¿Estamos nosotros realmente despiertos a todo cuanto acontece, tanto externa como en nuestro interior? No diga que sí, o que no, investíguelo; mírese atentamente, no luche con las palabras, ni con las ondas mentales. El pensamiento es muy astuto y con tal de proveerse de placer, que es la repetición y la búsqueda de nuevas experiencias, es capaz de falsear la realidad.
El llegar a ser, el devenir, es lo que nos resta la energía para poder ser nuevo. Debemos de intentar hacer las cosas como si no quisiéramos nada para nosotros. Mejor dicho, no queremos absolutamente nada, queremos estar completamente vacíos, para que de esta manera pueda florecer el amor. Nada más necesitamos mucha abundancia de amor. Porque sin amor la vida no tiene sentido. Porque sin amor, el dolor y el sufrimiento estarán siempre en nosotros. Sin amor nuestro cuerpo y el pensamiento, que reside en el cerebro, se desgastan y se destruyen. Cuando el amor llega, hay una acción y una energía que no tiene nada que ver con el esfuerzo. Y por lo tanto no hay desgaste y el cuerpo y las células cerebrales se regeneran. El cuerpo y con él el pensamiento, que está ubicado en el cerebro, si no está dirigido por medio de la energía que surge del amor, es algo molesto y pesado.
Estamos siendo testigos de que todo se está desmoronando, tanto los valores tradicionales como los nuevos ideales que pretenden dirigir a la humanidad. ¿Y qué hacen los dirigentes, tanto políticos como intelectuales y espirituales? Todo lo que parecía seguro y digno de autoridad, ya no tiene ningún sentido. Antes -casi medio siglo atrás- aunque todo también daba bandazos, al salir de una terrible y gran guerra todo quedó silencioso y resignado, dándose nuevos auges a la autoridad y a sus valores nuevos y tradicionales. Hoy en día, las nuevas generaciones y parte de la anterior, ya no confían en nada de lo que antes les mantenía satisfechos y sumisos. Los dirigentes y los líderes lo saben, ya que por todas partes hay un gran desorden a todos los niveles; pero también saben que no pueden hacer nada, que no sea la locura de la represión violenta, para solucionar lo que se les está yendo de las manos, si no cambian su desafortunado comportamiento.
¿Qué puede ofrecer un hombre, que su vida está asentada en el poder, el dinero, y todo el veneno que surge de ellos? ¿Cómo va a intentar poner orden, si este mismo orden lo derribaría y lo haría desaparecer? La debilidad mental es donde se asientan los poderes, los dirigentes y los líderes. Muchas veces parecía que un nuevo orden llegaba, la autoridad sorprendida desaparecía, momentáneamente todo parecía fácil; los hombres largo tiempo agobiados por los dirigentes y gobernantes, se desenvolvían sin ninguna clase de miedo. Pero el odio, la división y el sentimiento de revancha aún permanecían dentro de ellos. Todo había fracasado, todo había sido una ilusión; todo había sido como un festival, donde se toleran algunas cosas que nos hacen sentirnos bien. En el fondo seguían siendo como el viejo patrón que ellos tanto detestaban. Después de un corto periodo de tiempo, al no renovarse, ni descartar totalmente el viejo patrón que les tenía oprimidos, ellos mismos sin saberlo estaban llamando a la autoridad, a los tiranos y a los líderes con su misma canción de siempre -palabras sin sentido, promesas que nunca se cumplirán, traiciones en pos de su seguridad, encubrimiento de la realidad y la verdad-.
¿Qué acción será la que nos hará libres definitivamente, sin ningún residuo, ni salpicaduras? ¿Qué podemos hacer para que todo este enredo en que vivimos, con sus mentiras y justificaciones, con sus disgustos y ansiedades, con sus miedos y sus falsos y efímeros placeres, llegue a su fin para siempre? Sin un morir al pasado, sin un morir a todo lo que nos tiene atrapados por mucho que nos dé protección, no podremos salir de la lucha, la inmoralidad, la violencia. Morir al pasado quiere decir, desprenderse de todo lo que nos divide. Nos divide la necesidad de seguridad, la necesidad de placer, la necesidad de sentirnos identificados con alguien o algo. La división es la causa de que hayan estallado tantas decenas de miles de sanguinarias y crueles guerras. La división entre los hombres es la causa de que el mundo se encuentre tan maltratado y deteriorado como está. La paz de las armas, los saqueos masivos de supermercados para poder comer en algunos lugares, las muertes y las bombas colocadas en coches por las calles, son consecuencia de la división.
Vivir en la división es una tortura. Vivir en la división es invitar a la locura de la destrucción, ya sea física o intelectual. Si no resolvemos rápidamente el grave problema de la división, no será de extrañar que no tarde mucho el que estalle otra conmoción que lleve a los hombres a otra terrible y gran guerra. La división es la enfermedad más peligrosa y contagiosa que todos padecemos. Sin la división todo este cruel sistema de vivir, desaparecería de los hombres. Vale la pena ponerlo a prueba, intentarlo e investigarlo. Cuando nos enfrentemos a algo que nos provoca división, cuando nos sintamos divididos interiormente leyendo algo o viendo la televisión, no huya, déjese envolver por lo que le perturba momentáneamente, vea los motivos que le provocan la división, vea la falsedad de esos motivos y juegue con ellos hasta que ellos mismos verán su falsedad y desaparecerán. La acción que surja de esa visión falsa, que es lo que hace que nos sintamos divididos, será algo nuevo que transformará toda su vida y la de su entorno.

