Torni Segarra

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 Todo deseo que busca el confort, es una ilusión. Pues, no hay nada como la comodidad, que es otra ilusión. Y aunque momentáneamente, nos sintamos satisfechos confortablemente, esto es efímero. Uno tiene que ser realista y sincero, atenerse a lo que es. Y esa atención directa es la que nos proporciona la plenitud y la dicha.
 
¿Se puede invadir un país, sin dominar el territorio? ¿Se puede invadir un país para dominarlo y apoderarse de él, sin cometer un genocidio, ya sea lento o rápido? ¿Se puede hacer un genocidio sin crueldad, sin violencia ni guerra? ¿Por qué se invade un país, generando odio, maldad, brutalidad, violencia, si eso no tiene futuro? Pues el mundo los odiará por sus barbaridades que se cometen como en todos los genocidios. Aunque callen por no perder la influencia de un lugar estratégico para hacer de tapón y de policía de la zona, inestable y fronteriza con países y culturas consideradas enemigas.
Dicho todo esto, la realidad es que hay un país que se quiere apoderar de otro, y ya tiene una gran parte de él colonizado, con sus estructuras, carreteras, servicios, poblados, etc. ¿Se les puede echar de allí –ya sean mil, dos mil, un millón-? Seguramente no sería posible que se fueran sin echarlos a la fuerza, con violencia.
Lo que sí que es factible, es que se sometan a la ley del país que quieren arrebatar totalmente. Y para ello, sin el apoyo internacional, de los países que dominan el mundo, a su interés y manera, para contener y obligar al país violento, genocida, invasor, nada se puede hacer. Los invasores, una vez ya han empezado a invadir, y se han instalado, no suelen renunciar a ese trozo de tierra que ya consideran suyo. Por lo que ha de haber una presión, que los obligue, que los despierte a la realidad, de su crueldad, de su maldad genocida, invasora. Que les haga ver lo descabellado, lo enloquecedor, que es el pretender invadir un país, a la fuerza, cometiendo un genocidio, con su horror y holocausto.
 
El problema de todo lo que queremos comprobar, está en el comprobador. ¿Quién el que va a verificar si algo es verdaderamente cierto o no? Pues, según el que vaya a evaluar, examinar, un hecho según su condicionamiento así será su interpretación. Toda situación, que esté dentro del ámbito de los misterios -por ser un misterio- no se puede desvelar, porque dejaría de ser un misterio y no se hablaría de ello, ni le daríamos ya ninguna importancia.
 
Si nos falta la gratitud, todo se convierte en material, en deseo. La gratitud es el signo de que comprendemos la vida y su realidad. Es porque no hay gratitud, que nos dividimos de lo que somos, de lo que son los otros, y nos lanzamos a querer poner orden -que siempre es mi orden, que se antepone al tuyo-. El orden siempre está ahí -que no es ni mi orden, ni el tuyo, sino sólo orden-, sólo falta verlo.
 
Ese amor, se tiene que descubrir que es verdadero. Pues, el que ha escrito ese texto -que es un escritor triunfador e importante- para celebrar los muchos años de su vejez, dijo que iba a contratar a una mujer jovencita, para desvirgarla, y sentir placer con ella. ¿Qué hay aquí de verdadero amor o todo eso del amor es una mentira?
 
¿Nos damos cuenta que todos somos básicamente iguales? Pues, como si lo somos, lo que creemos que son nuestras genialidades, son una ilusión, una vanidad, una fatuidad para alimentar el ‘yo’. Por lo que todo es una vulgaridad y superficialidad, ignorancia.
 
Los políticos siempre existirán, aunque se terminen como ahora los conocemos. Pues, nosotros, cada uno, somos un político internamente, sin ejercer la política de mando y autoridad institucional. Porque, la política, como la conocemos y ejercemos, es la consecuencia del ‘yo’, divisivo y miedoso, que necesita seguridad y protección.
 
Todo en la vida se cree que compartido se soporta mejor. Así que, las personas creen que confesando a otro, sus faltas y errores –lo que se dice pecados-, se sienten más confortables. Y desde ahí es donde nace, ese negocio que son las religiones organizadas. Cuando uno podría verse él mismo las faltas y errores, en los momentos de recogimiento en soledad, ya sea paseando o retirado en su habitación. Pero, la soledad es una pesada carga que no todos estamos dispuestos a soportar. Aunque, cuando uno ve que la soledad es lo mejor para la libertad, para ser libre de toda dependencia, la soledad se convierte en un gozo.
 
Para María José Frápolli Sanz, Catedrática de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Granada.
Ayer leí tu escrito-columna, ‘Una cuestión de valores’, en el diario…, de Barcelona. Gracias.
Nuestra naturaleza puede ser de dos maneras: corrupta o no corrupta. Eso creo que queda claro. Por tanto, hace falta saber qué es la corrupción, ser corrupto. La vida, puede que toda ella sea corrupción. Pues corrupción es hacer algún daño a los demás Y, ¿Qué es vivir sino hacer siempre daño?
Empecemos. Para vivir, nos hemos de alimentar y eso quiere decir que hemos de matar. Matamos a los animales, a los frutos y hortalizas, etc. Cuando vamos en el coche, matamos toda clase de insectos y algún pequeño pájaro, que pasa por delante de nosotros. Cuando vamos al campo, a la montaña, a un parque, todo a nuestro alrededor está lleno de vida, pero el hecho de estar allí ya implica la destrucción y muerte de la vida que hay por los suelos.
Así que, hagamos lo que hagamos va en ello la destrucción y el hacer daño. Cuando nos imponemos en la relación, en una discusión, ahí también está el daño. Por eso, la vida es hacer siempre algún daño. Cuando tú le das comida a los gorriones, que van a tu terraza, aunque eso parezca un bien, también lleva el mal en sí. Pues, esos gorriones al comer más, y estar bien alimentados, tienen una fuerza adicional que los otros no tienen. Y por eso, es que sufren un agravio, una desigualdad, porque los bien alimentados se imponen a los que no se alimentan de tu alimento.
Así que, la corrupción, como hemos dicho abarca toda la vida. Pero, no hay otra vida más que está que tenemos. Y si optamos por la vida, hemos de vivir con lo que tenemos en la mano. Y entonces, nos damos cuenta que la vida es destrucción, amor y construcción. Esto queda claro. Pero, aparte de esa corrupción, hay otra que sí que es más llamativa porque es más fácil de eludir, si uno quiere.
La corrupción tiene la raíz en el miedo a la inseguridad. Pues la corrupción, robando o aceptando algo deshonesto por un beneficio, no es más que querer más de lo que necesitamos, querer ser más en todos los niveles. Pero, por la fuerza de los hechos, uno depende de las relaciones con sus compañeros y amigos, depende del ámbito familiar y se somete a la manera de vivir de esas personas. Ahí, es donde llega aquello de que todos tenemos un precio.
Por eso, la vida es adecuada cuando uno tiene pasión por ella, por las personas -incluido uno mismo-, pues de esa manera llega la energía necesaria para poder comprenderlo. Y si hay comprensión no hay esfuerzo ni contradicción, sino la inteligencia operando. A uno le podrán ofrecer todo el mundo, por un asunto corrupto, pero eso no hará ningún efecto para que sea aceptado, tolerado, para participar en él.
Por tanto, todos no tenemos un precio, porque no nos vendemos, porque no queremos hacer daño.