Torni Segarra

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Lo que dices, Carl, es muy interesante. Y, aparentemente esa sería la solución a todos nuestros problemas, sobretodo el de la naturaleza, el ecológico, y para todos los que por sus condiciones físicas no pueden moverse rápidos: personas mayores, discapacitados físicos, los pobres, los que viven en los países donde todo funciona muy lento, etc. 
Pero todo en la vida es muy complicado. Pues, toda solución ha de generar orden. Uno puede tener toda la razón, pero esa razón no poder ser viable para todos. Pues, cada uno tiene su condicionamiento particular. 
Cuando viví en algunos pueblos, que no llegaban a los mil habitantes, los que vivían allí podían ser lentos, disfrutar de todo lo que hacían, pasear temprano por los caminos llenos de árboles floridos, antes de que el sol tórrido del verano estuviera en lo alto. Pero, esa lentitud que parece tan sana, para los que viven en grandes ciudades, les parece insoportable. Pues, ellos han de hacer muchas cosas, necesitan moverse mucho y rápido por la ciudad, etc. 
Por tanto, si los de los pueblos pequeños, imponen su manera de vivir, que los hace lentos, a los de las grandes ciudades, no habrá orden. Y al revés, si los que viven en las grandes ciudades, imponen su manera de vivir a los lentos, tampoco habrá orden.
Y cuando no hay orden, todo lo que hacemos es destructivo. Pues, el desorden es la consecuencia de la división interna, del conflicto que genera. Y el conflicto es enfrentamiento, confusión, destrucción, que es lo que es la violencia y la guerra.
Así que lo primero, es el estar libre de división y fragmentación interna. Mientras no comprendamos por qué nos dividimos, no podremos ir más allá de la división. La división, surge cuando hay miedo. Miedo al otro, al futuro, a la muerte, al caer enfermo, al pasado por si se repite o no. Y ese miedo ha de ser comprendido desde la misma raíz, ver que es una ilusión, un juego del pensamiento. 
El pensamiento es tiempo, son todos los recuerdos depositados en la memoria, todo lo que nos ha ocurrido desde hace un millón de años. Y esos recuerdos, ese pasado, es nuestro condicionamiento. Por lo tanto, hay que hacer un cambio radical en el que el viejo patrón divisivo, de miedo, de conflicto, llegue a su fin. Y el viejo patrón -el condicionamiento- dice que con el tiempo lo lograré, por medio de la práctica de un método, etc. Pero, del tiempo psicológico, que es el pensamiento, nada nuevo puede llegar. Así que, cuando llega el tiempo previsto para hacer el cambio -ya sea mañana, dentro de una hora, una semana o unos años-, todavía no estoy listo, sigo necesitando más tiempo.
Así que, el cambio ha de ser ahora, en este instante. Y eso sólo puede ser cuando vemos todo el viejo patrón de división y conflicto como un peligro, que es. Verlo con todos mis nervios, mi sangre, con toda mi energía y mi ser, en lo que va mi vida en ello. 
Gracias por tu colaboración para que todo funcione de la mejor manera posible.
 
Primero que nada esa suplica u oración debería de ser para todas las personas, sean mujeres u hombres.
Todo eso que se dice, es un monólogo al que las personas añaden la palabra dios, señor, el nombre de un santo, etc. Pues, todo eso no escucha porque no existe. Solamente existe la autosugestión de que habrá alguien que me está escuchando. Por lo que todo es un invento. Es una costumbre, como cuando nos decimos que somos torpes, o nos decimos que somos muy buenos cuando algo nos sale bien.
Es solamente uno el que tiene que descubrir cómo funciona el pensamiento, ver de qué manera genera los problemas. Pues todos los problemas tienen su origen y son producto del pensamiento. 
El pensamiento compara la realidad con otra realidad que inventamos, porque lo que es, lo que hay, no nos gusta ni satisface. Por lo que generamos división entre lo que quiero y la realidad. Y mientras exista esta fragmentación, ha de haber confusión y desorden en nosotros. ¿Por qué es que inventamos algo fuera de nosotros –hay algunos que hablan con otros que no están presentes y se creen que eso es real y verdadero-? ¿Qué está funcionando mal en nuestras vidas, es el deseo, la vanidad, el exhibicionismo de ser alguien importante?
Atenerse a la realidad es lo más sanador, porque cuando nos encaramos con la realidad es verdaderamente cuando nos conocemos. Ya que esa realidad hace de espejo donde nos vemos. Por eso, es muy importante ser libre para poder mirar e investigar en todas direcciones, como lo estamos haciendo ahora, escuchar lo que se dice e ir más allá de eso que se dice. Pues lo descrito nunca es lo real. A lo real, la verdad, ha de ir solo cada uno.
Y al final de todo está el miedo, ya sea a quedarme estancado, a no progresar, a hacerme mayor como los que llamamos viejos. El miedo es el gran distorsionador, el que genera todos los problemas. Seguro que si comprendiéramos todo el proceso del miedo, no habría necesidades petitorias, demandas, rogativas, oraciones ni suplicas.
Y para comprender el miedo, uno se tiene que encarar con él, ser vulnerable y exponerse a él. Es entonces, cuando uno lo ve claramente y se da cuenta que todo es una ilusión, un condicionamiento. El miedo físico tiene su sentido y su lugar para protegernos. Pero el miedo psicológico es el gran generador de todos los problemas que tenemos, pues él destruye la relación entre todo lo que existe: con los muebles, la ropa, las máquinas que manejamos, los alimentos, la naturaleza, las personas. Pues, para que exista una buena relación, uno ha de tener todo el tiempo para mirar y ver, para atender, estar atento a eso que observamos o estamos haciendo.
 
Los celos, el miedo, la envidia, el deseo, la vanidad, el exhibicionismo, tiene todo la misma raíz. Los celos, nos impelan a actuar, a hacer algo para poder superarlos. Aunque superarlos queriendo hacer o ser más que otro, eso nos lleva al desastre de la amargura. Una persona en un ataque de celos, es capaz de inventar y mentir con tal de justificarse la carencia que creemos tener, o superar a esa persona a la que tenemos celos.
Cada uno es de una manera peculiar para hacer cualquier cosa: un sastre es capaz de confeccionar un traje o vestido, camisas y chaquetas; un cocinero es capaz de hacer platos diversos; ¿por qué habríamos de estar celosos de que sean buenos sastres y buenos cocineros? Uno tiene que descubrir la raíz de esos celos que nos destruyen, nos hacen feos y peligrosos. Y veremos cómo se trata, como si tuviéramos un complejo de inferioridad, al encontrarnos y sentirnos solos. Pero, la soledad se ha de comprender al ver que todos también estamos solos, aunque estemos rodeados de miles, millones de personas. Pues, uno es el resto de la humanidad, es decir, uno es igual a todos los demás: padecemos alegrías, tristezas, frustraciones y desengaños, sentimos esa soledad inconsolable, desgarradora.
¿Podemos ser conscientes de esa soledad, donde nadie nos puede ayudar, sin huir de ella, ver todo su proceso sin querer cambiarlo, estando con ella? Si eso es posible, entonces esa soledad se convierte en algo afortunado, fuente de dicha y felicidad, al dejar de estar divididos y fragmentado de la situación en que vivo. Es así como uno está a salvo del ‘yo’, pues el ‘yo’ para operar necesita que el pensamiento opere, genere sus infinitos problemas. Pero donde hay atención total, donde está esa dicha, que es lo sagrado, el invento del ‘yo’ no puede ser.