7

El observador y lo observado

Si en nuestra vida no tenemos belleza, todo lo que toquemos le transmitiremos nuestra fealdad y amargura. Sin un sentido de belleza por todo lo que nos rodea, por toda la vida, qué desagradable es el vivir. Al estar neurotizados, al tener una mente morbosa, hemos llegado al extremo de que todo nos estorba. Nos molesta el clima, nos molesta el lugar donde residimos, nos molestan los animales -por ello los aniquilamos envenenándolos-, nos molestan los vecinos, nos molesta el trabajo necesario, nos molesta todo lo que se anteponga al placer. Una mente que esté fragmentada no puede acceder a la belleza que reside en todas partes. Ni tampoco puede ser feliz, porque la búsqueda de nuevas experiencias, que le acerquen al placer, le hacen promover toda clase de deseos.
Nos hemos olvidado, si es que alguna vez lo sabíamos, que casi todo depende de nosotros. Una flor, según el estado mental, puede ser vista como una cosa maravillosa y a la vez como algo que no nos dice nada. Esto nos ayuda el que veamos que la mente es el centro de todo. Todo depende del estado de ánimo, para que nuestra observación sea agradable y nos proporcione un gran sentimiento de belleza o nos hunda más en la oscuridad y en la angustia. Esto revela que la mente, a pesar de ser el único instrumento que tenemos para poder llegar a la realidad, es algo que falsea y traiciona. La mente es algo infinito e inabarcable, debido a que forma parte del absoluto y de la esencia del universo. Todas las situaciones y las circunstancias que nos llegan, pueden ser encaradas desde un sentimiento positivo y también encaradas desde un sentimiento negativo; y ambas situaciones -la negativa y la positiva- pueden llegar a justificarse hasta el infinito. Este funcionamiento de la mente, es el que da vida a los opuestos, a los contrincantes, a las disputas y a las luchas, a la guerra y a la paz, a la dualidad.
Hay una pregunta que se han hecho muchos hombres: ¿De qué manera nos podemos liberar del dolor? Para resolver este problema tenemos que saber, primero que nada, ¿qué es el dolor? ¿Qué es esa cosa la cual todos la llevamos? Y si, ¿podemos o no deshacernos de eso que tanto nos condiciona y nos aplasta? El dolor surge, se manifiesta, a través de la conciencia; es decir si uno duerme profundamente, al estar inconsciente del mundo que le rodea, y de su propio cuerpo, no sentirá dolor; también cuando uno pierde el conocimiento, está inconsciente debido a un trauma o shock, el dolor no le afectará. O sea que la vida, que es la consciencia que tenemos de todo, es la causa fundamental del dolor. No es que la vida tenga que ser forzosamente el motivo del dolor, es la manera en que la vivimos lo que causa y desencadena al dolor.
Si el motivo que hace surgir al dolor es la manera peculiar de vivir de cada uno de nosotros, debemos investigar ¿qué es nuestra vida, la de aquí y ahora, la vida diaria? Para poder vernos tal y como somos, no tenemos que esconder nada que nos disguste y nos haga avergonzar, tenemos que mirarnos como si fuéramos suaves y tiernos niños. Lo que más resalta de los hombres es que estamos divididos y separados unos de otros. ¿A qué se debe tanta división entre nosotros? Porque el joven y el viejo van cada uno por una parte y por eso están divididos, el pobre y el rico están enfrentados sin que ninguno de los dos tenga la solución a este terrible enfrentamiento, los dirigentes y la autoridad están divididos de los que los sostienen. Hay división entre padre e hijo, ente esposa y esposo, entre compañeros de trabajo, entre los deportistas, entre hombres de diferente opinión e ideas. Hay división entre norte y sur, entre este y oeste, ya que cada punto cardinal de la tierra tiene un estilo diferente de vida.
La división también socava la vida de la religión, ya que cada secta y cada tendencia, tienen argumentos que dominan a las mentes de sus seguidores. Aunque la finalidad de la religión es liberar al hombre de su animalidad, de su brutalidad y egoísmo, las religiones organizadas se las han arreglado para hacer todo lo contrario: líderes, gurús, dirigentes, seguidores y discípulos, todos se encuentran divididos. Todos hablan de amor, sin darse cuenta que la división y el amor no pueden existir, ir juntas; es el absurdo que idiotiza a discípulos y seguidores, haciendo de la religión un negocio. Hombres que viven en palacios y mansiones, rodeados de sirvientes y criados, acumulando abundante dinero, con aviones particulares a su disposición, cuando hablan de amor y paz ¿tiene algún sentido y significado? ¿O lo que hacen es dividirse y dividir a los demás? Las religiones organizadas son una sarta de mentiras y de supersticiones, que fanatizan a sus seguidores robándoles sus mentes.
Para descartar definitivamente la división, lo que hay que hacer es adoptar el comportamiento contrario al que nos provoca el estar fragmentados. Es decir, la división es egoísmo luego para que desaparezca, lo que tenemos que hacer es renunciar. Si renuncio a mi apellido, a mi raza, a mi nacionalismo, a mi cultura, a mis ideas y opiniones, a mis inacabables deseos, ¿dónde estará la división? La división, si nuestra vida está asentada en el renunciamiento, no podrá ser, desaparecerá y se extinguirá para siempre. Esto no es una teoría su opinión, si lo fuera ahí terminaría todo, no tendría ningún sentido todo lo que estamos exponiendo. Póngalo a prueba y descubrirá quién es y de qué es capaz; y verá cómo es capaz de descubrir la falsedad allá donde esté. Si piensa que todo esto le puede acarrear problemas, que está muy bien pero sólo en el papel o en la boca de alguien, que para ponerlo a prueba hay que poner mucho en juego, se está cerrando a la verdad y hundiendo más y más en la confusión de su vida.
La pereza y la rutina, son obstáculos a los que hay que descartar para poder tener una mente que sea capaz de ver. Si no somos capaces de ver, seguiremos siendo vulgares y máquinas robotizadas, seguiremos viviendo en este mar de desdicha, con este dolor que tanto nos tortura y al que toleramos. Ver es actuar. Si no vemos los hombres que se están muriendo de hambre por muchos lugares del mundo, no seremos capaces de encararnos con la pereza y la rutina. Si no somos sensibles a los malos tratos y a las torturas, que padecen los hombres, no podremos ver la tolerancia que va implícita en ello. Hay muchos impedimentos para que nuestra mente puede ver lo que es falso; estos impedimentos que son inabarcables, pueden tocar a su fin si sabemos encarar nuestras vidas correctamente.
Debemos de tener una mente abierta a todo lo que ocurre: observar la manera como caminamos, estar atento a todo lo que decimos, darnos cuenta de la manera como nos vestimos, ser conscientes de lo que comemos y bebemos, darse cuenta y observar cada onda mental desde su nacimiento hasta que se extingue. El estar atento a toda la vida, es algo que da vitalidad y vigor a la mente. Ver la manera con que nace un pensamiento y seguirlo hasta que desaparezca nos proporcionará una gran claridad mental. La represión es algo que, para una mente que tenga inteligencia y que sepa ver, está fuera de lugar. La autoridad, existe porque la llamamos. Si alguien nos reprime algo es por falta de visión de la realidad. Una mente alerta y fresca, ni provocará la represión, ni reprimirá nada. Solamente los que viven en la ignorancia y en la ilusión, provocarán la descarga de la potente autoridad; o estallarán en una chabacanería violenta, que de no cesar de inmediato les conducirá a un desastre mayor que el que estaban denunciando. Tan negativo es el violento, como provocar la ira que nos conduce a la violencia. Tanto la provocación como la ejecución de la violencia, es algo que debemos descartar.
Si llegamos a deshacernos de todo lo que nos fragmenta y divide, nos daremos cuenta que el observador es lo observado. Si en la relación entre dos personas, no hay nada que se anteponga entre ellas, entonces la división y todo lo que les fragmenta ha sido aniquilado. Ya no hay el que observa y el observado. Tanto el uno como el otro, se han unido de tal manera, que ya no hay ninguna diferencia entre ambos. Ya no hay diferencia de opiniones, diferencia de raza, diferencia religiosa o política, la unión todo lo habrá quemado. Y de esta unión todo lo que salga será lo correcto, lo que está dentro del orden, lo nuevo. Los hombres estamos completamente divididos unos de otros. Parecería que no sabemos vivir sin esta locura de la división; a pesar que es la causante de todo el inmenso dolor que padecemos. Cada vez que nos dicen, o nos acordamos, que en diferentes lugares de la tierra se mueren seres humanos, como nosotros, de hambre es debido a que los hombres nos encontramos divididos.
Si no hacemos lo necesario para no sentirnos fragmentados, todo lo que nos rodea, tanto hombres y los animales y las plantas, seguirán siendo nuestros enemigos a los que tendremos que vencer para que no nos venzan. Entonces la vida seguirá siendo una guerra continuada, que empezará en el mismo instante en que seamos conscientes de lo que hacemos y terminará en la muerte. Desde la más tierna edad ya nos aleccionan de cómo nos tenemos que comportar ante cualquier situación. Todos somos desafortunados ya que nuestros educadores daban un gran énfasis al esfuerzo, a la competición, y a todo lo que nos dividía. Ahora ya sabemos que la división produce confusión, guerra, dolor y más violencia. Si la sabemos descartar, si sabemos percibir todo lo que nos fragmenta, nuestras vidas estarán rodeadas de belleza. Saber es ver. La mayor sabiduría que puede existir, es tener una mente que desarrolle una inteligencia tal que sea capaz de ver en todas direcciones lo que hay; y que descarte todo lo que provoque división. Sin división no hay confusión. Para que nuestra vida sea una luz para nosotros y para todos los demás, es necesario que estemos siempre renunciando. El renunciamiento es el amor. El amor es unión con todo.

8

La no-violencia

Muchos de los hombres se preguntan si la no-violencia es algo posible y realizable. Hay también muchos que piensan que la no-violencia es algo utópico e imposible de practicar. Para investigar adecuadamente cualquier cosa debemos de partir de cero. Una mente que esté enmarañada con cualquier opinión o idea, no será capaz de descubrir algo que esté fuera del ámbito de lo conocido. Repetimos todo de lo que nos han dicho, tan solo alguna vez somos en realidad nosotros, y de esa manera nunca llegaremos a lo nuevo, a descubrir si hay algo que nada tenga que ver con la lucha y el enfrentamiento. Todos los análisis con respecto a un determinado asunto, no nos serán válidos ya que el resultado final estará condicionado, lo que es lo mismo que supeditado, a la visión personal del que elabora el análisis. Por eso debemos de no estar subordinados a ninguna opinión o idea, por autorizada y reconocida que sea.
Cuando alguien dice que no es violento, es algo que no nos debe importar en el sentido de creencia o imposibilidad. La no-violencia, es algo que se desarrolla y manifiesta internamente. Aunque no ejecutemos actos violentos con las manos y los pies, podemos desarrollarla a nivel psicológico. Mientras la mente tenga algo de conflicto no podremos hablar de no-violencia. ¿Qué es la violencia? ¿Qué es esa cosa que nos domina y arrastra hacia el caos? Sería muy fácil decir que la violencia es lo contrario de la no-violencia. Hay violencia en la calle, en las escuelas, en la familia, en el trabajo, en todas partes hay violencia, en los animales, en los juegos, la vida entera está dominada por la violencia. El padre que se impone es violento, el hombre que domina a la mujer es violento, la mujer que engaña al marido es violencia, obligar a alguien a hacer algo es violencia. Ya que nuestra vida está dominada por la violencia, todos nuestros actos son violentos. La mentira, el deseo, el miedo, la autoridad, son violencia. Diríase que sin la violencia no podemos vivir.
La violencia surge donde hay una contradicción. Yo quiero ver por televisión un documental y mi compañera le gustaría ver un partido de fútbol, si uno de los dos, o los dos a la vez, no renuncia a lo que desea ver, la violencia se pondrá en juego con sus múltiples formas. Así de sencilla y aparentemente fácil se llega a manifestar la no-violencia. Pero no es tan fácil si tanto la compañera como el compañero, están abrumados por el trabajo intenso diario, si los problemas económicos y domésticos los desbordan, si hay disputas pendientes entre los dos. La violencia saltará desde lo más hondo de nuestro ser, sino sabemos morir. Es muy fácil morir a cosas que no tienen valor ni transcendencia; morir a algo que nos cuesta, morir a lo que le damos importancia, esto ya es más difícil y complicado. Por eso, porque solamente morimos a lo que no le damos valor, suceden las terribles monstruosidades en esta desordenada tierra.
Los intelectuales, los progresistas y los revolucionarios, intentan dar un vuelco al mundo donde viven. El primer error que cometen es reconocer la autoridad que se arrogan los gobernantes y los que detentan el poder. El segundo error: es pensar que podrán vencer al poder con sus mismas armas. Y el tercer error consiste en que, aunque vencieran y lograsen deshacerse del poder al que se enfrentaban, al usar las mismas armas y métodos del vencido, lo que surgiría no sería gran diferencia de lo que había antes. Todas las revoluciones armadas que se han sucedido, qué han hecho de bien para los hombres. ¿Qué importancia tiene cambiar un dirigente inmoral y deshonesto, por otro que también es inmoral y deshonesto? Porque cuando un hombre es capaz de matar a otros hombres, no tiene nada de honesto y de moral. Entonces, ¿hay qué tolerar la brutalidad de los gobernantes y dirigentes? ¿Hay que cruzarse de brazos ante la crueldad de los hombres armados?
A más enfrentamiento más represión. Si los enfrentamientos entre los hombres, por motivos de búsqueda de libertad y de justicia, provocan violencia y muertes esto es el absurdo de los ideales. La revolución tiene que ser interna, psicológica, removiendo todo lo rutinario y establecido. Lo que nos demostrará que la revolución es verdadera, será la ausencia de conflicto y por tanto de violencia. Los hombres están totalmente confundidos y errados en su enfoque del cambio; pretenden cambiar lo externo -ya sea a otros hombres, ya sea al mundo que les rodea- sin cambiar en lo interno. Si uno no es puro y limpio, bondadoso y humilde, todas las revoluciones que haga resultarán un desastroso intento de cambio. No nos equivoquemos, si somos serios la revolución tiene que ser hacia dentro; y lo de dentro, lo interno, se manifestará en lo externo, en el mundo que nos rodea. Nada más haya una chispa de división, de enfrentamiento, es la señal de que lo que estamos haciendo no funciona bien y por lo tanto es falso y negativo.
Uno no puede pretender desprenderse de la violencia, si está sembrando la semilla del enfrentamiento y la división. Siempre que haya un conflicto interno, una dualidad mental, si no es resuelto de inmediato, surgirá y se manifestará en el comportamiento nuestro cotidiano. Si uno quiere vencer esforzándose las circunstancias adversas, que se interponen para lograr algo largo tiempo manoseado por el pensamiento, provocará conflicto y desorden. El mismo deseo de llegar a la no-violencia, engendra violencia. Ya que en lo interno se produce una lucha entre el impulso violento y el impulso que no quiere ser violento. Uno no tiene que huir de lo desagradable que es una situación violenta, tiene que verla en su totalidad, tiene que ver todo el horror y el dolor que desencadena, tiene que entrar dentro de ella para verla tal y como es, solamente así podrá deshacerse de la violencia.
Un hombre que ha visto de una manera tan clara lo qué es la violencia y lo qué engendra, habrá adoptado una solución definitiva a este embarazoso problema. No diga que esto es imposible, o que es muy fácil, descúbrase en su interior sus violencias, mírelas con todo su corazón y con todo su poder de percepción, siéntala con toda su fuerza devastadora hasta que sea tanto el horror que la descartará para siempre. Si no vemos todo el problema en su totalidad, siempre estaremos justificando todo lo que es causa de violencia. La violencia no sale de la pared, es el producto de nuestro comportamiento, de nuestro funcionamiento interno, es la manera cotidiana de vivir de los hombres. Nosotros la hemos tolerado; hemos aceptado la violencia en el fondo de cada cuestión, al pretender darle una solución, sea el instrumento que sea capaz de resolverla. Así la violencia ha llegado a nosotros a través de los tiempos remotos, en que el hombre y las bestias se confundían en su modo de vivir, teniendo el mismo valor de su crueldad.
Nosotros tenemos la posibilidad de cambiar el rumbo de la especie humana y el planeta que habita, Nosotros tenemos la vida, el instrumento de la mente para poder ver, tenemos la información necesaria -que es una forma de sensibilidad- para poder intentar llegar más allá de esta rutinaria manera de existir, basada en la contradicción, en el esfuerzo y en lo que resulta de ello que es la violencia. Si nos diésemos cuenta del valor que tenemos con esa cosa tan misteriosa y embriagadora que es nuestra existencia, tal vez nuestras vidas no serían tan vulgares, tan rutinarias, tan pobres. Vivimos como las máquinas programadas, todo lo que hacemos es lo que se nos ha dicho en el programa, nunca elaboramos nosotros nuestro programa, nunca hacemos nada nuevo que no esté escrito y establecido de antemano. Somos fatalistas y escépticos, aceptamos el destino que otros pretenden imponernos. Si nos diésemos cuenta de todas las tramas que existen para poder dirigirnos, para que seamos obedientes, para trastocar la realidad y la verdad, sería tan fuerte el impacto que recibiríamos que tendríamos suficiente energía para descartar toda la estructura falsa que domina nuestras mentes.
No busque las soluciones a los problemas fuera de Vd., porque sus problemas son los mismos que tiene el que pretende ayudarle; y que le hacen vivir también en la confusión, mírese dentro de su ser sin ningún miedo a ver todo lo que es, mire su angustia y tristeza, mire su decadencia física, mire todo lo desacertadamente que hace y que provoca en los demás el mismo dolor que a Vd. le tiene atrapado. Mire también el orden innato que rige a la naturaleza, la exuberante vida y energía que mana de no sabemos dónde; mire y disfrute -si puede- de los siempre originales trinos de los pájaros; sienta humildad y alegría, por el comportamiento matemático de la luna y el sol. No tenga miedo de mirar en todas direcciones, mire sabiendo que no es para sacar placer sino para ayudarse y ayudar a los demás hombres que sufren igual que usted. Si se mira con intensidad, con serenidad y pone todo su corazón y todo su ser, la solución a los problemas no llegará porque los problemas desaparecerán.
Todos los problemas están relacionados entre sí, solucionar uno definitivamente es solucionar todos los demás. Si estamos fragmentados y divididos de nuestro entorno, de nuestros vecinos y los que conviven con nosotros, si no nos importa lo que les suceda a los pájaros y a los animales, si nos despreocupamos y no respetamos a los árboles y a las vulnerables plantas, la violencia seguirá estando dentro de nosotros. Aunque alardeemos de que somos pacíficos y espirituales, si en lo interno hay algo de división, algo que nos divida y nos hace ver las cosas en fragmentos y no como una unidad, seguiremos siendo violentos. No se aferre a nada por noble y respetado que parezca, la división nace de la identificación por algo, alzando un amuralla que no podremos cruzar. Todas las fronteras son murallas, para defender a un gran grupo de hombres que están identificados en una misma cosa. Esta identificación en una determinada cosa, es la causante de la división que causa la espantosa violencia.
Si queremos que la violencia desaparezca de nuestras vidas, debemos de descartar los nacionalismos, las fronteras, los ideales y las teorías, los sistemas religiosos organizados, las razas y los clanes familiares, el sentimiento de tribu, el esfuerzo organizado para conseguir algo, de lo contrario seguiremos engañándonos con palabras abstractas carentes de significado. Sin un morir a todo lo viejo y repetitivo, que nos provoca el dolor, esa cosa tan extraña y maravillosa que es el amor no aparecerá.

