Torni Segarra

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Dios es un invento, es el producto del miedo a todo esto que es la vida y su misterio, que no podemos desvelar. Pues nos tenemos que conformar con lo poco que somos y sabemos. ES decir, vivir con inteligencia: darnos cuenta que todos los problemas –el miedo, la ignorancia: son lo mismo- son generados por la división y el conflicto interno que todos tenemos.
Por tanto, hay que averiguar cuáles son los motivos, por qué es que nos dividimos.
 
Si apagamos la luz de otro par que brille la nuestra, estamos también apagando nuestra propia luz. Ya que todos formamos parte de esa unión que es la vida, somos una unidad con todo lo que existe, con el universo.
 
Paola. Explica, si quieres, cuál es tu problema para ver que te sucede y si tiene solución.
 
Si le damos demasiada importancia a la familia, la convertimos en un clan, en una mafia, nos volvemos racistas. La familia, nuestra familia, es toda la humanidad, los de aquí que viven contigo y los que viven en cualquier otra parte del mundo.
 
El nihilismo, e la negación de todo. En principio, como en todo, no es negativo porque hay libertad para todo. Pero, cuando llegan sus resultados, entonces es cuando nos vemos tal cual somos y qué podemos hacer. Eso es lo que les pasa a los nihilistas corruptos e inmorales ladrones, asesinos, personas que viven irreflexivamente, drogadictos, etc., que cuando llegan los resultados de su nihilismo, lloran en su miseria. Y entonces, ven realmente quiénes eran y qué es lo que hacían. Otra cosa, es que eso les pueda dar la energía suficiente, inteligencia, para comprender y liberarse de esa actitud miserable y cruel.
 
Todos pasamos por todo, la vida básicamente es para todos igual: sufrimos, somos rechazados, pasamos por experiencias amargas, etc. Por eso, creerse como alguien especial, que sufre más que los otros, es ignorancia, autocompasión, egoísmo.
 
Nadie somos únicos, todos pisamos el mismo suelo, la misma tierra, creerse diferente es cosa de esnobs, de vanidad, de exhibicionismo, de falta de comprensión de quiénes somos en realidad.
 
Los sueños, sólo son sueños: nada, ni humo tan siquiera. Todo autocompasión, miedo, egoísmo.
 
Lo que se dice, lo que hablamos, no es lo real. Pues, el hecho, la realidad, lo que es, es lo importante y verdadero.
 
En un mundo como este, cruel, insensible e indiferente, uno ha de ser escéptico a todo cuanto nos llega, a todo lo que leemos, nos informan en los medios de comunicación.
 
Tan grave es forzarse para ser diferente, como forzarse para ser igual. Pues, en ambos casos existe un conflicto con la realidad de lo que uno es. Cada cual ha de ver y comprender la realidad. Y de esa comprensión florecerá la inteligencia que nos dirá lo que hay que hacer.
 
Tanto si nos amamos (como pareja, novios, etc.) como si no, da lo mismo pues el amor es de segundo a segundo. Porque el amor nace y muere sin parar. Por eso, dar todo el amor a una persona, ¿es eso verdadero amor, o es un negocio de yo te doy, y tú me das?
 
Se puede encontrar a alguien para que nos haga reír, llorar, nos de la felicidad, seguridad, etc. No es difícil de encontrar a alguien que lo haga. El problema está en ¿cuánto tiempo lo va a hacer? Por eso, sólo existe la absoluta inseguridad en todos los ámbitos de la vida.
 
No nos podemos escudar bajo el manto de los santos, los dioses, los parientes, los amigos y vecinos, etc. Es cada uno, cada cual, el responsable de su vida y sólo él lo ha de resolver. Sabiendo que hay cosas que no tienen solución: el paso del tiempo, los hechos que suceden, los reveses e inconvenientes, la enfermedad, la vejez y su decrepitud, la muerte.
 
El verdadero amor es sin deseo hacia ninguna dirección. Porque, cuando queremos algo, por bien visto, noble, santo y humano que sea, ese deseo que desencadena, nos divide y fragmenta de los demás, por lo que se crea conflicto. Y si hay, división y conflicto, el resultado es lo mismo que eso que queremos quitar, y que consideramos negativo e inhumano.
 
Cuando uno tiene amor, tiene una mente brillante y habla desde el corazón. Porque el amor es la unión de la inteligencia, la mente completamente atenta, el cuerpo y el corazón, todo funcionando al mismo tiempo, en una unidad. 
 
Si es que somos serios y sinceros, profundos, nos daremos cuenta que todos también formamos parte de todo: tenemos ese veneno en la lengua que estamos dispuestos a lanzarlo a los demás. La solución no es ni lanzarlo ni no lanzarlo, ni tragárselo. La solución pasa por  comprender que la vida es así, que tenemos que vivir con eso. Viendo la manera, la posibilidad, de que ese veneno no lo generemos dentro de nosotros. Y esa solución pasa por comprender el deseo, lo que deseamos, que nos provoca el miedo a no conseguirlo, ya que los demás también lo quieren. Y al no comprender cómo funcionamos, cómo funcionan nuestras mentes, es cuando nos sale el veneno, los celos, la ira, la avaricia, la agresividad y la violencia.
 
¿Si de verdad nos conociéramos diríamos esas tonterías de te amaré siempre, estaré siempre dispuesta, llegaré cuando me necesites? Pero, ¿no nos damos cuenta que lo que decimos ahora, dentro de un minuto, un segundo, una hora, lo podemos cambiar? ¿Sabemos lo que es el miedo, miedo a no llegar a dar, o conseguir, lo que queremos, miedo a perder, a estar solo, a no tener el sexo que necesitamos, y todo lo que le acompaña, etc.?
Y si comprendiéramos de verdad qué es el miedo, seguro que no prometeríamos nada. Porque las palabras no son los hechos, lo que esas palabras quieren significar. Los hechos están más allá de todo lo que queremos o no queremos, por eso las palabras no pueden describir la realidad de lo que son los hechos y la vida.