Torni Segarra

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El hábito es dejarse llevar por la rutina y la repetición, porque estamos a gusto instalados en lo que creemos que es la seguridad. La voluntad es el intento de querer hacer algo a pesar de los obstáculos, y requiere esfuerzo, aplastar las contradicciones, La voluntad y la creencia son lo mismo: la certidumbre de que algo es lo correcto, la verdad, lo mejor, según lo vemos nosotros. Y en esa voluntad y creencia, ha de haber imposición, brutalidad.
Pero cuando vemos claramente algo, si lo vemos como un hecho que está aconteciendo, como la llama que quema, entonces no hay voluntad ni esfuerzo ni contradicción. Sólo la acción libre de la rutina y del hábito, de la voluntad por hacer algo para liberarse, la acción libre del miedo.
 
¡Cuánto miedo hay en las palabras que proclaman sumisión, pleitesía, amor por siempre! El miedo es el combustible que nos hace que digamos y que hagamos toda clase de tonterías.
 
Para Rakesh Mohan, economista, representante de India en el FMI.
He leído tu entrevista en el diario…, de ayer. Gracias.
No solamente hay castas en India. Por todo el mundo también existen. Las castas de los abogados, de los aristócratas, de los monárquicos, de los albañiles, de los campesinos, de los militares y policías, de los carpinteros, de los ejecutivos, de las prostitutas, de los homosexuales, de los religiosos, de los políticos, de los futbolistas y deportistas, de los ricos y los pobres, etc.
Aunque, en algunos sitios de Occidente son muy astutos y saben pintarlo con un baño de democracia, de igualdad, de derechos humanos. Aunque existe una censura no declarada, pero que funciona implacablemente contra los que se pasan de la raya. Que han determinado los que mandan, en la que dictan que es lo que se puede o no se puede decir y publicar.
 
La vida es sufrimiento, ya sea que amemos o no. Pero, cuando uno no huye del sufrimiento, sino que está con él, sin querer cambiarlo ni tocarlo, simplemente viviendo con él, el sufrimiento –nosotros- entra en otra dimensión y ya no es una molestia, un dolor, algo horrible. Donde no existe uno y el sufrimiento separados, es decir, sin división alguna.
 
¿Por qué nos gusta hablar del futuro si no sabemos loe qué tiene que suceder? En la vida hasta la muerte, todas las posibilidades están abiertas. Pero parece ser, que nos gusta creer que podemos manejar y adivinar ese futuro inescrutable. Por eso, es que somos tan superficiales y previsibles, pues siempre vamos de lo conocido a lo viejo y conocido.
 
 
En la vida no hay certidumbre alguna, salvo de la muerte. Todo lo demás es lo desconocido. Pero nos aterra vivir en lo desconocido, y por eso, es que decimos tantas tonterías.
 
¿Por qué estamos siempre pendientes de lo que digan los demás y nos perturba, si todo es tan previsible, tan repetitivo, tan viejo y conocido? Vivimos insatisfechos con la realidad que nos toca vivir, y por eso somos envidiosos, tenemos celos, nos gusta la charlatanería. ¿Digan lo digan los demás, en realidad eso nos va a cambiar?
 
Todo en la vida es como un contrato, que si nos gusta lo aceptamos, y si no nos gusta lo rechazamos. ¿Dónde está el problema de las demandas, las quejas, de los reproches, si todo siempre está ahí a la vista dispuesto para que lo veamos?
 
El mundo es uno, y uno es el mundo. Cada cosas que hacemos afecta a todos los demás, a todo lo que existe. Por eso, cada uno ha de ser su maestro y discípulo, pues es de la única manera que podemos ser libres. Y si somos libres, el mundo es libre.
 
¿Por qué insistimos y reivindicamos que somos mujeres, hombres, homosexuales, lesbianas, si eso nos divide de los demás, cuando todos somos seres humanos iguales en las necesidades básicas, en lo psicológico?
 
Todos tenemos los mismos derechos y necesidades, el problema es si se hacen realidad o no. Ese es el problema de cada cual. Porque cada cual es como es y los otros responden a eso que somos. Por eso, es que hemos de comprendernos, comprender la realidad tal cual es.
 
Cuando recibimos un agravio, un daño, ¿por qué lo toleramos? Esa es la cuestión definitiva, pues mi problema es mío y yo lo tengo que resolver. ¿Por qué toleramos los malos tratos, la irrespetuosidad? Es el miedo a la inseguridad por perder lo conocido, que somos tan tolerantes con la maldad. Pero la seguridad no existe, es una ilusión. Sólo hay la absoluta y total inseguridad.
 
Eso es una parte de la vida, pero la vida es más, mucho más. Porque depende de la manera cómo vivamos, ese hijo va a tener una vida de orden o no. La vida sin orden no tiene ningún valor, pues somos seres que necesitamos el orden para que todo funcione adecuadamente. El orden empieza por lo más sencillo: ser respetuoso con todos, respetar las leyes cuando es debido, ir más allá de ellas cuando es preciso. Y saber que la única ley que nos hace ir más allá de todo es la del amor.
 
¿Los días son buenos o malos? Eso es cosa de cada cual, según lo vea. Aunque somos muy escurridizos y astutos, queriendo dar las culpas de lo que nos pasa al mal tiempo, a las circunstancias, a los otros.
A un niño no le importa si está nevando o hace un calor abrasador, no le importa si el mundo está completamente enloquecido, matándose unos a otros, sino que lo ve como si estuviera viendo una obra de teatro, una película, donde él no lo puede alterar. Él se limita a lo básico, a lo inmediato: alimentarse, a dormir, y a hacer lo que tiene encomendado a su edad. ¿Por qué nosotros hemos perdido esa inocencia, esa vulnerabilidad, y queremos alterarlo todo inventando toda clase de irrealidades?