9

La ilusión

El hombre piensa que solamente él constituye la realidad. Por eso moldea a su capricho todo lo que le rodea; tanto las personas, como el mundo donde vive, serán objeto de su propia satisfacción. Esta actitud ante la vida, le ha llevado al hombre a uno de los momentos más caóticos desde que existe sobre la tierra. Sin lugar a dudas, los hombres hemos dominado todo lo que nos impedía lograr nuestro deseo: la necesidad de placer y de seguridad. Hemos descubierto toda clase de drogas para eludir la desagradable realidad que nos agobia, hemos construido toda clase de máquinas que nos alivian de los trabajos que más nos fastidiaban, vamos de un lugar a otro del mundo en poco tiempo y cómodamente, todos los insectos y animales que nos molestaban los hemos hecho desaparecer, los lugares primitivos y originales los hemos trazado nuevamente para nuestra comodidad. Ahora tenemos gran cantidad de objetos, medicinas, hospitales y sanitarios, tenemos casi todo bajo control y sin embargo el hombre está cada día más deteriorado para existir en este mundo.
Hemos llegado a la luna, pero ahora ya no sabemos soportar el frío y el calor, necesitamos algo más que nosotros -una estufa o un refrigerador de aire- para poder subsistir. Todo queremos arreglarlo y todo lo desordenamos. Queremos dirigir y controlar el agua de los ríos, queremos transformar tierras ocupadas por bosques en cultivables, anillamos y marcamos a animales salvajes para estudiarlos causándoles toda clase de molestias, queremos exportar nuestra manera de vivir -costumbres, formas de gobierno, religión- a otros lugares. Todo lo queremos arreglar, menos nuestra vida, nuestro interior. Como en lo interno somos todo desorden, todo lo que toquemos o hagamos, reflejará este caos en que vivimos. La mayor ilusión es creer que uno es capaz de poner orden.

