Ese es el problema: que todos hemos de nacer a la verdad, a la inteligencia, al no-conflicto, a la no-violencia, nacer a la belleza y la dicha. Pero eso, ¿cómo se hace? Cada uno ha de llegar solo, mirando las señales indicadoras.
Las experiencias psíquicas son como jugar con el aire: no se ve, no se sabe dónde está, pero podría estar –como de hecho lo está- en todas partes. Nada de lo que la mente experimente psíquicamente se puede comprobar: si tú hablas mentalmente con tu amigo, ahora mismo, ¿qué pasa si lo ves por la calle y le preguntas de lo que tú has hablado con él? Por lo que todo está dentro de tu mente.
Respecto al nirvana, etc., ¿quién sabe lo que es el nirvana, quién puede decir que uno u otros están en nirvana, hay un escrito en el que se detallen lo que tiene que ser, y quién dice que ese escrito es el adecuado para saber quién está o no en nirvana? Ese es todo el problema: todo son no hechos, son ideas, teorías. Pero, la verdad son los hechos, que se han de manifestar en cada acto de nuestras vidas cotidianas. Todo lo demás, es como un juego, una huida, un consuelo, todo ideas y teorías producidas por la mente, por personas que dicen que tienen poderes psíquicos.
Ahora bien, dicho esto, todo eso lo tienes que ver tú, porque si no te sucederá lo mismo como al aceptar todo lo anterior –las experiencias psíquicas, el nirvana- lo repetirás, si saber realmente eso qué es. ¿Nos estamos comunicando, Mago?
Todo siempre ha estado y estará ahí, para que el que pueda acceder a ello lo pueda ver, comprender, transmitir e informar. Todo el misterio, se trata de ver, y ¿por qué unos ven y otros no?
¿Hola, qué tal?
Venga, di lo que has de decir.
Primero que nada, ¿tienes bastante dinero para poder pagar al que quieres contratar?
Entonces, ¿dónde está el problema?
¿Solamente por eso, o hay algo más que te altera?
¿Puede que haya algo más que tú no te das cuenta, que haya desencadenado esa actitud de rechazo de algo tan tuyo como es el trabajar para sostenerte?
Y, ¿de qué vas a vivir? ¿Quién te puede ayudar para mantenerte en tus necesidades?
¿Solamente por lo de las arepas le das tanta importancia? ¿No será que quieres cambiar el rumbo, hacer otras cosas?
Ya va saliendo todo. Y tal vez quede más, sigue hablando, si quieres.
Tienes varias soluciones. Te veo un tanto alterada como si te fueras de viaje o vinieras de haberlo hecho.
¿Y los amigos?
¿No tienes amistades, personas que hablen contigo?
Y, ¿por qué no lo arreglas?
Ves, ya has encontrado la solución. Cálmate y descansa que pareces espitosa, como esperando o queriendo algo que te descontrola.
No corras, porque correr es mala cosa, si no es que huyes de un peligro inminente.
Somos dos personas, que queremos que todo funcione de la mejor manera posible.
Hasta otra, X. ¿Vale?
Puede que para ver tenga que haber algo más que deseo: un ambiente, una necesidad. Aunque siempre sea estando ahí el misterio.
Para el director del diario El País. Hace una semana, compré su diario, pues el que compro asiduamente no llegó. Y cual fe la sorpresa al pasar las páginas, al ver una foto de media página de un toro ensangrentado, con la espalda perforada con un boquete, de donde manaba sangre, y clavados unos pinchos de largas maderas. Y me dije, ¿estos son salvajes, se han vuelto locos, tienen alguna patología mental?
¿Puede una persona sensible tolerar, cooperar, divulgar como algo natural, la tortura y el asesinato violento de los toros, por placer y diversión, con su chabacanería y superficialidad? Lo más grave es que saben que eso es una macabra y cruel costumbre, propia de personas subdesarrolladas mentalmente, pero por el deseo de ganar abundante dinero pierden su dignidad, su civilidad, su humanidad, su compasión y su amor. No compro nunca su periódico, pero seguiré sin comprarlo.
La vida es cambio. Pero, el cambio es otro concepto, otra idea. Cambiar, ¿para qué? Si no sabemos si ese cambio va a ser adecuado y favorable. La vida tiene herramientas para que cambiemos. Cada cosa que hacemos es un cambio con respecto a lo que somos, es decir todo es cambio: ir a dormir, o no ir, ir a pie o en coche, hablar o estar callado, trabajar o no hacerlo.
¿Cómo podemos saber qué es la hora del cambio –de hacer lo que tenemos que hacer-? No lo podemos saber, porque el ‘yo’ siempre está operando y es caprichoso, siempre solicito, pedigüeño. Por tanto, uno se tiene que mover por la necesidad, viendo y descartando a cada momento lo falso. Físicamente es bastante fácil: tengo frío, me abrigo, etc., pero en el ámbito psicológico todo es más complicado. El verdadero cambio, es el que descarta la acción del ‘yo’. Y eso, se ve en un instante, de manera que ese ver es el orden.
El problema del cambio, es que nos hacemos adictos a eso que hacemos, llevamos entre manos. Pues, la vanidad de seguir haciendo un trabajo con el que me identifico, que me estimula, que hace que unos me lo agradezcan y me halaguen, etc., pueden ser engaños en los que podemos caer. Por eso, la vida es a cara y cruz. Y uno tiene que ser afortunado para acertar, vale decir estar lo bastante libre y desapegado para hacer la decisión adecuada.
La mente no quiere cambios, no le gustan, pues ella es miedosa, temerosa, de lo desconocido, le gusta ir por el viejo surco de lo conocido. Y ahí es donde queda atrapada, clavada, cayendo en manos de la confusión y el desorden. Sólo el despego, el renunciar a los deseos egoístas, nos da la inteligencia que nos dice lo que hay que hacer.