Torni Segarra

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Lo más grave -o la suerte- es que la evolución es independiente de nosotros. Es decir nosotros no podemos alterarla, para detenerla o acelerarla. Y tal, vez es así mejor. Porque si pudiéramos manejarlo a nuestro antojo, todo ya habría acabado o en guerras o en una hecatombe.
 
“¿Qué son los humanos?  Son monos sin pelo que piensan que son los dueños de todo lo que les rodea. Construyen cuevas de piedra que llegan al cielo.  Su ego, su codicia no tiene límites, toman de la tierra más de lo que necesitan. Destruyen la selva, ensucian los mares, contaminan el aire. Los humanos esclavizan a los humanos y dejan que parte de la manada muera de hambre para que unos pocos sean más ricos. Construyen máquinas para matar a otros humanos. Tarde o temprano se exterminaran a sí mismos.  Los humanos son Monos locos”.
Los humanos están cayendo por una pendiente sin que haya manera de detenerse. Algo muy grave habría de suceder para que esta dinámica de vorágine destructiva y cruel, de todo lo que lo rodea, no sea el final de la tierra y nosotros. ¿Cuánto tiempo podrá soportar la explosión demográfica que va creciendo sin parar? En el tiempo de los Reyes Católicos -hace unos seiscientos años-, en España se calcula que había un millón de personas. Que vivían sin maquinaria como la conocemos ahora, lo que quiere decir que no se movían en comparación a nosotros. Y a más movimiento, más acción. Y a más acción, más destrucción.
Pero atrás no podemos ir. Ni detenernos tampoco. Solamente podemos hacernos menos destructivos desarrollando el respeto, la compasión y el amor por todo lo que existe.
 
Es el miedo el que nos hace inválidos, disminuidos, discapacitados psíquicos. El miedo, nos hace neuróticos, desconfiados, confusos y crueles sin apenas darnos cuenta. El miedo, llega al dividirnos de lo que nos rodea. Y esa división que nace en el pensamiento, en la mente, al exteriorizarse, es cuando llega la distorsión y la confusión, el desorden, que es todo lo que va a provocar y generar el miedo.
Como resultado del miedo, busco algo que me salvaguarde de él. Por lo que invento estrategias, defensas y ataques, me haga violento y guerrero, un especialista asesino. ¿Podemos, después de ver todo este drama, ir más allá de todo ello, de la división, del miedo, de la violencia y la guerra, los asesinatos? Solamente podemos ir más allá cuando comprendemos realmente todo el dolor y el sufrimiento que causa, cuando vemos todo el peligro que es.
 
En el vacío está la inocencia. Donde uno no es nada. Y si uno no es nada, nada defiende, ni a nadie ni a nada ataca.
 
El placer y su persecución nos hacen inatentos al reto. Y así no vemos lo que es, sino que vemos lo que queremos ver: la satisfacción por el placer. Pero el placer lleva al dolor. Porque ese deseo demás placer, altera la realidad de los hechos. Lo que genera con fusión y desorden.
 
Tiene que haber una manera que sea adaptable para todos. Y esa es la libertad. Libertad para poder ser uno mismo para verse realmente quién es, cómo está condicionado. Y qué ha de hacer para deshacerse del condicionamiento, que anula la capacidad de amar. Desde el principio hasta el final, ha de haber libertad. Pues sin libertad no hay amor.
 
“Y nosotros, que no somos humanos, ¿nos daremos el lujo de mostrar humanidad?”.
Nosotros mostramos nuestra humanidad cuando nos interesa. Por lo que parece ser que somos incapaces de ser humanos.
 
¿Es preciso purgar, pasar por la las luchas, la violencia y la guerra? Porque, el mismo deseo de liberarse del mal, el mismo hecho de querer ser Uno, es lo que engendra la división y la guerra.
Por tanto, primero hemos de ver lo que somos, cómo funcionamos. Y la aceptación de ese hecho de lo que somos, es lo que nos une internamente y nos ha Uno.
 
Gracias, Evan, por esa canción tan graciosa. Pero, ahora falta que sea verdad. Porque el amor es la pureza, lo que está libre del deseo. Pues el deseo fuerza, empuja, succiona, hace daño. ¿Se puede hacer algo sin que hagamos daño a las personas, a los animales, a las plantas, a los muebles, al coche que lo obligamos, porque vamos a hacer un bien, molestando a los conductores, a los que van por la calle?
 
Y hasta que llegue ese mundo tan perfecto, ¿qué hacemos destruirnos? Además, puede del mal salir un bien, como reacción, como lo contrario. Más bien, repetiremos ese paradigma de maldad, como lo estamos haciendo ahora.
Pero, si veo en un instante toda la locura de la manera como vivo, peleando con los que viven conmigo, con la falta de sensibilidad por los que son los menos afortunados, por los que van a la deriva, que mueren en la calle sin nadie que los cuide, si lo veo como un veneno, como un peligro que es. Entonces, en ese instante se produce la unión con el Todo, ya no hay división entre tú y yo.
 
¿Cómo sabes que vas a volver después de la muerte? Si cuando mueres, muere contigo el ‘yo’, Evan, cristiano, anglosajón, etc. Y lo que vuelve no eres tú. Porque nuestro paradigma es el mismo que el de los animales. ¿Qué le pasa a la vaca que muere, dónde va? Y a un pájaro, un pollo, qué les sucede. Simplemente mueren. Y la vida continua con otro cuerpo. Que al nacer es condicionado por sus padres, parientes, el país y la cultura, por lo que come, lo que estudia y lee, lo que le toca vivir, etc.
 
Parece que estás muy seguro, Rob. Pero en la vida solo existe la absoluta inseguridad. Por eso, el que dice que sabe, es que no sabe. O sólo sé que no se nada. Y la seguridad no es religión. Porque esa seguridad es manejada por el ‘yo’, que actúa de la misma manera: creyendo que ya lo sabe todo. Y por eso, que se cree en la verdad es por lo que provoca y genera guerras, crueles guerras espantosas, horrorosas.
 
Ya dijimos ayer o ante ayer, que lo observado tú, Evan, es lo mismo que el que observa, Toni. Los dos son lo mismo. La división es una ilusión, que genera el egoísmo y todo lo que le acompaña de indiferencia, indolencia, sin piedad ni compasión.