Torni Segarra

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Cuando nos olvidamos quiénes somos , es cuando realmente somos. ¿Qué es lo que somos sino un montón de recuerdos, que conforman la memoria, que dan vida al ego, al ‘yo’? O sea, eso que somos –peruanos, bolivianos, rusos, europeos, asiáticos o africanos, mujer u hombre- es un invento de la mente, que inventa todo lo que ha inventado porque tiene miedo de no ser nada. Pero cuando morimos a todo eso, al nombre y al apellido, a mis propiedades, el ordenador, los muebles, la ropa, ¿no somos en realidad la esencia de lo que somos? Nosotros no somos nada, y en esa nada es cuando se manifiesta lo sagrado, la libertad.
 
¿No es un error pedir algo a cambio por amor? Si pedimos algo, ya sabemos lo que queremos, cuando el amor es lo desconocido, lo que está más allá de todo, más allá de las palabras y las ideas. El amor y su pureza, llegan, porque la mente no opera, solamente existe el vacío y la nada, que es desde donde nace todo. ¿No han notado que cuando se vacían de todo lo que son, de sus miedos y deseos, de sus prisas, planes y proyectos, lo ligeros, lo frescos –cool- que son? Entonces, todo funciona sin nuestra intervención, todo llega y se va, o se queda.
 
¿Puede lo verdadero, lo sagrado, la realidad de cómo funciona la vida, quedarse solamente en una única persona? Así no es cómo funciona la vida, ¿verdad? Porque la vida, para que funcione adecuadamente, ha de haber libertad total y absoluta en todas direcciones. ¿Por qué tenemos miedo a la libertad, a vivir libres? Es a causa de nuestro condicionamiento, que es el miedo, que cree que habiendo libertad, todo lo perderé y no podré sobrevivir. Pero para el que es para la vida, ésta se encarga de proveernos de lo necesario para que podamos vivir.
 
¿No han notado que cuándo más miedo tienen, cuándo más temerosos estamos, más nombramos a los dioses, clamamos y entregamos a ellos? Pero curiosamente, cuando todo funciona bien, nos olvidamos de ellos. Esto es así, porque los dioses son un invento, algo que nos divide de la realidad, y con ese invento llegan el miedo y el temor. Pero cuando dejamos de estar divididos, es cuando realmente tenemos orden interno, que somos lo más sagrado y sublime, donde el miedo y el temor no pueden ser. Y sin temor ni miedo, ¿cómo podríamos haber inventado a los dioses?
 
Para que el corazón funcione adecuadamente, hemos de estar más allá del conflicto interno entre lo que yo quiero y lo que es, la realidad. Pues si hay conflicto, que es el resultado de la división, todo es fealdad, enfrentamientos, contienda. Así que, cuando el conflicto. la división, interno llega a su fin, también llega a su fin el corazón y todos sus requerimientos, lamentos y emociones, deseos inacabables. Pues entonces, la ausencia de conflicto, hace que la inteligencia opere generando orden, armonía, felicidad, amor.
 
Hay que ver lo contentos que están a la hora de bombardear y asesinar a las personas inocentes, como hacen esos que quieren combatir y castigar. Pero la lección que les dan es: ‘Haz lo que yo te digo, pero no hagas lo que yo hago, si no te haré la guerra, te bombardearé.’ Sin importarles que esos bombardeos, vayan a generar tal odio que por generaciones no los van a olvidar. Pero los hombres disfrutamos, sentimos más placer en la guerra, que viviendo en paz.
Lo que quiere decir, que estamos neuróticos, vivimos amargados, tanto como para volvernos asesinos insensibles e indiferentes al dolor de nuestras actitudes violentas y crueles. Creer que diciendo que vamos a ayudar a otro, para usarlo como una coartada y justificación, no nos exime de las actitudes violentas, crueles, asesinas.
 
Cuando alguien renuncia a algo que no puede llevar adelante, entonces ahí aparece el orden. Creer que uno puede solucionar todos los problemas, es un acto de soberbia, de egoísmo, de brutalidad, pues si no podemos, no podemos. Todas las cosas, entre ellas las personas –los hijos, la pareja, los vecinos-, tienen la necesidad de  delicadeza, cuidado, esmero, para no hacerles daño. Entonces, si no podemos hacer algo, ya sea convivir con alguien, realizar un trabajo, ¿cómo vamos a poder tener ese cuidado y esmero con las personas, si estaremos amargados, en conflicto, rabiosos?
Lo más importante es el orden, pues sin orden somos máquinas de hacer daño. La vida tiene tal poder, que cuando uno cede, renuncia a algo, porque eso que deja le genera conflicto, nos da lo necesario para que nuestras vidas puedan funcionar.
 
Todos los problemas que tenemos son a causa de la división interna. División quiere decir que no hay armonía, que hay fricción, entre nosotros y lo que vemos, observamos a fuera. Esa división interna, es la que dice: esto me gusta o no me gusta cuando se encara con la realidad, que son los retos de la vida –estar solteros o casados, tener hijos o no-, y esa elección es la que causa el conflicto entre lo que es, la realidad, y lo que me gustaría que fuera, otra realidad que me gusta más.
¿Por qué es que elegimos sabiendo que en la elección no hay libertad sino conflicto? Uno no puede elegir el lugar donde nace, ni puede elegir el color de su piel, ni su sexo, ni su capacidad física, ¿verdad? Porque de lo contrario entraríamos en conflicto con esa realidad de lo que somos. Pero si lo vemos todo claro en un único instante –que es ahora-, entonces la libertad y su belleza, están ahí, en nosotros.
 
¿Dónde hay esfuerzo puede haber amor? ¿El esfuerzo no nos hace brutales y crueles? La vida es destruición, amor y construcción.
 
Para estar libre de lo material, lo físico, hay que ir más allá de las palabras y los conceptos, ya sean de viejo o joven, de guapo o feo, de bonito o no. La realidad es como es, y eso no se puede cambiar. Y si es que llegamos hasta ahí, comprenderemos la realidad, es cunado podemos ir más allá de todo lo que somos.
 
Perdonar, el perdón, es como un decorado que ponemos. ¿Por qué hemos de perdonar a alguien algo que ha hecho? Lo que se ha hecho, lo que se hizo, eso ya está muerto, no sirve para nada. El perdón sería como una reclamación, por el que ha sufrido algún daño. O una excusa por el que ha hecho algún daño. Aunque la exigencia de que nos pidan perdón, es un acto de crueldad, porque puede que forcemos al que no puede darlo.
Existe el dilema si perdonamos o no a alguien que nos causa daño. Primero, eso es cosa de cada cual. Si no perdonamos vamos a perder a alguien, pero sí lo perdonamos corremos el riesgo de que se repita ese mismo daño que nos ha infringido. ¿Puede la vida ser vivida sin recibir algún daño?