Esta actitud tan ignorante de creer poder vivir para el placer, intentando poner las cosas para que nos deparen más estímulos sensitivos, es la que nos desencadena el que siempre estemos tocándolo todo y expandiéndonos desmesuradamente. Si estuviésemos en orden internamente, no habría necesidad de tocar lo que ya de siempre ha estado ordenado. Es porque nuestro caos interno, desordena lo que era original y permanecía en un orden matemático, por lo que intentamos siempre la búsqueda de algo imposible. Intentar cambiar lo que es, la realidad, es ilusorio. Lo que es: el verano con su calor, el invierno con su frío, la juventud con su facilidad de ser, la vejez con su decrepitud, lo secano y desértico con la falta de agua, el bosque con su salvaje vida, es lo que está dentro del orden y por lo tanto no hay necesidad de ser manoseado y alterado. El desorden llega con el placer, con el querer transformar lo que es, que me desagrada, que creo que me dará más satisfacción de vivir.
La búsqueda de placer es algo común a todos los hombres. Y esa búsqueda de placer es la que altera de manera tal las mentes de los hombres, que perdemos todo lo que nos haría diferentes de los animales. Al perder lo que más caracteriza a lo hombres, que es la facultad de renunciar, nos hacemos egoístas y brutales, violentos y crueles. Como todos vamos detrás del placer, parece -es otra ilusión- que toda la locura que provocamos para proveernos el máximo de él sea algo normal. Y al contrario, todos los que intentan vivir sin la ayuda del placer, renunciando a los deseos egoístas, son vistos como perturbados mentales. Lo que está claro es que el placer nos lleva al dolor. La mayor parte del mundo está en la búsqueda del placer; vive para conseguir algo que les proporcione placer; si el placer fuese desestimado muchos hombres no sabrían qué hacer con sus vidas y se desesperarían. El modo de vivir placentero es como una epidemia, cuando uno lo ha catado enferma. La mente se encarga de arreglar las cosas para que no haya obstáculos e impedimentos, para que el placer llegue. El placer es tan egoísta y brutal, que se expande y se impone usando lo necesario, aunque cause toda clase de sufrimientos y amarguras.
El placer es algo que usamos para ver la manera de cambiar la realidad. El mundo en que vivo me concede un poco de placer, entonces hago lo necesario para que tenga acceso a más placer. Es decir, este mundo no me gusta, esta realidad, el presente, no me satisface; por eso quiero llegar a algo que me hará sentirme más a gusto. Esta es la manera de comportarse de los hombres en todas las partes del mundo. El llegar a ser algo diferente de lo que soy, el querer conseguir algo en lo que he invertido todo mi esfuerzo, es lo que nos hace que nos sintamos divididos del ahora mismo, del presente. De esta manera introduzco el factor tiempo, que me hace comportarme de la manera más inverosímil y espantosa sin que me dé ninguna importancia ni contrición. El tiempo lo inventamos para que midiese la duración del placer. En el amor el tiempo no existe, no hace falta. Ya que, en el amor, no queremos nada retener, ni tampoco deshacernos de nada.
El renunciamiento aniquila y destruye toda ilusión, puesto que descarta toda idea de conseguir algo. Si renunciamos, si nos desprendemos del deseo egoísta, todo llegará y además estará dentro del orden. El condicionamiento nos enseña a batallar, a luchar, a esforzarnos, para conseguir lo que deseamos; y por supuesto que lo conseguimos, pero cuál es el precio que tenemos que pagar. Otro engaño del pensamiento es que siempre consigue lo que se propone; lo que ocurre es que al inventar el tiempo parece dar la impresión que lo conseguido parecía imposible de verlo realizado. El pensamiento quiere ser el director de todo cuanto acontece, es el que pretende controlar lo incontrolable, es el que analiza las situaciones, el que da ideas a largo plazo, el que planifica y ordena a los seres humanos. El pensamiento es el usurpador de la libertad de los hombres. No hay que darle más vueltas, donde exista la autoridad del pensamiento los hombres seguiremos destruyéndonos unos a otros.
Todos buscamos la libertad, todos ansiamos más orden, que desaparezca la brutalidad, que haya menos conflictos, por eso hemos inventado la democracia creyendo que resolverá los problemas. No es así, ya que seguimos divididos, ya que nos siguen espueleando como a los animales para que nos enfrentemos y nos sigamos dividiendo, ya que la democracia fragmenta a la sociedad, y por tanto los hombres, en bandos opuestos. La democracia es la dictadura de la mayoría que participa en su juego. Los demás, los que no participan del poder por ser minoría -aunque esa minoría sea de millones-, son sus esclavos y prisioneros. Los dirigentes y gobernantes, en las democracias, se creen paradigmas de la libertad y del respeto, sin darse cuenta que su comportamiento todopoderoso es tan detestable y cruel como el de un tirano. Además, las democracias destruyen la mente de los hombres, pues su mensaje preferido es: “No busques, pues no encontrarás, ya que la mejor manera de convivir para los hombres es la democracia”. Esto aboca a los hombres a la desesperación, en la que unos se entregan a la existencia hedonista y placentera, o a la explosión violenta contra todo lo que represente al poder. Nuestro error consiste en querer saber cómo viviremos si descartamos todos los sistemas establecidos. Esto produce pánico en las mentes, en las cuales el pensamiento, con el viejo patrón de tiempo que inventa el pasado, el presente y el futuro, es el que rige y ordena. El pensamiento al querer diseñar un sistema nuevo, es cuando no puede salir de su viejo patrón; pues todo lo que salga del pensamiento será repetitivo y estará dentro del ámbito del tiempo. Todo sistema que no se renueve a cada instante que sea preciso, será algo que aplastará al hombre. Los hombres confían mucho en las leyes escritas -a las cuales hay que respetar siempre que sean honestas, por ejemplo, no robar o no agredir físicamente-, sin darse cuenta que lo que está escrito es algo que está muerto. Las leyes custodiadas por la autoridad, todos los tratados que dan cuerpo a algún sistema nuevo para vivir, las ideas y las opiniones por claras que parezcan, todo se encuentra en el pasado y por eso de bien poco nos sirve.
Siempre que ante un reto no nos vaciemos de todo el pasado, seguiremos enfocando la solución de una manera equivocada. Lo más maravilloso de la vida, es que hay infinitas maneras y posibilidades de solucionar los problemas. De esta forma, hay también infinitas maneras de salir de algo que creemos lo inmejorable; esta creencia de que se está en la mejor situación posible es la que hace que el hombre se haga rutinario, brutal y egoísta. El pensamiento, como tiene miedo a lo nuevo y nunca visto, se resistirá e inventará toda clase de obstáculos con tal de seguir con lo conocido. Este es el sistema de vivir de los hombres. Lo conocido es agradable y nos da seguridad; lo nuevo, lo que nunca se podrá ver en imágenes, nos altera y nos da inseguridad. Para poder vivir descartando lo negativo, tenemos que deshacernos de todo lo que nos dé seguridad. Ya que de lo contrario esa sensación de seguridad -aunque falsa- será la que nos esclavizará y la que nos hará que aparezca la violencia, con tal de no salir de donde nos encontramos tan a gusto y aparentemente protegidos.
El mayor peligro que podemos tener los hombres, es la división entre los hombres. Y la cosa que más nos divide es el defender algo, aunque sea lo más noble y digno de ser defendido. Nosotros siempre estamos defendiendo algo: defendiendo mi país, mi opinión, mi familia, mi dinero, mi puesto de trabajo, mis bienes; y sobre todo defiendo a lo que más quiero: mi cuerpo. Si pudiésemos ser completamente vulnerables, en nosotros no habría división. Ser vulnerable, es encarar la vida sin ninguna clase de temor, es haber desecho la trama del tiempo. La división es la que está, cada día más, destruyendo nuestra existencia y el mundo. Esto es de lo más desalentador. Esto es como si en una casa viviesen varias personas haciéndose la contraria y siempre peleando. ¿Qué orden podría haber en las comidas, en los muebles, en el cuidado de las paredes y las puertas, en la limpieza e higiene? ¿Cómo podrán ayudarse en los momentos en que se necesiten? ¿Que podrán hacer de bien, si están completamente divididos y enfrentados unos de otros? Esto mismo es lo que sucede en el mundo en que vivimos. El mayor peligro, y a la vez la mayor ilusión, es el sentimiento de que somos algo aparte de los demás, el estar dividido.

10

La verdad, lo que es

Hay unas cuantas cuestiones que tenemos que investigar y que todas están relacionadas entre sí. ¿Qué es la muerte para la mayoría de nosotros? ¿Qué es el miedo, el temor? ¿Qué es el tiempo como ayer, hoy y mañana? Y, ¿qué es el vivir? Puede que nos desagrade el encararnos con estas preguntas, que tal vez Vd. tanto ha eludido y escamoteado, sin embargo, si uno quiere vivir totalmente tiene que adentrarse por donde otros lo consideran desagradable y molesto. De hecho, hemos elaborado toda una gama de valores que nos bloquean mentalmente con tal de no vernos cara a cara con la realidad tal y como es. La misma sociedad, al no interesarle que las personas lleguen a las raíces de los asuntos, promueve y enaltece los valores que disuaden y distraen. Todo en este mundo está unido invisiblemente entre sí; esta es la gran maravilla misteriosa a que nos tenemos que entregar, una vez que hayamos visto por nuestros propios ojos todo lo verdadero que hay en ello. Todos los problemas están relacionados entre sí, por grandes, espectaculares, extraños y novedosos que parezcan. Así que solucionando una tan solo de las cuestiones que nos afectan, podremos llegar a comprender todas las demás. ¿Qué es lo que llamamos vivir? ¿Qué es nuestra existencia diaria? ¿Qué sentido tiene la vida, sino sabes para qué sirve? ¿Hay algo qué sea diferente de este vivir, con su angustia y amargura en el que estamos atrapados? La vida, eso que puede ser agradable y gozoso o terriblemente desagradable y doloroso, no es ir a trabajar durante cuarenta o cincuenta años, envejecer y morir. ¿De qué nos sirve esforzarnos para ir a ganar dinero durante largas jornadas, si nuestra vida no tiene nada que sea digna de ser vivida? Uno sale del trabajo y cuando llega al hogar le espera todo un montón de situaciones que aún lo abatirán más. ¿Cómo nos repondremos; de qué manera encontraremos la armonía que tanto nos hace falta? ¿A dónde iremos para encontrar la paz y el sosiego interno?
La vida, que tanto intentan alargarla, sino tiene un sentido que le dé agradabilidad no vale la pena ser vivida. ¿Qué importancia tiene vivir cien o más años, si la vida es todo un sufrir, un no saber a dónde vamos porque otros nos guían? Vivir y luchar, no vale la pena. La lucha es el cimiento de la confusión que nos lleva al dolor. Sin la lucha la vida es esplendorosa y clara, limpia y silenciosa. Nosotros provocamos tanto ruido, que cuando llegamos a un momento de silencio nos da espanto. Nos hemos acostumbrado a pelear, a estirar de un cabo donde al otro extremo hay otro también estirando; sin esfuerzo nos encontramos enfermizos y nos ahogamos. ¿Hay alguna manera diferente, que no sea la contradicción, en la que podamos proveernos de la energía necesaria para poder encararnos a los retos diarios? La energía es infinita y toda esta energía la podemos utilizar siempre que no estemos divididos. Cuando esta energía no fluye con toda su capacidad, es porque hay un fragmento que provoca una perturbación y por lo tanto no existe la unión.
Sabe por qué teme a la muerte, porque no ama a la vida ni la entiende. Sin muerte, sin destrucción total, no puede haber vida. Los gusanos mueren para que se alimenten los pájaros y sus crías, los tigres matan para poder vivir, los hombres sacrificamos toda clase de animales para poder subsistir. O sea, la muerte es un escalón de la gran escalera que es la vida. ¿Qué sucedería si por miedo a la muerte no desapareciésemos de la faz de la tierra? Esto sería tan absurdo como pretender poner un elefante en una botella de agua cuya capacidad es de un litro. Sin muerte no hay vida. Por eso, la muerte tiene su encanto y su propia inteligencia. Lo más sorprendente al descubrir la necesidad de la muerte, es que ella es lo nuevo, lo que nunca jamás un hombre vivo ha visto. Cuando hablamos del temor a la muerte, realmente a lo que tenemos miedo es a dejar la casa, los muebles, los libros, las pertenencias íntimas; miedo a dejar a los que nos rodean y de los cuales dependemos. La muerte en sí no nos puede asustar, pues algo que no conocemos, que no sabemos lo que es, no tiene porqué ser motivo de perturbación.
El miedo es una ilusión, una forma de ignorancia. A más miedo va en aumento el deseo. Cuanto más deseo más confusión, más locura. ¿De qué tenemos miedo? Tenemos miedo de tantas cosas, que nuestra existencia es un continuo servicio para atender a los requerimientos de nuestros temores. Tenemos miedo al ridículo, a no ser nada, miedo a lo que nos pueda suceder, a perder el empleo o a no encontrarlo, miedo a algún cambio o crisis en los fundamentos donde se asienta la sociedad. Además, tenemos los miedos particulares, los que cada cual por su natural tendencia hace aparecer: hay quien tiene miedo a triunfar en algo, miedo a volver a recaer en una costumbre espantosa, miedo de encontrarse con alguien del pasado que pueda alterarnos, miedo a volver a caer enfermo. El miedo es no entender una situación en su totalidad. Cuando hemos visto algo, de una manera definitiva, que nos ha provocado una profunda crisis, se terminó ahí, en el mismo momento de la unión; todo ha quedado aniquilado, es como si hubiera muerto algo o alguien.
Es porque no queremos morir definitivamente, porque siempre quedan residuos de algo que nos ha sucedido. Morir es acabar con algo para siempre. Esto es lo maravilloso de la muerte: la rotundidad del fin de algo. Nosotros no queremos terminar con nada, por eso siempre estamos viviendo en el pasado, en lo viejo y conocido. Donde existe el pasado debe de haber división. Si no morimos a todo el grandioso peso del pasado, se tendrá que enfrentar con la realidad del ahora y del presente. Por eso nuestra existencia es tan amarga y angustiosa, porque siempre estamos luchando para transformar lo que es en lo que debería ser. Queremos acoplar el pasado al presente y eso es imposible. Un ejemplo: uno tiene setenta años y quiere intentar trasladar sus primeros veinte años, en los que tanta fuerza tenía, a su setentava situación. Ser un hombre de muchos años es algo maravilloso, como lo es tener unos pocos años. ¿Por qué tenemos que vivir hasta luchando con el tiempo, queriéndolo modificarlo a nuestro gusto?
Cuando vemos la vida como una totalidad de situaciones todas relacionadas estrechamente entre sí, es cuando llegamos a sentir la existencia de una manera plena y dichosa. Cada faceta de la vida es exactamente igual de importante que otra. De nada sirve que abracemos la religiosidad ritual y externa, para pretender ganar en espiritualidad; de nada sirve tampoco abocarse a la acción, yendo de un lado a otro sin parar, para intentar servir a los demás; lo mismo sucede con el encantarse con las cosas llamadas bellas, para tener sensibilidad. Todo está conectado; por lo tanto, todo mana, del interior de nuestro ser. Si todo lo que queremos que se manifieste externamente -orden, respetabilidad, hermosura, silencio- no mana de nuestro interior, de nada sirve todo lo que hagamos. ¿Qué importancia tiene el que le demos toda la autoridad a un solo hombre y al grupo que representa? ¿Qué importancia tiene el dar todo el énfasis e importancia a algo -ciencia, política, economía, teorías religiosas- si en realidad una cosa sin la otra es una ilusión? ¿Quién es más importante en un equipo de fútbol, el jugador que mete los goles o los restantes compañeros que le ayudan para que pueda seguir metiendo goles?
Que no se nos olvide que todos los días se mueren niños, mujeres y hombres de hambre. Esto quiere decir que no tienen lo suficiente para poder alimentar a su cuerpo. Esto es la realidad de nuestro mundo, tan tecnificado y planificado para las mentes de los guías, los salvadores, los líderes y los gobernantes. Un mundo que gasta millones de millones en aventuras espaciales, en caprichosos deportes; un mundo que tiene todo lo que necesita para poder ayudar -excedentes de alimentos que son destruidos, vehículos tierra, mar y aire, con capacidad de llegar donde haga falta-, se ha vuelto tan frío, egoísta e insensible que no vibra, no es capaz de sentir por la vida de unos hombres que están acorralados, por algo que podrían solucionar en un abrir y cerrar de ojos. Luego estos desafortunados hombres, que teniendo tanto no quieren ayudar a delicados niños ni a sus desesperados padres y abuelos, alzarán el grito al cielo cuando sus hijos se droguen por no poder soportar la realidad tan cruel que sus padres les han transmitido; llorarán y gritarán cuando sus hijos escupan contra ellos, cuando desemboquen en explosiones violentas, en explosiones obscenas y sucias.
No diga que no puede hacer nada porque esto es falso e incorrecto. Todos dicen lo mismo y por eso el mundo está tan desordenado. Además, a uno lo que hagan los otros, es algo que no nos tiene que importar demasiado. Sí que podemos ayudar a los hombres altamente necesitados de todo. Si tenemos dinero sobrante lo podemos transformar de diversas formas, para que llegue y pueda aliviar en lo posible toda la tortura y el terror de unos hombres abocados a la desesperación que causa el hambre. Si el dinero está ajustado a nuestras necesidades, también podemos ayudarles viviendo en la más limpia honestidad, que es una vida de austeridad sincera y necesaria. Lo que no debemos hacer es dejarlos en el olvido, como algo que está predestinado a vivir de esa manera. Descarte la rutina que le tiene atrapado, mire a su alrededor y verá como merece la pena vivir y que vivan todos sin el menor sufrimiento, no se sienta solo si ha visto la necesidad de ayudar a los que lo necesitan. En todas partes hay hombres que intentan ayudar a los que lo necesitan, son hombres solitarios que no viven solos ya que están unidos con todos los seres vivientes.
Mientras haya división entre “tú” y “yo”, entre “nosotros” y “ellos”, los hombres seguiremos destrozándonos. La división en nacionalidades, en bloques, en familias, en partidos políticos, en sistemas religiosos, es la que está originando tanto la guerra abierta, como la encubierta, entre las personas. Nuestro sistema de vivir es el enfrentamiento entre dos o varias personas, que pugnan por imponerse. Se empieza por las palabras y se termina por los hechos y el insondable dolor que esto conlleva. Para terminar con esta estúpida manera de vivir, con esta locura interminable, solamente hace falta que cuando aparezca la pugna sepamos renunciar.

