Aunque podemos decir que no hay un dios, todavía existe el misterio de todo lo que es la vida. ¿Por qué es que vivimos? ¿Por qué muere uno recién nacido, joven, o llega a viejo? ¿Por qué desde pequeño uno enferma y sigue enfermo el resto de su vida?
Un acto sencillo de amor, es como un grano de arena. Y uno detrás de otro, se hacen un montón, una playa, un arenal. En nuestras vidas sucede lo mismo, un renunciamiento, una ayuda, una atención con su afecto, un favor, uno tras de otro, limpian nuestra conciencia de manera que el mal no puede arraigar en nosotros. El mal huye del bien. Y el bien, el amor, transforma el mal, lo cambia, lo blanquea, se unen y son lo mismo.
¿Por qué dices que no es lo mismo? Si todo eso, o lo que representa -por fantástico que sea- es amor? El amor siempre es el mismo, sea el de un negro o un blanco, un viejo o un joven, un inculto o un catedrático.
Tú, Rob, sabes que hay muchas manifestaciones de realidad que decimos que es la verdad. Pero la verdad siempre es una: el amor.
El ruido no era el del sol –cosa imposible de oír-, sino un montaje. Gracias, Humberto, por el ofrecimiento.
En el caos hay orden, aunque no nos guste el resultado porque no nos favorece. Por eso, el caos y el orden en el ámbito material se suceden uno a otro, formando una unidad, un juego de destrucción y construcción para que el mundo sea como es. Una tormenta con abundante lluvia destruye los márgenes de los ríos, molesta a las personas, pero riega y lo lava todo.
Si algo caracteriza al Tao y al Zen, es su respuesta a la realidad. Y la realidad, lo totalidad de lo que existe, lo abarca todo. Por tanto en el Zen y el Tao, cabe todo. Y esa misma verdad, que es ver y atenerse a la realidad, descartará lo que encuentre negativo e inservible para poder seguir ateniéndose a la realidad. Pues el Zen, en esencia es: tengo frío me abrigo, tengo calor me desabrigo. Y el Tao es la descripción del vacío y su utilidad para la vida real cotidiana, que no es más que un sentido común profundo y radical.
Eso mismo se podría decir sobre Buida y Jesús, etc., si ellos no hubieran querido mostrarnos la luz, ¿nosotros la hubiéramos encontrado? Puede ser. Eso no lo sabremos. Es como cuando uno enferma, él –el cuerpo- potencialmente podría auto curarse. O, no. Y uno morirse y la vida seguiría funcionando sin ningún problema.
Por eso, Francisco, cada cual que haga lo que tenga que hacer: si unos quieren con sus esfuerzos mostrarnos con su luz, nuestro propio brillo, ¿dónde está el problema? El problema es de libertad y de honestidad. Y por eso que cada uno que haga lo que le conviene: unos mostrar y otros descartar si no les conviene.
Cuando no prestamos atención a lo que hacemos, pueden surgir problemas más graves qué el no estar atento a lo que comemos. Porque si conducimos un coche sin prestar atención podemos generar, provocar un accidente con todos los problemas para nosotros y los demás. Si uno trabaja en una oficina y se distrae, no podrá atender adecuadamente a los que van allí para resolver sus problemas y diligencias. El panadero si no está atento, el pan se puede cocer en demasía y no ser adecuado para la venta.
Por tanto no prestar atención a lo que hacemos es propio de personas indolentes, insensibles, que no responden al mayor reto que tenemos: el dolor que nos generamos y nos generan. El problema está es que vamos en busca del placer. Y el mayor placer es hacer lo que nos dé la gana. Pero esa búsqueda de placer siempre nos lleva al dolor. Por tanto, hemos de descubrir cómo se genera el placer, qué es el miedo, cómo funcionan nuestras mentes, el pensamiento. Pues todo nace dentro de nosotros. Y somos nosotros los que tenemos la oportunidad de hacer algo al respecto, para que el desorden y la confusión no lleguen y se incrementen.
El miedo nos hace huir de él, nos acelera, y queremos que desaparezca al sentirnos mal. Por eso, inventamos algo para huir de él –las distracciones, la inatención-. Porque el miedo y el dolor son lo mismo. Si no hay miedo no hay dolor. Y si no hay dolor no hay miedo. Por tanto, hemos de comprender la vida como es, cómo funciona. Pues cuando hay comprensión de lo que sucede, de los retos que nos llegan, no necesitamos huir porque no nos dan miedo. Al contrario disfrutamos con ese reto que nos llega, que no es ni más ni menos que la vida operando.
Los retos, se pueden resolver o no. Tanto si se resuelven como si no, uno los tiene que descartar, ir más allá de ellos. Pues los retos nos obligan a hacer una respuesta, adecuada o no, que son los deseos. Y un deseo se realiza, o se destruye, lo aniquilamos porque es imposible.
Pero en el resultado final, ha de haber ausencia de división y de conflicto. Que es la raíz de toda desigualdad, toda insensibilidad, todo el desorden. Por eso, el problema al final es psicológico, pues hemos de ver la manera cómo funcionamos, cómo funcionan nuestras mentes. Pues la división se genera internamente, mentalmente, a causa del miedo y el temor. Todo ello, fruto de lo psicológico. Pues, el cuerpo tiene un miedo factual y directo, sin que opere la mente: tengo sed, tengo hambre, estoy agotado, me duermo donde estoy por el sueño que tengo.
La meditación es ver pasar una nube, un pájaro, y no haber espacio entre eso que estamos viendo. Y ahí es donde se genera el confort, que es la ausencia de la dualidad, del conflicto y sus fricciones.
¿Qué es un ente, es algo real y que existe o es una ilusión o extravagancia? La realidad es que hay una mujer y un hombre, como un niño o un adulto, como una vaca y un león. Y ambos –todos- son un ente. Pero la unión de ambos, no son un ente, porque materialmente de esa unión no se deriva ni se origina nada. Psicológicamente, sí que en la relación y la unión de varias mentes –al no ser materiales-, se puede generar eso que se llama un estado de opinión. Que es lo que se llama un lavado de cerebro, o que le han comido el coco. Y ese estado de opinión, es lo que podríamos llamar un ente burocrático, fundacional, político o religioso.
Las personas por mayores que sean –viejas-, tienen su vitalidad. Solamente hay que empezar a activarla para que funcione. Y, una vez activada no hay ninguna diferencia con los jóvenes. Pues el manantial es el mismo: la conciencia que según operemos con ella, no puede hacer que llegue lo nuevo. Y a lo nuevo no le importa que uno sea viejo o joven. Porque lo nuevo es el amor, donde todo puede ser.