Es muy sencillo, Fernando, tú vives en una casa que hay ocho personas viviendo contigo. Seis se quedan en el paro, no cobran subsidio de desempleo, dos están enfermos y necesitan atención y ayuda, alimento, aseo, afecto, consuelo, hablar, etc. ¿Qué harás tú explicarles que la teoría Advaitia, que dice que el cuerpo no existe y que todo es una ilusión?
Por tanto, les dices dejadme en paz y tranquilo que yo voy a atender a mis asuntos personales. Y como todo es una ilusión no es preocupéis que pronto pasará, cuando la mente comprenda que el cuerpo y la enfermedad es un invento de ella. Leeros este libro que lo explica todo.
¿Te das cuenta dónde estás?
Si quieres que la solución sea realmente válida, la solución a tus problemas, la tienes que encontrar tú.
Sí que eres ciego e insensible, que no te enteras de los que les sucede a los que están sufriendo por todas las desgracias que les ocurren, sea porque están en un sitio donde se lanzan bombas y se asesina, como el que es explotado por otro cruelmente. También te he dicho ya, que parecéis fascistas o nazis. El mundo es nuestra casa, Fernando, donde todos sufrimos.
Si no fueras tan cruel y despiadado, Nicolás, no hablarías ni dirías esas tonterías que dices, te divertirías ayudando a los demás, serías feliz sintiendo compasión, empatía, sentirías el gozo de la vida en todo lo que harías.
¿Ya te molestan los adjetivos y los sustantivos? ¿O es que también te identificas con el nacionalismo judío, por la raza, etc.?
Sí, Wim, es cierto que hice clic, pero sin pensar que era él, sino alguien nuevo. Quise volver atrás pero ya no se pudo. Por mi parte lo puedes expulsar si quieres. Quiero decir que no me opondría. Pues está como siempre en su paroxismo activista. Lo siento.
Aitor eso que dices es otra tontería. Tú eres negro, otro es blanco y eso desencadena unos retos que solamente ellos pueden ver y resolver, en el sentido de no hacer caso a la raza ni al color de la piel, etc. Y eso que resuelve ese complejo de ser blanco o negro, es el mismo que tiene una prostituta, un judío, un comunista, un ateo o creyente, un militar o terrorista, una mujer con todas las desventajas ante un hombre. El problema es de comprensión del brutal que es brutal y de la víctima que es la víctima, del viejo que es viejo, el joven que es joven. Y uno tiene que gestionarse las situaciones para no complicarlo más, para no generar más problemas
La fatalidad no es total ni definitiva, salvo para la muerte. Y tú, Aitor, puedes ser puntual o no, puedes ser aseado o no. Puedes ser respetuoso o no. A los otros, a los que están medio asalvajados, dejémoslos fuera. Pero tú y los que hablan conmigo, tenéis la capacidad de revertir esa pretendida fatalidad que veis.
Entonces un asesino que te asalte y te viole a la fuerza y te torture, eso ¿cómo lo encaramos: fatalidad, te lo merecías, un error del violador, como todo es una ilusión? Menos ante la muerte podemos hacer alguna cosa, que parece pequeña e insignificante pero no lo es. Porque si eres compasivo, tienes amor, eso genera una ola al cabo de un tiempo afecto, etc. Y como consecuencia llega la inteligencia que es lo que genera la sabiduría y la inteligencia. Sin amor puedes ir al otro lado del universo, volar con tu cuerpo, vivir bajo tierra, pero todo eso no tiene ningún valor verdadero. Con amor, todo funciona mejor. Lo diré vulgarmente: carga a gusto no pesa.
Finalmente, esos cambios en tu personalidad, Nicolás, denotan lo mal que estás. Porque esa irritabilidad hacia las personas, es lo contrario, lo que hace falta para que todo tenga sentido: las buenas relaciones entre los que convivimos. Lee los diarios, ve las noticias y verás que los que peor van son los que tienen unas malas relaciones con los demás: dictadores, tiranos, gánster, personas que siempre quieren ganar, cuando les sobra de todo por todas partes. Eso es así porque les falta el amor. El que tiene amor no quiere hacer ningún daño a nadie.
Fernando, vamos a aclararlo: uno es el mundo. Y el mundo es uno. No existo yo por mi parte y el mundo por la suya. Pero insisto, hay algo que sí que podemos hacer. Lo diré de esta manera: Los astros inclinan pero no arrodillan.
Ah, amigo de ti no me fío ni un milímetro. No me cuentes tus historias que las conozco todas, Porque, insisto otra vez: el observador es lo observado. La diferencia está en la sensibilidad de cada cual: tú me insultas y te quedas tan tranquilo. Yo tengo la suerte que siento la energía como me llega, pero no insulto. Y si pasamos a la violencia, tú podrías agredirme. Yo solamente te miraría extrañamente, sorprendido, confuso.
Es que lo compiláis todo, cuando es tan sencillo. Vamos por la acera y vemos una piel de plátano en el suelo justo por donde pasan las personas. ¿Qué haré? Con el pie o en la mano se lleva bajo el bordillo de la acera, o la acerco junto a la pared del edificio. Ya no hay nada más que hacer. ¿Vosotros hacéis eso, empezáis con eso? Lo dudo, pues estáis tan obsesionados con las palabras que estáis aturdidos, insensibles, secos.
Todo lo que hagamos solo modificará el mundo que es uno y el mundo en su totalidad. Si echamos un cubo de agua desde un barco en el mar. El agua del mar y la del cubo se unen una a la otra, se influencian y quedan como un todo. Un momento, Fernando, no saltes con palabras atente a eso, goza de verlo en lo macro y en lo micro. Pues eso mismo sucede con lo que tú me dices y yo te digo. Luego la fatalidad se ha roto, se ha quebrado, ya no existe en esta situación.
Te llega un vecino y te dice que hay otro que se miran mal, te dice que quiere partirle la cara un día de estos. Lo que tú le digas va a ser cabal, capital, casi seguro decisivo. Si le dices que tal vez hay otra manera de solucionar los problemas, que a ti te ocurre lo mismo con otras personas pero que cuando las ves por la escalera o al subir al ascensor las saludas sin resentimiento ni queriendo que eso vaya a más, al contrario quieres la paz. ¿Eso no es mejor, no hace más efecto, que la fatalidad, el decir que todo está ya decidido por dios sabe quién, por pereza e indolencia, por la ansiedad que llevamos. Yo digo que sí que hace un efecto balsámico, pacífico, conciliador, generador de gozo y alegría interna.