1. Para Agustina Sirgo Rodríguez, doctora en Psicología, psicóloga clínica y psicooncóloga en el Hospital San Joan de Reus.
He leído tu escrito-columna, ‘El cuidador ‘quemado’’, en el diario…, 28/4/2013.
El acto de cuidar, es en sí un compromiso con uno mismo y con el que cuidamos. Cuidar es lo más característico, junto con la violencia, de los hombres. Cuando uno cuida a otro, a los hijos, al esposo, al amigo, etc., todo lo que hace va encaminado para a esos que uno ha establecido cuidarlos. Esto es bastante fácil, si lo comparamos con cuidar un enfermo, alguien que está impedido y necesitado.
Cuando uno se dedica a cuidar a los enfermos, es una decisión propia, seria, delicada. Todos no lo pueden hacer, pues se necesita un gran sentido del renunciamiento, ser serios y respetuosos con la persona que está cuidando. Lo que antes hacían los parientes y vecinos a la hora de cuidar un enfermo, ahora se ha pasado a profesionalizar ese trabajo, al llevar a los enfermos al hospital. Allí el enfermo es el protagonista número uno, el principal, donde recibe todos los cuidados, que están al alcance para él. Ahí no es solo un cuidador el que cuida, sino son varios los cuidadores, que van rotando según convenga al orden interno del hospital.
El enfermo, para una la persona que lo cuida, si es sensible, compasiva, es como un imán, una aspiradora, que uno lleva consigo, siempre pendiente de él. Y esta situación, de afecto y atención, de entrega –sin ser consciente de esa entrega-, puede llegar al extremo de agotar a cuidador. El cuidador, ha de ser como un fraile o una monja, en sus aspectos positivos –no tener deseo ni necesidad de ir a divertirse, a cenar, al bar, a la discoteca, de viaje, etc.-. Pues, esos deseos de diversión van a mediatizar todo su comportamiento, generándole estrés y ansiedad al pensar que se tiene que ir y no querer ningún impedimento para hacerlo. Y cuando vuelve, está demasiado distanciado de la persona que está cuidando, del enfermo..
Por eso, un cuidador que no tenga atención, sumo cuidado, con el que está cuidando, ha de hacer lo necesario para dejar ese trabajo a otro más adecuado, para que lo haga. Porque, entonces el enfermo, si tiene un cuidador desatento, además del sufrimiento de la enfermedad, tiene el sufrimiento de su impedimento y su dependencia.
2. El intento de controlar al sexo mediante normas, estigmatizándolo, reprimiéndolo, diciendo que es pecado, etc., fue debido a que las personas -como hacen ahora- lo usaban de una manera inadecuad. Haciendo de él una fuente de placer, por lo que todo giraba para conseguir ese placer. Pero, la paradoja es que el placer del sexo también se gasta, no da realmente la satisfacción plena de un verdadero placer. Que es el que no se repite, el que nace y muere a cada instante, donde la mente no puede manejarlo ni mancillarlo de ninguna manera, pues ella ni nada lo puede tocar.
3. El amor engloba al sexo, está más allá de él y de todo lo que podamos o no podamos decir. Pues, el sexo como todo lo que tocamos los hombres -como somos corruptos, al tener miedo y vivir divididos-, lo mancillamos, lo estropeamos. Por lo que el problema no está en el sexo, sino en lo que somos realmente dentro de nosotros. Si internamente tenemos orden, el sexo reflejará ese orden.
4. ¿Por qué le damos tanta importancia al sexo, si en realidad es otra actividad natural más en la vida de todo ser viviente? El sexo es la vida misma. Pues la vida sin sexo no podría ser tal y como es ahora. Pero como todo en la vida, si nos quedamos en un fragmento de la totalidad de la vida, nos dividimos y fragmentamos de esa totalidad, de la realidad que es toda la vida formando una unidad.
5. Ese sabio que le dijo a una esposa, recién casada, que tuviera diez hijos, me temo que no era muy sabio. Pues, el sabio quiere que todos lo sean. Y el sabio se tiene que serenar, tiene que tener su tiempo de soledad, de indagación, tiene que ir y venir cunado sea preciso, y con los hijos, las tareas y obligaciones familiares, el tiempo que tiene todo va a ser para ellos. Pero, puede también ser sabio un padre de familia, cumplidor y abnegado.
6. El Tantra yoga, es lo que más hace conocer el sexo, pues hace que se pueda practicar al no eyacular durante mucho tiempo. Pero, por eso que se conoce tanto el sexo -como todo en la vida- sabe que también tiene su peligro: agarrarse y aferrarse a él, quedándose colgado como un drogadicto a la droga.
7. Tienes razón, Patricia. El amor y la mente -las normas de rechazo o la aprobación de algo o alguien para amarlo- no pueden ir juntos. Por eso, el amor es parecido al comportamiento de un loco. Porque, se ha ido más allá de toda idea o teoría, de toda palabra afirmativa o negativa, que pueda condicionar a es amor. Y por eso, el amor siempre es libre, la libertad absoluta.
8. Cuando uno está ante el abismo, entonces si es afortunado es cuando se da cuenta que es la realidad. Realidad, que no son sólo palabras, conceptos, ideas y teorías. Entonces, uno es con la vida y el mundo, que le cuentan todo el secreto para que pueda ver la verdad y nada más que la verdad.
9. De la misma manera que la física y la química, tiene su lógica implacable, también la psicología la tiene. Por tanto, los tontos han de responder como tontos, pues sino no lo serían. Pero, hay que tener en cuenta que los no tontos, son menos tontos que los tontos. Los sabios, los que saben, los maestros, son a costa de los que no lo son, de los que no saben nada.
10. Los sabios, los que saben, los maestros, son a costa de los que no lo son, de los que saben menos que ellos. Creo, Drona, que ahora queda mejor, más claro y real. Por eso, sólo sé que no se nada. Solamente un poquito para no ir tropezando con todo lo que tengo a mi alrededor, con mi cuerpo.
11. El verdadero problema es quién educará al educador. Pues, nadie nace enseñado, educado, para saber lo que tiene que hacer para darse cuenta de que está fuertemente condicionado. Y a la mayoría, no les interesa que uno sea instruido para liberarse de su condicionamiento. Pues, eso va contra sus intereses, contra sus vidas burguesas, corruptas e inmorales.