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El estado mental de perfección

En el instante que aplicamos toda nuestra energía a algo, tenemos la fortuna de vivir en el más sencillo orden. Esta es la puerta para llegar a la dicha que todo lo transforma. La atención total, no es como muchos pretenden la fijación de la mente en una idea o un punto. Siempre que haya un centro habrá una periferia; surgiendo la dualidad. La mente y todo nuestro ser han de estar en una atención profunda, para poder transcender y dejar atrás todo lo que nos divide y nos separa. Enfocar así nuestra existencia no es una cosa que se pueda comprar; ni tampoco llegar a ello es cosa fácil. Hay muchos métodos que pretenden hacernos llegar a esa atención profunda, necesaria para sentir el gozo de la unidad, por medio de la concentración de la mente en un punto fijo, por la repetición de palabras, por medio de posturas corporales, por medio de la quietud corporal. Todo esto no nos interesa, no nos sirve, pues todo método nos embota la mente y nos hace que entremos en el ámbito del tiempo, para corregir eso que creemos nos dará lo necesario para hacernos felices. Todo lo que nos fragmente debemos descartarlo, aunque venga avalado por cualquier autoridad que diga que él sabe lo necesario al respecto.
Si pudiésemos tener siempre la actitud mental que tenemos cuando nos enamoramos de alguna persona, habríamos resuelto el problema de la existencia. En ese precioso y embriagador estado, todo gira, en un orden que nadie parece percibir. Es tal la unión que los problemas desaparecen y el cuerpo se regenera instantáneamente. ¿Cómo podemos acceder de una manera definitiva a ese estado en el que todo brilla y en el que el esfuerzo no tiene utilidad? ¿De qué manera llegaremos a ser todos, habiendo aniquilado el pequeño y mezquino “yo” que tanto nos divide y fragmenta? Porque si al cabo de un tiempo, corto o largo, nos volvemos a sentir separados, nos volveremos a enfrentar, eso quiere decir que era una ilusión. Lo negativo llama a lo negativo; aunque parezca que estemos en el sendero correcto si volvemos a lo negativo, es que es falso; y ya no nos sirve. Tenemos que tener una mente disciplinada, no en el sentido de rigidez y órdenes, que sea capaz de enseñarse ella misma. Enseñar es una palabra que significa abrir algo para que lo veamos. Nuestra mente tiene que mostrarnos todo lo que contiene e inquirir en todas direcciones; ella nos tiene que enseñar todo, como lo hace el dueño de la casa, cuando llega un invitado, que va abriendo las puertas.
El pensamiento puede que intente poner obstáculos para que no podamos observar todo lo que está delante de nosotros. El pensamiento verá la manera de que tengamos un enfrentamiento y así que vivamos en la confusión, que es lo que conoce y donde más seguro está. Si estamos despiertos nos será fácil renunciar y el pensamiento desparecerá. Estar despierto no es tarea fácil, ya que todo nos distrae haciendo de dormidera; las personas como estamos tan sucias, hemos inventado toda clase de distracciones con tal de no vernos como en realidad somos. Los dirigentes, los guías y los gobernantes, tampoco les interesa que estemos totalmente despiertos; así nos podrán manejar más cómodamente. El tiempo es su arma más eficaz. Nos dicen: “Siguiendo este camino, dentro de unos años, llegaremos a un nuevo orden que todo lo cambiará, pero es imprescindible que nos sigas y nos apoyes”. Transcurrido el tiempo previsto todo sigue igual.
El “yo” ha creado la ilusión de la existencia tal y como la conocemos: el chino y el americano, el hindú y el europeo, la derecha y la izquierda, el cuerpo y el espíritu, los polos opuestos. Y esta terrible dualidad, es la que nos está haciendo que nos enfrentemos y nos destruyamos. El que tiene mucho que defender: bienes, dinero, familia, está en contra de los que no tienen nada, pues, aunque los necesite le molestarán porque tarde o temprano tendrá que compartir algo. El que no tiene nada, ni dinero, ni rango, ni bienes, está contra del que tiene de todo, ya que quiere llegar a tener todo lo que tiene el rico y para conseguirlo tiene que haber un reajuste. Borrar toda esta dualidad no es sencillo, pero no es imposible. Tenemos que despertar del largo sueño que nos tiene atrapados y no nos deja descubrir todo el mar de falsedad en que se asienta nuestra vida. Tenemos que ver con todo el poder que nos da la percepción, que vivimos separados, divididos unos de otros. Y así es imposible que la existencia sea agradable y verdadera.
Tenemos la mente ocupada en cosas vulgares y superficiales, siempre estamos dando vueltas con los mismos problemas sin solucionarlos; por eso nuestro sistema de vivir se parece tanto a un rebaño de ganado. Actuamos movidos por algo exterior; siempre nos tienen que decir lo que tenemos que hacer, nunca nos paramos y nos preguntamos, ¿por qué tengo que hacer esto si no nace de mí mismo y no sé si es negativo o no? ¿Qué motivos tienen, los que siempre están dándome órdenes y bombardeándome con anuncios propagandísticos para que haga esto o aquello? Tenemos que desconfiar de todo lo establecido, pues todo su poder y capacidad está enfocado para poder proseguir, para sucederse y renovarse. Nosotros no queremos una renovación, queremos un cambio radical en la psique del hombre, que le transforme y lo haga nuevo. No se trata de una transformación externa y de moda, es algo interno que afectará a cada pensamiento y a cada acto de nuestra existencia. Dándonos una sensibilidad capaz de ver todo lo que antes se encontraba oculto. Entonces uno no necesita que nadie nos diga que hagamos esto o que hagamos aquello.
Esto es muy sencillo, sin tener que asistir a reuniones de estudio, uno ha estado caminando por una dirección durante toda su vida y encuentra a alguien que le dice: “Esa dirección es equivocada, no es la correcta”, y entonces uno se encamina por la dirección que ha sido descubierta. No lo acepte sin más, investíguelo y vea todo lo que hay en ello; si lo ve entonces ya es de Vd. y nadie se lo puede arrebatar. Esto es tan maravilloso como el volver a nacer, como si se curase de una terrible enfermedad, ya nada se verá de la misma manera que antes. Entonces uno tiene una luz que alumbra su vida y la de los demás. En ese estado la mente tiene una cualidad en la que no conoce la contradicción, la dualidad ni los polos opuestos, todo fluye en un armonioso sentido y dirección, todo fluye de la misma esencia y por lo tanto forma parte de la totalidad.
Los conflictos, como el “mío” y el “tuyo”, es algo que se resistirá, que desaparecerá y volverá aparecer. La crueldad es muy contagiosa y uno tiene que eludirla, siempre que se vea desbordado por ella. El deseo, aunque sea por algo que parezca digno y sagrado, siempre nos destruirá la armonía y la sensibilidad, dejando paso al desorden y la confusión. Relacionarse con los hombres sin que haya división es lo más difícil que hay. Este es el escollo que los hombres tenemos que encarar, si logramos deshacernos de él, ya nada, ni nadie, nos perturbará. La vida parece complicada cuando hay división, cuando la unión -que es amor- es nuestra forma de vida todo se vuelve fácil y llano. La división es egoísmo, es miedo, es ilusión, para poder seguir alimentando nuestra vieja manera de vivir, que no quiere salir del surco conocido del pasado.
La sociedad donde vivimos es competitiva y cruel, ensalza y promueve el esfuerzo, es tolerante con los hombres armados, es brutal y despiadada con los menos afortunados, se deja embaucar por sus gobernantes, y esto es otro obstáculo al que nos tenemos que encarar. Una sociedad que hace gala de su falso respeto y educación, nos provocará en muchas situaciones grandes dosis de ira; nos provocará la cólera, el enojo y la irritación. Pero hemos de estar muy atentos a todo cuanto ocurre fuera y dentro de nosotros, para descartar sin ningún esfuerzo todo lo que provoque y nos lleve a la división. La buena educación, los buenos modales, están bien en su debido momento y lugar, pero cuando se anteponen a la verdad no son de ninguna utilidad. Uno no tiene por qué hacer caso a sus padres y parientes, si decide no asistir a actos religiosos, aunque lleguen los lloriqueos. Uno tiene porqué obedecer ninguna regla, ni ley, ni orden, si van en contra de la verdad. Lo que más da vida, es la búsqueda de la verdad. Si uno va en busca de ella no perderá; aparecerán situaciones difíciles y complicadas, luego cuando se solucionen el éxtasis del amor nos invadirá y la verdad estará con nosotros.
Vivir con abundancia de amor, es no tener enemigos, ni contrincantes, es ver a todos los hombres como a uno mismo, con sus mismas contradicciones y dificultades para sobrevivir. Uno ni es más, ni tampoco es menos, que los demás, solamente tiene una atención constante e inquisitiva que nos hace que descartemos todo lo negativo. Llegar hasta aquí es vivir para la verdad; y sin ella uno se ahoga y se asfixia. La verdad lo reúne todo; la alegría y el sentido de la vida, el orden que llega con el amor. Vivir así es no conocer el esfuerzo que nos hace crueles. Estar atentos a todo cuanto ocurre, y ver la belleza de la mente que está observando, e ir descartando todo lo que nos divide es vivir para la verdad. Ver a todos los seres vivientes, y a todo lo material que nos rodea, que se rigen y están compuestos por las mismas leyes es vivir en la verdad.

