Torni Segarra

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Si tenemos amor, compasión por todo lo que es la vida, ya todo está hecho, pues el orden está ahí.
 
Quien nos ama, y cuando amamos –si es que ello puede ser-, todo lo que hace va a nuestro favor, aunque nos pueda parecer desagradable y doloroso. Y si nosotros amamos, lo comprenderemos sin ningún problema.
 
Los enemigos más encarnizados nuestros, son aquellos que no quieren compartir su vida con la nuestra. Y al revés, nosotros no queremos compartir nuestra vida con nuestros enemigos. Por lo que nos condenamos para ser siempre enemigos, divididos, en conflicto, crueles, y todo lo que puede eso conllevar de violencia y las matanzas en masa de la guerra.
 
El resentimiento es un veneno que puede matar a los otros, pero también nos puede matar a nosotros.
 
La venganza es el camino del mal, porque no cura las heridas, sino que crea otras. Creemos que nuestra herida ya se ha curado con la venganza, pero en realidad hemos perdido la limpieza interna y la libertad.
 
Creerse que uno es el dueño de algo, es la mayor de las ilusiones. El mundo es nuestra única casa, donde viven otras criaturas, viven los árboles con toda su belleza, viven las montañas, las selvas, los lagos, los pobres y los ricos, los feos y los guapos, los afortunados y los desafortunados. Así que el mundo no es de nadie, sino de todos. Por eso, si no hay amor, el mundo se convierte en una porquería insoportable, que por eso genera confusión y desorden violencia y guerra.
 
¿Podemos ser fieles a una persona, idea o lo que sea? Eso no puede ser, ya que la realidad que es infinita todo lo admite. ¿Por qué inventamos toda clase de tonterías como lo ‘mío’ y lo ‘tuyo’, lo ‘nuestro’ y lo ‘vuestro’? Indudablemente es por miedo a la inseguridad. Y como nosotros no queremos vivir en la inseguridad, decimos esto me pertenece, tú no lo has de tocar ni acercarte, etc. Pero, los otros también dicen lo mismo. Por lo que hemos convertido la vida en un infierno de todos contra todos.
Compartir es el acto que nos hace humanos, diferentes del animal. La libertad no tiene nada, pero lo puede tener todo. Y para que eso sea, uno ha de saber ceder, perder, aceptar la vida y su realidad como es, y no inventar otra realidad que más me gusta y satisface.
 
Mientras no muramos al pasado, siempre habrá reproches, que son deseos de venganza encubiertos. Podemos disfrazarlo de palabras bonitas, sentimentalismo, autocompasión, pero eso seguirá siendo todo parte del problema: la no aceptación total y absoluta de la realidad.
 
¿Por qué inventamos cosas que no son, si eso no nos va a curar de todos nuestros males y miserias? Un hombre y una mujer son exactamente iguales, en algunas partes del cuerpo hay diferencia –ya saben vagina o pene-. Pero, en lo importante, en lo psicológico, todos estamos pisando la misma tierra de dolor y sufrimiento, de amargura. ¿Tan difícil es esto de ver? ¿Por qué no lo vemos claramente? Porque tenemos miedo de ser libres de eso que somos, que en realidad es una idea, un concepto cultural, un invento del pensamiento.
Pero mientras no nos liberemos de las palabras, de las ideas y conceptos, seguiremos destrozándonos. Cada uno tiene su motivo, su justificación, su prioridad, para actuar y hacer lo que hace, pero todo eso nos deja inseguros y nos destruye. Hemos de encarar los hechos tal cual son, la realidad, lo que es, y no inventar no hechos.
 
Hola Ana.
Las palabras no pueden llegar más allá de ellas y su significado convencional, pero hay mucho detrás de ellas. Gracias, por tu escrito tan justificativo.
Vamos a aclararlo aún un poco más. Sabes que las mujeres tienen la desgracia de que muchas son maltratadas, violentadas, asesinadas, en todas las partes del mundo. Eso es un hecho incuestionable, ¿verdad? ¿Es adecuado usar esos maltratos, esa violencia, para hacer alguna broma, con su chanza, etc. por lo que ya queda banalizada?
Con afecto y con cariño.
 
Dar las gracias a los dioses, a sus portavoces, etc., ¿tiene algún sentido? Primero que nada, hemos de ver si todo eso de los dioses es verdadero o una ilusión. Si digo que es una ilusión, eso no va a resolver nuestros problemas y si digo que es verdadero tampoco nos va a resolver nuestras dificultades, angustias y miserias.
Por tanto, me atengo a los hechos. Y el hecho es que nada sabemos al respecto de los dioses y todo lo que va con ellos. Sólo sabemos que si estamos divididos, nuestras vidas no funcionan adecuadamente, hay conflictos, celos, envidias, vanidad, etc. Y no queremos vivir de esa manera tan absurda y ridícula, siempre en contienda, enfrentados con los que convivo, con los vecinos, con los que trabajan conmigo, y también con los que viven a miles de kilómetros.
Pero uno, si es que es cuerdo, no quiere vivir de esa manera. Por tanto, el escollo, el reto, es estar libre de la división interna y su conflicto. Y eso solamente puede ser, cuando uno muere a toda creencia, sea la que sea, a todo lo que es, a todo su condicionamiento.
 
Las palabras no tienen ningún valor: podemos decir que sí, cuando queríamos decir que no, o ninguna de las dos cosas. Lo que realmente es importante, es cómo vivimos, lo que hacemos. Antes de las palabras está el hecho real de lo que somos, que al ponerlo en palabras, el astuto y egoísta pensamiento lo traduce a su conveniencia, para su propio provecho.
 
Si el amor nunca deja de ser, ¿para qué le tenemos que decir a alguien que lo amamos? Antes de todo eso, habrá que aclarar si es que el amor es algo real u otro invento.
 
“Mujeres a la hora de amar, muestren primero su amor propio, que si las quieren las aceptarán como son”. ¿Eso es un hecho o una ilusión, lo que nos gustaría que fuera? El hecho es que estamos condicionados por nuestro cuerpo, por la cultura de donde hemos nacido, etc. Y mientras no vayamos más allá de todo eso, no podrá haber libertad en la manera de actuar de cada cual. No podemos seguir a nadie, ni a los que nos dicen que saben. Sólo cada cual ha de descubrir lo falso y descararlo. Si llegamos hasta ahí eso es nuestro y nadie no los podrá arrebatar.