Torni Segarra

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Gastamos el dinero por vanidad y exhibicionismo, ya que nos proporciona placer. Al creer que vamos a impresionar a los demás, y así sentirnos igualados. En realidad, lo que queremos es estar relacionados con los otros, ya que no sabemos vivir solos, independientes, libres.
 
La dependencia, el esfuerzo para conseguir algo deseado, ¿puede eso generar amor? Pues, el amor no se puede manosear, ni tocar por el confuso pensamiento. Pues, el pensamiento es divisivo. Y el amor, ha de ser cuando es la ausencia de la división.
 
Si ayudamos a alguien a levantarse, para que así cuando caigamos nosotros nos ayuden a levantarnos, ¿tiene eso algún sentido verdadero? Pues, si hay persecución de un deseo, por bueno o loable que parezca, ¿puede habar amor? ¿O el amor está más allá de todo resultado, beneficio deseado, aunque sea algo considerado loable?
 
El estar enojado es una reacción. Y toda reacción no es inteligencia. Cuando nos sucede algo que no nos gusta, que alguien ha provocado, si nos movemos con eso que está sucediendo, con toda la energía, todo nuestro ser, no habrá reacción alguna de frustración, de enojo. Porque, el ego, el ‘yo’, no está para sentirse herido, maltratado. Ese ego, el ‘yo’, que se identifica como mujer u hombre, como negro o blanco, como americano o europeo, como pobre o rico, como fascista o como liberal, creyente o no, ese ‘yo’, ha desaparecido con todos los problemas que genera, de desorden, de confusión, no está ahí.
 
Cuando estamos tristes, lo que necesitamos es comprensión, para así encontrar un poco de orden que nos serene. Pues, Dennys, la comprensión es la inteligencia operando, es el amor, la mayor fuerza curativa.
 
Mayra. Si tenemos la capacidad de morir a cada instante a todo cuanto sucede, las heridas y su daño que nos puedan causar, no podrán arraigar. Es porque al estar distraído, que el ego, el ‘yo’, está funcionando, y es el que se siente herido. Y hasta que el ‘yo’, no desaparezca el daño estará ahí, al recordarlo. 
Pues, el ‘yo’ es tiempo psicológico, como ayer, hoy y mañana, como el antes y el después, que nos divide del presente, del ahora. Pero cuando estamos totalmente atentos a todo lo que está sucediendo, que es el ahora que está ahí, el ego, el ‘yo’, y toda su confusión y dolor no puede ser.
 
Cuando dependemos de alguien, surgen los problemas que nos debilitan, pues vivimos aislados con quien dependemos. ¿Por qué dependemos de una persona, una idea, de algo que nos da seguridad, si la seguridad no existe en absoluto?
Por tanto, Pina, la mayor seguridad posible es cuando vivimos sin dependencia alguna. Esto hay que verlo claramente como un peligro que es, y al que hay que eludir, pues en ello va nuestra vida, nuestro bienestar, que es la ausencia de dependencia, la libertad.
 
Nadie nos puede juzgar ni criticar, pues no saben realmente por qué actuamos como lo hacemos. Pero, nosotros, cada cual, sí que podemos vernos y criticarnos la manera de relacionarnos con las personas, pues sin una buena relación, nada de lo que digamos y hagamos no tiene ningún sentido ni valor.
 
Yesina. Nosotros podemos, queremos  y somos capaces. Pero eso lo tenemos que demostrar con hechos, porque las palabras, no son los hechos que quieren describir.
 
Nada hay más clarificador y real que lo que hacemos. Cada acto que hacemos, cada respuesta a los retos que nos llegan, es lo que marca la hechura de lo que somos en realidad.
 
¿Cómo podemos saber lo que valemos en realidad y no lo que creemos como personas? Solamente, Verónica, lo podemos ver en las relaciones cotidianas con las personas que convivimos: en la casa, en el tren o metro, en el trabajo, cuando vamos a un sitio a pasar un rato con los amigos. Ahí, en cada momento es cuando nos vemos quiénes somos.
 
La vida es destrucción, amor y construcción. De esa dinámica y paradigma, no podemos salir. Pues la vida siempre está cambiando, está sometida al nacimiento, crecimiento, esplendor, plenitud, deterioro y muerte. Sólo la comprensión, que es amor, hace que lo podamos soportar, Rosa.
 
Eva. En la vida todo está relacionado, por eso lo importante es lo que queremos, dónde queremos ir a parar. No importa que seamos habladores o callados, ruidosos o silenciosos, activos o quietos, lo que va a marcar el resultado es lo que queremos y deseamos de la vida.
 
La estupidez nos da lecciones, que son sus consecuencias. ¿Por qué no aprendemos y siempre estamos tropezando en la misma piedra que nos causa dolor? Es por el miedo a ser diferente, a no gustar, a ser menos que los vulgares. Pero, Rossy, si no descartamos esa estupidez, seguiremos haciendo las cosas erróneamente, teniendo que pedir ayuda para que no alivien los males que nos provocamos, haciéndonos dependientes, sin libertad.
 
¿Podemos fiarnos de los demás, encumbrar a alguien, creyendo que es diferente, incapaz de hacernos algún daño? La vida es una guerra sin cuartel de todos contra todos, a veces es en su máxima expresión y lo destrozamos todo, a veces es suave, parece imperceptible, pero siempre está ahí. Porque la vida para vivir unos han de morir otros: el triunfo de lo que quiero, es la derrota del otro que también quiere otra cosa. Y eso es la decepción, creer que teníamos unas expectativas, que el otro no las acepta ni le convienen.
Por lo que todo, Gelitzie, es un problema de comprensión de lo que es la vida, de lo que somos y cómo nos compartamos. La inteligencia, que es amor, sólo puede llegar cuando aceptamos la realidad de lo que somos, porque es entonces cuando podemos ver la realidad de lo que somos y podemos afrontar eso que somos y darle la solución.