Torni Segarra

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Tú tienes derecho a decir que no. Pero el otro también lo tiene. Y saber vivir con eso, que parece tan complicado, es el arte de vivir.
 
El amor está más allá del perdón, de los hábitos. El amor es, sin explicación alguna.
 
Si una mujer segura es la inseguridad más grande de un hombre, ¿dónde está el problema? Eso es como la comida: si uno tiene hambre come, si no lo tiene mira la comida pero no la come.
 
La con fianza se puede perder en un segundo. Pero, se puede volver a tener. Porque, la vida es destrucción, amor y construcción.
 
Una chica, una mujer, con toda su complejidad. Es lo mismo que un chico, un hombre, con toda su complejidad. Y ambas complejidades han de poder funcionar o no. No hay ningún problema si comprendemos la realidad der lo que es la vida. Que es como es, no como yo quiero que sea.
 
Cada reto genera una respuesta. Y esa respuesta viene determinada por ese reto, como pasó con el existencialismo. ¿Pudo haber aparecido el existencialismo sin las dos primeras guerras mundiales –que se desarrollaron en poco tiempo entre las dos-, con su horror que nunca se había visto por los avances en las técnicas de matar y exterminar, por las consecuencias de todo eso, la espantosa crueldad, el hambre, los campos de concentración que todos los bandos tenían? En esas guerras, como en todas, se creía que todos tenían la solución a los problemas de la vida, por lo que se pusieron a ello: toda la energía para imponer esas ideas que nos llevarían a lo mejor. Y para eso, el fin justificaba los medios: la guerra, el exterminio, etc.
Pero, como siempre la guerra no soluciona nada, sino que nos aquieta una temporada larga o corta, para reponernos y volver a continuar haciendo la guerra.
 
Si esperamos que los otros nos den luz, siempre estaremos en la oscuridad de la dependencia. La luz ha de nacer de nuestro interior, fruto de la comprensión de la realidad, de lo que es, de los hechos de la vida cotidiana.
 
Lo importante es la vida toda. Así que, uno no ha de elegir la importancia, lo importante, si uno da a todo la misma importancia, entonces se genera orden. Y ese orden, que es la inteligencia operando, nos dirá lo que tengamos que hacer.
 
La belleza es una vida que tiene orden. Así que vivamos en orden y la belleza estará ahí tanto en nosotros como en todas las cosas.
 
Cuando te aferras desesperadamente a las últimas horas del fin de semana, es que algo no funcione bien en nosotros. Porque, cuando uno se aferra, se agarra a algo, es porque tiene miedo a perder algo, o a algo que puede venir. Pero, la realidad es que donde hay miedo no puede haber amor, Porque la realidad de la vida es: ganar y perder, cambio constante, inseguridad, belleza y fealdad, etc. Y es porque nos agarramos y aferramos, que nos hacemos feos, pues llamamos y estamos provocando todos los problemas.
 
Si sólo ves la belleza y lo maravilloso de la vida a través de otra persona, entonces estás acabado, porque serás su esclavo.
 
El amor propio, si desemboca en el egoísmo no nos va a traer nada bueno, Pero, el respeto por uno mismo, eso sí que nos va a traer orden, que es compasión y a amor.
 
Sí, es verdad José Manuel, hay infinitas actitudes de encarar los retos. Pero, todos esos retos están sometidos al mismo paradigma, al mismo patrón de frustración, de odio, o de indiferencia si es que uno es demente.
 
Para Enrique del Moral, médico psiquiatra. Parc Sanitari del Hospital San Joan de Déu de Barcelona.
He leído tu escrito, ‘Rechazo a las normas’, en el diario…, de ayer. Gracias por las informaciones y comentarios.
Dicen que para saber quién es el hijo, hay que saber quién es el padre. Como todo en la vida, eso es cierto, pero no es lo determinante. Y al revés, para saber cómo es el padre hay que saber cómo es el hijo. Es evidente que los personas somos como una grabadora, o un ordenador, que todo lo que les ponemos y programamos con eso van a operar, a responder a los retos que les llegan, las órdenes que reciban.
Nosotros las personas estamos condicionados –programados- para ser lo que somos: aseados, educados, religiosos o no, comunistas o capitalistas, mundanos o recogidos, cazadores o jugadores de billar. Personas con disposición para estudiar una carrera o no. Y todo eso se llama programación, condicionamiento. Uno no tiene culpa de tener los padres y al familia en que ha nacido, pus eso viene dado de no sabemos dónde. Pero, lo cierto es que esa huella va a marcar todas nuestras vidas.
Una persona que nazca de unos padres aficionados a la música, que toquen el piano, y tengan tiempo para ello, educados, con un horario de comidas todos juntos, donde se come y no se grita en conversaciones absurdas, cuando crezca no podrá soportar un ambiente contrario a ese. De la misma manera, si una persona está acostumbrada a que sus padres canten a viva voz por la casa, vocean y gritan comiendo y a todas horas, sin un horario de comer ni dormir, etc., los hijos reproducirán ese ambiente, estando incómodos en un ambiente diferente.
Visto todo esto, que el condicionamiento y la programación es algo evidente, y visto también que ciertas cosas personales no se podrán cambiar –el gusto en el vestir, las maneras educadas de comportarse en público, la manera de comer, cierto afecto por la cultura y la reflexión para buscar la libertad y la verdad-, ¿cómo haremos para qué la compasión y amor se manifieste? Pues el amor no tiene nada que ver con el condicionamiento personal, sino que va más allá de éste.
Así que, para que llegue el amor hay que descartar lo que no lo es, lo que se interpone para que florezca. ¿Es amor ser racista, despreciar a los menos afortunados, ser cruel con ellos, explotarlos con engaños y con miedo? ¿Es amor ser insensible e indiferente al dolor de las personas, no solamente a las cercanas, sino también a las que viven muy lejos? ¿Es amor todo eso que es el resultado de la división interna?
Los niños adoran a sus padres, los necesitan para todo, ellos son su luz y su guía, su sustento, su ropa y su techo, su seguridad, los que saben en cada momento lo que hay que hacer, así que ellos los admiran. Y si uno admira a otro lo está copiando, imitando, conscientemente o no, se está acostumbrando a eso que ve y cómo viven los que están a su alrededor. Así que la responsabilidad total de la educación de nuestros hijos, de los niños, es cosa de sus padres. Sus padres, son también los responsables de los políticos, que ellos votan, y que obligan a educar a sus hijos negativamente: para ser competitivos, para ganar, vencer, triunfar, brutales e insensibles, para ser nacionalistas, para ser creyentes o no, para ser egoístas, llenos de vanidad, educados para hacer la guerra, para matar y que los maten.
¿Qué puede generar una educación que pone el énfasis en la división, en el conflicto, en la indiferencia, en el pasado y el futuro? Sólo puede generar más de lo mismo que se repite desee siempre: lo viejo y conocido, todo lo que somos ahora, con la insensibilidad, la violencia y las guerras.