Torni Segarra

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Liniana. ¿No te parece que con ese vestido que vale tanto dinero, para una sola ocasión, mientras hay tantas muertes por hambre y miseria, las mujeres que se lo compran de excelencia no tienen nada? Más bien, es insensibilidad e indolencia, la locura de la vanidad y el exhibicionismo.
 
Todavía somos racistas, Beatriz, diciendo que las mujeres y los hombres no pueden compartir sus vidas. Saben que en Inglaterra hay sitios –clubs- donde no se permite la entrada a las mujeres, y en Ibiza, hay pubs a los que no se les permite la entrada a los hombres. ¿Es eso lo que querremos ser racistas, como hace la Iglesia católica que discrimina a las mujeres y las deja, en los ámbitos inferiores, sin igualdad con respecto a los hombres sacerdotes, frailes, monjes, etc.?
 
¿Por qué los celos y la envidia, Evelyn, nos desbordan? ¿Es por ser dependientes, por estar poseídos por una persona, por una idea, un plan, para el presente y el futuro? ¿Si estuviéramos bien, viviéramos en orden, y no en la confusión, los celos nos dominarían? ¿No has pensado que cuando tenemos ataques de celos, nos convertimos en animales peligrosos, donde la belleza, la hermosura que llega con el gozo de vivir, no pueden ser?
Los celos siempre estarán ahí –como la violencia, la crueldad, etc.-, pero hemos de vivir de manera que ellos no nos hagan fieras brutales.
 
El lujo genera pobreza, porque es cosa de ricos. Y para que haya ricos, es preciso que haya pobres, explotados, humillados, maltratados en su dignidad.
Eso es tan evidente, como que si tú, Levv, trabajas para mí, que soy rico, y quiero seguir siéndolo, o aún más todavía, te tengo que dar menos de lo que te mereces. Porque tú, el pobre, también quieres ser rico, es tu derecho. Y empezamos a competir por lo nuestro, de manera que se genera un conflicto, un pleito, un enfrentamiento. Y como el rico, es más poderoso, tiene todas las herramientas a su favor –los mejores abogados, jurisprudencia, influencia, apoyos de otros ricos, etc.-, de manera que siempre gana, aunque pierda algo en cada enfrentamiento y conflicto.
Por eso, ser rico –vivir como un rico- es una inmoralidad, porque es a costa de los otros que no lo son. No estamos diciendo que hay que ser o vivir como los pobres, sino describiendo lo que sucede.
 
Sólo viviendo sin ser nada -no creer ni estar aferrado a nada-, llega ese vacío que nos hace libres.
 
¿Podemos responder adecuadamente al reto que nos llega sin que pase por el pensamiento, de manera que el ver y responder sea una misma acción? Sí, Esther, sí que es posible cuando prestamos atención total a ese reto que nos llega, donde no hay división alguna entre el observador y lo que está observando. Pues es de la única manera en que el pensamiento, sus razones, sus ideas preconcebidas, que es el ego, no pueda actuar.
 
Igual que la sombra que nos persigue cuando caminamos bajo el sol, la mente no puede deshacerse de su contenido, ya sea lo que llamamos inconsciente, el consciente, el pensamiento, el ‘yo’, pues, la mente es ingobernable.
Así que, solamente cuando vamos más allá de todo lo que es la mente, el ‘yo’, más allá de todo lo que somos, que las células cerebrales se aquietan y hay un cambio de paradigma en su actividad que es desde el vacío, la nada.
 
Eso es el orden, vivir en el vacío donde cuando nos llega un reto cualquiera tenemos la actitud al responderle de no, pero sí, de sí, pero no. De esta manera el ‘yo’ no puede operar.
 
Brina. Si somos sin conflicto alguno, hagamos lo que hagamos, ahí está el amor.
 
Así y todo –ser valientes, fuertes e inteligentes-, Lali, hemos de ser conscientes de que somos criaturas vulnerables, expuestas a la naturaleza, a los caprichos de la vida y del universo.
 
Mientras siga la propaganda de la monarquía corrupta e inmoral, en la camiseta del Barça, él también es cómplice de toda esa corrupción. ¡Quién lo tenía que decir que el Barça, el paladín del respeto, las libertades y los derechos humanos, de los oprimidos, fuera ahora propagandista de una monarquía que hace todo lo contrario! El Barça ha perdido la dignidad y mi estima.
 
El Papa es como un presidente de un país –él también lo es del Vaticano, que es una teocracia  independiente con sus leyes, jueces, policía, ejército, banca, etc.-, por eso está sometido a la presión de la curia de los cardenales quienes lo eligen –aunque no es una democracia, pues no votan los católicos de base, porque el poder no nace desde abajo sino desde arriba-. Por tanto, cuando alguien asume ese cargo de Papa –como los presidentes- ya sabe dónde ha entrado y como se tiene que comportar.  
Por todo eso, el margen de maniobra –como los de los presidentes- es muy limitado, pues la presión de los carcas conservadores impide la revolución. Además, si un Papa hiciera una revolución verdadera, todo el entramado de la Iglesia Católica se vendría abajo, caería como un castillo de naipes. Pues es tal la corrupción, la hipocresía y la inmoralidad –con respecto a la enseñanza de Jesús-, que no podría seguir como es en estos momentos. Y sería su fin como la conocemos ahora. Por tanto, el nuevo Papa, que era el arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado de Argentina, que es el representante del Vaticano allí, no es una persona peligrosa ni revolucionaria, aunque verbalmente y algunos detalles parecen nuevos. Pero sin ninguna importancia a la hora de repartir sus riquezas y cambiar los palacios por verdaderos centros caritativos y asistenciales, no sólo en el Vaticano sino por todo el mundo donde tienen iglesias y propiedades.
 
Afortunadamente, Älêxåndræ, la vida es tan maravillosa, sorprendente y extraña, que todo puede ser sustituido, ya sean los padres, los hermanos, los parientes, los amigos, las personas que conocemos, el lugar donde vivimos. Todo es cuestión de tiempo, unos necesitan más tiempo que otros para aceptar los cambios, si es que vienen, nos llegan.