Torni Segarra

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Si decimos que algo es falso o no lo es, eso no tiene ningún valor. Pues, lo real y verdadero es lo que uno ha comprendido, vivido de alguna manera de primera mano. Así que, uno nunca sabrá si lo que dice otro es real, hasta que no pase por eso.
 
Ese es el punto. Uno está hablando, en compañía, pero está solo. Pero, como tiene miedo de estar solo sigue hablando, sin un verdadero sentido ni significado.
 
"El nacionalismo es una enfermedad infantil, el sarampión de la humanidad".
Pero, de momento, no tiene cura después de miles y miles de años de sufrirla, vivirla. La cura no llega porque el nacionalismo tiene su origen en el ‘yo’ y el ‘tú’, el ‘nosotros’ y el ‘ellos’. Y mientras no sea comprendido ese ‘yo’, divisivo, seguiremos como siempre: nacionalistas en conflicto con otros nacionalistas. Eso empieza muy dentro de uno, pero se manifiesta en el deporte, en el fútbol con las selecciones nacionales, y sus diversas competiciones siempre para vencer al otro que es presentado como un rival. Y así en todos los ámbitos.
 
La resistencia a lo que nos disgusta, porque molesta y obstaculiza el confort, es hacer que la molestia prosiga de una manera continuada. Solamente cuando no huimos en pos de ese confort que tanto nos gusta -el placer-, es cuando uno está en orden y otra clase confort llega. Porque este confort es el que se genera sin desearlo, sin la ilusión del devenir. Sino del que quedándose en él, sin querer cambiarlo, en lo profundo de nuestro ser sí que se produce un cambio que está más allá de la dualidad, de los contrastes, de la comparación, donde todo forma una unidad, donde el ‘yo’ no puede operar.
Y como el ‘yo’, que es el que necesita siempre el confort, no está, todo lo que sucede es la dicha del vivir.
 
Si se justifica la violencia que te conviene, eso es tanto como justificar la guerra. Luego no nos quejemos si nos responden también con violencia y nos causan muertes y desgracias. Pues la violencia, tiene las respuestas tan exactas como implacables contra quien la usa, sean quienes sean. Lo más grave es que todos lo saben, pero es tanto el odio, el miedo, el deseo de venganza, que no ciega el entendimiento.
 
Señor, no se da cuenta que se equivoca cuando dice de Guantánamo que es un centro de detención, cuando es un campo de concentración.
Por favor, un poco de seriedad, de sinceridad. Pues, parecen los lacayos, siervos del amo y señor que hace lo que le viene en gana.
Tanto que alardea ese diario. Y tan patético que es a la hora del servilismo. Pero eso les degrada de manera, que parecen todo lo contrario de lo que ha de ser el periodismo: informar sobre la verdad. ¿Saben lo que es un campo de concentración, lo que ocurre allí? Poca broma, para jugar a las mentiras. Pues investíguenlo y lo sabrán, si es que se les ha olvidado, cosa poco probable. Por lo que todo es, falta de dignidad humana.
 
Todo lo que queremos y proyectamos, mientras no se viva ahora de primera mano no podrá llegar. Porque si no es ahora, se implica el devenir, que es tiempo, que es pensamiento, que es lo viejo y repetitivo: el ‘yo’.
 
Para Javier Gomá, filósofo y escritor.
He leído tu entrevista en el diario…, de hoy. Gracias.
Evidentemente uno tiene que ir al borde de la mente y sentir la nada, el vacío. Y a partir de ahí, hacer lo que proceda. ¿Qué es lo que procede? Cada uno ha de hacer lo que tenga que hacer. Pero, si uno ha ido más allá de lo superficial, sabe que él es responsable, tiene una gran responsabilidad, para consigo mismo, y también para los que viven con él, los que viven por todo el mundo.
Dicho esto, puedes decir que a ti eso no te incumbe, que tú con tu vida de escritor, de filósofo, confeccionando los libros, promocionándoles, haciendo entrevistas, etc., ya tienes bastante. Entonces, es que no has ido al final del pensamiento, no has visto la realidad, lo que son las cosas, tal cual son, no como me gustarían que fueran. ¿Por qué si uno es serio, sensible, vale decir un filósofo, no ve todo el funcionamiento del pensamiento, de la mente? Tal vez, es que realmente no somos lo que decimos que somos, y por eso, vivimos en la superficialidad, dándonos un brillo con palabras y la vanidad.
¿Puede uno abrir el diario, ver el telediario, ver cómo funcionamos las personas con las que nos relacionamos, los vecinos, en el trabajo, etc., y no sentir un espanto, una conmoción? Es porque somos indiferentes, indolentes, que no nos importa nada de lo que realmente está sucediendo, que somos corruptos e inmorales. Vivimos en nuestra torre de marfil, mirando a través de la ventana. Pero, luego al vivir divididos y asilados tenemos miedo a los demás, a que nos roben, a que nos hagan algún mal. ¿Existe la seguridad o toda nuestra vida es una completa y absoluta inseguridad?
Por tanto, si la vida es vivir con inseguridad, ¿por qué me escondo, vivo aislado, me divido, tengo miedo? ¿Comprendes la trascendencia de comprender esto, de llegar a la raíz? Pues eso mismo que somos internamente, va a salir al exterior y va a configurar la manera cómo vivimos. Luego, nos quejamos de los nacionalismos, pero somos nacionalistas; nos quejamos de los políticos, corruptos e inmorales, pero nosotros también lo somos, y por eso, los elegimos para que nos dirijan. ¿Tiene esto sentido, que alguien que no acepta ni tolera la corrupción pueda votar a políticos corruptos para que solucionen los problemas?
Por tanto, uno ha de ver toda esta manera absurda de vivir, sentir la náusea que provoca, sentirla de manera que una no quiere saber nada de ella, porque la ve como un veneno, la siente y la vive como un peligro, que le pone su vida al borde del abismo, de la muerte. Entonces, de ese ver tan directamente la realdad, lo que es, uno no piensa, sino que actúa de manera que el ver y la acción son lo mismo. Y entonces, ya no hay división, ni fragmentación, ni el conflicto que las acompaña. Y si eso es así, si somos afortunados, con compasión, entonces uno no tiene nada que ver con los problemas de la violencia, sea la de los terroristas, la de los policías, la de los ejércitos que la usan para pacificar un país, una región. Ni tampoco nada que ver con los problemas sociales, de empleo, del hambre y la miseria que generan, porque uno al dejar de estar dividido, sólo puede sentir amor por todas las personas, por todos los animales, toda la naturaleza, los árboles, los bosques, el aire que respiramos, el agua que consumimos y bebemos.
¿Puedes ver todo esto y vivirlo en cada acto de tu vida, en cada respuesta a los retos que nos llegan, hacerlo posible, una realidad, de manera que tus escritos, pláticas, todas tus palabras vayan en esa dirección: la de la compasión y el la del amor?