Torni Segarra

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1. Kata. Los almendros florecen porque ellos actúan como la lluvia, como en el nacer de un nuevo día. La naturaleza, toda la vida y su belleza, no está condicionada ni depende de una palabra tan mundana y poco espiritual como lo es dios. La palabra jamás podrá describir la realidad de los hechos. Así que, cada vez que referimos a dios, al amor, la justicia, al respeto, la compasión, la belleza, etc., esas palabras no pueden transmitir eso que quieren. Por eso, ¿para qué usarlas para definirlas en nuestro aspecto mundano, que siempre es de miedo, de deseo, de egoísmo, que es lo que nos hace decir toda clase de tonterías?
Si alguien tiene un hijo y repite y repite que su hijo es lo más bello, tiene una belleza especial, ¿eso no es el ego en acción, y esa pretendida belleza se torna en fealdad por culpa de su madre? Pues de la misma manera sucede con esa palabra dios, que nunca lo podremos lograr definir. Y lo que no se puede definir, si queremos hacerlo, eso no es. Por eso, cuando alguien quiere definir a dios, siempre se dice: ‘Eso no es. Eso no es. Eso no es.’

2. ¿Lo que se piensa y se quiere, se desea, seguro que lo podemos conseguir? ¿Y si lo conseguimos, es eso el orden, la armonía y su belleza, la relación sin esfuerzo ni contradicción alguna, es eso fruto de nuestra voluntad y deseo?
Si tú, Kata, te pones delante de un almendro y piensas y quieres que florezcan, ¿eso se puede conseguir? Podría que la casualidad hiciera que floreciera, pero eso no sería nada tuyo. Sino que tú estuviste en el preciso momento en que iba a florecer y coincidiste con ese hecho. Luego la ignorancia dice: ‘Yo he conseguido que los almendros florecieran, pensando y deseando mucho tiempo en que tenían que florecer.’

3. Areli. Las personas estamos condicionadas por la cultura del lugar donde nacemos, por el ambiente familiar, por la educación que recibimos, por lo que comemos, lo que hacemos en el trabajo, etc.-. Y todo eso somos nosotros, queramos o no. Podemos decir que somos de otra generación, más modernos y activos, desenfadados y atrevidos, ya sea en vestir o en la manera de vivir. Pero en lo básico seguimos siendo igual que las anteriores generaciones que nos han precedido, somos igual que hace doscientos mil años: tenemos miedo, somos competitivos, vivimos en conflicto por estar divididos, fragmentados de todo lo que nos rodea, somos tremendamente egoístas, astutos, que falseamos la realidad para que se acople a nuestra realidad que inventamos ya que nos satisface y nos gusta más.
Y con todo eso que somos, creemos que somos diferentes de nuestros padres y abuelos, que seremos capaces de educar a nuestros hijos de manera diferente. Pero la realidad no es esa, ya que estamos repitiendo el viejo patrón de esfuerzo, de contradicción, de conflicto, de egoísmo. Pero nosotros queremos ser diferentes de nuestros antepasados ya sean recientes o de hace miles de años. ¿Qué haremos entonces, si estoy ardiendo de deseo de hacer las cosas adecuadamente, queriendo educar a nuestros hijos de una manera diferente donde no haya los problemas de incomprensión, de luchas y disputas, de peleas y conflictos, para que no se repita el viejo patrón de autoritarismo, con su crueldad y brutalidad, con su falta de sensibilidad que nos hace tolerantes o represivos?
Sólo podemos ver y comprender que estamos condicionados, como lo estaban nuestros padres y abuelos, ver todo el peligro que es, y lo que ello conlleva de problemas y su amargura, de tristeza y desesperación. Porque nuestro condicionamiento no nos lo podemos quitar, no va a desaparecer. Por lo que, habiendo visto que haga lo que haga el condicionamiento de lo que soy va a estar ahí, no hago un problema de eso, no me divido ni huyo de eso. Sino que vivo con ello sin fragmentación alguna, sin crear un conflicto con eso. Y si no hay conflicto, entonces es cuando estoy haciendo la mayor revolución posible para solucionar los problemas, que es el cambio de paradigma que se ha repetido a lo largo de miles de años, que es el cambio psicológico. Y de esa manera, todo lo que hagamos va a ser la verdadera educación para que nuestros hijos no sean arrastrados por el viejo patrón de desorden y confusión, de crueldad, de violencia y guerra. Ya sea en el ámbito doméstico y familiar; como en el ámbito general, donde la guerra significa la matanza organizada.

4. El contar o no algo íntimo a los demás, puede que sea degenerante o no dependiendo de a quién lo contemos. Airear las intimidades es cosa de personas superficiales, que hacen de su vida un espectáculo de exhibicionismo, por lo que su vida se banaliza, se le falta al respeto y se degrada.
Pero el contar algo a alguien que es serio y respetuoso, nos alivia de eso que puede alterarnos y generar ansiedad o estrés. Por supuesto que si contamos algo de nuestra vida a alguien, cabe la posibilidad que él lo diga a otro y así se esparza a los demás.

5. Tener tantas ganas de algo, digamos más que los demás –trabajar, comer, sexo, dormir, divertirse, viajar, comprar ropa o de todo- eso es cosa de cada cual, dependiendo de su cultura y ambiente en que ha nacido y crecido, ha sido educado. El problema surge cuando nos comparamos y contrastamos con los otros, que parecen diferentes pero que no lo son. Solamente es que tienen más ganas o menos ganas que nosotros.

6. Una mujer es incomprensible para los estúpidos. Pero los estúpidos las comprenden y las tienen como todos.

7. Entonces, ¿qué problema hay que si uno no le gusta la comida chatarra que le dan y quiere otra de más calidad? La libertad, si hay amor, es imprescindible. De lo contrario habrá presión, disputas, peleas, malos tratos, llegando el fin de la maravilla que es el amor.

8. Depender de alguien en el ámbito psicológico es no comprendernos, es no comprender cómo funcionan y operan nuestros pensamientos, la mente. Cuando hay comprensión de lo que es, de lo que son los hechos, de lo que causa la dependencia, ésta llega a su fin sencilla y naturalmente.

9. Los deseos se viven y se consumen. O se comprenden y si son negativos, se descartan radicalmente, destruyéndolos. De lo contrario viviremos en el conflicto entre los opuestos, del querer y no querer, de la contradicción, de lo bueno y lo malo. Y vivir en conflicto es vivir en amargura, sin poder tener esa maravilla de la belleza que es verla que está en todo.
El deseo es confuso, generador de confusión y desorden. Pues cuando tenemos claro algo, no media el deseo en la acción. El mismo ver en su totalidad, es la acción sin deseo alguno.

10. ‘¿Se puede vivir en este mundo sin un ego?’
Eso lo tiene que descubrir cada cual. Es una pregunta muy seria y profunda. Y como todo lo profundo cada cual tiene su opinión, su conclusión. Pero mi conclusión, puede que no esté de acuerdo con la tuya. Por eso, solamente uno, sin guía ni camino, lo ha de descubrir.

11. Lo perfecto, ¿no es algo inalcanzable, una ilusión, un anhelo superficial e infantil? Pues lo perfecto es todo lo que existe, la realidad, lo que es y no lo que me gustaría que fuera. Y cuando lo comprendemos completamente, en su totalidad, es cuando eso que decimos que es perfecto está ahí.