1. Aunque estoy de acuerdo con lo del carnicero asesino. ¿No crees que el otro también lo sea como él, a quien tú por miedo, o por obligación de los de arriba, has librado de tantas y tantas matanzas como hace?
2. Quién va, ¿el gurú al adepto? O, ¿el discípulo va al maestro? ¿Eso quién lo sabe? Pues, si todo es una unidad indivisible, ¿cómo lo podremos saber?
3. He leído tu escrito, ‘Las funciones de la religión’, en el diario La Vanguardia de Barcelona, 5-5-2013. Gracias.
Te has olvidado a todo lo dicho sobre la religión, el uso que le dan las personas para sustentar su poder entre los creyentes. Los reyes, los dictadores creyentes, todos los que mandan no democráticamente, dicen que lo son por la gracia de dios, sin que los papas y altos dirigentes religiosos digan lo contrario. Y esos creyentes, como los fanáticos y los supersticiosos, lo aceptan y lo reproducen en su ámbito, en su vida cotidiana. Por lo que han convertido a ese dios, hecho a su medida, en el centro de su negocio -que es lo que son en realidad nuestras vidas-.
Por eso, la religión es el intento de poner orden en nuestras vidas. ¿Por qué hay que poner orden? Puede que digan algunos que son superficiales. El orden es preciso para que el sufrimiento y el dolor, no nos amarguen, nos generen alguna neurosis, y nos hagan actuar corruptamente, con violencia, como fieras. El hombre no puede solucionar el problema de lo que llama dios, porque tropieza con el infinito. Por tanto, el único problema que nos queda es vivir de manera que nuestras vidas no nos generen dolor. En realidad nadie sabe quién inventó a dios. Lo que sí que está claro es que, la principal causa de su invento, fue el miedo, el dolor. Que luego unos negociantes, astutos materialistas, hicieron un paquete con ese miedo y la amargura, y crearon las religiones organizadas.
El dolor es la consecuencia de la desatención con lo que hacemos, o ante la respuesta a un reto cualquiera. Pues, al no estar atento, un fragmento se interfiere con lo que observamos o hacemos, donde la energía no puede fluir en su totalidad. La excelencia, que es amor, es cuando toda la energía llega para responder a un reto. Y eso sólo puede ser cuando el ‘yo’, que se identifica con el tiempo psicológico, mirando al pasado o al futuro, no opera, no está.
Así que, para estar libre del dolor, para poder responder adecuadamente a las relaciones con las personas con quien convivimos, es preciso que la energía pueda ser en toda su afluencia posible. De lo contrario, las relaciones, son de recelo, estrategia, de ganar o de perder. Es decir, está el ‘yo’ operando, con su división y su conflicto.
Las religiones organizadas, están pérdidas entre los textos, los libros, las supersticiones, los ritos y liturgias, los mandamientos, las normas y los dogmas, los poderes y la vanidad, la autoridad, etc., que necesitan para poder seguir con su negocio, que es lo que son. Y como todo negocio, necesitan abundante dinero para proseguir.
Todo ello, justo todo lo contrario para el fin de la religión: ir más allá del sufrimiento y el dolor.
4. Rob. A veces un maestro tiene la necesidad de un discípulo. Y a veces un discípulo necesita un gurú.
Por lo que seguimos sin saber nada. Sólo sé que si te falto al respeto, te maltrato, te exploto y te hago daño, vas a sufrir dolor.
5. Para poder vivir en paz, poner orden en el caos, en la corrupción, primero hemos de empezar por nosotros. Después, hemos de seguir por una persona cualquiera. Y si tenemos orden, esa relación porqué habría de generar problemas.
Pongamos, que tú estás completo, en paz, estás holístico, y sales a la calle. Pero, viene hacia ti una persona de la que tú ya tienes una imagen de ella. Si no vas más allá de esa imagen, no podrá haber relación conmovedora: de afecto, de respeto, de cortesía y cooperación para afrontar el reto que es que te veas con una persona, que a ti no te gusta. ¿Comprendes, Chistes Cómic? Y todo eso se complica más aún cuando identificas a esa persona con un grupo de personas que todos parecen iguales en su manera de vivir.
Ahora, ves a esa persona, que no te gusta, pero como eres educado, una persona sensible, cosmopolita, al verla vas más allá de esa imagen que te separa de él. Y entonces tú transmites confianza y respeto, consideración como un ser humano que es. Él se siente a gusto contigo, porque ha desaparecido la división entre vosotros, y entonces, él te cuenta su secreto y tú le cuentas el tuya sin mediar casi palabras. Y eso mismo pasa con los grupos. Hay una pregunta que es precisa hacer: ¿Por qué pensamos que alguien nos quiere hacer algún daño? ¿Es que nosotros se lo queremos hacer a él?
Y eso mismo pasa para todos los grupos: ya sean los de los pobres y los ricos, el de las mujeres y los hombres, para el de los comunistas, los nazis, los judíos, los árabes, los hindús o los musulmanes, los católicos, los budistas, los ateos o los creyentes, etc. Todos, generamos un reto ante los otros. Y los otros, también nos generan otros retos, como nosotros les lanzamos a los otros.
6. Entonces, tú ¿por qué haces de maestro cada día, a todas horas? Porque, hay otros que te leen y quieren leerte e instruirse, en el ámbito de la vida, la psicología, la espiritualidad, etc.
7. Estoy básicamente de acuerdo contigo, Chistes. Y también, todos somos básicamente iguales en lo psicológico. Es decir, tú y yo tenemos las mismas necesidades básicas: queremos estar sanos, que nos respeten, tener algún dinero para sobrevivir, etc.
Pero, para seguir con la investigación de lo que estamos tratando, di ¿qué es lo que haces tú que tenga sentido y significad verdadero? Pero, si no quieres, no contestes pues no necesito tu explicación para saber lo que tú puedas hacer. O intentar responder de la misma manera como te responden a ti los que crees que son tus enemigos. O, viendo todo eso que no tiene fin –todo es acción y reacción, defensa y ataque o ataque y defensas-, vas más allá de eso. Si es que quieres vivir sin conflicto, en armonía, en paz, que es la ausencia de la violencia y la guerra.
8. Las golondrinas al final, después de estar unos días indecisas, se instalaron debajo de la balconada, a unos cinco metros del suelo de la acera. Entraban y salían, con sus movimientos que parecían un juego divertido, incansable, siempre yendo y viniendo. Uno no sabía quién estaba empollando los huevos y quién traía alimentos, pues eran aparentemente iguales
Bajo de donde estaban, las personas pasaban sin mirar, los jóvenes deprisa para ir al instituto o al trabajo, a la escuela a acompañar a los niños pequeños, leyendo el periódico, charlando, ensimismados. Pero, a las golondrinas no les importaban las personas. Pues, ellas sabían que no querían hacerles ningún daño, sólo pasaban por debajo de sus nidos.