Torni Segarra

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Para Carl Honoré, padre del movimiento ‘slow’.
He leído tu entrevista en el diario La Vanguardia de Barcelona de ayer.
 Gracias por las informaciones y comentarios.
Hay un problema cuando uno tiene una idea sobre lo que hay que hacer con respecto a algo, a alguna cosa que consideramos negativo -lo sea o no-. Cuando proponemos descartar las prisas, hemos de ser conscientes que hay unos que no están de acuerdo. Si no que aún les gustaría que todo fuera más deprisa y veloz. Por lo que, todo eso en realidad es subjetivo, es una opinión, una idea.
 Recuerdo que cuando entré la primera vez a trabajar, alrededor de los veinte años, las personas mayores que trabajaban allí, parecían todas lentas, como si no tuvieran interés. Pero, ahora al pasar de los años, me parece que los jóvenes todos van deprisa y acelerados. Aunque a los jóvenes no les importa si van o no van deprisa, o acelerados, sino que ellos van a su aire como hacen todos los jóvenes.
Y todo eso no es de ahora, sino que siempre los jóvenes, por tener el cuerpo sano y vigoroso, además del deseo innato por descubrir la vida, nos parece que van de prisa en todo lo que hacen. Nada más hay que ver los últimos inventos y avances tecnológicos -ordenadores, móviles, aviones, coches, toda clase de electrodomésticos- la velocidad que imprimen a la vida. ¿Se puede eso cambiar, estar al margen de todo ello?
 Ahora bien, ¿podemos ver toda esa realidad, esa aceleración, toda la confusión y el desorden que genera, e ir más allá de todo eso? Pero todo eso, sólo lo puede ver uno sin que nadie le obligue ni le empuje. Porque, si forzamos, si obligamos a los demás, todo será como resultado el mismo desorden, como el de las prisas, como el de demasiado lento en responder a los retos, a los hechos, como el desorden que generan la brutalidad y la crueldad.
Por tanto, es evidente que, hacer las cosas de manera que actuemos según el reto lo requiera, va a traer orden. Pero, Carl, ese orden no es el tuyo, ni el mío ni de nadie. Ese orden, es el cese de la división y conflicto, de la dualidad de los opuestos, es la realidad nos guste o no.
 
No nos hemos de olvidar, que primero que nada el problema es uno, y uno el que lo tiene que resolver, pues todo nace dentro de uno. Pues, si uno es corrupto e inmoral, por mucho que demos a los demás, esa corrupción va en la dación. Por lo que el problema no se soluciona. Es como si uno le quita a sus trabajadores, les roba, maltrata y explota, los hace enfermar. Y los beneficios que sacó, de esa actitud corrupta, una pequeña parte la dan a los pobres. Ya sea que estén cerca o lejos.
Lo verdaderamente importante es descartar el sistema de vivir que genera y provoca la pobreza: división, insensibilidad, miedo al futuro y al presente, por lo que nos hace mezquinos y egoístas
 
La verdadera descripción, ha de llevar consigo la acción. Porque la comprensión de la realidad tiene una fuerza inmensa. Por tanto, hemos de ver, ¿por qué es que no existe esa comprensión y la acción que va con ella?
 
¿Por qué dividimos al amor? Si el amor es, todo lo abarca. Si decimos: ‘El amor entre las personas es solo una proyección de Aquel’, ¿ahí puede haber amor de alguna manera? No lo puede haber, porque el amor para que sea no ha de haber división alguna. Es decir, cuando amamos a alguien lo amamos en todos los aspecto. Y la inteligencia, que llega con el amor, es la que pondrá el orden, generando lo que se puedo o no se puede hacer, lo que hay que o no hay que hacer, sin que intervenga la voluntad.
Cuando llega el amor, es como si estuviéramos dentro de un río, con una fuerte corriente, que vemos todo lo que sucede pero no podemos alterarlo ni pararlo ni acelerarlo. Solamente hay observación y el orden, que es el amor –la completa vulnerabilidad, la completa apertura-. Y  ese orden-amor, se encarga de todo.
 
Ha estado dos días y medio lloviendo. El primer día sin parar ni de noche ni de día. Y refrescó la primavera. Pero, después de eso, nevó y entonces ha vuelto el invierno, con su frío, que la luz no lo puede anular. Es un frío traicionero, porque todo está señalizado para que haga un poco de calor: días largos, claros, y el sol poderoso y ardiente.
Los gorriones, ante el frío, iban desesperados en busca de comida, que en la oscuridad de la madrugada, negra, ya buscaban y comían. A mediodía un petirrojo se atrevió ante un claro, sin salir el sol, a cantar ininterrumpidamente un largo tiempo. Sólo se oía a él, ningún otro pájaro cantaba, como si no existiera nade más.
Las personas ante la sacudida, con ropa veraniega, han vuelto a sacar los chaquetones, ropas de abrigo, bufandas y pañuelos al cuello. Hoy parece que ya está derritiéndose la nieve y el viento del norte y noreste, está desapareciendo, pasando a las brisas del sur este, desde el norte de África. La dirección del viento es determinante, pues al sur –a unos cuatrocientos kilómetros- está la costa africana y al norte a otros cuatrocientos kilómetros están las montañas y las nieves del Pirineo, y más allá los Alpes siempre con nieve.
Hoy es el día festivo que se dedica a la reivindicación mundialmente de la dignidad en el trabajo. Donde en las grandes ciudades se manifiestan, con banderas, carteles burlones, pancartas con lemas acusatorios sobre los perjuicios que sufren los trabajadores. Éstos ya no saben qué decir y qué hacer para que el tono optimista y reivindicativo no decaiga. En la actualidad, parece que cada día esa liturgia de la manifestación, en este día, va decayendo. Pues, todos los trabajadores comen, todos tienen casa, pueden viajar –con su coche u otro medio-, pueden ir de fiesta, etc., por lo que la mayoría aprovechan el día festivo para salir de las ciudades a otros sitios.
Los muy pobres y miserables, que hay a miles, estos no se manifiestan ni quieren. Pues, ya no confían con nadie, viven a la deriva y no les importa hasta que el día que les toque se mueran. Desde hace un tiempo, hay muchos que recogen colillas del suelo. Unos tienen vergüenza y empiezan aún de noche, en la madrugada, cuando nadie les ve. Pero, siempre miran cuando van a agacharse por si alguien se acerca y esperan a que pase. Los que las recogen a pleno día, a esas personas no les importa si les miran o no, trozo de cigarrillo, grande o pequeño que ven, lo recogen con toda naturalidad y atención. Van sucios, despeinados, sin compostura en su ropa, son jóvenes de cuerpo fuerte y grande, que se han quedado fuera de lo que antes les hacía seguir: el trabajo diario, que les exigía un horario, una higiene, una compostura, pero tenían un sueldo con dinero suficiente para no sucumbir a la deriva de la miseria
La miseria, no es solamente no tener casa ni ropa ni comida, lo que degrada es que eres completamente diferente de los demás, pero en sus aspectos más negativos, pues todos te rechazan, ya sean los policías, los vecinos que van por la calle, porque les ven sin rumbo, como si estuvieran más allá del bien y del mal. Y de hecho muchos de ellos están, pues la necesidad hace ver a la ley como si fuera algo que no va con ellos. Y de esa manera, la puerta está abierta a todo lo peor. Y eso es la degradación de la miseria, nos solamente física, sino moral, social, humana.