En el contrastar, en la comparación, ¿no está toda la semilla de la división, de los celos y las envidias? Cuando en la escuela, un profesor compara a un alumno con otro, los está destruyendo. Pues está provocando que tanto uno, como el otro, se dividan, ya que el que decimos que sabe menos va a tener celos del que decimos que sabe más. Y el que sabe más va a tener que responder al acoso de los celos de los demás, que saben menos que él. Y ahí ya ha empezado todo el drama del conflicto, con su agresividad, sus malos tratos, todos los problemas.
¿Por qué es que le damos tanta importancia a algunas cosas, si todo en la vida es importante? Cada cosa que hacemos es, por el mero hecho de hacerlo, lo más importante. Si le damos a algo más importancia, no tendremos suficiente energía para responder adecuadamente a eso que estamos haciendo, ni a los retos que nos lleguen. Y de ahí va a llegar todo el desorden, sea teniendo y cuidando a nuestros hijos, atendiendo a los otros, en el trabajo, en el instituto, en la universidad.
Los celos son una insuficiencia no entendida. Esa insuficiencia nos la creamos nosotros, al crear a alguien que decimos que es más o menos valeroso, capacitado, inteligente, bien parecido, que nosotros. Si viéramos realmente cómo somos, si nos comprendiéramos, los celos no podrían arraigar en nosotros.
El problema no es de las personas que nos desatan los celos –la pareja, sus amistades, sus compañeros de trabajo, sus parientes-, pues ellos son como son, al igual que nosotros tenemos nuestras circunstancias particulares, que nos generan unas necesidades.
Los celos, como todo es una actividad mental. Y por eso hemos de comprender cómo funciona el pensamiento, de qué manera operan nuestras mentes. Comprender algo es acabar con ello, pues vemos todo su funcionamiento, vemos cómo nace, crece, se expande y desaparece.
Para olvidar algo, hay que comprender si ello es posible o no. ¿Por qué queremos olvidarnos de algo que no nos gusta, nos altera, nos da miedo, nos genera toda clase de problemas? Hay que comprender que fuera no hay nada, todo está dentro de nosotros. Y ahí dentro de nosotros todo se genera. Si no estuviéramos condicionados por lo que nos han dicho, por los libros que hemos leído, el cine, nuestro ambiente familiar, cultural, etc., seríamos libres, sin miedo alguno.
No podremos deshacernos de nada sino lo comprendemos. Y para comprender algo, no hay que huir de ello, querer cambiarlo, sino ver todo eso en su totalidad, ver lo que es realmente. Y entonces, veremos que no es nada, sólo un invento de nuestras alteradas y confusas mentes. Así que el condicionamiento, la mente condicionada, es el problema.
¿Nos damos cuenta que la amargura nos condiciona toda nuestra vida, nos desencadena los deseos de venganza, nos pone agresivos? La amargura llega porque no comprendemos ni aceptamos la realidad. La realidad de lo que son nuestras vidas y lo que nos llega, queramos o no. Cuando descubrimos que nosotros no somos nada para alterar –no podemos- esa realidad, es cuando toda amargura, los celos, la sed de venganza desaparece, ya sea con sus ironías, con sarcasmo y burlas, con cinismo, con planificar maldades, etc.
Nosotros sólo podemos informar, señalar, dónde está lo negativo. Todo lo demás, es cosa de los otros, de los que lo reciben. Pues sin libertad no hay manera de saber eso que llevamos entre manos, nuestras vidas, lo que es, y lo que son.
Si hay algo sagrado, es todo lo que existe sin excepción alguna. El cuerpo todo él es sagrado, sin excepción alguna. Y de la misma manera, es sagrado todo lo que existe, toda la realidad de lo que es, que se manifiesta en la naturaleza y en todas partes.
Es la comprensión la llave que va abrir toda la belleza, que hay por doquier. Sin comprensión nada es posible. Y la comprensión llega con la libertad total y absoluta para poder ver e indagar en todas direcciones.
Si decimos sólo tú, ya estamos acabados. Pues nadie puede ser sólo tú. Y si lo es, porque lo creamos e inventamos, vamos a sufrir sus consecuencias. Pues nadie es capaz de reunir todo para entregarnos todo a él. Ya que ese él, es como nosotros alguien que quiere pero no puede: quiere ser bueno, quiere hacer las cosas bien, quiere ser feliz, pero no puede.
¿Qué es un amigo, alguien que habla con nosotros, que nos acompaña a algún sitio, que nos presta algo, dinero o cualquier otra cosa? Pero, ahora hemos de descubrir por qué lo hace.
Cuando uno saca al perro a pasear, ¿lo hace por el perro, o lo hace para salir a tomar el aire y gastar su energía sobrante por estar sobrealimentados?
Loa sacramentos, son un instrumento para persuadir, comer el coco, a las personas. Es una especie de brujería –esa que la Iglesia tanto persiguió, ya que no era la de ellos, claro-, para crear una especie de epidemia mental, que es lo que son las creencias e ideas, las religiones organizadas, la fe. Para someter y dominar a las inocentes y vulnerable personas. Todo ello acompañado por la crueldad y violencia, por las represalias, para los que no se sometían.
Nosotros somos los pensamientos, que son el pasado, el resultado de las experiencias, de lo que hemos sido durante un millón de años. Es decir, nosotros somos el condicionamiento de todo ese pasado. Y mientras no lo comprendamos y vayamos más allá de él, seguiremos siendo ese pasado: fragmentación, conflicto, violencia y guerra, dolor.
Nada es para siempre, pues todo en la vida se está moviendo, cambiando. Por eso, si nos agarramos a alguien, o a una idea o teoría por favorable que nos parezca, eso nos divide de la realidad de lo que está sucediendo. Y por eso, no podemos atender adecuadamente a lo que nos llega.
Cuando somos libres de todo, ¿no nos damos cuenta lo ágiles que somos, lo nuevos, la ausencia de deseos, la belleza que vemos allá donde miremos?