Las emociones, las efusiones, el sentimentalismo, nos llevan a la irracionalidad, a la pasión fanática, donde incluso podemos llegar a la violencia y hacer la guerra. Ahí están los nacionalismos, las religiones organizadas, las ideas y teorías, etc., por las que nos destrozamos en conflictos y con violencia.
El llorar es una explosión de alegría o tristeza –que en su máxima expresión son los mismo-, que llega cuando vemos la realidad de manera que no la podemos expresar con palabras. Pues tanto el dolor, o la alegría, que experimentamos es tan fuerte e intenso que solamente cabe el llorar o el reír.
En realidad cuando lloramos, o reímos, por una fuerte experiencia, es que estamos desbordados por una emoción. Cuando gana o pierde nuestro equipo, o alguien que es nuestro favorito, pueden salir las lágrimas de alegría o de tristeza por el impacto que nos generan. Pero el peligro está en que después de ese primer impacto, pueda haber una reacción de desorden y confusión, que genera crueldad y violencia.
Gustar, querer, sentirse atraído por alguien, eso no es amor. Como tampoco lo es decir que te amo por ahora, por un tiempo, por siempre. Pues el amor es muy claro y sin complicación alguna: el amor es o no es, no tiene deseo ni va detrás de nadie ni de nada, ni quiere retener, controlar, proyectar para el futuro. El amor nace y muere a cada instante, sin plano ni proyecto que nos guste o no, se renueva sin parar, por eso es lo eterno.
Demos el valor a las cosas, no por lo que valen, si no por si van a generar orden o no.
Las mujeres tienen los mismos sentidos que los hombres. Pues, si estamos distraídos, entretenidos, pasando el tiempo con vaguedades y superficialidades, nos llega el desorden. Y el desorden quiere decir, sufrimiento y dolor.
Todas las criaturas que existen son maravillosas, llenas de belleza, que tienen el mismo fin: defenderse para vivir y atacar para sobrevivir. Ese es nuestro destino, aunque lo vistamos de amor, etc.
¿Se puede programar, desear, que una amistad sea para toda la vida? Eso implica un deseo de seguridad, de miedo por lo que es la vida ¿no? Cuando la vida es la absoluta inseguridad.
El peligro de las palabras es que las podemos usar de manera que parezca que todo caiga a nuestro favor. Cuando la realidad no es así. La realidad es lo que es: ni somos culpables ni inocentes totalmente, ni bueno ni malos. Y en eso hay maldad, crueldad, cuando usamos las palabras para defendernos, por autocompasión.
Si el principal motivo de la felicidad es la risa, es que eso no es felicidad en absoluto, si no placer. La felicidad, es la serenidad y la inteligencia operando, llegue lo que llegue, pase lo que pase.
No nos podemos fiar de nadie ni de nada, ni tan siquiera de nosotros mismos, hasta que no hayamos comprendido cómo funciona el pensamiento, el ego, el ‘yo’.
Ahí está todo el misterio de la existencia: la intencionalidad con lo que hacemos en la vida, el dónde queremos ir a parar.
La belleza y la hermosura no tienen nada que ver con lo físico o material. Pues todo lo que es, por el mero hecho de ser, ya es bello y hermoso. Es decir, lo bello, lo hermoso, es lo que no se puede cambiar, la realidad tal cual es, ya sea que nos guste o no.
La calidad de nuestras vidas depende de nuestros hechos. Pues son los hechos lo que cuentan y no las palabras, los pensamientos, las ideas o teorías.
La paciencia es la comprensión de lo que es la realidad. No podemos ponernos los zapatos si no tenemos la calma para hacerlo. No podemos abrir una caja de manera que la rompamos a martillazos. No podemos tener una relación con alguien que no quiere.
La paciencia es estar más allá del tiempo, de la prisa, de la ansiedad de querer algo, forzándolo hasta la brutalidad y la crueldad, el desastre. Y en esta comprensión está la compasión y el amor.
Si dependo de tú, ¿qué sentido tiene mi vida? Pues, tú me vas a manejar a tu antojo. Pues al todos ser egoístas, me manejaras como una marioneta, un esclavo. Y entonces, perderemos los dos. Porque, ¿quién quiere ser esclavo sin querer rebelerarse, sublevarse? ¿Entiendes dónde estamos? Estamos tratando de la realidad, de los hechos, y no lo que me gustaría que fuera.
El poder de sí mismo, está en la comprensión de lo que somos. Si uno no puede ser albañil, ni agricultor, y sí oficinista o sastre, y al revés, y lo acepta completamente, ahí está el poder. Y en este poder está toda la energía necesaria para poder ser eso que somos.
Todo el trabajo que hacemos, tanto interno como externo, no es solamente un beneficio para mí, sino para todos, para toda la humanidad.
Nadie es de nadie. Pues todos queremos la libertad, ser independientes. Así que pensar lo contrario es una ilusión, es llamar a la tontería del querer y no poder, que tanto dolor nos genera.
Todos merecemos que nos amen, por el hecho de existir.