Torni Segarra

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Las mujeres tienen el gen del lenguaje más activo, porque desde siempre, desde hace un millón de años, han tenido que hablar y convencer mediante las palabras, ante la brutalidad de los hombres y su  mayor fuerza física, y el peligro, que eso conlleva.
 
¿No nos damos cuenta que la monarquía, con sus princesas y príncipes, es una inmoralidad, es racista, clasista, injusta? Por tanto, cuando hablamos de princesas y príncipes, banalizando y haciendo con ello un juego infantil, estamos actuando de manera que las monarquías corruptas e inmorales, continúen y prosigan con sus privilegios, desigualdades, agravios a los demás que las sostienen con la obligación de los impuestos.
 
El cerebro está atrapado  por su condicionamiento, que es el miedo, por lo que no puede acceder a lo nuevo, que está más allá de él. Por eso, la creación, que es lo nuevo, ha de estar libre del miedo.
 
Lo más maravilloso de los colores, es que para poder mezclarse y generar otro color, han de ser diferentes.
 
Cuando ya hemos visto lo que sucede, lo que nos sucede, y nos perturba y confunde, molesta, hay que ir más allá de todo ello. Morir a todo eso, que es el pasado, descartarlo, aniquilarlo. El pasado tiene un gran poder y nos condiciona, ya sea el del segundo que ha pasado, como el de hace unos días o años.
 
¿Podemos amar y obedecer a dios, es eso posible? Primero, hay que comprender quién ese dios al que nos queremos acoger amándolo y obedeciéndolo. ¿No es dios una idea, un invento de nosotros? Por lo que el problema no son los dioses, si los amamos y obedecemos. Sino cómo vivimos nuestras vidas, de qué manera respondemos a los retos que nos perturban y alteran: la pareja, los hijos, los amigos y parientes, los que se acercan a nosotros en el trabajo, los que van en el tren, los desesperados que vemos por las calles, los que viven lejos de nosotros y pasan hambre, los que mueren por la debilidad y la enfermedad por la falta de alimentos.
Eso es más importante que amar a dios, que desear que nuestras parejas sean fieles y enamoradas. Porque, lo que nos suceda con nuestras parejas, eso es responsabilidad nuestra, del amor que les tengamos. Si hay amor, seguro que no habrá ningún problema. Porque el amor destruye y aniquila todos los problemas.
 
Todo lo que existe tiene su grandiosidad y perfección, es sagrado. Por eso, es preciso tener una gran sensibilidad para no hacer daño.
 
El infinito tiene el problema que es infinito. Es decir si miramos la naturaleza, todo lo que existe, lo más pequeño siempre puede serlo más infinitamente. Y si miramos todo lo que nos rodea la tierra, la luna, los planetas, todo el firmamento, infinitamente siempre puede ser más grande de lo que es. Por lo que llegamos al absurdo, tanto en lo macro, como en lo micro, al no poderlo comprender.
Entonces, el problema se acaba al descartar la especulación y entregarnos a lo que estemos haciendo con toda nuestra energía, los nervios, la sangre, todo nuestro ser. Y si es así, que hay atención profunda, total, la división y el conflicto llegan a su fin. Y si no hay conflicto la inteligencia es cuando opera, viendo más allá de lo que sucede, lo aparente, los hechos, yendo más allá de las palabras, de su sentido y significado.
 
Si tenemos compasión y amor, no hace falta pensar en las respuestas, las estrategias para la defensa o el ataque. Pues el amor, que es sabiduría e inteligencia, nos hará hacer lo necesario para que el orden llegue donde no lo hay.
 
¿La esperanza es un hecho? ¿Qué esperanza cabe esperar? La única esperanza posible es ser capaces de comprender este drama que es la vida, vivirlo con sus miserias, sus sufrimientos, sus momentos de alegría. Yendo más allá de esta vida, pues ella tal cual es nada ni nadie la puede cambiar: ni los dioses, ni los santos, ni los sabios ni maestros, los que dicen que saben, ni la ciencia ni sus avances e inventos.
 
Si existiera algo como eso a lo que llamamos dios, sería el amor. Y el amor es a todo, está en todo, en todas partes.
 
La sorpresa lo incluye todo: lo que nos puede gustar o no. La sorpresa cuando es hacia lo nuevo, hacia la libertad, se convierte ella misma en libertad. Libertad quiere decir ausencia, estar libre de conflicto.
                                 
Nuestros corazones todos sienten lo mismo, ¿no es así? Todos queremos fidelidad, sinceridad, entereza, queremos que las personas sean sensibles, limpias, honestas. Y ahí no hay ningún secreto, aunque sí que puede haber sorpresas.
 
¿Puede haber amor sin respeto? El amor lo incluye todo. Pero el amor, se manifiesta en la ausencia del deseo de hacer algún daño.
 
La ilusión más grande y vulgar a todos es creerse diferente, especial a los demás –los otros también piensan lo mismo-. ¿Podemos pensar que somos diferentes, cuando nos irritamos, nos enfadamos, cuando somos felices, reímos y gozamos de la vida, sentimos un estremecimiento ante la muerte, ante una noticia desafortunada? Todos pensamos y sentimos lo mismo: a nadie le gusta que le falten el respeto, que lo maltraten –si no es que estamos neuróticos, perturbados-.
 
Positivo o negativo, son términos que pueden llevarnos al engaño. Pues, lo positivo no podemos saber lo que es, de lo contrario se convertiría en negativo –porque iríamos a por eso, descuidando y desatendiendo, dividiéndonos del reto que es del presente, del ahora-. Por eso,  es descartando lo negativo, que llega lo positivo.