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El “yo”, el nacimiento del conflicto

Cuando se empieza una relación con una persona, todo parece encajar y no aparecer ningún problema. Cuando, con el tiempo, empezamos a conocernos es cuando llegan los problemas. Cuando al fin estamos descubiertos, apareciendo sin ningún obstáculo el “yo”, es entonces cuando más conflictos sobrevienen. El conflicto es un desacuerdo interno provocado por algo externo. Hay otro conflicto que nace sin participación externa: un pensamiento se enfrenta a otro pensamiento. Un hombre que tenga conflictos, es algo incompleto y feo. Los conflictos empiezan cuando entre dos cada uno estira hacia sí, luego terminan o renunciando, o en un choque. Si renunciamos todo se termina ahí, si luchamos estamos sembrando el desorden y el dolor. El desorden es el que nos lleva a más desorden, a la amargura del conflicto, al círculo cerrado del vivir peleando y actuando egoístamente.
¿En verdad, qué necesitamos para sobrevivir? Tenemos comida, tenemos ropa, hay asilos gratuitos para los que no tienen a nadie. ¿Qué nos falta para vivir? En esta parte del mundo desarrollado, tenemos la fortuna de tener lo necesario para sobrevivir. Seguramente nos falta lo más importante: las ganas de levantarse por la mañana y asomarse a la luz suave de un nuevo día; nos falta el sentido de la vida. Para estar libres de conflictos, uno tiene que sentirse feliz; ser feliz con casi nada, es el mejor remedio para deshacernos del conflicto. Siempre somos el producto de la reacción. Donde hay reacción hay superficialidad y antagonismo. Cuando alguien me lástima psicológicamente, ¿por qué tengo que reaccionar contra el que pretende lastimarme internamente? ¿Por qué no puedo proseguir sin que quede ninguna herida interna, después de recibir un insulto?
Cuando he sido lastimado hay una parte, un fragmento, que no tiene armonía y que provoca una perturbación. ¿Por qué tenemos que vivir con imágenes? Esa imagen es el “yo”, que se manifiesta a través de: africanos, asiáticos, árabes; de los nacionalismos, de los distintos motivos para sobrevivir: uno quiere ser un buen pintor, un cirujano, un hombre inteligente, llegar hasta un sitio elevado. En el momento en que esa parte de nosotros, que es una de las muchas imágenes que tenemos, es puesta en entredicho es cuando surge la herida psicológica. ¿Por qué damos tanta importancia a lo que dicen los demás? Los demás también hablan desde una imagen que está fragmentada de la totalidad. Si alguien dice que los africanos son incultos y uno se considera africano, entonces empieza todo el proceso conflictivo: mi “yo”, que dice que soy africano y se identifica en el color de la piel, en la manera de vivir, en todo lo que va implícito en la palabra africano, ha sido lastimado y por lo tanto provocará una perturbación.
Vivir sin ninguna imagen es algo maravilloso y digno de ser vivido. La imagen es la que nos está dividiendo y destruyendo. Siempre que hay imagen como izquierda y derecha, como blancos y negros, como europeos y africanos, como buenos y malos, está presente la invención de algo que no es la realidad. Somos hombres y punto. Todos tenemos las mismas dificultades para afrontar la existencia. Aunque uno sea europeo y otro africano, los dos se las tienen que ver con el dolor, con la vejez, con el frío y el calor, con la enfermedad y la muerte. Y esto es lo que nos une, en que todos estamos constituidos por los mismos resortes, nadie se puede escapar. Es porque no entendemos, y por lo tanto no vemos la realidad, por lo que inventamos el “yo” con sus múltiples imágenes.
Si fuésemos capaces de ver todo el peligro que entrañan las imágenes, no tendríamos ninguna dificultad para deshacernos de ellas. Cada uno tiene una imagen de sí mismo y cada imagen está en contradicción con las otras, las de los demás. El resultado es el vivir en un continuo enfrentamiento. Incluso los afines, los de una misma tendencia política o religiosa, sufren el acoso de las imágenes producidas, por el ”yo”. Cuando uno vive sin imágenes ve por igual a un vagabundo como a un pontífice, un premio nobel como un analfabeto, un aristócrata como un sufrido trabajador. Las diferencias las hemos inventado nosotros, en realidad no hay ninguna diferencia que nos separe para gozar de una charla amena. Si hay alguna barrera que se anteponga entre dos personas, es falso, es una ilusión de la mente. Los hombres y todo lo que tiene vida, estamos conectados invisiblemente; los satélites espaciales y las sondas, transmiten información desde el espacio sin ningún cable que les una a la tierra. Esto quiere decir que todos estamos unidos y formamos parte de una grandiosa unidad, en la que todo tiene su sentido y su incalculable valor.
El miedo, al no entender la realidad, ha provocado el deseo de ponerse a salvo de lo que nos atemoriza. Cuando uno tiene miedo busca ayuda, se organiza, inventa alianzas, para sentirse protegido. Este es el origen de todo el caos: he inventado un sistema de vivir que a muchos no les agrada e incluso les molesta, como tengo miedo de sentirme solo voy en busca de ayuda e intento convencer para que adopten el mismo sistema, al cabo de un tiempo ya somos un grupo capaz de enfrentarse con cualquiera que se anteponga. Los que se anteponen, también tienen miedo y forman otro grupo para sentirse protegidos. El resultado es una confrontación entre dos que tienen miedo y no lo han sabido resolver. Hay un miedo que los hombres podemos hacer bien poco por él, no nos queda más remedio que entenderlo y verlo como parte de la realidad, verlo como un hecho necesario y preciso sin el cual la vida no sería, este miedo es a la muerte y lo que le precede, la vejez y la decrepitud. Hay otro miedo, por el cual los hombres sí que podemos hacer algo para deshacernos de él, que hemos inventado pensando que nos aliviaría nuestra existencia, hemos caído en la estupidez de la posesión de personas y de objetos materiales, que nos llevan a la esclavitud del miedo por perderlos; la solución para este grave problema es el desprendimiento, el desapego, la generosidad, la caridad, el respeto.
Un hombre caritativo y desapegado no tiene ninguna clase de miedo ni de temor. La caridad es la que aniquila, por medio del amor, al miedo. Ya que el amor da infinitas soluciones a los infinitos problemas que se nos presentan. Una vida asentada en el amor no conoce problemas, todo es un motivo de gozo y de pasión por vivir. Si el amor tiene problemas, es que no es auténtico y ha sido un invento del pensamiento. La caridad es la que nos auxilia del vivir en la agonía diaria. Los hombres damos mucha importancia a la existencia individualizada; todos queremos que se nos respete, todos queremos que se nos alimente bien y nos tengan bien cuidados, damos muchísima importancia a nuestro cuerpo, y de tanto pensar en uno mismo nos olvidamos de los demás. Actuamos como si los demás no sintiesen lo mismo que nosotros. Creemos en nuestro dolor, pero no en el del vecino, en el del compañero de trabajo, en el hombre que sufre la pobreza y el hambre en algún lugar. Esto demuestra que nuestra existencia está basada en el egoísmo.
Cuánta importancia damos a los grandes hombres de negocios, a los grandes mercaderes disfrazados de progresistas, a los hombres cuyo comportamiento está basado en la mentira, a los hombres que viven en la suciedad y en la brutalidad. Visto esto nada más podemos decir: qué pobre es nuestra existencia, qué vulgares somos los hombres, cuánta ignorancia disfrazada de sabiduría. Los hombres nos creemos tan avanzados y civilizados, que el mundo debería ser un paraíso; no es así, somos animales que se visten, que manejan cosas peligrosas, que son altamente egoístas, agresivos y violentos. El hombre para dejar de ser un animal, debe de desprenderse de la violencia que mata y de la tolerancia que hace aparecer los motivos para que ésta sea. Tenemos que llegar hasta el fondo de esta terrible cuestión de la violencia: si uno no quiere, no desea la violencia, no puede ni ejercitarla; si la provoca con su comportamiento, torpe y egoísta, tendrá tanta responsabilidad como el que le ha provocado la explosión violenta.
No juguemos con las palabras: o uno quiere ser violento, o no quiere y rechaza todo lo que se relacione ella. Nosotros no hacemos esto, por una parte, decimos que la violencia es algo terrible y cruel, que debemos desterrarla de nuestras vidas; y por otra parte vivimos en un mundo que se basa en la violencia, ya sea individual, ya sea generalizada o institucionalizada; es como un hombre desordenado y caótico que pretende poner orden y armonía. Todas las violencias son crueles y detestables, tanto la del desarmado e indefenso hombre que se enfrenta a algo, como la de los hombres armados que pretenden salvaguardar y defender algo. Si uno quiere que desaparezca la violencia, lo único que tiene que hacer es descartarla de su interior. Por mucho que hable de la paz, que se retire en un lugar tranquilo, si en su interior es egoísta no podrá hacer nada para que la violencia desaparezca. Los estados soberanos, no podrán llegar a la paz ya que están sustentados por grandes cantidades de hombres armados.
Si quisiéramos la paz de verdad, seguro que la obtendríamos. Es porque no la queremos, que vivimos en la violencia. Una vida que no tenga nada que ver con la violencia, estará alimentada por el renunciamiento y el respeto por todos. Ir en contra de algo trae malos resultados. Si los hombres que manejan armas para defender algo, fuesen limpios y honestos no las necesitarían. Es porque quieren imponer algo, que ellos creen que es lo correcto, por lo que basan sus sistemas de vivir en la violencia. Mientras el hombre no se desprenda de la violencia, aunque fume y juegue con la naturaleza, será igual que un mono. Incluso los animales que viven salvajes, nos llevan ventaja de que no destruyen la naturaleza. Nosotros nos hemos convertido en tan feroces que todo lo que nos molesta lo arrasamos, aunque sea lo que nos mantiene vivos.
Uno no puede vivir de las máquinas, ni tampoco del placer, los alimentos solamente salen de la naturaleza. Una máquina, por perfecta que sea, si no tiene la materia prima que está en la naturaleza, ¿qué puede hacer? Las máquinas enlatan los peces, la carne, las verduras, ¿qué utilidad tendrían sin los alimentos que salen de los ríos, los mares y las huertas? Es mucho lo que nos estamos jugando. El placer, que excita la mente, nos está llevando a que nuestra existencia sea cada vez más destructiva. Nuestra base está en la naturaleza, si la destruimos nos estamos destruyendo. Es por eso que el cambio tiene que ser radical, ahora, en este preciso instante, para que nuestra vida sea lo menos destructiva posible.

