El dolor siempre es el mismo, ya sea el espantoso y terrible, como el que nos parece suave. Es como el hambre o la sed, la necesidad es la misma, la necesidad de comer y beber, sin explicaciones, justificaciones o charlas. O se come y sacias la sed, o no.
La seguridad no existe, todo es inseguridad. Así que cuando antes nos demos cuenta y lo comprendamos, tanto mejor. Pues las sorpresas, no nos incrementarán el dolor.
Los celos es la incomprensión de lo que somos, tanto nosotros como los demás. Si nos descubrimos tal cual somos, entonces veremos todo lo que sucede como una consecuencia de un gran, infinito plan que no podemos comprender ni su origen ni su fin.
Hay un momento en que no importa el rendirse o no. Es entonces, cuando pierdes el miedo, que eres tal cual eres: una persona vulnerable en manos de fuerzas inexplicables e inmanejables.
Eso no es ninguna originalidad especial, pues los hombres también hacen eso que hacen las mujeres. Los complejos de inferioridad, hasta que no se comprenden que son una ilusión, nos hacen decir y hacer toda clase de tonterías.
Si las mujeres hacen lo que los hombres no pueden, ellos también hacen cosas que las mujeres no pueden. ¿Por qué esa disputa de callejón de pueblo, de personas ociosas y con ganas de bulla? ¿Tanto nos cuenta entender que todos somos iguales en lo esencial, psicológicamente? Desafortunadamente, hay algunos que les conviene que esos problemas que inventamos, prosigan sin fin, pues viven del fárrago de esos problemas.
La necesidad es la que nos lleva al orden. Comer porque tenemos hambre, descansar porque estamos cansados, pasear porque queremos airearnos y estirar las piernas. Fuera de lo necesario, llega el desorden, la confusión, el mal uso, lo inadecuado.
Cuando nos conocemos plenamente como somos, es cuando uno sabe que no hay seguridad en nada, no sabe cómo podrá actuar en el próximo reto. Somos criaturas nada perfectas, porque somos ingobernables. O tal vez por ello, a pesar de ello, sí que somos perfectos.
Todo lo que digamos al referirnos a algo, que es como blanco o negro, no va a reflejar a la realidad que es infinita en posibilidades. La realidad no la podemos definir, por eso hay que ir a ella negando positivamente todo lo que decimos. Es decir, podemos explicar que es blanco, pero tal vez no lo es, porque podría estar equivocado, al no haberlo visto con toda claridad. Y esta misma explicación deja de tener valor alguno, porque podría ser lo contrario, por eso es que nos libera de responsabilidades absurdas y ridículas, como yo sé, tú no sabes.
¿Qué es la libertad, es dictadura, tiranía de uno sobre otro, hacer todo lo que quiera incluso maltratarlo, matarlo? Si queremos la libertad, uno no puede entrar en ese juego macabro de la dominación. Sino que ha de dar libertad total en todas direcciones. Sí, podemos ver los riesgos y peligros que tiene, pero eso es la libertad.
La vida es como es, igual que las personas somos como somos. Uno puede tener cosas agradables y no agradables, luego está lo que uno entiende que es agradable o no. Y finalmente, está el que uno no puede cambiar las cosas desagradables. Por lo que el amor, es ver toda la realidad de lo que somos e ir más allá de ello.
Todo lo que decimos asertivamente, como yo sé, yo nunca te dejaré, etc., son todo pamplinas, no son hechos. Porque, nadie sabe en qué circunstancias nos vamos a ver y si podremos afrontarlas como teníamos previsto. La vida siempre está cambiando, moviéndose como el viento variable.
En toda circunstancia se puede sacar algo positivo. Todo es cuestión de saber ver, observar cómo funciona la vida y nuestros pensamientos.
El que guarda rencor, es porque no entiende el pensamiento. Y por tanto, no tiene amor.
El miedo a perder algo, a envejecer, a perder un amigo, es motivado porque nosotros queremos dirigir la vida. Decimos que sabemos lo que nos conviene: ser siempre jóvenes, manejar y dirigir a nuestro gusto a las personas. Y como eso no es posible, es absurdo, vivimos temerosos y con miedo.
Errar es humano, pero echarle la culpa a los demás es cruel, querer matar al otro.
Todos somos como una planta o un árbol, nacimiento incierto y vacilante, infancia con su fragilidad e inocencia, juventud y el derroche de energía, plenitud, decadencia, degeneración y muerte. Y en la medida que lo comprendamos, tendremos menos problemas. Por no caer en el querer y no poder.
Mientras vivamos será con los errores, porque la perfección no existe. Pero, cuando vemos que los errores son como el toser, o el bostezar, entonces esos errores son como otras circunstancias que nos llegan.
Eso sería como no querer dormir para no perder ni un solo instante la belleza y el gozo del vivir. La vida es como es: con el ver la luna y las estrellas y dejar de verlas. Pero no importa porque todas las cosas son tan maravillosas y bellas como las estrellas y la luna.
El ser tú mismo es otra ilusión. Porque todos vamos detrás del mismo papel: deshacernos del sufrimiento y el dolor. No importa el papel que tengas que hacer, todos hacen lo mismo: buscar e intentar ser libres, para ser felices.