Torni Segarra

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No sé si la palabra voluntad sirve para lo que estamos tratando. Porque la voluntad ya implica que hay un proyecto, algo ya establecido. Y lo que está establecido es como si fueran una horma del zapato a la que se tiene que ajustar a ella. Por lo que vuelve a aparecer la división, el conflicto de lo que uno es y el ajustarse a esa horma.
El acto de ver es liberador. Cuando vemos claramente algo, hay acción total, hay orden, hay libertad.
 
Antes que las obras internas, han de estar las internas. De manera que lo interno y lo externo formen una unidad: la del ver y actuar. Es de la única manera que no hay división. Y si no hay división, ahí está el amor. ¿Qué más podemos pedir?
 
Eso son las consecuencias y las barbaridades de la guerra. ¿Para qué tanta guerra? ¿Para robar, dominar, invadir e imponer mi criterio y mi patrón de cómo se tiene que vivir? La guerra nunca va a traer nada bueno, aunque a nosotros egoístas y crueles sí que nos lo parezca.
 
Los pensamientos tienen su utilidad a la hora de enseñarme a leer, aprender un trabajo. Pero, en el ámbito psicológico, espiritual, es un impedimento. Pues los pensamientos, son el resultado del pasado con su condicionamiento, lo viejo que repite el paradigma del ‘yo’, del egoísmo. Que es lo que siempre hemos sido.
Por eso, para que venga lo nuevo –que es la compasión y el amor-, uno ha de descartar ese viejo condicionamiento.
 
¿Por qué siempre estamos hablando de lo bueno y sabroso que es tal o cual comida, planificando para volver a comerla? Esto es lo mismo como si estuviéramos siempre hablando de lo bueno que es una postura sexual, del ambiente más adecuado para hacerla. ¿Le parecería correcto? Pues es lo mismo: gula y lujuria.
Como cuando le damos excesiva importancia a la ropa que nos ponemos, y la exhibimos, que queremos que nos halaguen y halagar, reforzando así ese deseo de vanidad, de comprar más ropa. Y esto también incita a la gula y la lujuria por más ropa y su búsqueda incesante. Y todo esto nos lleva al placer. Y en placer sólo nos espera el dolor.
De esa manera nos hemos convertido en ‘cocineros’ y en ‘sastres’, deseosos de montar platos sabrosos, o combinaciones de vestidos y trajes, hablar de ello, e ir a probarlos y exhibirlos en nuestras fiestas, o en los restaurantes, donde la vanidad se acentúa.
 
La resurrección de la carne es la inmortalidad de la materia, ¿no? Sólo la materia, como cuando un gato o un pájaro se mueren, como lo han hecho millones de trillones y trillones de veces, pero vuelven a nacer. A nosotros, que también somos animales, nos sucede lo mismo: este cuerpo se va a romper de manera que no se pueda arreglar –al igual que una máquina, un coche- se va a convertir en más materia. No digamos que diferente o no, porque la materia como la energía siempre es la misma.
Ahora bien y en lo psicológico, o el espiritual, ¿qué es lo que sucede? No sucede nada. Sucede lo mismo que les sucede al gato o al pájaro –que también tienen su pequeño ‘yo’ en comparación con el nuestro-: el ‘yo’, que es mi personalidad, que ha sido conformada por todos los infinitos accidentes y circunstancias, desaparece. Y no queda nada. Puede parecer desalentador. Pero es lo que hay.
 
Así es, Alec, eligen a un presidente a su imagen y semejanza. Pero luego lo quieren destruir, incendiándolo todo. Para volver a elegir a otro presidente idéntico al que han destruido. Por lo que viven dentro de ese círculo cerrado infernal de ignorancia, confusión y desorden.
 
Para la energía, el universo, no hay ningún problema, porque el nacer, crecer y morir, todo es lo mismo. El problema lo hemos inventado nosotros con palabras como el espíritu, el alma, la psique, el ser, dios y qué es lo que hace.
Si todo se acelerara, de manera que el nacer, vivir y morir fueran lo mismo: ¿qué resultaría, que es lo que quedaría? No quedaría nada: pues no sabemos esa nada qué es lo que es.
Por eso, sólo sabemos que es lo negativo: lo que genera división, dolor. Y es a eso a lo que hay que atenerse.
 
Contar las capas que hay para llegar al centro, es la invención del pensamiento, es el devenir. Cuando todo eso es fruto del miedo que dice: ‘Hoy no soy feliz, pero mañana dentro de unos días, unos meses o años, lo seré’. Y es de ahí desde donde se inventaron las religiones organizadas: ‘Tú haz lo que yo te digo y mañana u otro día serás feliz’. Pero, todo eso es un engaño, es un negocio. Porque la felicidad nadie la puede otorgar ni vender. Porque la felicidad no existe.
Ahora bien cuando me doy cuenta que, haga lo que haga, la felicidad no va a venir, porque no existe, entonces la búsqueda en el tiempo, el devenir, cesa. Y es cuando entonces, en ese estado de no división, lo que está más allá de las palabras, lo que decimos que es la felicidad, la belleza, el gozo y la paz, están ahí.
 
Cuando te mueres, Luis, no hay salida que haya. Todo se acabó.
 
Santo que respira no vale. Es decir, nadie puede ser un santo, porque de una manera o de otra hace daño a alguien o a algo.
 
Hay nacimiento y muerte, pero tú, Luis, ya no estás. Ése ha desaparecido para siempre.
 
Gracias, Nathan. Este es Jiddu Krishnamurti, en su otra salsa, que pocos de los novatos conocen. Que él, y los que colaboraban con él, escondían todo lo que podían. Por cierto, que estaban en su derecho, porque todos hemos hecho cosas cuando éramos jóvenes que, tal vez, ahora no nos gustan demasiado. Pero, la realidad es que el destino a cada cual lo dirige. Y ahora estamos aquí. Por lo que no lo habremos hecho tan mal.
Theosophy UK C W Leadbeater, Annie Besant, Krishnamurti
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Creo que lo que determinó a Jiddu Krishnamurti, y todo lo que fue, es haber sido vegetariano toda su vida. Y tener a los padres tan espirituales, con todo lo que ello significa de querer descubrir la verdad. Entendida ésta como la posibilidad de ir más allá del dolor y lo que genera.