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La llegada de lo nuevo

Cuando nos hemos vaciado la mente de todo, es entonces cuando llega lo nuevo. Sin este vaciado todo lo que hagamos estará teñido del pasado y por tanto será viejo y conocido, repetitivo. El pensamiento quiere poner orden en el mundo. El pensamiento quiere poner orden en la vida de cada uno de nosotros. Pero el pensamiento sólo sirve para saber cómo me llamo, en qué lugar nací, dónde vivo habitualmente; en todo lo demás es un estorbo, un impedimento, una pesada carga que nos tiene aplastados y no nos deja avanzar. Sin embargo, el mundo está regido por el pensamiento. De ahí la gran confusión en que vivimos. Hemos avanzado extraordinariamente en el mundo de las ciencias: hemos inventado la rueda, hemos inventado las máquinas para que puedan volar los aviones, hemos descubierto las células y los átomos, tenemos toda clase de máquinas que nos dejan tiempo para el ocio, en medicina los cirujanos están logrando trasplantar algunos órganos, partes del cuerpo. Estos avances no han sido acompañados por un comportamiento moral.
Hemos avanzado en un sentido, en el material; en el espiritual estamos igual que hace miles y miles de años. Entonces uno se pregunta: ¿Qué sentido tiene una vida que está basada en el egoísmo y en el placer? Si no morimos al pasado -que es toda la herencia del animal-, no podremos abrir la puerta para que lo nuevo llegue. Lo viejo y conocido, que es la base del pensamiento, es lo que nos hace vivir en este mundo tan absurdo, tan poco humano y tan cruel. El animal no renuncia; y el hombre, mientras no se desprenda de la animalidad, tampoco renunciará. Es por eso, que siempre estamos viviendo en el mismo patrón de conducta. Somos egoístas e insensibles a lo que les pasa a los demás. Esto es un signo de ignorancia, ya que lo que uno hace lo hace así mismo también. No hemos visto que el observador es lo observado. Es decir, uno es el otro; y el otro es uno. Lo que quiere decir que todo es una unidad, que está estrechamente relacionada y conectada.
Los hombres no queremos cambiar, aunque estemos maltratados y oprimidos, aunque vivamos en un mar de desdicha y amargura. El pensamiento es todo este vivir que arrastramos desde tanto tiempo. El pensamiento tiene miedo de desprenderse del pasado, a lo nuevo, y es por eso que pone tantas resistencias. Pero debemos de saber que el pasado, al que da vida al pensamiento, es: el egoísmo, la violencia, la ansiedad, el esfuerzo, lo falso y mentiroso, el tiempo con el ayer el hoy y el mañana, la guerra y toda su brutalidad. Y todo esto que parece tan desagradable, y propio de un hombre perverso y demente, es lo que tenemos dentro de nosotros. Mientras no nos vaciemos la mente completamente del pensamiento, toda esta locura -que la vemos y parece como si no la viéramos- seguirá siendo nuestra manera cotidiana de vivir. No nos gusta que nos digan las verdades, porque vivimos en la mentira. ¿Si fuésemos limpios de verdad, tendríamos algún temor a la verdad?
Todos queremos vivir felices, la sociedad cada vez da pie a que el placer sea el que rija nuestras vidas. El placer es la vulgaridad del dominio, es el aplastamiento de la naturaleza por los sentidos, es el vivir como una fiera que solamente sabe llorar y alimentar a sus incesantes apetitos sensuales. Todo lo otro, la moral y la ética, es motivo de burla y sino el olvido por el silencioso destierro. Lo nuevo es visto como altamente perturbador y por lo tanto algo a lo que hay que eludir. Cierta vez uno tuvo la pierna escayolada, con toda la incomodidad que a primera vista se supone, durante unos noventa días, al final de ellos era tanto el hábito adquirido que el lógico deseo para desprenderse del rígido yeso había desaparecido. El pensamiento se aferra a la rutina, aunque ésta nos lleve a la ruina y a la destrucción. Es este apego al pasado, a lo rutinario, a lo viejo y conocido, a lo que tenemos que morir y deshacernos en el mismo instante en que aparezcan.
Estamos acostumbrados a que otros piensen por nosotros, somos perezosos y por eso estamos tan condicionados. Todo nos condiciona: el cuerpo, el clima, el dinero, los políticos y los dirigentes, las ideas de última moda, y nosotros lo aceptamos indolentemente. ¿Por qué en vez de huir de todo, entregándonos en manos de unos y de otros, no tenemos un contacto directo con lo que nos disgusta? La necesidad es la ley, porque el orden es lo vital y la realidad. ¿Por qué entonces cuándo tenemos la necesidad de desprendernos, y al mismo tiempo nos sentimos atrapados por algo, no llegamos hasta el final y al fin de acabar con eso definitivamente? Cuando uno ve algo claramente ya no tropieza con ello. Uno tiene que descubrir la trama que nos tiene atrapados y nos hace vivir una vida arrastrada y sin ningún sentido de belleza. Uno quiere llegar a los veinte años para ver qué sucede, tiene muchas incógnitas que no sabe cómo se solucionarán, cuando por fin llega esa edad y ve lo que son los veinte años, todo se desvanece, ya no hay nada que esperar puesto que ha habido un contacto directo con eso que nos perturbaba.
Uno debe de cuestionar todo lo que se dice, cuestionar la autoridad, los científicos, cuestionar su propio pensamiento e ideario, cuestionar toda clase de informaciones procedan de donde precedan. Sólo así tendremos una mente que será capaz de mirar en cualquier dirección con verdadera libertad. Lo que se dice, lo descrito, no es lo real. Lo real se escapa cuando uno quiere ver con una mente convencional y condicionada. Lo real es captado cuando uno ve todo el panorama de lo que es. Aunque se empeñen en esconderlo y camuflarlo, lo real, si la mente tiene la capacidad de percepción, aparecerá tan claro como su propio cuerpo. La verdad es lo nuevo. La mentira y el engaño, lo sucio y tendencioso, es lo viejo y que se repite a través de los tiempos lejanos.
Si hay un leve sentimiento de miedo lo nuevo no aparecerá. Lo nuevo, al ser lo desconocido, provoca en nosotros toda clase de reticencias. Lo nuevo es ir más allá de las palabras y los hechos, por eso nos causa tanto temor. Queremos saber el resultado de todo antes de suceder. El pensamiento es especialmente temeroso a todo lo que se escape a su control. Cuando iniciamos un largo viaje en coche, no nos preocupamos dónde pondremos gasolina, sabemos que hay gasolineras por ahí en muchos sitios. No hacemos lo mismo con nuestra vida: queremos tener la seguridad de cada paso que damos, no pensamos que si actuamos adecuadamente el orden -que siempre existe- nos mantendrá dándonos lo que necesitamos. Lo nuevo llega cuando hay sitio para él. Si la mente está ocupada por el pensamiento, lo nuevo no aparecerá. Haga ejercicios de concentración, rituales religiosos, enciérrese en un monasterio de montaña, adopte el último grito en la manera de vivir, si su mente no se ha vaciado completamente lo nuevo será otra ilusión.

