Torni Segarra

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El alcohol es una droga como otra, pero el establishment, los que mandan, se empañan en que no lo es. O si lo es, la toleraran, la consumen, la promocionan en publicidad. Ahora se ha puesto de moda, para la gente que se cree distinguida, los que van a los restaurantes, bares, etc., el tomar vino. Siempre están con la copa de vino tomando, se regalan cuando van de invitados a cenar o comer botellas de vinos, caras. Y ante todo eso, ni las autoridades científicas ni gubernamentales, informan que es una droga, tan peligrosa como las otras que sí que persiguen implacablemente.
Eso tiene una causa económica, como sucede con las armas en EE.UU., los empresarios del sector, no quieren oír nada que sea negativo del vino. Antes al contrario tienen sus científicos voceros que lo elogian, dándole propiedades beneficiosas. Pero, los jóvenes siguen muriendo con la combinación de la diversión y las drogas –ya sean legales, consentidas o no-.
 
Los que están en contra del aborto, diciendo que abortando se mata una vida, a un ser humano, parecen muy compasivos y amorosos con eso que defienden. Pero, sus vidas corruptas e inmorales, necesitan explotar, maltratar, enfermar, etc., a los que les sirven.
Más grave es aún que todos ellos –sobre todo los cristianos-católicos-, necesitan la violencia de la policía y las matanzas de la guerra para poder sobrevivir. Y por eso, tienen los cuarteles llenos de jóvenes ejercitándose, con prácticas y maniobras, para ser los más eficientes a la hora de asesinar a seres humanos igual que ellos. Y nunca la iglesia, y su Vaticano, han excomulgado a nadie por promover, incitar y participar en los asesinatos en masa que son las guerras.
 
¿Lo has captado, Kara? Si es así, ya está todo dicho. Gracias, por los aportes.
 
Que India, con toda su miseria, su hambre, su completo desorden, con el poso espiritual que tiene, sea capaz de hacer una prueba con éxito de un misil balístico, tierra-tierra Agni II, con capacidad nuclear y un alcance de más de 2.000 kilómetros, demuestra cuán iguales somos todos, seamos pobres o ricos, creyentes o no, espirituales o vivamos en la banalidad, condicionados.
 
“Sólo los peces muertos nadan a favor de la corriente”.
Los muertos no pueden elegir, por tanto dejémoslos estar. Pero, los vivos sí que podemos elegir la dirección más conveniente y adecuada para cada uno, su momento, su situación. Porque, si no ¿dónde queda la libertad? Sin libertad seguimos dentro del viejo patrón que hace posible esta sociedad tan corrupta y cruel. Y sólo la libertad es la que hará posible que la inteligencia opere para generar el orden donde todo sea favorable para la vida.
Sin orden llega el caos. Y sólo la libertad es capaz de generar lo necesario para que ese caos, con su insensibilidad e indolencia, con los conflictos, llegue a su fin.
 
Una persona mayor, con traje gris, zapatos negros, camisa blanca, pelo bien cortado y peinado, después de comprar el diario más de extrema derecha, empezaba a leerlo sin importarle lo que sucedía por la calle. Sólo miraba y remiraba, buscando en las hojas algo que solamente él sabía lo que es. Parecía una persona educada, lo que se conoce por una buena persona.
Pero, detrás de esa apariencia de buena persona, se escondía todo lo malo en el ser humano: fanatismo religioso -creyendo que sólo su religión y sus normas han de salvar el mundo de su perdición-; fanatismo político -que es capaz de matar por su nación, sus fronteras, por lo que es bueno y adecuado para que todo funcione con orden-; una mezquindad, usura, con el dinero que amasa, en grandes cantidades, y con los bienes. Y, siempre la desconfianza hacia todos para que no les quiten, robe nada de lo que tienen.
Y como se saben pecadores, internamente sucios, se entregan a todos los actos que creen que pueden lavar sus malas actitudes y acciones, asistiendo a la iglesia, a sus fiestas, ritos y liturgias, a pasar por todas las normas y dogmas, que aunque no las cumplan, consideran sagrados.
Y el primer precepto que no cumplen es el de la caridad: ‘No lleves alforja ni sandalias, ni bolsa. Y si alguien te pide un poco de tu capa, dásela toda’. ‘Amo a mis padres, cumplo con los preceptos, pero aun así no soy feliz. Vende todo lo que tienes y repártelo entre los pobres, los necesitados, carga con el dolor y sigue que algo bueno te va a llegar’.
La pregunta es: alguien que escucha repetidamente todo eso, tan bondadoso, compasivo y lleno de amor, a lo largo de toda su vida, en la iglesia, en las lecturas evangélicas, ¿puede ser de la extrema derecha racista, que está contra los que vienen de fuera porque donde vivían estaban en la miseria; puede ser de la extrema derecha, aficionada a los macabros espectáculos donde se torturan y asesinan a los toros, por placer y diversión; puede ser de la extrema derecha, que está a favor de los ejércitos y sus matanzas en las guerras, a favor de los nacionalismos, divisivos y excluyentes, de favorecer a los ricos, poderosos, a los reyes y príncipes, a favor del entramado Vaticano, que actúa como una mafia, aunque sea con todos los aires santurrones propios de monjas, frailes, sacerdotes?
 
¿Cómo puede ser qué reclamar lo necesario para vivir, como es una vivienda, se convierta en un delito, y que se insulte por ello? ¡Qué atrevida es la ignorancia! O, ¡Qué descarados que son!
 
He leído tu entrevista en el diario…, de hoy. Donde tratas de informar sobre el problema de las mujeres en África, su ablación del clítoris. Y, donde también haces referencia de tu novela, ‘El fruto del baobab’. Gracias por las informaciones y comentarios.
Siempre es un tema complicado tratar de juzgar a los demás. Pero, si nosotros tenemos la necesidad de hacerlo, debemos hacerlo. ¿Tú por qué lo haces, Maite? ¿Verdad que quieres poner orden -que es liberarse del dolor-?
Pues, ¿por dónde empezaremos a poner ese orden que queremos, que necesitamos? ¿Comprendes la pregunta? ¿Cómo podemos poner orden si nosotros no lo tenemos dentro, si no tenemos orden interno? Por lo tanto, el principal problema no es lo que hacen los demás, si no la manera como vivo yo.
Así que, el problema ahora es saber qué es el orden. No el orden que tenemos ya establecido, el institucionalizado, la idea del orden, el convencional, el aceptado por todos. Esto quiere decir, que el orden es lo nuevo, lo que está libre del tiempo, como el pasado o el futuro, libre del tiempo psicológico. Así que, ya sabemos que el orden es lo nuevo, lo no tocado por el pensamiento, por la astuta mente. No nos podemos fiar del pensamiento, que es el depósito donde está todo lo que hemos sido durante millones de años. Pues, el pensamiento está condicionado para resolver los problemas y por eso allí donde mira siempre ve problemas.
Entonces, si descartamos todo el desorden, que es lo negativo, lo que nos divide, tiene que venir el orden. Y, para comprender ese orden, que puede no gustarnos, hay que comprender cómo funciona la vida, la naturaleza, cómo opera el ‘yo’. Y cuando uno comprende de qué manera funciona el ‘yo’, también sabe que es el deseo. Entonces, uno se da cuenta que la inteligencia, sólo puede llegar donde no hay deseo. Y esa inteligencia es el orden, lleva el orden, donde no hay ningún problema ni contradicción. Si no solamente compasión y amor por todo. Con afecto y con cariño.