Torni Segarra

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La negación de lo falso, lo equivocado, el desorden, nos deja en el lugar correcto. El lugar correcto quiere decir una vida en que vemos el conflicto como el causante de todas las desgracias y barbaridades que suceden. Y vamos más allá de ese conflicto, y de la división que lo genera.
 
¿Cómo llega la facultad de la discriminación o la alta comprensión, el discernimiento? Ahí está todo el problema. ¿Lo podemos saber? Sólo sabemos los hechos: que vivimos fragmentados, divididos, en conflicto. Y eso, nos hace que las relaciones sean inadecuadas y provoquen enfrentamientos, contienda, agresividad. Y a partir de la comprensión de ese hecho, ya todo puede cambiar.
 
Cuando tratamos y comprendemos la palabra infinito, lo que llega es la quietud y el silencio. Porque, el infinito quiere decir que admite todas las posibilidades para rebatir o afirmar todo lo que digamos o podamos decir.
 
La ausencia del deseo, y sus múltiples perturbaciones que genera, es lo que es el amor
 
Para saber lo que es la moral, hay que saber lo que es la inmoralidad. ¿Qué es la inmoralidad? Es hacer algún daño a los otros a sabiendas.
 
Los rebeldes también son terroristas. Terrorista es el que genera y provoca terror, sean quienes sean: nuestros amigos, nuestros hijos, nuestros salvadores.
 
La ciencia y sus investigaciones, llegado a un cierto límite y nivel no tienen ningún valor. Pues, el investigador mediatiza con su condicionamiento los resultados.
 
La libertad de lo conocido, es sin opción. Uno ha de pasar por ello. Es como el día, uno lo tiene que vivir, sentir, no puede estar dormido o narcotizado. Uno tiene que estar muy cerca, en contacto, con lo que quiere conocer, entender, y observarlo, mirarlo. Sólo así, uno es libre de lo que conocemos como la realidad de la vida.
 
Entonces el ver no es solo la acción de mirar, sino que uno va más allá de lo que ve, con todo su condicionamiento que acompaña al mirar. Y así llega el discernimiento, la libertad.
 
El pensamiento está programado, condicionado, para resolver problemas. Así que todo lo que ve lo encara en términos de problemas. Por tanto, el pensamiento ha de cesar en su actividad.
 
Si uno está en paz, en orden, vaya donde vaya, o venga de donde venga, ¿qué importancia tiene eso? Donde vaya, va a seguir con su orden -que posiblemente no es nuestro orden-. Pero, eso no importa si uno está libre de conflicto.
 
Para huir de la realidad -que nos aburre y desagrada, nos da miedo-, el hombre inventó la idea de dios -y la moral que decían que era de él-. Y con ese juego lleva varios miles de años. Ahora, ese aburrimiento, debido a las comodidades y facilidades para soportar la vida y sus molestias, se ha hecho más insoportable, por lo que hemos de inventar toda clase de estímulos que nos hagan olvidar el tedio diario y el miedo.
 
David. Por muchos filtros y contra investigaciones que se hagan, si los que lo hacen no han comprendido su condicionamiento, para liberarse de él, el resultado será el mismo pero bajo otra apariencia.
 
El condicionamiento, es el egoísmo, es la actividad del ‘yo’, que es lo viejo y conocido, lo repetitivo. Y como no sabemos vivir sin lo viejo y conocido, cada cosa que hacemos o inventemos, está dentro del paradigma del egoísmo. Y con el egoísmo va: la vanidad, el miedo a lo nuevo, el miedo a la inseguridad, el rechazo a todo lo que cuestiona el estasblishment corrupto e inmoral.
 
Para Vicencç Santamaria i Ollé, monje del monasterio de Montserrat.
He leído tu columna, ‘Naturaleza y espiritualidad’, del domingo, 19-5-2013.
Gracias por tu sinceridad ante la falta de respeto por la naturaleza, por las criaturas, por la creación. Nuestra manera de vivir, es de insensibilidad hacia lo que nos rodea, hemos sido condicionados para aceptar la matanza de animales, la matanza de los árboles y toda la naturaleza. Incluido el aire y el agua, que están perdiendo su prístina esencia y valor, de salud y de vida, convirtiéndolos en un veneno.
 Todos somos culpables, de una manera o de otra, los padres, los maestros y profesores , las autoridades, los poderes civiles, religiosos. ¿Cuándo, por ejemplo, en España y los países de América Latina, en el sur de Francia, la Iglesia Católica, va encarar de una vez a la tortura y asesinato de los toros por placer y diversión? ¿Por qué no se pronuncia de manera clara en la que diga que excomulga a los que participen, toleren y promuevan esos espectáculos macabros contrarios al sentido espiritual, religioso?
 Esa tolerancia a la tortura, a la violencia y su crueldad, por analogía es la que es trasladada a la hora de tratar a los seres humanos, a toda la naturaleza. Y a partir de ahí todas las puertas quedan abiertas para que dando un paso más, con esa insensibilidad, se acepte la brutalidad y la crueldad de la guerra -como de hecho sucede en todas partes-.
 
Pero, una vez muertos, ¿qué nos importa si quedan los seis mil millones de yoes astrales? Y crees, tú Paulino, ¿qué puedes ir quitando hasta que llegas a la corporeidad de sustancia eternal o espiritual?
 
Por favor, puedes aclarar un poco más eso de la corporeidad sustancia eternal. ¿Eso es un hecho, una teoría, una ilusión?
 
No solamente los iluminados, los maestros, los gurús, han explicado que el ‘yo’ es la vida, como la violencia, o la maldad. Si no cualquier persona con sentido común, seria, lo sabe. Todas las culturas, sobre todo las populares, están llenas de dichos y frases que se refieren a eso: que el hombre es violento, porque tiene que sobrevivir, tiene que matar de una manera o de otra. Por ejemplo, ante unos consejos moralizantes recriminadores que alguien da a otro, se le dice: ‘Haz lo que yo digo, pero no hagas lo que yo hago’. Porque, implícitamente se sabe que esos consejos bonachones de sé pacífico, no violento, no corrupto, etc., no es posible en términos estrictos.