Torni Segarra

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Liliana. Nosotros –la madre y el padre- hemos participado para que los hijos nacieran, pero en realidad no son nuestros, son de la vida. Cuando antes lo comprendamos, tanto más felices y libres viviremos. Nadie sabe lo que puede suceder en la vida. Y en la vida, nada nos pertenece, ni tan siquiera el cuerpo. Somos como marionetas –robots, como los ordenadores que manejamos tan a menudo-, que respondemos a nuestro condicionamiento o programación. Y mientras no veamos y comprendamos nuestro condicionamiento, seguiremos generando y sufriendo toda clase de problemas.
 
Cuando estamos en la cama, sobre todo si estamos solos, es un lugar adecuado si no tenemos sueño para reflexionar sobre la vida, nuestras vidas. ¿Dónde está el problema, Ari G?
 
Florecita. Los niños, los jóvenes, siempre saben cosas que los padres desconocen, pues ellos tienen su propia existencia, con su dinamismo, pletóricos de energía, deseosos de indagar, escudriñar todo lo que es la vida, Y como cada vez estamos más informados de todo el funcionamiento de la vida, no es sorprendente que tengan cierta información que nos desborden.
Donde los niños y los jóvenes lo tienen más difícil, es en lo que concierne al ámbito psicológico, espiritual. Pues el mundo en ese ámbito no cambia, sigue como siempre: corrupto e inmoral.
 
Nos preguntamos, ¿sin el dolor qué seríamos? Lo único que nos despierta es el dolor. Pero sentir el dolor no es suficiente, es preciso comprenderlo, ver cómo se genera, crece y se desarrolla, llega a su fin.
 
Eso depende de cada cual, nadie nos puede dar un mundo sin prejuicios raciales ni sexuales. Es cada uno de nosotros el que ha de comprender tal cual es, tal cual somos, y hacer algo al respecto, para que haya respeto para todos.
 
Para conocer la verdad de lo que es la vida de los otros, nada más hemos de ver lo que es nuestra vida. Pues al ser todos iguales psicológicamente, todos básicamente hacemos lo mismo. Así que lo que tu hagas lo hago yo, aunque a un nivel diferente grito más o menos, me enfado con más asiduidad o menos.
Hay parejas, matrimonios, que tienen comportamientos, que las personas cercanas a ellas, los desconocen. Cuando se muestran a los demás son respetuosos, agradables, pero en la intimidad, en la privacidad, viven en un infierno.
 
María. ¿Por qué creemos que somos tan singulares, creyendo que solamente nos pasan algunas cosas a nosotros? Todos somos iguales psicológicamente. Estamos condicionados para responder a los retos, tenemos miedo de perder, miedo a morir, a sentir dolor. Y todo eso nos iguala y conforma en las respuestas en la vida y la manera de encararla.
 
La noche no es solamente la luna, las estrellas, ver el azul brillante del firmamento, sino también sentir todo el cambio que nos sucede. De noche es cuando más vulnerables y en peligro estamos ante la vida, pues la oscuridad, la soledad – todos, o la mayoría, duermen-, es el momento de vernos tal cual somos ante lo que nos llega. Para los animales, nosotros también lo somos, la noche es cuando más desamparados están ante sus posibles enemigos, pues la oscuridad para los depredadores nocturnos ese es su momento de actuar.
Por eso, en la soledad de noche, la mente puede ver, inventar y alucinar de manera que durante el día, con sus incesantes retos y bullicio, no lo puede.
 
Cuando no dormimos de noche en la cama, puede que el cuerpo no lo necesite, porque está sobrecargado de energía, por exceso de comida, o falta de cansancio. Pero, aunque no durmamos, la cama es el lugar donde más nos reconstituimos, recuperamos y renovamos. Porque es allí, en la cama, donde más nos desconectamos, ya que no hacemos nada, solamente descanso. Ya que las actividades del día –ir y venir, sacar la ropa de la lavadora, limpiar, cocinar, mirar por la ventana, etc.- quedan al margen.
 
El problema del sexo es que alimenta, pero no nos da ese plus que necesitamos si es que somos afortunados y sensibles. Por tanto los que son adictos al sexo, pasan la vida buscando lo imposible. Pero cada vez que hay sexo cuando termina, llega la amargura y lo agrio, llega toda la confusión y el desorden que nos deja la persona con que hemos hecho el sexo. 
¿Por qué necesitamos tanto sexo, tanta vanidad, tanto exhibicionismo, tantas experiencias? Es porque somos superficiales, lo hemos banalizado todo: la comida, la ropa, los viajes, las relaciones, el sexo. Y eso es porque también hemos banalizado, porque vivimos en desorden y en conflicto, el bien y el mal –en el sentido de lo que hace daño o no-.
 
La única manera de evitar que todo se destruya -los lagos, los ríos, los árboles, los animales, etc.-, es cuidarlo nosotros mismos, cada cual. Y eso sólo puede ser, si nosotros tenemos orden en nuestras vidas, vivir sin conflicto. Pues, el desorden que es conflicto, confusión, nos hace destructivos, que actuemos sin sensibilidad, sin compasión y amor por todo lo que existe.
 
Diana. La máscara que todos llevamos, como tenemos miedo casi nunca nos la quitamos. No es posible, mientras estemos divididos internamente. Por eso, salvo en algunas ocasiones, donde el ‘yo’ no opera, no nos mostramos tal cual somos.
 
A veces, Diana, solamente podemos contestar con el silencio, porque las palabras no pueden transmitir lo que está más allá de ellas.
 
Berenice. Creer que el corazón siente, es real, también es un error. El corazón es como el alma, el espíritu, el cielo o paraíso, todo son inventos del pensamiento.
 
Si podemos o no podemos, eso sólo se descubre a medida que vamos viviendo, encarando ese nuevo reto que nos desafía, que es lo desconocido.