Torni Segarra

Seleccionar página

 

1. Cada cual es como es. Si pretendemos cambiar a los otros, forzándolos, obligándolos, haciéndoles daño, ¿podrá ahí florecer el amor? ¿O el amor es libertad para vivir de la manera que queramos y podamos, hasta que comprendamos por nosotros mismos qué es lo que hacemos, cómo vivimos, descubriendo lo falso y negativo?

Es de esa manera que pueda llegar el orden, que es la ausencia de problemas internos como decir: ‘Yo soy el culpable de todo.’ O decir: ‘Tú eres el culpable de todo lo malo que nos sucede.’ Ya que todos tenemos nuestra participación, siendo responsables, en de todo lo que nos sucede.

 

2. Si no tuviéramos golpes y tropezones, ¿nos podemos imaginar lo que haríamos con esta maravillosa tierra que es nuestra casa? Si la vida no nos hiciera frenar, desistir, renunciar, si no nos agotáramos, la vida en la tierra como la conocemos no podría ser, lo hubiéramos arrasado y destruido todo.

Y eso mismo pasa también entre nosotros, que sin la conciencia y la percepción de que estamos actuando indebidamente, no podríamos estar aquí, pues nos hubiéramos matado unos a otros. Así que para que la vida sea en toda su plenitud, lo sagrado, para que tenga su excelencia, el error, el tropezar, el golpearnos con la pared, es preciso.

 

3. El ego, el ‘yo’, todos lo llevamos a cuestas, ya que es el pensamiento psicológico que dice: ‘Yo soy mujer, hombre, negro o blanco, cristiano o musulmán, comunista, socialista, capitalista.’ Y eso es una realidad. Pero cuando vemos que todas esas identificaciones nos llevan a la miseria y amargura de los enfrentamientos, disputas, conflictos, es cuando el ‘yo’, cesa y desaparece.

Solamente hemos de ver el peligro real y verdadero que es el ‘yo’. Peligro ya que es capaz de ser cruel y violento, capaz de generar y provocar una terrible y atroz guerra. ¿Verdad que cuando vemos un peligro ante nosotros en el que nos va la vida –asomarse por la ventana de un apartamento que está en todo lo alto de un edificio-, retrocedemos, descartamos racialmente ese peligro?

Así que en el ver, hay una acción que es actuar al mismo tiempo que percibimos realmente eso que vemos, en el ahora, en el instante que sucede esa visión de lo que es, de lo que está sucediendo, del peligro. Para ello hay que estar completamente atentos a todo lo que sucede, a lo que hacemos, a todo lo que es la vida y cómo la vivimos. Pues sin esta atención, habrá desorden, confusión, sin poder ser conscientes ni percibir la realidad de lo que está sucediendo, ya sea el peligro o cualquier otra cosa que suceda.

 

4. ¡Pero, Yuliana, si los tacones son, entre otras cosas, para excitar y seducir a esos que dices que son imbéciles, a los estúpidos!

 

5. Hoy no se critica más que antes, en el pasado, lo que sucede es que ahora hay más maneras de hacerlo que antes no había: abundantes revistas y periódicos, infinidad de emisoras de radio y televisión, millones de cámaras manuales y de fotografiar, para grabar y hacer fotos, que las pueden usar cualquiera, los móviles, Internet, etc., todo ello por todo el mundo.

Los seres humanos siempre somos y hacemos lo mismo, lo que cambia es la manera cómo lo hacemos.

 

6. Hay cosas que hacemos que no las podemos decir ni divulgar, pues harían daño a los otros y nos harían daño a nosotros. Pues todos no pueden comprender a los demás, no pueden comprender la situación y las circunstancias que nos obligó a hacer lo que hicimos.

 

7. Sigue y prosigue el genocidio contra los árabes en Palestina. Los que fueron víctimas de la barbarie nazi, sus hijos, descendientes, parientes, amigos, etc., ahora hacen lo mismo que les hicieron a ellos: intentar destruirlos, eliminarlos, robarles todo lo que aún les queda: tierra, casas, cultura, religión, sus vidas.

 

8. El confort, la neutralidad, son dinámicas, siempre se están moviendo como la misma realidad. De manera que el confort, la experiencia de comodidad y tibieza, también se mueven y desaparecen. Ahora el reto, es no perder el confort ni la tibieza, ni la neutralidad integradora, no perder la lucidez ni la comprensión de lo que está sucediendo.

 

9. Si sabemos elegir entre los males el menor, también sabremos sacar todo el bien que puedan contener. Ya que el mal y el bien son las dos caras de la misma moneda, están relacionados entre sí, pues para que uno sea ha de existir el otro. El mal y el bien se descubren con el contrastar, cuando contrastamos un acto con su opuesto.

Hace cuatrocientos años la esclavitud era legal, de las mujeres y de los negros se decía que no tenían alma. Ahora con el fin de la esclavitud, como la había antes, donde se compraban a los hombres en una subasta pública, no podemos resistir esas maneras. Y lo mismo pasa con las mujeres, que son independientes de los hombres para poder tener lo necesario, para poder subsistir, y no aceptamos todas esas tonterías que decían de ellas.

 

10. Sí, Martín, desde hace unos treinta años, no he comido carne ni pescado, etc.

 

11. Creo que eso nos es posible. Porque la mente global nos afecta a todos por igual, de manera que si uno no quiere dividirse ni vivir en conflicto, no puede hacerlo. Ya que por muchas buenas intenciones, propósitos, meditaciones para serenarse y purificarse, no vamos a poder bloquear lo que la mente global nos envía, nos impone, que es la división, que se manifiesta en miedo, en defensa y ataque. Por tanto lo que podemos hacer, es ir de un estado de calma y tranquilidad a otro de desorden, confusión, miedo y violencia. Que es como viven las naciones o los grupos enfrentados: cuando el miedo entre ellos es al más alto nivel se desencadena la violencia y la guerra. Hasta que uno de los dos contendientes se agota y es vencido, humillado, etc. Hasta la otra crisis que vuelve a desencadenar el miedo y el pánico, desencadenando violencia y otra vez guerra.

Por eso para que uno esté libre de división y conflicto, de miedo, de violencia y de guerra, no tiene que tener ‘yo’, que opere. Porque el ‘yo’ es divisivo, generador de conflicto y violencia. La pregunta es: ¿Podemos vivir sin que el ego, el ‘yo’, opere, tenga actividad –el ‘yo’ americano, el europeo, asiático, el de mujer u hombre, el de rico o pobre, de culto o inculto, el ‘yo’ creyente o no, el de cristiano o musulmán, judío o budista, el ‘yo’ socialista, comunista o capitalista-? Es decir, ¿podemos deshacernos del ‘yo’ que se identifica con el cuerpo y que tiene miedo de perderlo, de morir, o de que le hagan algún daño, de sufrir?

Así que mientras exista el ‘yo’, aunque sea de no-violento, de santo, de pacifista, la violencia y la guerra estarán ahí con ellos, con nosotros.