Torni Segarra

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Entonces el problema es el pensamiento y la división que provoca. ¿Qué haremos con ese pensamiento que va estar por siempre?
 
Por lo que el pensamiento sigue siendo el problema. Él es el que confunde y desordena. ¿Qué haremos con él?
 
Ese mismo dios de que hablas es el fruto del ‘yo’, ¿no? Porque tú no sabes quién es dios, no lo conoces, solamente es una idea que te has formado de él. Y el ‘yo’, es el más, el mejor fabricante de ideas.
 
Si nos proponemos alcanzar una meta, por noble y buena que parezca, nos va a generar división entre eso que queremos y lo que soy en realidad. Por tanto, mira lo que hay, obsérvalo sin miedo detenidamente, y ello te contará su secreto.
 
“Ocho días antes de su concepción, ¿dónde te encontrabas "tú"? Estuve aquí antes, durante y después de los 8 días, así que, ¿estaba aquí en absoluto? ¿O estoy simplemente aquí?".
Lo fácil es describirlo, verlo. Pero vivirlo, eso ya es otra cosa. Porque el pensamiento no para, siempre es subversivo, contestatario, rebelde. Y no se le puede domar ni dominar. Sólo admite el empate, sin división ni conflicto.
 
El problema siempre es ver la realidad nos guste o no. La realidad que vemos si no nos gusta, eso no tiene ningún valor. Porque la solución al problema de los inventos, los rechazos, los apegos, está en la comprensión del pensamiento.
 
La misma exactitud que crea a dios, también lo destruye. Por eso, se ha inventado la fe.
 
Sí, Martín, pero añadiríamos que para que la tierra se pueda regenerar, primero uno ha de comprender el conflicto que se genera dentro de él. Porque ese conflicto, al dividirnos y enfrentarnos, nos quita la posibilidad de experimentar la inteligencia, que es orden, que es amor. Y sin ese orden, sin esa inteligencia, no puede haber respeto, ni regeneración humana ni de la naturaleza, ni de la tierra.
 
Pero, no ha de haber contienda entre la parte del pensamiento que no quiere que se entrometa, porque no es idóneo, y la parte que sí que quiere entrometerse. ¿Nos damos cuenta del verdadero problema? La cuestión está en convencer, explicar -con la verdad, sin mentir ni falsear-, al pensamiento de que él es un estorbo.
 
¿Podemos cambiar el guion o todo nos viene dado fatalmente? Materialmente: el nacer y la muerte, el deterioro, el tener que alimentarse, el cuidar el cuerpo, las reacciones vitales, etc., todo eso es la parte fatal de la vida. Pero, psicológicamente, ¿uno que puede salirse de lo que parece un guion de lo que tiene previsto la vida para cada uno? ¿O es también una ilusión y todo forma parte de un mismo guion, fatal y predeterminado, por algo que está relacionado con todo, con la totalidad de lo que existe?
 
El pensamiento ha de seguir operando para que el cuerpo y la vida puedan funcionar. Pero fuera de ese ámbito material, es donde el pensamiento es un estorbo -porque es divisivo y genera conflicto-. Así qué, ¿puede el pensamiento darse cuenta y cesar en su actividad?
 
“Sí quizás se puedan alertar, y debería hacerse –de la peligrosidad de seguir con la destrucción de la naturaleza- a ciertos sectores y a la gente que se pueda, para que sepan mantenerse al margen de lo que se les ofrece“.
Una mera información no basta para descartar eso que es negativo. Uno tiene que ver todo el circuito por donde transcurre el proceso de degradación de la naturaleza, los productos que comemos, etc. Y eso solamente se puede ver y comprender, cuando comprendemos nuestro deseo, nuestro condicionamiento, cómo funcionan el pensamiento, de qué manera opera.
Porque de lo contrario, todo será una influencia, como una sugestión, que pronto se desvanece, siguiendo como siempre: condicionados para consumir y devorar todo lo que tenemos a nuestro alcance.
 
O sea, es la atención total, que va más allá de la división, lo que hace que también vayamos más allá del pensamiento.
 
Ya estás entrando en el ámbito de los humanos para describir algo sobrehumano. Es decir, la mente finita quiere describir y explicar lo que es infinito.
 
Digamos, pues, cuando no hay ‘yo’ que pueda operar, es cuando el pensamiento cesa.
 
 
Esos pocos, no son tú. Por tanto, puede que sea todo un engaño. No nos equivoquemos, el ‘yo’ es divisivo. Y la conciencia verdadera es sin división.
 
Eso ya lo hemos dicho, Amilcar, el pensamiento, pase lo que pase, funciona siempre en su cometido funcional del cuerpo.
 
Qué diferencia hay entro dos personas, entre tú y yo. Somos básicamente iguales en lo psicológico: tú necesitas relacionarte, yo también. Tú quieres que te respeten, yo también. ¿Dónde está la diferencia? Pues si no hay diferencias, todos somos iguales. Y conociéndote tú, conoces a los demás, al toda la humanidad.
 
No lo pueden entender el daño que hacen a la tierra los siete mil millones de personas -están demasiado confundidos, atareados en sus quehaceres, en su vanidad-. Pero el problema no está en ellos, el problema eres tú. Pongamos que donde tú trabajas todos roban, ¿eso te da pie a que tu también robes como los demás? Eso quiere decir que el problema es inmenso, extraordinario, porque hemos de aprender a vivir solos. De lo contrario, actuaremos como todos. Y entonces, ¿qué sentido tiene todo lo que decimos?