1. Si nos enojamos con alguien solamente es deseable que sea una chispa, en rapto momentáneo, no un incendio que lo arrase todo. Porque después de eso, si es que somos seres humanos cabales, con sensibilidad, con compasión y amor, hemos de tener una buena relación. Ya que sin una buena relación con las personas, nada de lo que hagamos tendrá sentido ni significado verdadero alguno.
2. Esperar contentar a todos los demás, ¿es eso posible? Parece ser que no es posible. Pero sí que podemos hacer las cosas de manera para que se beneficien todos, ya sea que quieran como que no. Pues como todos estamos unidos y relacionados entre sí, cada cosa que hacemos va a llegar a todos los demás de una manera o de otra, ya sea consciente o inconscientemente.
3. Nosotros somos el condicionamiento que hemos heredado de nuestros antepasados, somos el resultado de nuestro ambiente familia, cultural, religioso, el resultado de lo que comemos, del ámbito económico en que vivimos. Y todo eso conforma nuestra manera de ser. Aunque todo eso, con una sola mirada puede ser barrido, descartado, de manera que uno sea limpio, honesto, no corrupto, que es todo lo que nos lleva a ser crueles, racistas, etc.
4. ¿Los tratos para qué son? Un trato es el resultado de una desavenencia, de la división y su conflicto. Eso quiere decir que no hay amor. Pero claro, el amor no retiene ni posee ni atrapa, ni exige. El amor es como una hoja de un árbol que va donde el viento la lleve, porque el amor es sin deseo en cualquier dirección. Así que, si hay amor, eso del pacto queda fuera de él. Es decir, eso de los pactos es cosa de los políticos, abogados, personas que defienden y exigen intereses.
5. Ese problema de hacer la guerra sin que afecten sus atrocidades, sus carnicerías, las matanzas en masa, etc., ha sido muy tratado sobre todo en Oriente, ya que en Occidente somos más escrupulosos –al menos teóricamente-. Es decir, para hacer la guerra, sin querer ganar ni perder, uno ha de estar más allá del bien y del mal. Pero estar más allá del bien y del mal –que es una manera de tener orden- trae sus resultados, ya sea en la derrota como en la victoria. Y ese resultado se vuelve también en orden. Aunque el resultado para el perdedor sea la horca o el a fusilamiento, estar en prisión, estar marcado. Y para los vencedores, siempre serán vistos como los asesinos que han matado miles o millones de personas de diferentes maneras por espeluznantes que sean.
Pero la pregunta es: ¿Si uno no quiere ganar ni perder, para qué hacer la guerra, si eso es lo peor que el ser humano puede hacer, ya sea la guerra personal con otro o la colectiva entre miles o millones de personas que representan a un país, o a unas ideas y maneras diferentes de vivir? Pues la guerra no está fuera de nosotros, la guerra está dentro de cada uno, allí nace y se desarrolla, o se descarta radicalmente.
6. Las palabras por bien que describan algo, nunca son lo real. Lo real y verdadero es la acción, lo que está más allá de las palabras.
7. Los integrantes de los grupos de Jiddu Krishnamurti, no son diferentes de los otros. Ya que todos los grupos están integrados por seres humanos divididos, en conflicto.
La diferencia puede que esté en que tienen una mayor profundidad a la hora de tratar los problemas de la vida. Pero en sus vidas cotidianas, delante de cualquier nuevo reto, respondemos básicamente igual que todos. Porque la realidad es la que es. Uno solamente puede ser afortunado y sensible para intentar poder ir más allá de eso que somos. Eso es todo lo que podemos hacer.
8. Es curioso lo que nos gusta tratar con los no hechos. Creer en dios, en sus ángeles, como no creer, no es un hecho. Por tanto toda afirmación como su negación, no es real. Podemos embellecerlo con palabras y narraciones que nos halagan para huir de nuestras miserias, para autoafirmarnos en lo que creemos o negarlo también infinitamente como absurdo. Pero todo eso no es lo real, lo verdadero, lo sagrado, lo que la mente no ha tocado.
9. La belleza, salvo la de la naturaleza, es una convención subjetiva de una persona o un grupo determinado grupo de personas. Pues para lo que a unos les parece bello, con belleza, otro no la ven en absoluto. Eso se puede ver con la música: hay unos que adoran el rock, el pop, las obras filarmónicas, el house, la rapera, el folclórica, etc., y cada uno encuentra la belleza en la música que le gusta, pero no ve ninguna belleza en las otras que no le gustan.
10. Si somos honestos, cuando es preciso hay que dejar eso que decimos ‘mi felicidad’. Porque la mente cuando ya ha establecido lo que le proporciona felicidad, se hace adicta a ella, queda atrapada y bloqueada en eso que cree que es su felicidad. La felicidad no es algo que se pueda conseguir por la voluntad, pues eso es el deseo en acción.
La felicidad llega cuando descartamos lo que es la infelicidad: todo el afán y el deseo de seguridad, que nos da tanto placer. Pero es ese afán y ese deseo, lo que nos hace brutales y crueles. Llenos de miedo y temor por lo que nos pueda suceder, nos puedan hacer.
11. Tengamos coraje para descartar lo negativo. O mejor dicho, ser afortunados para poder comprender la realidad e ir más allá de lo negativo.
12. Si decimos: ‘Ya se sabe que las mujeres son más inteligentes y capaces que los hombres.’ ¿Es eso una realidad, un hecho, o es un halago de alguien que quiere adular, para conseguir algo de ellas? Vamos a investigarlo. ¿Por qué si eso fuera realidad –como al revés que alguien dijera que los hombres son más inteligentes que las mujeres-, alguien lo tendría que decir? El mismo hecho de decirlo ya denota egoísmo, arrogancia, falta de inteligencia, ya que eso nos divide de la realidad, de la verdad de que todos básicamente somos iguales.
Cada cual es como es, tiene sus rasgos y peculiaridades, pero eso no quiere decir que sea más que otro: una persona con un cuerpo excitante sexualmente –que muchos dicen que es muy bello- no quiere decir que es más que otro que no lo sea. Pues todas las calificaciones de mejor o peor nos llevan al racismo, a la imitación y al enfrentamiento, a la crueldad, porque nos dividen, nos hacen indiferentes, adoradores e idólatras de algunas personas, nos hacen brutales e indolentes.