Torni Segarra

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Cuando premiamos a una persona solamente porque decimos que ha hecho una hazaña, no lo estamos haciendo bien, porque los que están en contra de ella, al removerlo todo, van a tener más ganas de hacerle daño. Todos dependemos de todos, uno solo no puede hacer nada sin un equipo asesor, que se encargue de la logística de todo el espectáculo, que es en lo que se convierten los personajes populares, aunque han pasado por horrores y hayan hecho alguna hazaña –como muchos otros cada día anónimamente lo hacen sin que llegue a la televisión ni a la prensa-.
 
Cuando nos miramos al espejo estamos solos, no hay nadie aparte de uno mismo. Y lo mismo sucede con la imagen que tenemos de nosotros, y de los demás, no hay nada. Todo es una ilusión, sólo es el invento del ego, del ‘yo’ –que es tiempo-. Ya que sólo existe el ahora, lo atemporal, lo eterno, la conciencia, la percepción.
 
La cuestión es: ¿Por qué no podemos tener esas experiencias tan maravillosas con todas las personas, con todo lo que nos rodea? Hemos de ser sensibles a lo que nos gusta, lo bonito, pero también a lo que no nos gusta, lo que nos parece feo. Si no estamos reproduciendo el mundo que tanto detestamos y rechazamos: el centro de las ciudades con sus casas bonitas, que nos gustan, y la periferia con sus casas feas. Y con respecto a las personas, nos hacemos clasistas, racistas.
 
El tiempo cronológico, lo que invertimos en ir de aquí hasta allá, lo que tarda en crecer la semilla y­­­ lo que será un árbol, tiene su utilidad. Pero el tiempo en el ámbito psicológico, el del llegar a ser, el del devenir, ¿tiene algún sentido verdadero? Si hay una necesidad, ¿verdad que respondemos sin tiempo, sin proyectar en el futuro su respuesta? ¿El amor puede ser el result­­­ado de la evolución, del llegar a ser, puede ser el resultado del tiempo? ¿O, el amor siempre es ahora, en el ahora, y cuando sea siempre será el ahora? El amor es sin tiempo, porque es la nada, el vacío donde sólo existe la percepción de lo que está sucediendo.
 
Mientras exista el miedo, es que el ‘yo’ está operando. Ese miedo que tenemos es el que hemos heredado de nuestro pasado animal. Y los animales todos tienen miedo, lo experimentan, ellos no pueden ir más allá de él, porque de ese miedo depende su programación de la vida que es la subsistencia, la lucha del más fuerte para perdurar, dominar, etc.
Nosotros todo esto lo vemos, pero la parte animal que hay en nosotros sigue teniendo miedo. Como no podemos deshacernos de esa parte animal, que es el ‘yo’, tendremos que seguir viviendo con ese miedo que tiene nuestra parte animal.
 
Cualquier hombre o mujer, que no han descartado el sexo de sus vidas, cuando ven a una mujer o a un hombre enseguida aparece la atracción sexual, el impulso sexual. Que estará mediatizado por el deseo de si se enrollan con entre ellos o no. No hace falta que tengan un cuerpo espectacular, provocativo, solamente tiene que funcionar el que pueda ser posible tener sexo entre ellos. Si no puede ser, no puede ser.
Ahora bien, ¿pueden una mujer o un hombre espectaculares, provocativos aunque sea a pesar de ellos, sin quererlo, tener amigos o amigas que no vayan a conseguir tener sexo con ellos? Esa no es la cuestión. La cuestión es: ¿si un hombre o una mujer hacen amistad con una mujer o un hombre, excitantes sexualmente, por su erotismo y espectacularidad corporal, pueden  intentar el sexo con ellos y ante la negativa, la no posibilidad, seguir siendo amigos sin ningún problema? Sin forzar, sin acosar, sin programar estrategias, en la dirección sexual. Ya que donde hay esfuerzo, no hay amor. Pues el sexo no es amor. El amor engloba al sexo.
 
Pero el miedo tiene su lugar y momento, no desaparece. Y ese es el problema: que siempre estará ahí. Por lo que deshacer el problema, es vivir con él. Pues el mismo miedo es el cuerpo, Y sin cuerpo no podemos vivir.
 
¿La liberación puede ser motivo de venganza? Si hay venganza quiere decir que todavía estamos poseídos, presos por eso de lo que nos queremos liberar. La liberación, que es amor, no necesita recordar el pasado, que es lo que es la venganza.
 
Muere el toro torturado salvajemente, asesinado por los fanáticos insensibles, que necesitan de ese placer tan caro y vicioso. Y por la tolerancia de todos los cretinos, subdesarrollados mentalmente, ya sean intelectuales, poetas, la autoridad siempre atenta para alagar al vulgo, siempre que le convenga para perpetuarse en el poder.
 
Para que venga lo nuevo hay que morir a lo viejo.
 
¿Algo de una persona, toda ella, puede ser de alguien? Eso sería esclavitud, ¿no? Pues si no queremos ser esclavos de nadie, hemos de liberarnos de eso que nos esclaviza.
 
Las palabras no son los hechos. Los hechos son los actos, lo que realmente somos y hacemos. Aunque sigamos diciendo lo contrario de lo que hacemos.
 
El callar, el silencio para que sea, no ha de ser impuesto. Porque si no sería ‘mi’ silencio en contraposición a los que no lo quieren. El silencio, llega cuando todo ya ha acabado completamente dentro de nosotros.
 
La vida de una persona no es solitaria ella sola, todos somos solitarios en la vida que nos toca vivir. Ya sea afortunado, con una buena posición social, ya sea un escritor, actor, ya sea una mujer súper estrella; o los más sencillos, pobres, los menos afortunados; todos tenemos, estamos condenados a llevar, una vida solitaria. Ese es el hecho. Pero a nosotros parece que nos gustan los no hechos.
 
Una de las maneras de hacerles llegar a los políticos que mandan, que sus actitudes son inadecuadas, por corruptas e inmorales, sería que todos los periodistas que los cuestionan y no están de acuerdo con ellos, no fueran ninguno a sus ruedas de prensa a los que son citados, invitados. Entonces, los políticos se darían cuenta que están equivocados en sus maneras, ya que no quieren saber nada de ellos.
De lo contrario, yendo como borregos a sus ruedas de prensa, les dan cuerda para seguir funcionando como lo hacen. Por supuesto que todos los políticos y los gobiernos, tienen sus periodistas y diarios que los aprueban y defienden hagan lo que hagan. Pero así, ellos se verían retratados, se darían cuenta cómo son y cuantos son.