La palabras no tienen ningún valor. Pues, lo que se dice, se describe o se narra, no es lo descrito ni lo narrado. La verdad, la realidad, no se puede atrapar ni empaquetar, se ha de vivir día a día, momento a momento, instante a instante. Así es que nadie sabe cómo puede actuar en el futuro. Por eso, el que dice que sabe, es que no sabe.
El padre tiene su rol, su papel, a la hora de engendrar y la crianza de los hijos. Exactamente igual que la mujer. Cada uno ha de comprender su papel y desempeñarlo con amor y devoción. Para que así haya orden y no caos en el hogar ni en la familia.
La envidia es el deseo insaciable de placer, que nos hace competitivos, llenos de deseo de vencer, de vanidad y de exhibicionismo. Es el deseo desbocado, lo más peligroso, generador de violencia y de las guerras con su crueldad y su horror.
La duda en principio, hasta un cierto nivel para inquirir e investigar, es adecuada. Luego, esa duda puede pasar a ser una especulación, una pérdida de tiempo, donde nos perdemos en las palabras.
El amor cuando es, lo es todo: el arte en su máxima expresión, las melodías, los cantos de los pájaros, los ruidos de la calle o del mar, el susurro del viento entre los árboles del bosque. Todo es amor. Y todo es un gozo y plenitud cuando llega, hasta las voces que escuchamos tienen el sonido que nos da la información de que somos humanos y nos necesitamos los unos a los otros.
El problema no es pensar distinto, sino lo que pensamos. Todo en la vida se puede hacer, solamente hemos descubrir cuál es el fin por lo que lo hacemos.
Por supuesto, Raúl, que los que viven de noche para divertirse, no han encontrado otra cosa para hacer, su sino, y parte de su consciencia se rebela de esa manera. Pero dentro del ámbito de esa explicación también caben los corruptos y ladrones de guante blanco, los terroristas, los dictadores y tiranos, que usan la crueldad y la violencia de una manera natural, aceptada por los que los apoyan y sostienen, etc. Y no por eso, por ser quienes son, los aceptamos, sino que los cuestionamos. Pues, de la misma manera, alguien que molesta a los demás para tener que divertirse, es que tiene un problema de educación, de sensibilidad, de humanismo, que siempre es el respeto.
Prohibir siempre es prohibir. El amor no prohíbe nada.
Sin compasión por los que pasan hambre, y van a morir ahora mismo por ello, sin dejar de ser complaciente con los sentidos gustativos, sin vivir una vida de austeridad -no la del monje ni el fraile-, no es posible adelgazar.
Cualquiera que dedica su vida a embellecer iglesias, hacer trabajos para los ricos solamente -pintar, esculpir, proyectar planos de edificios, monumentos, etc.- está ofendiendo a toda la humanidad.
Ese es el eterno problema: cuando se hicieron las pirámides de Egipto -que son unos simples panteones donde poner a unos muertos-, ¿verdad que parece vergonzoso que hicieran ese derroche por tan solo una tumba, con todo lo que siempre hay por hacer para ayudar a los menos afortunados -escuelas, hospitales, buenos sueldos, la no explotación cruel, etc.? Y ese momento dramático también ocurrió cuando proyectaron la torre Eiffel de París: los humanistas como León Tolstoi, Gandhi, y otros, dijeron que era una cosa inadecuada, lujosa, cara, un derroche, que era un capricho de ricos, etc. También se está construyendo una catedral en Barcelona desde hace un siglo, sin estar terminada aún, donde se han gastado miles y miles de millones, para que realce sobre las demás, es decir, por placer y diversión de los que lo quieren y apoyan. Ellos hablan de la belleza, etc. Pero no se dan cuenta que la belleza está en todas partes, si es que uno sabe ver y mirarla. Pero, entonces ellos dicen que eso atrae a los turistas y genera trabajo y riqueza. Por lo que ya están detrás del dinero.
Pues, ahí estamos, Cristina, entre los que quieren proseguir con esos derroches y los que lo ven como algo sin un sentido real para un fin verdadero, de amor y compasión para la humanidad.
Corrupto es el que hace una daño a otro, lo hace a sabiendas de lo que está haciendo, a pesar de saber que está haciendo un daño.
Lo que dice JK es: haz lo que quieras, aunque sea un caos. Pues, ese caos, al generarte y provocarte dolor, te forzará para que vayas hacia el orden. Y entonces, cuando nos instalamos en ese orden, se vuelve a provocar otro caos, que nos llevará -mediante el sufrimiento y el dolor- a otro orden. Y así hasta el fin de nuestros días. Pues no hay otra manera de aprender, comprender, ver, si no es mediante la acción del sufrimiento y el dolor, que nos despierta y nos pone en la urgencia de la crisis en que entramos -caos, corrupción, etc.-.
Lo que le pasa a uno, es lo que le pasa a otro, a todos. Lo que cambia es la intensidad, el nivel, en que se recibe y vive lo que le viene. Hay quien atropella a un elefante y se ríe y no le importa -aunque dentro de él sabe que algo no funciona bien-, otro aplasta una hormiga que ha pisado sin querer y lo vive como un drama, que hay que evitar. Y buscará la manera de no volverlo a hacer. Los dos sienten lo mismo, pero uno lo vive con toda intensidad -el hecho de hacer daño- y el otro lo vive superficialmente, banalizando ese hecho destructivo de hacer daño a otro.
Y eso es el orden. Donde no hay conflicto alguno. Sólo vivir total y completamente. Y ahí también está toda la belleza, el amor.