Hay algunos que han visto el desorden existente, la confusión que está en cada uno de nosotros, y adoptan un estilo de vida contrario al establecido, tornándose cínicos, depresivos y violentos. Esto no nos interesa, ya que aquí no hay nada nuevo. Este comportamiento es meramente una reacción. Nosotros no queremos una reacción, algo temporal y pasajero. Nosotros queremos la solución a todos los problemas que están irresueltos. No sabemos que surgirá después de cada solución, pero esto es la señal de que estamos actuando en armonía y sensibilidad. No queremos enfocar los problemas erróneamente, no queremos huir de la realidad; queremos que lo que es, se manifieste en toda su plenitud. Si logramos resolver completamente un problema, habremos resuelto a la vez todos los demás. No lo acepte, investíguelo y vea que hay en ello de verdad, si se acostumbra a seguir a otro estará perdido. El discípulo destruye al maestro; y el maestro destruye al discípulo.
Creer que uno va arreglar todo lo que hay deteriorado en el mundo, es ridículo. Creer que uno no puede hacer nada, es una forma de ignorancia. El no hacer nada y dedicarse al placer mundano, es tolerancia y complicidad con todo lo que provoca el dolor y el sufrimiento que los hombres padecemos. Podemos hacer poca cosa, ya que nuestras vidas no tienen orden; pero si tuviéramos un destello de la verdad, entonces lo que haríamos sería el orden. Uno no sabe lo que es el orden, pero sí lo que es la confusión y el caos. Descartando el desorden llega el orden. Ver la confusión allá donde esté, es vivir en el orden. Ver la confusión y no hacer nada al respecto, es vivir como una máquina robotizada.
Desde siempre los hombres hemos intentado dar solución a eso que llamamos dolor. El pensamiento ha inventado inverosímiles teorías para justificarlo o huir de él. Hemos inventado el cielo y el infierno, hemos inventado a dios, hemos inventado la teoría de la reencarnación, pero el dolor persiste en nosotros, Lo que más caracteriza al dolor es que altera la mente de los hombres. Donde hay dolor no hay amor. Donde hay dolor no hay sensibilidad. La vida es dolor. La vida es destrucción, amor y construcción. Pero el dolor puede desaparecer, cesar definitivamente,
Uno ve que todo es dolor. Entonces la vida de uno está inmersa en el dolor. ¿Qué haremos para deshacernos del dolor? Primero que nada, no tenemos que huir, debemos permanecer con todos los dolores; porque en la huida también hay dolor. Y cuando hemos visto, desde todos los ángulos, que el dolor es la cosa más natural del hombre y que no se le puede arrancar de encima como un pelo, entonces el dolor ya no es visto como una molestia, sino como algo que es indescriptible y a la vez maravilloso. Mientras haya vida, ha de haber dolor. Si hay dolor es que estoy vivo. Un ejemplo lo aclarará más: imagínese que está encerrado en una prisión -en realidad el mundo es una gran prisión- y que no le agrada estar allí, si se desespera y se rebela contra su situación será peor, ya que esto forma parte del huir y en ello hay más desagradabilidad; si por el contrario intenta disfrutar del lugar, haciendo algo para que su vida tenga un sentido, como el ayudar al que lo necesite, entonces la prisión se desvanecerá y será un lugar como otro, con sus problemas y sus alegrías. No es que la prisión haya desaparecido, la prisión permanecerá ahí, seguirá existiendo, pero ya no nos disgustará

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El pensamiento, lo viejo y repetitivo

Los hombres vivimos programados, como cualquier insensible máquina, para hacer unas determinadas cosas. Uno nace, crece, va a la escuela, si tiene dinero puede que vaya a la universidad, trabaja largas jornadas, se casa y tiene hijos, envejece y perece. Esto es la manera de actuar condicionada; además de los conflictos familiares, el divorcio, el deseo de ser algo importante en alguna cosa, el sexo, los problemas sociales. Y uno se pregunta si podemos salir de toda esa vulgaridad. No es que uno esté en contra del casamiento, de los hijos, del divorcio, sino que tenemos que ver todo lo que va implícito en ello. Cada cosa que hacemos o inventamos, nos hunde más en la desesperación. Uno tampoco está contra la asistencia a la universidad, lo que tenemos que ver es que para ser un hombre completo no es necesario estudios superiores.
El mañana, el futuro, será lo que somos ahora. Si somos perezosos, tolerantes, si somos inflexibles y violentos, la sociedad del futuro, nuestros hijos, también lo serán No hay que darle más vueltas: uno recoge lo que ha sembrado. El mundo cada vez está más poblado, cada vez hay menos árboles, menos lugares que tengan esa perfecta armonía, entonces por qué tanta prisa y tanta ansiedad por concebir hijos. Cada vez la sociedad está más sofisticada, hay más problemas, hay más inseguridad, hay delincuencia, hay drogas, está el sexo que hacen que todo lo arrolle. ¿Por qué tiene uno que vivir en la aglomeración y en el montón de las ciudades? No es que uno tenga que huir a alguna aldea o al campo, lo que intentamos investigar es la raíz de la confusión, si uno se encuentra feliz y encajado en una gran ciudad no tiene por qué ir a otro lugar. Pero si le agobia la multitud, el estruendoso ruido, si necesita aire puro, ¿qué es lo que impide el ir a otro lugar donde se sentirá más unido con todo y por tanto más sensible y gozoso?
Lo queremos todo y eso no puede ser. Queremos ser sencillos y humildes, pero nos gusta la ropa cara, nos gustan los equipos musicales que acaban de salir al mercado, nos gustan los chalets, nos gusta hacer viajes costosos, nos gusta tener toda clase de experiencias que nos complican aún más nuestras existencias. Uno tiene que saber qué es lo que quiere y hasta dónde puede llegar. Si uno pretende llevar una vida sencilla y humilde, debe de renunciar a todo lo que nos hace fríos e insensibles. Decir algo y luego hacer todo lo contrario, trae malos resultados. A veces hay necesidades sorprendentes que nos abocan a hacer algo que no queremos, uno tiene que estar constantemente atento y descartar lo que no queríamos hacer. Cada uno de nosotros si quisiéramos tendríamos todo el poder en nuestras manos. Pero la división, el miedo, el egoísmo, nos hacen rebajar a lo que somos: muy poca cosa.
Una mente ansiosa de experiencias es una mente inmadura. El consumo de experiencias es una huida de algo que nos espanta, de algo que nos da pesadumbre; este algo es el presente, que está escudriñando en el pasado y el futuro, y como todo lo que ve es tan abrumador decide buscar un escape abocándose a toda clase de experiencias. De ahí la importancia que le han dado al sexo, a las drogas -blandas y duras-, a toda clase de distracciones que nos hacen que nos olvidemos por unos instantes de todo lo que no soportamos. Mientras no terminemos con el factor tiempo, como el pasado, el presente y el futuro, no podremos vivir adecuadamente. Siempre estamos arrastrando algo que no tiene ninguna utilidad. El pasado y todas las estupideces que hemos hecho está ya muerto, el presente buscando en el futuro algo que nos alivie en una ilusión. Lo que importa es el ahora. Si lo observamos detenida y profundamente, nos daremos cuenta que el tiempo no existe en absoluto. Existe el tiempo cronológico, como las semanas y los meses, como el decir: comeremos a tal o cual hora. El tiempo es un invento del pensamiento para perpetuarse.
Descartar el tiempo implica descartar todo lo falso que tenemos. En el ahora no hay nada que nos perturbe, simplemente existe una expectación constante por todo lo que va sucediendo. El ahora mismo actúa como una llama que va quemando todo lo que sucede sin quedar ningún rastro de ello. El factor tiempo es algo que tenemos que descartar, si queremos vivir en lo nuevo.
El suicidio es algo que no cabe dentro de una mente que quiere hacer el bien a los demás. Si uno quiere respetar todo lo que sea la vida, ha de empezar por la suya propia. Cuando uno quiere a los hombres y los ama con todo su ser, no quiere proporcionarles ningún disgusto ni dolor. El egoísmo, la huida de algo, no da la felicidad a los hombres, al contrario, los hunde más en el abismo del dolor. Una mente que ama a los hombres no tiene problemas; porque los problemas son la misma esencia de los hombres. Hombres y problemas son la misma cosa, es algo indivisible. Es como si uno ama a las flores, pero no a su olor, esto no puede ser porque la flor y su olor son inseparables. Los problemas son otra ilusión del pensamiento; los problemas es la realidad, lo que es, lo que siempre ha sido. Cuando el pensamiento no sabe vérselas con lo que es inventa lo que debería ser. Como no sabemos vivir con los problemas, que es la realidad, inventamos una vía sin problemas, que es lo que debería ser. Todo nace, crece y perece en nuestra mente; en realidad todo es una ilusión. Hay algo que aun siendo una ilusión, como es el dolor de los hombres, debemos de intentar que desaparezca de todos nosotros.