1. ¿Si amamos podemos traicionar, podemos ilusionar, hacer promesas? Si amamos de verdad, no generaremos falsas expectativas y por lo tanto no traicionaremos a los demás. Por tanto, el problema está en ver que no tenemos amor. Porque el tener o no tener amor, es lo que va a determinar nuestra acción.
2. Todo deseo en cualquier dirección no nos va a solucionar los problemas. Ya sea un deseo que nos parece adecuado y favorable para nosotros. La cuestión está en comprender ese el deseo, ver cómo nace, crece y se desarrolla y se deshace. Porque en la raíz de todo deseo está el egoísmo, el ego, el ‘yo’. Y todo lo que esté dentro del ámbito del ego, del ‘yo’, el resultado de ese deseo, que es acción, nos va a dejar en el mismo sitio de siempre. Por lo que nuestras vidas se convierten en un girar dentro de un círculo cerrado.
Ahora bien, si veo y comprendo todo esa dinámica del deseo y su falsedad, entonces es cuando ya no estamos presos en ese círculo cerrado, que es la repetición de lo viejo, de lo de siempre. Es decir, esfuerzo, lucha, competición, contienda y conflictos, crueldad y violencia, por conseguir eso que queremos y deseamos. Por lo que al no ser felices, pues nuestras vidas se convierten en una guerra contra todos y contra todo para poder conseguir lo que queremos, volvemos otra vez a seguir deseando eso que creemos que nos va a dar la felicidad, la belleza, la alegría y el gozo de vivir.
3. Somos lo que transmitimos. No hay poder más eficiente para comunicar a los otros, lo que en realidad somos, que lo que transmitimos más allá de las palabras. Y eso en Internet funciona por necesidad, porque no tenemos una información física ni visual exacta. Pero la información de lo que somos, de una manera o de otra llega a nosotros.
4. Cuando comprendemos que el mundo, dios –los dioses- y nosotros somos lo mismo. Es cuando llega el orden, que es la ausencia de división interna. Entonces es cuando nos damos cuenta que el pensador es lo mismo que el pensamiento. Y el pensador es el creador e inventor de todos los inventos de la mente, que son los no hechos, las palabras, las ideas y teorías.
Pero nos hemos de atener a los hechos: que existe el dolor en nosotros, que es por causa de la división interna. Y cuando estamos divididos, con dolor, ¿qué podemos hacer sino la guerra con todo su horror, crueldad y violencia?
5. ¿Puede existir la confianza entre nosotros cuando tenemos miedo, cuando queremos estar seguros, vivir con la seguridad de que nada ni nadie van a cambiar? ¿Eso no es absurdo, infantil, superficial? Pues la seguridad en lo psicológico no existe. Sólo existe la absoluta y total inseguridad.
Así que averigüemos por qué es que queremos estar seguros, queremos que todo continúe como siempre, y veremos que es por miedo y temor. Y el miedo es el deseo que se divide de la realidad de lo que es la vida: la total y absoluta inseguridad en lo psicológico.
6. Tal vez, el poder ponernos en lugar del otro, el tener empatía, es lo que nos libera de la animalidad que hay en nosotros. Y de esa comprensión y empatía de los otros –que es nuestra propia comprensión-, llega la compasión y el amor.
7. El miedo nos hace feos, desconfiados, brutales y crueles. ¿Alguien que tiene miedo puede tener amor? ¿Un psicólogo, un psiquiatra si tiene miedo a las personas que trata, puede tener el amor necesario y preciso para poder ayudarle, y tal vez, curarle con sus palabras y lo que le prescribe?
8. La razón, la lógica, llegado un momento, ya no tienen la capacidad para poder resolver los problemas que nos queman, que arden dentro de nosotros. Es entonces el momento de la acción total, absoluta, que va a generar el orden, que es amor. Aunque los otros digan lo contrario, todo lo que quieran.
9. Si uno no quiere morir de joven, quiere llegar a viejo, ¿eso los dioses –dios- nos lo pueden conseguir para satisfacernos? ¿O los dioses son un invento para consolarnos por nuestra impotencia, ignorancia y desamparados que somos? Una cosa es lo que me gustaría que fuera y otra es la realidad, lo que es, la vida en directo, libre de supersticiones, teorías y creencias. Porque en la acción de responder a los retos que nos apremian, ante un peligro, no tiene cabida ni ideas ni teorías, ni creencias ni supersticiones. Sólo hay acción, que es orden, que es amor.
10. Pero si el gallo no media y hace lo necesario, la gallina no podrá tener pollitos y la cadena de la vida no podrá ser. Por lo que aunque nosotros nos empeñemos en inventar categorías, en que somos los más importantes, etc., todo es una unidad indivisible, en la que todos somos iguales a la hora de obedecer las normas y las leyes sagradas de la vida. Y de aquí es donde llega el orden, que está más allá de lo queramos nosotros.
11. Perdonar es morir al pasado, a lo que fue, a lo que ha sido, que ya está todo muerto. De manera que uno encara el nuevo reto, como si fuera la primera vez, completamente vulnerable.
12. Indaguemos por qué estamos tristes de manera que todo quede al descubierto, hasta llegar a la raíz de la tristeza. Entonces, si la miramos sin huir ni querer cambiar la tristeza, si estamos con ella, ésta nos cuenta su historia.
13. ¿Qué importancia tiene que haya alguien que no nos quiera, si siempre habrá alguien que no está de acuerdo con nosotros, con nuestra imagen, con nuestra manera de vivir? Además, ¿nos damos cuenta que nosotros, de una manera o de otra, también rechazamos a los que no nos convienen?
Por eso, todo el problema está en conocernos a nosotros cómo funcionamos, pues los otros son igual que nosotros, proceden básicamente de la misma manera.
14. El primer escalón a veces es el que es imposible de subir. Es como abrir la puerta, que uno no la ve, y si la ve no sabe que la tiene que abrir. Todo en la vida depende de la necesidad, que viene determinada por el ver y comprender lo que sucede tanto dentro, como fuera de nosotros.