En la vida lo único que cuenta son los actos, lo que hacemos cada día, en la vida cotidiana. Todo lo demás son palabras, intenciones, inventos, sueños infantiles y románticos, auto engañarnos y engañar a los demás. En un acto, en un hecho, está contenida toda la verdad, nos guste o no nos guste.
¿Por qué es que le damos tanta importancia al tiempo, a los momentos, a los días especiales o feos? ¿Tan mal estamos que nos hacemos racistas hasta en los días de la semana, odiando los lunes y esperando que venga el fin de semana o alguna fiesta, vacaciones? Si realmente gozáramos de la vida, todos los días, cada momento, serían una celebración de la existencia.
Esa exhibición de anillos gordos, de relojes rudos, masculinos, feos y chabacanos, ¿es eso elegancia, chic, cool?
Pablo. Especular es una pérdida de tiempo, e inventar lo que debería ser es un error, que denota ignorancia. Jiddu Krishnamurti, y los que han sido y son parecidos a él, no inventaron nada nuevo. Solamente pusieron en palabras, y en algunos hechos, lo que siempre ha estado y está ahí: la compasión y el amor, que es el intento de hacer el menor daño posible a las personas, a todas las criaturas. Todo lo demás forma parte del circo de los maestros, de los gurús, de los que dicen que saben. El mérito de ellos es el mismo que tiene uno que pinta bien, como el que hace un buen traje, o una buena casa, como la mujer que se dedica poner orden en su casa para que esté limpia y confortable, como un cirujano, como el de un buen agricultor, o los ingenieros que fabrican las naves espaciales. En cada cosa que hacemos allí puede estar el amor, y si es así, ya está todo hecho. Todo lo demás se convierte en una propaganda, que empieza con una pequeña bola de nieve y acaba siendo como una montaña.
Y todo eso, si es que somos serios y profundos, se ha de descartar, porque de lo contario llega la dependencia, la idolatría, la ausencia de libertad. Y si no hay libertad, que es inteligencia, nada tiene sentido ni valor.
Adriana. Los consejos, las normas y preceptos, no tienen ningún valor, pues son una cosa muerta, y siempre son del pasado. Lo importante es lo que hacemos a cada instante, lo que hacemos al enfrentarnos a cada reto. ¿Quién sabe cómo va a reaccionar al responder a un reto? No lo podemos saber. Y en ese no saber está la esencia de la libertad, que es estar libre de todo lo conocido, que nos condiciona, nos tiene atrapados y nos arrastra a la fealdad y a la ausencia de belleza. Y en esa libertad, está la sabiduría que nos dice lo que hemos de hacer a cada instante.
Lucy. ¿Por qué queremos diferenciar a las personas si todos somos iguales? ¿Alguien de ustedes no tiene miedo a perder a su amigo o pareja, que le da lo que necesita: abundante o poco sexo, que le da seguridad, que le alimenta la ilusión del futuro, que cree que con él se va a realizar al tener un hijo o no? Esa es la cuestión tan fea que tenemos: hemos hecho de la relación, y lo que ella genera, un problema. Y como no lo podemos resolver, nos dedicamos a ser cínicos, a hacer una especie de folclore humorístico, con sorna vengativa. Pero el problema sigue ahí. Porque estamos vivos y hemos de vivir. Y vivir quiere decir relación con las personas, con nuestro cuerpo y sus necesidades que hay que atender, de lo contrario se estropea y nos amarga.
Y de esa relación nadie se escapa –salvo los dementes-, por lo que habrá que armonizarla, hacerla que funcione de manera en que no haya siempre un vencedor y un perdedor. Y para ello, hay que ser serios y profundos, ya que nos va en ello el que la vida sea una dicha o una amargura insoportable. Y en esa seriedad y profundidad está la comprensión de quiénes somos, donde toda la trama de lo que somos se manifiesta, de manera que vemos todo el veneno de la división entre mujer y hombre, entre ‘tú’ y ‘yo’.
Para ser nosotros mismos hemos de ser conscientes de lo que llevamos entre manos: nuestras vidas y la vida de los demás con los que convivimos y nos relacionamos. Alguien quiero ser el mismo, quiere llevar adelante eso de: ‘Sé tú mismo’. Pero, hay que ver la manera cómo lo llevamos adelante. Ese es el problema eterno: si tú convives con alguien y quieres ser tú misma, pero acosta de la persona que vive contigo, eso qué sentido tiene, qué valor real tiene, si te va a destrozar la vida, ya que vas a desencadenar una guerra. ¿Comprendes, Lucy, dónde estamos? Y ese es el mismo problema que tienen muchas mujeres: que su pareja quiere ser el mismo sin importarle todo el daño que genera.
Creo que ese no es el camino adecuado, Liliana. Porque si tú matas y tiras al río al hombre que crees que te es infiel, sus amigos y parientes se querrán vengar, y puede que hagan lo mismo contigo.
Si eso es cierto –que la moda es la última piel de la civilización-, ¿pero, Selvv, esta civilización es realmente una civilización en la que nos hemos liberado de nuestro condicionamiento heredado del animal? Parece ser que no, porque seguimos divididos, asesinándonos de todas las maneras posibles, incluyendo la que más horror y pavor genera: las matanzas en masa de las guerras.
Fátima. Si un hombre sencillo y corriente, es capaz de hacer tanto daño a una mujer, ¿qué le podría hacer un rico, caprichoso y poderoso príncipe? Hay mujeres que están dormidas, narcotizadas con su ego, ‘yo’, de mujer, que las hacen superficiales, ridículas y patéticas.
Daxi. Nadie es diferente de nadie. ¡Admitámoslo y nos evitaremos problemas y lloros!
Daxi, seguimos: ¡Cuán atrevida es la ignorancia y el deseo de huir de la realidad de que todos somos iguales!
Ser ricos es una inmoralidad y un problema, pero ser pobres es un grave problema. Por eso, hay que vivir ni siendo ricos ni pobres. ¿Lo ves, NaDia?
Yendo más allá de todo –lo conocido-, existe una cualidad de la mente en que se aplaca su ansiedad.