Torni Segarra

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Ese es el problema que tenemos: Queremos pero no podemos conseguir eso que querernos, deseamos. Por eso, todo nuestro sistema psicológico no es adecuado, pues no nos da la inteligencia para poder comprender que querer algo es no poder. Y sin querer nada, todo se consigue. Para eso, es precisa la comprensión de nuestro sistema de pensamiento. Ver claramente porque ese deseo de conseguir, si eso que consigamos nos deja en lo que no queríamos conseguir –pues es lo viejo, que ya conocernos, que se repite a lo largo de miles de años-.
 
Si la percepción es total, en la que el que percibe no es consciente, no hay división alguna con lo que sucede que estamos viendo, percibiendo. Pues el ‘yo’, que es tiempo no está ahí de ninguna de las maneras.
 
Seguimos con el miedo a lo nuevo. Y lo nuevo siempre es lo del otro, del que viene y nos lo lanza para que lo veamos. Y por eso, lo rechazamos, porque es darle protagonismo al otro -que es el competidor, el enemigo a vencer-, lo que quiere decir darle importancia, darle poder.
 
Si lo he entendido bien, lo que dicen Kiran y Nathan. Cuando decimos que el evento es antes de la percepción, eso lo vemos de esta manera, porque vuelve el pensamiento que dice: ‘Esto que extraordinario que ha sido, no había tiempo’. Pero en el mismo momento de participar del evento, no hay ni antes ni después. Si no volviera el pensamiento, con su ‘yo’, que se divide del evento, de lo que ha sucedido, seguiríamos participando de todo sin división alguna. Ahora bien, ¿es esto posible -que el ‘yo’ no vuelva a operar nunca-?
 
He leído tu entrevista de ayer en el diario… Gracias.
Si decimos que renovemos nuestros sueños, entonces estaremos dando vueltas en la superficialidad, en el absurdo. Porque, un sueño es una proyección, donde tengo que dirigir todas las energías, los deseos, dinero, etc. Y todo objetivo, por noble que parezca, nos exacerba el deseo. Y es cuando nos hacemos brutales, crueles, violentos, etc., para conseguir ese deseo, que no tiene otra realidad que una mera proyección mental.
Por eso, si un deseo persiste porque quiere un sueño, míralo, obsérvalo, sin querer modificarlo ni huir de él. Solo estate con él. Y así será de la manera que el deseo, sueño, etc., te contará su historia. Esto es diferente a lanzarte para conseguir tu sueño, que se convierta en una obsesión. Como les sucede a los que triunfan, que lo hacen a toda costa, pero que por donde pasan van sembrando de cadáveres, que vemos como obstáculos o nuestros enemigos, que se anteponen y obstruyen nuestro objetivo, convirtiendo la vida en una guerra de todos contra todos.
 
El sexo no es una tentación, es una necesidad, como el dormir, el comer, etc. Somos nosotros con nuestra estupidez, los que hemos hecho de él una adicción que se convierte en más necesidad. ¿Por qué de algo natural y necesario hemos creado una tentación? ¿Por qué del comer o de descansar, hemos hecho de ello un peligro?
Es porque no estamos bien que todo lo que hacemos y tocamos lo convertimos en un problema. Hemos hecho un problema del trabajo, del levantarme por la mañana, de las relaciones, un problema del dinero, del tiempo de ocio, de las vacaciones.
Y todo eso significa, que nuestras vidas se han convertido en un problema. Vivir es un problema, morir también lo es, el frio, el calor, en primavera o en otoño, seguimos teniendo problemas. De jóvenes o de viejos, seguimos haciendo un problema de ello, De ser hombre o de ser mujer, también hemos hecho un problema.
Así que miremos qué es lo que somos en realidad. Y no inventemos otra realidad que me gustaría que fuera. Porque si huimos de la realidad, lo que generemos serán más problemas. Porque la realidad, lo que es, no se puede cambiar. Hemos de sumir lo que somos y que no hay más.
 
Hans. ¿Cómo sabes que los santos, sabios y profetas viven sin sexo? ¿No te das cuenta que todos tenemos las mismas necesidades básicas? ¿No te das cuentas que conociéndote a ti, conoces a todos los demás, al resto de la humanidad? Por eso, santo que respira no vale. Porque todos los que pasamos por la tierra nadie puede ser santo, ya que tiene que hacer daño a alguien, quiera o no quiera.
 
Dios no quiere nada y sí que quiere. Por eso, es cada cual el que tiene que descubrir qué tiene que hacer en cada momento. Dios no habla ni deja de hablar, por eso no pongáis en la boca de él lo que no sabéis si lo dijo o no.
 
El que es auténtico, da igual que entre por la puerta pequeña, como por la puerta grande. Y el que no ha de ser para la espiritualidad, la libertad, etc., aunque entre por la mejor puerta o la peor no servirá.
 
Esa es la diferencia entre Oriente -los hindúes, etc.- y Occidente. Ambos creen en dios, pero los orientales lo ven en todo -son panteístas- y en todas partes. Los occidentales aunque dicen que dios es omnipresente, no lo viven de esa manera. Por eso, el sentimiento del bien y del mal, tan arraigado en Occidente, es difuminado e imperceptible en Oriente. Aunque los dos, caen igual en el fanatismo, la crueldad, la violencia. Porque, ambos caen a favor de una de las dos partes según les interese: ya sea lo que ellos consideran su bien o su mal.
 
El sí y el no, si son usados para el mal, lo cosa irá también mal. Pero si, el sí y el no, son usados para hacer las cosas adecuadamente, no importa decir sí como no. Pues son dos herramientas para comunicarnos y para poder gestionar nuestras maneras de vivir.
 
El pensamiento es útil para saber cómo me llamo. Pero, en lo psicológico no es fiable, pues él es una parte que no puede abarcar el todo.
 
El pensamiento no puede resolver los problemas, se complican más. El pensamiento está diseñado para resolverlos. Él los ve por todas partes.
 
El pensamiento es superficialidad, banalidad. Pero da mucho dinero. Por eso el mundo es tan corrupto e inmoral, indolente: vencer, vanidad.