Ha estado dos días y medio lloviendo. El primer día sin parar ni de noche ni de día. Y refresco la primavera. Pero, después de eso, nevó y entonces ha vuelto el invierno, con su frío, que la luz no lo puede anular. Es un frío traicionero, porque todo está señalizado para que haga un poco de calor: días largos, claros, y el sol poderoso y ardiente.
Los gorriones, ante el frío, iban desesperados en busca de comida, que en la oscuridad de la madrugada, negra, ya buscaban y comían. A mediodía un petirrojo se atrevió ante un claro, sin salir el sol, a cantar ininterrumpidamente un largo tiempo. Sólo se oía a él, ningún otro pájaro cantaba, como si no existiera nade más.
Las personas ante la sacudida, con ropa veraniega, han vuelto a sacar los chaquetones, ropas de abrigo, bufandas y pañuelos al cuello. Hoy parece que ya está derritiéndose la nieve y el viento del norte y noreste, está desapareciendo, pasando a las brisas del sur este, desde el norte de África. La dirección del viento es determinante, pues al sur –a unos cuatrocientos kilómetros- está la costa africana y al norte a otros cuatrocientos kilómetros están las montañas y las nieves del Pirineo, y más allá los Alpes siempre con nieve.
Hoy es el día festivo que se dedica a la reivindicación mundialmente de la dignidad en el trabajo. Donde en las grandes ciudades se manifiestan, con banderas, carteles burlones, pancartas con lemas acusatorios sobre los perjuicios que sufren los trabajadores. Éstos ya no saben qué decir y qué hacer para que el tono optimista y reivindicativo no decaiga. En la actualidad, parece que cada día esa liturgia de la manifestación, en este día, va decayendo. Pues, todos los trabajadores comen, todos tienen casa, pueden viajar –con su coche u otro medio-, pueden ir de fiesta, etc., por lo que la mayoría aprovechan el día festivo para salir de las ciudades a otros sitios.
Los muy pobres y miserables, que hay a miles, estos no se manifiestan ni quieren. Pues, ya no confían con nadie, viven a la deriva y no les importa hasta que el día que les toque se mueran. Desde hace un tiempo, hay muchos que recogen colillas del suelo. Unos tienen vergüenza y empiezan aún de noche, en la madrugada, cuando nadie les ve. Pero, siempre miran cuando van a agacharse por si alguien se acerca y esperan a que pase. Los que las recogen a pleno día, a esas personas no les importa si les miran o no, trozo de cigarrillo, grande o pequeño que ven, lo recogen con toda naturalidad y atención. Van sucios, despeinados, sin compostura en su ropa, son jóvenes de cuerpo fuerte y grande, que se han quedado fuera de lo que antes les hacía seguir: el trabajo diario, que les exigía un horario, una higiene, una compostura, pero tenían un sueldo con dinero suficiente para no sucumbir a la deriva de la miseria
La miseria, no es solamente no tener casa ni ropa ni comida, lo que degrada es que eres completamente diferente de los demás, pero en sus aspectos más negativos, pues todos te rechazan, ya sean los policías, los vecinos que van por la calle, porque les ven sin rumbo, como si estuvieran más allá del bien y del mal. Y de hecho muchos de ellos están, pues la necesidad hace ver a la ley como si fuera algo que no va con ellos. Y de esa manera, la puerta está abierta a todo lo peor. Y eso es la degradación de la miseria, nos solamente física, sino moral, social, humana.