La sinceridad, que es la ausencia de egoísmo, genera orden. Por tanto, todos ganamos siendo sinceros, pues la verdad sólo tiene un camino, que es la verdad misma. La verdad no sabemos lo que es, se manifiesta cuando negamos nuestros deseos egoístas. Es decir, si negamos, si descartamos lo negativo lo que llegue ha de ser lo positivo.
Cada quien tiene se propia historia. Vivamos nuestras vidas, que la vida de los otros ya tienen protagonista.
Cada cual tiene su propia historia que tiene que vivir. Así que, vivamos nuestras vidas, ya que la vida de los otros ya tiene protagonista.
No sé si alguna vez han hecho autoestop, porque tenían un irrefrenable deseo de ir a un sitio y no tenían dinero. Cuando están en la carretera, solamente quieren que un coche o vehículo de ruedas acepte su petición. No importa si el coche es bonito o no, de marca o no, si va lejos o no llega a donde van, la cuestión es salir del lugar en dirección hacia donde quieren ir. Por supuesto que ahí hay peligro, pero no lo vemos. Como el montañero que escala una alta cumbre llena de nieve, o el corredor de motos o de Fórmula 1, o el conductor de camiones, que pueden sufrir un grave accidente o perder la vida.
La vida, es la inseguridad absoluta. Lo que marca la diferencia es por qué hacemos lo que hacemos y cuando lo hacemos.
Creer que en un conflicto o enfrentamiento, solamente el culpable y el responsable es el otro, eso demuestra lo superficiales que somos. Los países, las naciones, cuando tienen algún problema culpan también al otro, al igual como hacemos con nuestros vecinos, compañeros de trabajo, la pareja.
Ese es el paradigma de miedo, porque asumiendo nuestra parte de responsabilidad pensamos que perdemos el prestigio social, de buena persona. Pero no hay escape, porque todos participamos de todo, de lo bueno y lo malo de todo cuanto ocurre.
Las interpretaciones sobre el amor, eso es nuestro. Pero el amor sólo es siempre en todo su esplendor.
Nadie sabe lo que pueda suceder en el futuro. En cuanto a los dioses, ellos no son de fiar, porque somos nosotros los que los hemos inventado para nuestras necesidades, parar justificar todo las barbaridades que hacemos, para nuestro consuelo. Pero todo invento del hombre es más de lo mismo que tenemos ahora: el egoísmo del miedo.
La madurez si es psicológica, espiritual, lleva consigo la sensibilidad, que se manifiesta en compasión y amor por todo.
Tal como concebimos el amor -de amigos, de pareja, de parientes, de equipo-, es una necesidad que nos da seguridad. Pero, la seguridad nos bloquea la posibilidad de amar, del amor.
Que sea un hecho. Y no como los que dicen sí a la paz y no a la guerra, pero sus actitudes y hechos van sembrando todo lo contrario: división, conflicto, crueldad y violencia.
El miedo nace por la ilusión de creer que podemos estar seguros, de poder conseguir la seguridad. Pero, en la vida solamente existe la absoluta inseguridad, por lo que todo deseo e intento de ir en pos de la seguridad nos deja en la inseguridad de siempre.
Esto es así porque como la realidad, es la inseguridad, y nosotros queremos cambiar esa realidad, por otra realidad que incluya a la seguridad, nos dividimos de lo que es, de lo que está más allá de nuestros deseos y necesidades, que es la realidad.
Y eso se ve en todas partes, en todo lo que hacemos: queremos ganar y triunfar, vencer ser los mejores. Pero, los otros también quieren lo mismo que mostros, por lo que se genera el conflicto, los enfrentamientos, la violencia y la guerra. Todos los inventos van en esa dirección: las religiones, la política, las competiciones deportivas, los nacionalismos, los bloques ya sea el oriental o el occidental, el capitalista o el comunista.
El sentimentalismo, el sentir, el sentimiento, nos traen malos resultados, pues nos inflaman y emocionan y nos pone listos para hacer toda clase de tonterías. Esos que asesinan a las mujeres están rebosantes de sentimientos hacia su pareja, esposa, amiga. Dicen que la quieren tanto que si ven el peligro de perderla, son capaces de cualquier locura.
Por tanto, si comprendemos que una persona nunca es de nadie, seremos capaces de respetarla y darle total libertad.
Atenerse a la realidad, es el principio del orden. La realidad, lo que es, es más importante que lo queremos y deseamos. Todo deseo es del futuro, por lo que ya estamos inventándolo, programándolo. Y como tenemos miedo, vivimos con miedo, todo lo que deseamos está dentro del ámbito del egoísmo, creyendo que nos dará seguridad y nos olvidaremos del miedo.
Pero, al miedo no se le puede vencer, solamente se le puede comprender, vivir con él, e ir más allá de él. Así que, si no comprendemos la realidad, cómo funciona la vida, y cómo funcionamos nosotros, entonces el desorden, la confusión y el miedo seguirán en nosotros.
En el tener, el conseguir, nunca tenemos bastante, porque como estamos sujetos al infinito, eso no tiene fin. Así que el conseguir, ya sean objetos materiales, como experiencias, eso es inacabable. Si no lo vemos, esos deseos nos generan ansiedad, estrés, nos generan desorden: yo quiero esto, y aunque no pueda voy a esforzarme para conseguirlo. Y en ese esfuerzo, es donde está el problema pues nos hacen brutales y crueles, insensibles e indiferentes al dolor. Todo esfuerzo es ausencia de inteligencia, de amor.
La comparación con otras personas, es la desdicha. Pues nos destruimos a nosotros y a la persona imitada. Ya que en el la raíz de la imitación están los celos y las envidias, que nos hacen generar el deseo de ser como los demás. Y todo esa actitud, nos genera división y conflicto interno, haciéndonos feos, esnobs decadentes.