Vivir lo incluye todo: discutir, hablar, criticar, escribir, rendirte, herir, etc. La cuestión está en vivir de manera en que lo hagamos lo menos posible. Y vivir de esa manera, solamente lo podemos hacer cuando estamos libres de la división y el conflicto interno.
El problema que tenemos las personas es que no podemos hacer que cesen las imágenes ni las olas mentales. Ni las emociones que nacen del corazón, tampoco. Hemos de vivir con todo eso, yendo más allá.
Esa manía de ponerse relojes chabacanos, para exhibirlos, ¿es para que vean que somos un tanto humildes y que nos perdonen los pobres por lo que despilfarramos y derrochamos en caprichos, en ropa?
No van a defender a los pobres desgraciados que sufren por las decisiones de los locos que mandan en el mundo. Van a apoderarse del país y de su lugar estratégico, las riquezas. Porque las monarquías tienen pánico de los que las cuestionan.
Nosotros estamos condicionados por los padres, la familia, la cultura en que crecemos. De tal manera que en el ambiente en que crecemos, vivimos, nos acostumbramos a él. Así cuando nos vemos ante un ambiente que no tiene nada que ver con el nuestro, no estamos a gusto y lo descartamos.
Esto tiene su parte positiva, como negativa, pues uno puede nacer de padres con actitudes negativas, que viven en el desorden, en el caos, en la corrupción y la inmoralidad. Y también acostumbrarse a esa manera de vivir, y cuando no vive de esa manera no se encuentra a gusto, satisfecho, pleno.
Si perseguimos sueños y no personas, ¿para qué serán esos sueños? En la vida lo que no se comparte, es la muerte. Y si no compartimos estamos acabados.
Aunque creamos que los sueños son solamente para nosotros, eso es irreal. Porque al final van a participar los otros de eso que hayamos podido conseguir: ser modelo de pasarela, escritora, oficinista, o trabajemos en la casa, profesora, cocinera.
Porque la vida es relación con los demás, con el entorno donde vivimos, con la naturaleza. Solamente los perturbados mentales, o los dementes, pueden vivir sin relación.
¿Por qué es que ofendemos a alguien? Es por un daño que hemos recibido o sentimos hacia nosotros, ¿no es así? Si no hay daño, no hay reacción. Por tanto, es muy importante comprender, que el daño está en el origen de toda respuesta. Por eso la palabra ofender tiene su raíz en la ofensiva, atacar. Ahora bien, ¿podemos vivir sin hacernos ningún daño unos a otros, comprenden de lo que estamos hablando? La vida es hacernos daño, darnos cuenta de ese daño, amor e ir más allá de ese daño u ofensa.
Una conversación es un diálogo, pero lo importante es la comunicación, Y la comunicación sólo puede ser cuando nos movemos juntos, cuando miramos en la misma dirección. Es entonces, cuando podemos platicar, investigar cualquier cosa.
Lo que piensen los otros de nosotros, ¿qué sentido tiene para que nos perturbe, si lo que dicen no es cierto, son envidias y celos? Los celos y la envidia son como nuestra sombra, las llevamos todos arrastras. Para no ser celoso ni envidioso, hemos de estar libres del daño que provocan. Y, eso puede ser cuando comprendemos todo el proceso de los celos, que tiene su raíz en el ego, el ‘yo’, el ‘mi’, el ‘tú’. Cuando decimos ‘mi’ país, ‘mi’ hombre o mujer, cuando decimos ‘mi’ vida, ‘mi’ trabajo es más importante que el tuyo, es cuando estamos dentro del ámbito de los celos y las envidias. Por tanto, hemos de comprender ese ego, el ‘yo’, que genera el ‘mi’ y el ‘tú’, el ‘nosotros’ y el ‘ellos’, para ir más allá de toda su dinámica y estructura.
Una sociedad corrupta e inmoral, no tiene otra lógica que el deseo de ganar y conseguir su propósito: el placer. Por eso es tan adicta, dependiente de las dogas, sean legales o no. Y dentro de esa lógica egoísta y cruel, está la indiferencia e indolencia, la ausencia de igualdad, de libertad y de justicia. Por eso, en la base de esa sociedad corrupta e inmoral, están los ejércitos y las guerras.
Hay que ver las ganas que tienen de hacer la guerra, de bombardear ciudades, matar a seres humanos, destruir carreteras, puentes, hospitales, escuelas, fábricas, provocar la estampida de las personas fuera de ese ámbito de la locura de la guerra. ¿Pero a los guerreros asesinos eso qué les importa? Ellos quieren más poder, para seguir viviendo en el derroche y el despilfarro, en la inmoralidad y la indecencia del tener que matar por esa manera de vivir tan patética, tan tonta, absurda.
Cuando no podemos hacer nada, solamente hemos de vivir -si es que queremos-.
Pues, si hay insomnio, ¿por qué no disfrutamos de ese momento, haciendo introspección, mirando el proceder de la mente, sus imágenes que llegan? Si luchamos con lo que es, con la realidad, generamos conflicto, desorden y más confusión. Si realmente estuviéramos cansados, agotados de verdad, por haber respondido completamente a los retos del día, seguro que dormiríamos.
Eso mismo dicen los hombres de las mujeres –que son infieles-, porque tanto la mujer como el hombre, son exactamente igual en lo psicológico: tienen miedo, son egoístas, celosos y envidiosos, siempre dando la culpa de todo lo que sucede a los demás. Así que, el problema no es la mujer o el hombre y lo que hace con su pareja. El problema soy yo, cada cual, y lo que hace con su vida, cómo la vive. Todo lo demás son lloriqueos, escusas, palabras infantiles, folclore femenino o masculino.
La mejor fuente de belleza es la paz, es tener paz interior. Porque la belleza es estar libre de conflicto, que nos hace feos, viejos y repetitivos.