‘Yo soy’, significa que uno se percibe, es consciente como ser que ve a otro ser, y a todo lo que le rodea, es decir, es una separación consciente. Pero, ese no es el acto que nos hace humanos, inteligentes. El rasgo del humano, es que se da cuenta que está haciendo daño y busca e investiga la manera de evitarlo. Porque como no hay diferencia entre tú y yo, entre nosotros y ellos, al hacerte daño a ti, me lo estoy haciendo a mí.
Al hacernos conscientes de que éramos, de que somos, entonces surgió el problema de la posesión. Cuando uno no sabe nada no quiere nada –de ahí, ojos que no ven corazón que no sufre-, pero cuando se entera de todo lo que sucede, es consciente de lo que tiene entre manos, entonces se crea el miedo y el temor a perderlo. Y es entonces, cuando nos divididme, nos fragmentamos de los demás, que también quieren lo mismo –no perder lo que tienen: el cuerpo, la vida, todo lo que necesitan para sobrevivir.
Y ahí estamos después de un millón de años con esa división que genera los conflictos, la insensibilidad, los enfrentamientos, la contienda, la violencia y la guerra. Así que, el único reto realmente importante es, comprender el origen de esta división e ir más allá de ella.
¡Qué lejos estamos de la verdad! Que es darse cuenta de que estamos divididos y hemos de hacer lo necesario para no estarlo.
¿Quién es el animal y quién el ser humano? Somos iguales, aunque queremos ser diferentes.
Lo mundano es todo lo que nos genera problemas, el ‘yo’: los inventos del bien y el mal, la división entre mujer y hombre, negro o blanco, entre creyente o no creyente, entre rico y pobre, culto o no cultivado. Si comprendemos ese ‘yo’, y vamos más allá de él, entonces se acabó todo lo mundano.
La persona libre, es. Y está más allá de todo lo que es la realidad. No lo descarta, pero no la altera ni confunde, sino que lo vive con toda naturalidad, con la inteligencia que llega al no haber conflicto entre lo que es y lo que me gustaría que fuera.
Hay algo que determina todo lo que hacemos: si yo estoy confundido, con desorden, en conflicto, etc., este escrito que te envío, por bonito que sea, por buenas palabras que diga, por mucha fama que tenga de buena persona, etc., todo el desorden que tengo en mi vida llegará a ti.
Y desorden significa, no erradicar los problemas -que son mi división y el conflicto interno-, para que esto no llegue a los demás. Es decir, el primer y el único problema que hay, soy yo. Y si lo resuelvo, también resuelvo todos los problemas de los demás.
La codicia vendría a ser la recopilación de todos los males. Porque, la codicia es la mayor ignorancia. Pues, uno cree que acopiando, adquiriendo algo material, o espiritual, conocimiento, uno va a encontrar la paz y la felicidad. Las personas somos sociales, necesitamos la relación. Pero, esta relación se puede convertir en una trampa, en algo tan peligroso como un veneno. Eso lo saben muy bien los que se tienen que exhibir para poder hacer lo que quieren y necesitan.
Los maestros, los gurús, los salvadores, los cantantes y artistas, los políticos, escritores, profesores, los que sobresalen en algo, etc., todos necesitan mostrarse a los demás. Tienen una fuerte necesidad de acercarse a los que los admiran, confían en ellos. Pero, como todo en la vida, si la codicia se pone en su actividad inadecuada, esos que tanto lo admiran lo pueden destruir.
Con el dinero, las propiedades, con todo lo que existe, pasan lo mismo. Una persona que no tiene mucho dinero, cuando recibe un poco, le parece una fortuna. Una persona, que nadie le dice nada, una mirada, una sonrisa, un gesto, le puede provocar un éxtasis, la dicha.
¿Por qué es que necesitamos tanto para poder sobrevivir, si en poco hay suficiente? ¿Se puede llenar esa necesidad de más de lo que sea, o de menos también de lo que sea –ahí están las jóvenes mujeres que no comen porque quieren estar más delgadas todavía, cuando ya lo están-? Uno ha de darse cuenta que ese hoyo que hay dentro de él, nada lo va a poder llenar, haga lo que haga. Así que, cuando antes comprendamos esto, todo nos irá mejor, tendremos más tiempo, tendremos menos problemas porque cada cosa que tenemos o hacemos, eso significan más problemas.
Todo el problema está en que no comprendemos que es preciso estar solo, no depender de nadie, ni de la mujer, ni del amigo, ni del líder, ni del coche, ni de la playa, ni del campo, ni del ordenador, ni del viaje, etc., pues todo está ahí dentro de nosotros, ahí está todo lo que necesitamos. ¿Por qué no somos sencillos, capaces de vivir como lo que somos, sin imitar ni mirar lo que hacen los otros? Es el miedo a no ser nada, a estar solo, es el que hace que me compare, que mire a los demás cómo visten, cómo viven, cómo se comportan. Pero ese es el camino de la desdicha y la vulgaridad.
Uno ha de jugar con todo eso, sin agarrarse a una decisión que lo va a esclavizar, tiene que tener la actitud de: sí, sí que lo quiero; pero, no, no lo quiero, o al revés: no, no lo quiero; pero, sí, sí que lo quiero. De esa manera no nos agarramos a nada ni nos quedamos atrapados a nada. Sino que vamos actuando y decidiendo según los retos y las circunstancias que nos llegan. La libertad para que sea, se ha de poder ver, mirar e ir en todas direcciones.
La basura, como todo, es infinita, no se puede acabar con ella. Así que todo es basura. Pero, hay que vivir con esa basura, sin querer cambiarla ni amargarnos ni ponernos neuróticos. Es como cuando estamos enfermos, uno no puede huir, ha de vivir con la enfermedad. O como cuando somos jóvenes o viejos. No se puede elegir ser viejo o joven. Se es viejo y se es joven. Hemos de vivir con eso,
Y al no huir ni querer cambiar la realidad, cesa la división y el conflicto con eso que no se puede cambiar, la realidad. Y si no hay conflicto, ¿dónde están los problemas? No hay ningún problema: la basura no molesta, la vejez tampoco, la juventud es una dicha, el frío se celebra al igual que el calor.