Todo el problema está en creerse diferente del pensamiento. Pero cuando nos damos cuenta que nosotros somos lo mismo que el pensamiento, las ilusiones, las ideas, las teorías, los delirios, no tienen ningún valor. Es como querer pretender decir que cuando uno sueña, él no es el sueño, aunque él cuándo sueña sabe que está soñando, y todo es una ilusión, un sueño divertido o molesto.
Cuando uno se convierte en el mejor amigo de dios, entonces se vuelve un dios. Hace como los guionistas escritores, como los pintores o escultores, tienen total libertad para para hacer lo que hacen, para crear.
El ser, es lo único que conocemos. No sabemos por qué somos, cómo es que somos, cómo es que todavía estamos vivos. Así que todo es una dación inexplicable: el que se mueran cada día tantos millones de personas y yo todavía esté vivo, tal como soy.
Por eso, todo es gratitud, o maldición, por seguir con vida. Cada uno ha de optar por la maldición o la gratitud. Sabiendo cada actitud dónde nos lleva. Por eso, hay mucho trabajo que hacer y no ser indolente e indiferente.
En realidad no existe la dualidad. Todo es unidad. Pero, todo eso son palabras, el pensamiento en acción. Porque, cuando tenemos algún dolor, enseguida somos duales, queremos deshacernos de él. ¿Por qué queremos deshacernos de algo desagradable, doloroso? Porque tenemos en la mente y pensamos en lo que es agradable y sin dolor. Por lo que, todo el problema es del pensamiento, del tiempo, del pasado que siempre está con nosotros y así contrastamos, cotejamos lo que tenemos, con lo que tuvimos en el pasado.
Así que el problema está en vivir de manera en que ese pasado no invada el presente, el ahora, donde nos divide de lo que somos en ese instante: ya sea dolor o felicidad. Es decir, en el ahora no hay ni dolor ni felicidad, sólo se es sin dualidad, total, entero, completo.
Cuando decimos que nada nos puede traicionar –el silencio, etc.-, ya estamos traicionándonos. Porque sólo sé que no sé nada. Si digo que sí, puede ser que no. Si digo que no, puede ser que sí. Esa es la maravilla de la vida y a la vez lo más atroz: la inseguridad total y absoluta.
Toda expansión lleva en sí misma la recesión, la contracción. Eso donde más claramente se ve es con el dinero, la economía: si gastas más de la cuenta, de lo que tienes, va a llegar la contracción, la recesión, la austeridad absoluta. Por tanto, hay que ser prudentes a la hora de expandirse.
Todo el problema está en ver cuando hay bastante. Como no lo podemos saber en realidad, sólo nos queda ser afortunados.
Si encaramos las cosas de manera asertiva, eso nos va a llevar a la confusión y al desorden. Pues de esa manera asertiva, tan segura de decir las cosas, quiere decir que eso es cosa del ‘yo’, que está operando. La realidad y la verdad, para que lleguen, se ha de ir a ellas negativamente, con el sentimiento de ‘No sé’. Porque si ya sabemos, ¿quién es el que sabe? Sólo puede saber el ‘yo’, que es arrogante, divisivo, que se lo juega todo en una parte.
Cuando nos damos cuenta que el observador es lo observado, que todo está unido, forma una unidad, es cuando nos damos cuenta que lo que demos a los demás, eso mismo también recibimos.
Uno no puede reprimir lo que hay dentro, es como un volcán que ha de expulsar lo que tiene en sí, dentro de sí. Pues, eso ha de salir de una o de otra manera. Si lo dejamos que salga, hay el gozo de la expresión, de la realización, de la liberación.
Antes que nada está la libertad. Pues sin libertad para poder mirar en todas direcciones, no puede haber educación, ni saber, ni entender la vida, ni cómo funcionan el pensamiento y la mente.
La discriminación lo es por el miedo que tenemos al otro, al que consideramos diferente. Es un acto egoísta e ignorante, superficial, y por eso brutal y cruel.
Y esa actitud llevada al extremo es lo que es la guerra, con su violencia y su horror.
No hay razón ni corazón. Pues los dos son un fragmento, divisivo. Sólo existe la realidad, lo que es. Y uno tiene que moverse de instante a instante con esa realidad, jugar y estar con ello. Entonces, eso se manifestará de manera que le contará su secreto.
Cuando decimos tanto sí, como no, eso en realidad no sabemos si es real y verdadero.
Por eso, uno ha de tener la actitud de: ‘Sí, sí, pero no, no. Y al revés: ‘No, no, pero sí, sí’. Porque, nadie sabe nada de lo que pueda ser, de lo que pueda suceder, ya sea en las relaciones en entre las personas, como en los hechos que puedan suceder.
Todas las vidas son básicamente lo mimo: un deseo de felicidad. Por eso, siempre estamos persiguiendo el placer.
Pero, la persecución del placer nos trae la infelicidad, el dolor. Y mientras no nos liberemos de ese dolor, todos somos lo mismo: personas desvalidas, incompletas, necesitadas.
Eso es porque cuando uno es serio internamente, ya no vive en la dualidad de dentro o fuera. Entonces cada cosa que haga será el resultado de la acción total de todo su ser.
¿Si hay esfuerzo, puede haber amor? ¿El esfuerzo no nos hace brutales y crueles, al vivir en el conflicto entre dos o varios opuestos? Si somos afortunados, veremos qué es lo que lleva implícito el depender y aferrarse a alguien que no es posible. Pues el resultado es: más desdicha y más dolor.
Si la inteligencia está operando no hay lucha, sino el gozo del vivir.