Torni Segarra

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Es el fin para Enghel, si se ha muerto. Los átomos, neutrones, lo que haga el universo, ¿eso al muerto qué le importa o no, si ya no cuenta ni siente nada? Los problemas, las cuestiones, las preguntas, etc., son para los vivos.
 
Cierta vez hable con una persona que se despertó dentro del ataúd, en el velatorio, y se levantó y salió, todo extrañado de esa situación. No aparentaba ninguna enfermedad ni dijo a causa de qué fue esa situación.
 
Yo veo el dolor en todos los que lloran sean de la parte que sean, cuando hacen estallar bombas en una gran ciudad, llena como todas de personas que han de sufrir por culpa de unos fanáticos que se quieren matar unos a otros.
 
¿Por qué tenemos miedo de perdernos y hemos de ser dirigidos por otra persona, ya sea la autoridad del que dice que sabe, de un maestro o gurú, de un salvador, de un psicólogo o psiquiatra? Cuando uno sigue al que dice que sabe, se condena a ser superficial, vulgar, una persona temerosa y dependiente, esclava de eso que la hace sentir segura. En cambio cuando uno, digamos que se pierde, es de lo más enriquecedor, porque en realidad es cuando deja de estar perdido. Pues, entonces es libre de errar, y es así, siendo vulnerable, como aprendemos.
La vida sin libertad no tiene sentido, es mortecina, como la de un animal atado o encerrado. Uno ha de comprender lo que es el miedo, llegar a la raíz desde donde nace. Y veremos como el miedo, es dependencia de lo que conocemos. Es decir, el miedo surge cuando hay un peligro de que desparezca lo conocido: la rutina, la repetición, es ser obediente, rebelde o indiferente. Pero, cuando uno es libre de todo eso, que es nuestro condicionamiento, es entonces cuando llega lo nuevo. Y lo nuevo, es la libertad de lo conocido. Por eso, lo conocido es vivir en la seguridad, donde no hay libertad. Sin embargo, en lo desconocido, en la inseguridad, está la libertad, lo nuevo, lo que la mente no ha tocado.
 
Si no hay karma –las consecuencias de lo que hacemos–, ¿qué sucede con nosotros? Para que no haya karma, no nos afecte, no hemos de estar divididos, inatentos, en conflicto, sino completamente atentos a lo que vemos o a lo que estamos haciendo. Es decir, cuando hay amor el karma desaparece, pues no puede ser. Ya que, el karma es un invento del pensamiento que dice esto está bien y esto está mal. Y eso mismo, pasa con la reencarnación que es un consuelo, un invento para combatir el miedo a la nada y al vacío. Pero, nosotros venimos de la nada y vamos a volver a ella, como le sucede a todo lo que existe.
Después de todo, no debe de ser ningún drama ir donde todos han ido y vamos a ir todos. Y volvemos otra vez, si uno comprende el miedo, es libre, sólo queda la nada, pues la mente ya no inventa, está quieta con lo que está haciendo, observando, mirando, sólo percibiendo.
 
¿Para qué sirve torturarse el cuerpo, si el cuerpo es lo más sagrado que tenemos, es la casa del ‘espíritu’, del ‘alma’, que es lo más importante –la conciencia, la percepción-? La fe, la creencia, el deseo, todo es lo mismo, una ilusión que nos genera desorden y confusión. Hacer grandes sacrificios en caminatas, esforzándonos, ayunando, o haciendo cualquier exceso en abundancia o restando, todo ello aquieta la mente, los ‘espíritus’, el ‘alma’, momentáneamente. Pero, una mente aquietada es una mente embotada, una mente estúpida, sometida, sin sensibilidad, sin inteligencia. ¿Por qué hacemos todo eso –los cristianos se flagelan el cuerpo con cadenas o látigos, etc.-? Lo hacemos porque vivimos divididos, fragmentados de la realidad, y todo eso, nos genera y provoca conflicto, ansiedad, desasosiego. Y entonces, la mente está alterada de manera que parece ingobernable, por lo que hay que someterla privándola, maltratándola, etc.
Pero, ¿qué pasa si estamos completamente atentos a todo cuanto sucede, tanto dentro como fuera de nosotros, si somos sensibles a las personas que pasan junto a nosotros, si somos sensibles a la fealdad que hay por doquier, a la belleza de un bonito edificio, de un bonito coche, a la belleza de ver y percibir todo cómo funciona? Entonces, una mente así es feliz, no tiene problemas que arraiguen, y por tanto no hay conflicto ni ansiedad ni amargura. Y no hay necesidad de ir a gimnasios, a jugar agotadores partidos de básquet o de tenis, ir decenas de kilómetros en bicicletas, o hacer largas caminatas. Porque, una mente sin conflicto es feliz, tiene inteligencia.
 
En el ámbito psicológico, en el del humanismo, en el espiritual, no hay trucos que valgan. O tú me quieres, me amas, me respetas, o no me quieres, eres indiferente. La mejor prueba de que uno va bien, es cuando tiene unas buenas relaciones con las personas con que nos relacionamos. Y ahí no hay más truco ni vibración que la del amor.
Las actitudes mentales, sus vibraciones, el poder de la mente para hacer y deshacer, etc., todo son un escape, una huida, la vanidad de querer derrotar a la realidad -lo que es-, a la vida. 
 
Nada se puede cambiar: ni la violencia, ni la memoria ni el pensamiento, ni nuestra raza y sus rasgos y costumbres. Y ahí no hay ningún problema. Pero, el problema surge cuando no respondemos a todo eso adecuadamente, cuando no estamos atentos ni le damos importancia al reto que nos llega, que va a afectar a todo lo que soy. Y si no morimos a todo lo que somos a cada instante, los retos se vuelven un problema, un conflicto inacabable.
 
Todo esa ilusión termina cuando nos damos cuenta que el que piensa y el pensador son lo mismo. Es decir, yo soy el pensamiento. No hay división entre el pensamiento y yo. Y es por eso, que hemos dividido la conciencia y dicho que existe el yo y el ‘yo’. Y así, hemos creado la división entre ambos –el ‘yo’ y el súper yo-, con todo el conflicto que le sigue.
 
Ver cada pensamiento como nace, crece y se desvanece, estar atentos a todo ese proceso, fortalece la mente. Donde estamos libres de la identificación con los pensamientos, que en definitiva es lo que está sucediendo.  
 
El problema del indagar, de la imaginación, es que no tiene fin. Y por eso, todo se convierte en una especulación, un entretenimiento y distracción para no enfrentarnos al hecho, que siempre es ahora, de lo que está sucediendo. Y lo que está sucediendo es que estoy relacionado con todo lo que existe. Y en la medida en que esa relación sea verdadera, no divisiva ni conflictiva, voy  a funcionar con menos problemas.
 
"Sin consciencia, ser sería desconocido, y sin ser, la consciencia no existiría."
Sin conciencia, no habría percepción. Seríamos como los dementes, descerebrados. Y la vida de los seres vivos no podría ser, pues ellos necesitan responder a los estímulos, han de tener un centro de control, para poder coordinar las funciones de comer, ponerse a salvo, desplazarse, reproducirse. Una  persona en estado de coma, sigue viviendo, pero sin la ayuda de los demás, moriría en poco tiempo pues no puede moverse. Alguien que tenga el cuerpo sano, pero se le deteriore y pierda el cerebro o la mente, tampoco puede vivir sin la ayuda de los demás, porque tampoco puede coordinar las facetas necesarias para poder sobrevivir.